Flaqueo, agonizo, arrástrome por el fango hediondo de la flojera por algo que me dijo mi padre mientras esperábamos por la pelea de Argañaraz en la tele, y acá me enfrento con una encrucijada de tono no menor y ya sééé… Ya sé que está por aburrirse porque aún no hablo de Belén Esteban, del caso Tsunami o de Lady Milei (la hermana de Macbeth) pero siga leyendo porque voy a hablar de usted. ¡Sí, de usted y mal! (Sé que si le provoco seguirá leyendo porque me la quiere devolver, tarambana, gila de goma). Como le dije, no sé si comenzar este capítulo por la frase paterna y sus catastróficas consecuencias o por las novedades del parlamento argentino, que está que trina con esto de la “ley ómnibus”.
Y le juro, señora, que abriría a votación el asunto (le haría creer a usted que decide algo, como las corporaciones), pero he resuelto decidirlo yo (como las corporaciones), y no porque sea mala gente. Decidiré yo porque sé que si abro el juego usted votará por A, la vieja de ruleros a su lado por B, y yo, tras un discurso largo y al cuete, como el de la pesada de Bregman, me abstendré (todos de pie). Me abstendré solamente para llevar la contra, para hacerme ver, para demostrar que tengo personalidad y convicciones, que razono, soy lúcida y merezco ser tomada en cuenta porque YO, YO entiendo de qué va… ¡YO soy un diamante en bruto! ¿Acaso no lo ven? Yo debería estar en el Bailando con las estrellas porque tengo un contoneo bárbaro. Debiera también ser presidenta de la nación, técnica del Atleti, médica del Santojanni, pilota de Malaysia Airlines y piquetera del movimiento obrero, porque YO me las sé todas. TODAS. ¿Es que no es claro?
Y comparto mi saber en el Face, ¿eh?, pero nadie se da cuenta de mi genio, de mi talento… Nadie me valora como merezco. ¡Nadie me descubre! Entonces insulto. ¡A TODO EL MUNDO! Porque son todos unos IG NO RAN TES. ¿No ven que YO sé como arreglar el país y también el Wolkswagen 1500? ¡Aquí lo que necesitamos es mano dura! ¡Bujías nuevas, de cajón! ¡Rajar a Di María, que se caga la gamba todos los días! ¡Usar la guita de los diputados, o de la DGI, o del GPS, dividir por viejo y aumentar las jubilaciones! ¡Que se vayan todos! ¡Que se quede Feijóo! ¡Aguante riBer! ¡Que pare la shuvia! ¡Que se muera la shegua!* ¡Etc! (¿Se ha sentido identificado? Ah, entonces no es tan melonazo).
Con ustedes, señores: el rebaño que brama y pisotea; el rebaño del fanatismo patriotero; el rebaño desconcertado al que, según dicen algunos, si no se lo tiene idiotizado con penales y/o debates fervorosos por la tele, puede hacer desastres. ¿Ha visto? ¿Podemos hacer desastres si no se nos conduce? ¿Entonces no conviene espabilar? ¿Entonces usar la sesera es un error craso? ¿Padecimiento al ñudo? ¿ENTONCES ES MEJOR NO ENTENDER DE QUÉ VA LA BAMBALINA?
Y aquí entra eso que me dijo mi padre ayer: «Si querés cambiar el mundo es porque no podés adaptarte a él, el problema es tuyo, no del mundo». Como siempre, me ha jodido. Por suerte (o por desgracia, ya no sé) estoy intentando sostener esto de escribir artículos tragicómicos para ver si se hace más soportable la existencia. Ya voy por la tercera entrega (esta), y espero con una mano en la madera que no sea la vencida.
*A la ex presidente de Argentina algunos mal hablados solían llamaban “la shegua”.
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