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Winona Ryder, antigua chica gótica - Zenda
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Winona Ryder, antigua chica gótica

Ante semejante panorama, la primera visión de Winona Ryder en Bitelchús (Tim Burton, 1988), que yo —dadas mis reticencias ante el cine comercial estadounidense desde los años 80— descubrí tarde, en una emisión televisiva, ya andando esos 90 que empezaron a hacerme mayor, me ganó como no lo había hecho antes ninguna interpretación de una...

Una de las cosas que más siento es que las chicas góticas me cogieran ya mayor. Ciertamente, entre las modernas de los años 80 —mis contemporáneas— ya había alguna siniestra que apuntaba maneras —el de Siouxsie and the Banshees, en octubre del 82, fue uno de los conciertos más celebrados del Madrid de mi época—, pero la expansión de la escena gótica, y dentro de ella la eclosión de esas chicas que parecen salidas de un cuento de miedo, almas en pena venidas de los Cárpatos para hacer un trayecto en el metro de mi ciudad, ya es algo posterior. No sabría precisar en qué punto exacto de los 90 o si fue a comienzos de este infausto siglo. Cuando fuese, yo ya no tenía edad para hablar con ellas sobre la oscuridad en el rock de Nick Cave —que imaginé un posible tema de conversación—, así como el estigma de la melancolía, la inquietud de las atmósferas sombrías o esa paradoja que supone que la verdadera dicha de las cosas esté en su recuerdo.

Ante semejante panorama, la primera visión de Winona Ryder en Bitelchús (Tim Burton, 1988), que yo —dadas mis reticencias ante el cine comercial estadounidense desde los años 80— descubrí tarde, en una emisión televisiva, ya andando esos 90 que empezaron a hacerme mayor, me ganó como no lo había hecho antes ninguna interpretación de una actriz que, sea cual sea el personaje que recrea, tiene en su encanto personal algo de esa melancolía de las góticas. Incluso en La edad de la inocencia (1993), una de las grandes películas —y la más insospechada del Martin Scorsese de los hampones—, incluso en esa May Welland, digo, que Winona incorpora en sus secuencias —una damisela del Nueva York de Edith Wharton, que viene a ser como decir el Nueva York de Henry James— yo percibo el estigma de esas muertas, enamoradas y en la flor de la edad, condenadas a morar, hasta la consunción de los siglos, en las ruinas de una abadía centroeuropea por su amor maldito.

"Hay cierto parecido físico entre los retratos de Virginia Clemm llegados hasta nuestros días y aquella Winona de 17 años que dio vida a la Lydia de Bitelchús"

Es más, en Bitelchús —que al ser un filme de miedo que se toma a broma a sí mismo pudiera haber sido un desastre de haber estado en manos de cualquier realizador menos dotado que Burton— los espectros jocosos se refieren a Lydia —el personaje de Winona en dichas secuencias— como “la novia de Edgar Allan Poe”. Damos por sentado que Poe, como nos dice Lovecraft, “es deidad y referencia en toda ficción diabólica” y que todas las chicas góticas son sus novias, con permiso de su llorada Annabel Lee, siempre esperándole donde los demonios ya no pudieran volver a separar sus almas.

A mí me gustan los cuentos y las películas de miedo tanto o más que al común de los mortales el relato criminal y sí, en efecto, hice de Winona Ryder una de mis actrices favoritas de la pantalla finisecular. Confieso que, como los espectros jocosos de Bitelchús, vi en esta intérprete una materialización del ideal de Poe —aquella que, según el estribillo de El cuervo, el famoso nevermore, nunca iba a volver— para quien la muerte de una mujer hermosa era “el tema más poético del mundo”. Incluso hay cierto parecido físico entre los retratos de Virginia Clemm —esposa que fuera de Poe— llegados hasta nuestros días y aquella Winona de 17 años que dio vida a la Lydia de Bitelchús. Me cautivó en esa secuencia en la que baila divertida mientras gravita ante los espectros jocosos.

Y dejando ya a Poe en esa “matemática tiniebla”, en la que con tanto acierto lo situó Pablo Neruda, qué decir de Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1990). La Kim de Winona en aquella ocasión también puede entenderse como esa bella que siempre se enamora de la bestia porque encuentra en ella una sensibilidad inexistente en los meros mortales, siempre atentos a los asuntos más prosaicos. Y finalmente esa reinterpretación de la figura de Frankenstein que también entraña Eduardo Manostijeras. En esta ocasión, el creador del monstruo es un hombre bueno incorporado por el inolvidable Vincent Price.

"Cintas como el Drácula de Coppola, a mi juicio mucho mejor que la novela de Stoker, y actrices como la Winona gótica, me hacen afirmar una y mil veces que, en el cine, todo lo que no es literatura es fontanería"

Fue tanta la transcendencia de Eduardo Manostijeras en el cine fantástico posterior que Winona Ryder se convirtió en una de las grandes musas de la pantalla fantástica de los años 90. Sentí que Burton no contase con ella para su Sleepy Hollow (1999), su magnífica adaptación de La leyenda de Sleepy Hollow (1820), la también sobresaliente aportación de Washington Irving a ese cuento numinoso, que raya tan alto en esa edad de oro de la literatura estadounidense que fue la centuria decimonónica.

