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El verdadero procedimiento policial (7) - Zenda
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El verdadero procedimiento policial (7)

Qué placer, querido lector, el verte de nuevo en este territorio. Durante las últimas entregas hemos visto aspectos fundamentales de varios —llamémoslo así— departamentos que intervienen en la resolución de un crimen, desde que se da el aviso a emergencias o al propio cuerpo de policía hasta que el cuerpo se encuentra postrado en la...

Qué placer, querido lector, el verte de nuevo en este territorio. Durante las últimas entregas hemos visto aspectos fundamentales de varios —llamémoslo así— departamentos que intervienen en la resolución de un crimen, desde que se da el aviso a emergencias o al propio cuerpo de policía hasta que el cuerpo se encuentra postrado en la mesa de autopsias del forense. Todo ese proceso, quizá, es el que más suele quedar en la sombra siempre y, aunque los medios lecturoaudiovisuales —toma palabra, ¿creías que no tengo poder de inventiva?— nos lo muestran —algunos de aquella manera, como hemos visto—, el trabajo que siempre queda más visible a los ojos de todos es el del atormentado inspector o detective —recordemos que englobo ambos géneros cuando nombro esta figura, no nos pongamos tiquismiquis ahora—.

Y es que, sin duda, sin su labor un crimen quedaría en el limbo pues podríamos considerar a su figura como el nexo de unión entre las pruebas que puedan aportar los equipos de criminalística y forense; y el juez, que determinará si con esas pruebas y su interpretación —la que hace el susodicho investigador— se logra tener a un acusado y si este es culpable, inocente o político —esto último se me ha escapado y, aunque no tiene gracia, no lo pienso borrar—.

"Por qué manos ha pasado y qué procedimiento se ha seguido hasta que ha llegado el informe final al juez, que dictará sentencia. Si en el algún momento se detecta una irregularidad y se considera rota esa cadena, la prueba carecerá de validez. "

Y es que podríamos definir así a un inspector (también incluyo a subinspectores y demás ramas y especialidades de investigación, sean del cuerpo que sean). Podría ser fácilmente un intérprete que ordena los indicios y los complementa con pruebas. Es el encargado de investigar, coordinar equipos, organizar los medios, documentar los casos y darle sentido a las pruebas obtenidas por separado, para que tengan empaque en un conjunto que servirá —o no—, para ponerle nombre y apellidos al culpable de un delito.

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Son los encargados de investigar el entorno de la víctima, de establecer relación entre los hechos ocurridos y otros anteriores que pasaron en vida del fallecido. También coordinan los interrogatorios a testigos y posibles sospechosos (siempre avalados y permitidos por un juez, ojo). En definitiva, podríamos llamarlos perfectamente “directores de orquesta”, porque en definitiva, ese es su papel.

Pero, Blas, déjate de darnos la monserga —estaréis pensando esto, seguro—, ¿hay mitos alrededor de la figura del inspector de policía?

Pues claro, como en casi todo.

Pero he de aclarar que, aunque estos mitos giran en torno a la figura del inspector, no están directamente relacionados con ellos —menos el primero, que sí lo está—. Pero qué narices. Me apetecía contarlos.

—Estoy atormentado y soy un rebelde, por eso no me importa hacer lo que me dé la gana, sin pedir permisos a nadie y si hace falta, meteré pruebas donde no las haya con tal de inculpar a quién me dé la gana.

Hay que ver lo que he exagerado este título. Sí. Pero, ¿cuántas veces hemos visto esto? Creo que demasiadas. También creo que ya habéis leído suficientes artículos como para saber que esto no puede ser así. Las pruebas tienen algo que se llama cadena de custodia. ¿Qué es esto? Pues como su propio nombre indica es un seguimiento de dónde ha estado en todo momento este indicio. Por qué manos ha pasado y qué procedimiento se ha seguido hasta que ha llegado el informe final al juez, que dictará sentencia. Si en el algún momento se detecta una irregularidad y se considera rota esa cadena, la prueba carecerá de validez. Aunque señale inequívocamente a una persona, por lo que hay que tener mucho cuidado con esto. No sería la primera vez que alguien queda libre por considerarse rota la cadena y perder la credibilidad de las pruebas que lo incriminaban. Es por esto que esas veces que hemos visto a un inspector “metiendo” una prueba a la fuerza, es algo totalmente falso. No se puede.

