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Warhol es superior a Velázquez - Carlos Mayoral - Zenda
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Warhol es superior a Velázquez

Ilustración: La salita. Equipo Crónica Esta semana, una de aquellas serigrafías tiroteadas ha sido subastada por la casa Christie’s de Nueva York, con el rostro de Marilyn como protagonista. Si bien ha habido cierta decepción ante la cifra alcanzada —apenas ciento noventa y cinco millones de dólares, una mieja, que dicen en Segovia—, la realidad...

Ilustración: La salita. Equipo Crónica

Cuentan que aquel otoño de 1964 andaba Warhol agasajando hígados ajenos por una de esas fiestas truculentas en su estudio de Manhattan cuando apareció Dorothy Podber con su gran danés. Fotógrafa famosa por captar con maestría lo efímero, eso que los modernos llamaron el happening, y miembro de la Factoría del propio Andy, la estrafalaria Podber se definía a sí misma como «una mala persona». Sus excentricidades no conocían límites: lo mismo era capaz de representar la famosérrima escena de Psicosis por las calles de Nueva York que le daba por pasear a un leopardo por Central Park. Llegó, incluso —ya saben que la línea entre la excentricidad y la maldad es fina—, a practicar un aborto clandestino con sus propias manos o a montar una empresa de limpieza para robar drogas en los hospitales. El caso es que aquel otoño del 64, en la fiesta de Warhol, Podber lucía unos guantes blancos «para disparar». La sorpresa de los asistentes fue mayúscula cuando entre sus guantes de piel encontraron un revólver, que segundos más tarde detonó cuatro disparos que fueron a parar a cuatro cuadros de Warhol, quien asistió a la escena con espanto.

"Para el imaginario popular, Warhol es hoy superior a Velázquez"

Esta semana, una de aquellas serigrafías tiroteadas ha sido subastada por la casa Christie’s de Nueva York, con el rostro de Marilyn como protagonista. Si bien ha habido cierta decepción ante la cifra alcanzada —apenas ciento noventa y cinco millones de dólares, una mieja, que dicen en Segovia—, la realidad es que se trata de la obra moderna que más dinero ha recaudado en subasta, superando a una de las pinturas de la serie de Les femmes d’Alger, de Pablo Picasso, que alcanzó los 180. Es decir, Warhol pasa ya a ocupar el escalón más alto del prestigio artístico moderno. Mientras, días atrás se subastaba un Velázquez en la sala Abalarte de Madrid. La pintura alcanzó los cuatro millones, y apenas tuvo repercusión el asunto. Si uno lo compara con el despliegue de flases, titulares, marketing, público, obra escrita y comentarios que ha generado la venta de la Marilyn de Warhol, casi puede echarse a llorar. Para el imaginario popular, Warhol es hoy superior a Velázquez.

"Los críticos beben champagne frente a retratos poperos, en los suplementos triunfan obras de ínclitos periodistas, el canon lo conforman ahora influencers"

Decía Ortega entre las páginas de La deshumanización del arte que, en aquellos primeros años del siglo XX, la cultura estaba alejándose de la gente, y en torno a las vanguardias estaba produciendo obras ininteligibles como marca de prestigio. Un siglo más tarde, sin salir de términos orteguianos, el arte está buscando refugio y prestigio en la masificación. Es decir, bebe cada día más de eso que ahora llaman «cultura de masas». Los críticos beben champagne frente a retratos poperos, en los suplementos triunfan obras de ínclitos periodistas, el canon lo conforman ahora influencers. Si un futbolista publica una novela ilegible, éxito asegurado. Si una actriz es retratada por un tipo con mal gusto, éxito asegurado. Si se destroza una pintura por una mala restauración, pero el resultado funciona en Instagram, éxito asegurado. Si un tiktoker esculpe una figura sin base, éxito asegurado. Y se produce también el efecto contrario: toda obra que no tiene su eco en la cultura de masas pasa desapercibida. Sea Rubens o Picasso. No hablamos de obras populares, sino de obras técnicamente malas. Por cierto, en la misma subasta se vendió una obra llamada Not Picasso, de Mike Bidlo, por más de un millón de dólares. En fin.  