Sí señor, me hubiera gustado ver a Winona Ryder, en lugar de a Christina Ricci, recreando a la Katrina Van Tassel de Sleepy Hollow —ligeramente steampunk, a la par que jocosa—, tras haber admirado a mi chica gótica en una de las dos mejores interpretaciones de Mina, la que nos brindó a las órdenes de Coppola en Drácula de Bram Stoker (1992) —la otra gran Mina fue la de Helen Chandler en la versión de Tod Browning de 1931, es decir: la canónica—. Aún me emociona el recuerdo de aquella Mina en la última gran cinta de Coppola, uno de los más románticos y apasionados Dráculas. El papel era doble, pues Winona también encarnó en aquel filme a Elisabeta, la esposa de Vlad el Empalador, suicida al dar por muerto al conde transilvano, cuando éste defendía las banderas de la patria y de la fe frente al invasor otomano. Y origen de la maldición de Drácula, pues al volver al castillo y encontrar a su amada esposa convertida en su bella muerta, injurió al mismo dios que venía de defender en la batalla y éste le condenó a buscar alimento en la sangre de los vivos siendo hasta el final de los tiempos un no muerto. Cintas como el Drácula de Coppola —a mi juicio mucho mejor que la novela de Stoker— y actrices como la Winona gótica, me hacen afirmar una y mil veces que, en el cine, todo lo que no es literatura es fontanería.

"Hasta aquí la Winona alucinada. Ahora vamos con la maldita, la que nació el día 12 de diciembre de 2001, cuando fue detenida por robar prendas de lujo en unos almacenes de Beverly Hills"

Cumple por último dar cuenta de otras dos aportaciones de la chica gótica al cine fantástico. Aún me estremecen esos planos con el bicho echándole el aliento en la espalda de Alien: Resurrección (Jean-Pierre Jeunet, 1997), un horror totalmente ajeno a los espantos góticos referidos con anterioridad. Mucho más grato es el recuerdo de Donna Hawthorne, su personaje en Una mirada a la oscuridad (2006). Fue aquel un acercamiento del siempre interesante Richard Linklater a las realidades bastardas del gran Philip K. Dick. Cinta distópica, nos presentaba un Estados Unidos venidero, donde las drogas han ganado la batalla a su prohibición y la visión que los estadounidenses y su país nos ofrecen está alucinada por las sustancias estupefacientes. El realizador fue a expresar aquel delirio colectivo mediante unos dibujos, próximos a esos que solemos incluir en esa animación para adultos que tanto nos seduce casi siempre. La cinta fue rodada como cualquier otra, sus imágenes fueron convertidas en dibujos mediante un rotoscopio, la gran aportación de Max Fleischer —además de Betty Boop— allá por el año 1912 al cine de animación. Siendo el caso que sólo vemos su dibujo, ése —amén del relanzamiento que necesitaba su carrera tras el escándalo— ha de ser el motivo de que la Winona de Una mirada a la oscuridad sea la más sensual, inusitadamente erotizada. Y así, entre chicas góticas y realidades bastardas, nos fue dado ver cómo Winona se iba haciendo mayor.

Hasta aquí la Winona alucinada. Ahora vamos con la maldita, la que nació el día 12 de diciembre de 2001, cuando fue detenida por robar prendas de lujo en unos almacenes de Beverly Hills. Dijo que los fármacos le habían nublado el juicio. Nadie la creyó.

Hubo un tiempo en que semejante escándalo hubiera sido más que suficiente para acabar con la carrera de una actriz. La suya sólo se vio seriamente paralizada durante cuatro años. Las cintas en las que apareció entonces habían sido rodadas antes de su detención. Woody Allen quiso contratarla para protagonizar Melinda, Melinda (2004): sus productores se lo impidieron.

"Tiendo a pensar que hubiera podido volver a colaborar con Burton. Pero el realizador de Bitelchús suele trabajar para un estudio tan poco dado a los actores con antecedentes penales como la Disney"

Aunque a comienzos del siglo XXI esos hurtos habían dejado de ser motivo para finiquitar una filmografía, en cierto sentido sí que afectaron mucho a la de Winona. A raíz del escándalo, su vida fue objeto del más escrupuloso escrutinio. Se supo entonces que se drogaba, como se droga la gente en Hollywood, en sus mansiones de Beverly Hills. Pero ella había asegurado que no lo hacía porque, siendo hija de unos hippies auténticos, que la llamaron con el nombre del monte de Minnesota frente al que nació en 1971 y la llevaron a vivir a comunas siendo una niña, vio tantas drogas en su infancia —era ahijada de Timothy Leary, el gran apóstol del LSD en la universidad estadounidense— que se juró no consumirlas nunca cuando fuera mayor.

Fue sometida a tratamiento psicológico para la rehabilitación. Condenada a tres años de libertad condicional y a trabajos para la comunidad, tiendo a pensar que hubiera podido volver a colaborar con Burton. Pero el realizador de Bitelchús suele trabajar para un estudio tan poco dado a los actores con antecedentes penales como la Disney, de modo que esa también debió de ser una de las muchas posibilidades cerradas definitivamente entonces. Quién sabe si, a raíz de los estudios psicológicos, de los que fue objeto tras su detención, se descubrió el verdadero origen de los complejos, cuyo exorcismo —como a tantos grandes actores— la llevó a la interpretación.

Vaya también un recuerdo para Corky, esa taxista de Los Ángeles aquejada de una simpática incontinencia verbal en Noche en la Tierra (Jim Jarmusch, 1991). Que escriban otros sobre Stranger Things, el último trabajo de la antigua chica gótica. Yo soy un cinéfilo y no veo series, ni en streaming ni de televisión.

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Javier Memba

Tintinófilo, escritor y periodista con casi cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978–, Javier Memba (Madrid, 1959) es colaborador habitual del diario EL MUNDO desde 1990. Estudioso del cine antiguo, tanto en este rotativo madrileño como en el resto de los medios donde ha publicado sus cientos de piezas, ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción–La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008). Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014), un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, es su última publicación hasta la fecha. Blog El insolidario · @javiermemba

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