Viento en las velas

Pero los destripadores de novelas existen. Hasta que reparé en ellos, con su bisturí afilado diseccionando en su crónica literaria lo que tanto trabajo le cuesta al escritor ensamblar en secreto para sorprender al lector, elegía los libros a pelo. A veces acertaba, y otras no. Por eso leí libros geniales, buenos, regulares y pésimos. Esa es la única manera que hay de aprender a escribir. Leyendo mucho. Leyendo siempre.

Nosotros mismos podemos ser nuestros propios destripadores en presentaciones, entrevistas y demás. Por esto, la asepsia y el control son indispensables para conservar el posterior placer de la lectura.

Les comento ésta tontería porque quiero hablarles del making of de Blas de Lezo. Navegando a Gibraltar sin que el factor sorpresa quede mermado, ese que toda novela, del género que sea, incluso el histórico, debe incluir en su intención de contar algo interesante. La sorpresa bien contada, bien planeada, es una carta ganadora.

Recuerdo que estaba leyendo sobre la precaria situación de la Real Armada Española a finales del siglo XVII y principios del XVIII cuando me tropiezo con un combate naval bastante desconocido. La batalla naval de Vélez Málaga. No hay nada que me guste más que estudiar cómo se desarrolló un combate. Y en ese estudio hizo su aparición nuestro protagonista, Blas de Lezo y Olavarrieta, un guardiamarina de quince años embarcado en la nave almiranta Foudroyant.

Y entonces, ya no pude parar. No pude dejar de leer, no pude dejar de escribir, no pude dejar de imaginar a las escuadras franco-españolas y anglo-holandesas enfrentadas en una línea de combate que se formó a unos pocos centenares de metros de mi casa, en un mes de agosto de 1704.

Sólo es una opinión personal, pero creo que no hay nada más novelesco que el viento en las velas, las olas y el peligro sobre la cubierta de un navío de línea. Nada.

Estatua de Blas de Lezo en Cartagena.

Como tampoco hay novela, de ningún tipo, sin contemplar la dimensión y el marco artístico donde se desarrolla la acción de lo que se quiere contar. Jamás lo olvido. En ninguna de mis novelas. Tampoco en Blas de Lezo. Navegando a Gibraltar. En aquellos años, el arte de la época lo impregnaba todo. Tanto en la paz como en la guerra. Y los lectores acabarán sabiendo por qué afirmo esto con rotundidad.

Nosotros lo llamamos, ahora, Arte Barroco. Para la artista barroca, segunda protagonista de la novela, doña Luisa Roldán y Villavicencio, primera mujer que llegó a ser Escultora de Cámara de la Corona, esculpir era la razón de su existencia.

No deseo otra cosa que el lector que decida leer esta novela disfrute descubriendo la trenza de la que Blas de Lezo y Luisa Roldán forman parte en un sofisticado peinado dieciochesco adornado de almirantes legendarios, mecenas, navíos de línea como el Foudroyant o el Soleil Royal, geografías emblemáticas como la de Gibraltar, reyes y palacios deslumbrantes tanto españoles como franceses.

The battle of Malaga, 13 August 1704. Oil on canvas by Isaac Sailmaker, circa 1704.

Les aseguro que yo sí disfruté escribiéndola. Making of significa “haciendo”. ¡Haciendo, que es gerundio! No conozco mejor forma de vivir que escribiendo. Que también es gerundio. Cuando los lectores estén leyendo, gerundio también, espero que recuerden que una novela se escribe con pasión. Y con oficio. Es lo esperable. Pero la pasión es el making of de todo, siempre que esté dirigida por el cauce de lo racional. Parece contradictorio. Pero no lo es. Para leer y escribir ambos ingredientes son necesarios. Y he tratado de mezclarlos, no agitarlos, para obtener la textura literaria que quería. Cuando estaba escribiendo la novela, en realidad, no pensaba en los lectores. Sólo pienso en ellos cuando quiero convencerles de que lean la novela. Porque lo que me ha apasionado, necesito compartirlo.

Fue esa pasión la que ha movido a los personajes. Me he propuesto mostrar en la narración, y atendiendo siempre a las referencias históricas contrastadas, el carácter de cada uno. La naturaleza humana viene siendo la misma desde hace milenios. No vamos a descubrir nada a estas alturas. Pero en Blas del Lezo. Navegando a Gibraltar esas pasiones son casi un personaje más. Construí las semblanzas principales atendiendo a lo que históricamente conocemos de ellos. Blas de Lezo tenía quince años. En el siglo XVIII con esa edad ya eras un adulto enrolado a bordo de un navío de línea con licencia para matar. Y también para morir. Ha sido muy emocionante construir aquella circunstancia de un Lezo quinceañero a bordo de la nave almiranta Froudoyant. Como lo ha sido realizar una incursión en el mundo del arte y el mecenazgo en la España del último rey de la dinastía Habsburgo durante el periodo de la Guerra de Sucesión. Doña Luisa Roldán encarna a la perfección ese mundo apasionante.

Cada novela es un mundo, así como las personas. Y eso precisamente es lo que me interesa de la Literatura. Conocer mundos y personas. Tanto cuando leo como cuando escribo. En Blas de Lezo. Navegando a Gibraltar muestro lo nuevo que he conocido. Una época apasionante vivida por individuos extraordinarios. Para los que tengan intención de enrolarse: ¡Bienvenidos a bordo!

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Autor: Montserrat Claros. Título: Blas de Lezo. Navegando a Gibraltar. Editorial: Algorfa. Venta: Todostuslibros