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Carlos Mayoral

Juntapalabras. Mitad machadiano, mitad azorinista. Ha publicado, entre otras novelas, 'Empiezo a creer que es mentira' (2017, Círculo de Tiza, finalista premio Ojo Crítico de Narrativa) y 'Un episodio nacional' (2019, Espasa). @Carlos__Mayoral

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elenaclasica
elenaclasica
2 años hace

Querido Sergio:

Qué belleza de estudio, más que por fijarme en las obras de Warhol, por volver a conmoverme con tus reflexiones en prosa poética. Una vez más, puro lirismo. Es una fiesta pensar que nos espera uno de tus artículos, una celebración del arte, un festín de poesía.
Varios de estos pensamientos me han dejado especialmente tocada: “nos enfrentamos a un vacío que nos seduce”, “lo viral… la alegría de una soledad común que parece camuflada”.
El efecto espejo de la propuesta de Warhol en nuestra sociedad actual, aleja el concepto de lo bello, del consabido acto de creación romántica y ¿enfrenta a lo siniestro? Tema muy querido, creo, por ti, maestro, como lo es por mí, encuentro el espíritu de lo siniestro campando a sus anchas, en las copias: lo viral, el consumismo, la fama, el dinero, la artificial belleza, la juventud… valores que no pueden distar más de serlo, pues su propia definición encierra la esencia de lo que no puede ser un valor seguro. Y se cuela el desamor…
El visionario poeta José Martí adelantó, quizás, estos conceptos sobre la deshumanización, sobre lo terrible de la misma en el arte, siempre unido al espíritu, así en “Amor de ciudad grande”:
“De gorja son y rapidez los tiempos
se ama de pie en las calles
entre el polvo de los salones y plazas
muere la flor el día en que nace.
Aquella virgen trémula
que antes a la muerte daba
la mano pura que ha ignorado mozo
el goce de temer.
Aquel salirse del pecho el corazón
el inefable placer de merecer
el grato susto de caminar
de prisa en derechura
del hogar de la amada
y a sus puertas
como un niño feliz romper en llanto
Y aquel mirar, de nuestro amor al fuego
Irse tiñendo de color las rosas.
¡Ea, que son patrañas! pues
¿Quién tiene tiempo de ser hidalgo?”

Por supuesto, ya que hablamos de Modernisno, cómo no recordar aquel cuento de Rubén Darío, “Verónica”, es decir la verdadera imagen:
“Fray Tomás de la Pasión era un espíritu perturbado por el demonio de la ciencia. Flaco, anguloso, nervioso, pálido, dividía sus horas del convento entre la oración, la disciplina y el laboratorio. Había estudiado las ciencias ocultas antiguas, nombraba con cierto énfasis, en las conversaciones del refectorio, a Paracelso y a Alberto el Grande, y admiraba a ese otro fraile Schwartz, que nos hizo el favor de mezclar el salitre con el azufre.
Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones astrológicas y quirománticas; ella le desviaba de la contemplación y del espíritu de la Escritura; en su alma estaba el mal de la curiosidad, la oración misma era olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía caviloso y febril; llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y los efectos de la magia blanca. No había duda de que estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su olvido de que la ciencia constituye sencillamente, en el principio, el arma de la Serpiente; en el fin, la esencial potencia del Anticristo.”
Y, sin embargo, Fray Tomás de la Pasión, indaga en el fondo y en el espíritu. Una rebeldía romántica que se aleja profundamente de las copias sin alma.
Y no puedo evitar pensar en lo que decías, Sergio, “se cuela el desamor”, sí, se cuela, y con él este profundo gesto irreverente que no deja de querer ser un acto romántico al enfrentarse al propio romanticismo.
Maestro, un privilegio una vez más. Mi respeto, admiración y cariño.

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