"Que funcione o no el polígrafo es tan sencillo de interpretar como que si a mí me llevan a un interrogatorio y me conectan a la maquinita, aunque no haya hecho nada, en esas preguntas me pondré nervioso."

También me viene a la cabeza la imagen del investigador que se cuela en una casa ajena, por la noche, a oscuras —y aunque lo haga de día y con los ocupantes dentro— en busca de pruebas. Eso lo tiene que autorizar un juez y, sin indicios claros de que pueda servir para algo, no lo hará.  El inspector tiene que estar dando cuenta constantemente de lo que está haciendo a través de diligencias que remite al juzgado. Y, aunque estoy seguro que un buen investigador sí hará movimientos por su cuenta, lo hace a sabiendas de que lo que encuentre, carecerá de validez si no está autorizado, por lo que deberá hacer uso de su astucia para acabar incluyendo sus averiguaciones de manera legal —y lo malo es que en muchos casos no es posible—.

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A la mente me viene, sin ir más lejos y aunque el autor no perteneciera a ningún cuerpo, la figura del que se conoció como “padre coraje”. Este hombre consiguió infiltrarse entre los que mataron a su hijo y consiguió grabarles una confesión. Ésta careció de validez aunque apuntara directamente a ellos al ser obtenida de manera ilegal. Así que hay que tener mucho cuidado con esto.

—Siéntese aquí, nuestro experto le conectará el polígrafo y sabremos si miento o dice la verdad.

Este aparato está más de moda que nunca. En realidad me duele que haya sido así a través de la televisión más casposa, pero ahora todo el mundo sabe lo que es un polígrafo y para qué se usa.

Pero, ¿sus resultados son en realidad fiables?

Este tema trae cola y discusiones sin fin entre los expertos. Como en todo, están los pro polígrafo que argumentan que el aparato define una serie de parámetros que demuestran que el acusado miente o dice la verdad —o el famoso de turno que si se ha acostado con una, dos o docenas de personas—. Luego están los que dicen que esto carece de validez científica. Creo que es un tema que siempre traerá esta polémica. Y es que su funcionamiento se basa en esto:

El aparato está compuesto por una serie de sensores que miden el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y la sudoración. Todo esto queda reflejado en una serie de gráficas que un experto interpreta. Para las preguntas, primero se hacen unas obvias para ver el resultado de la gráfica y sus niveles, como por ejemplo: Tu nombre es tal, tu edad es tal o vives en tal sitio. Una vez hecho esto se pasa al meollo. Viendo las variaciones entre esas preguntas, se sabe si se miento o se dice la verdad.

"Lo siento por esos asesinos de guante blanco que son capaces de acabar con una familia entera sin que nadie oiga nada, pero no es así."

Que funcione o no, es tan sencillo de interpretar como que si a mí me llevan a un interrogatorio y me conectan a la maquinita, aunque no haya hecho nada, en esas preguntas me pondré nervioso. Es así. Hay preguntas que incomodan por su contenido y me sería imposible estar sereno. Luego está el caso estudiado de varios asesinos en serie que su pulso no pasaría ni de 80 pulsaciones mientras cometen el asesinato debido a su frialdad. Dudo que el aparato revelara otra cosa.

Entonces, ¿es fiable?

Dejo en tu propio criterio, querido lector, el sacar tu propia conclusión. Si me tuviera que mojar, diría que desde luego no. Pero ya, en cada uno queda.

—Mantenga al interlocutor al aparato, necesitamos unos segundos más para localizar la llamada.

Incontables las veces que hemos visto, leído, oído esto. Estoy seguro que han sido más de diez a lo largo de tu vida. Y es que es un tópico muy recurrido. Pero a la vez, tan falso como una moneda de cuatro Euros. Desde los años 70, los operadores telefónicos instalaron una serie de conmutadores que hacen identificable cualquier llamada al instante. Dando ubicación exacta de inmediato y datos de la compañía que opera en caso de ser necesario. No hay que ir más lejos que mirar el propio identificador de cuando te llama tu madre por teléfono a casa. No, no es magia que aparezca su número y nombre. Es producto de esos conmutadores. Y sí, se puede ocultar el número a través de un código marcado previamente, pero no podemos ser tan estúpidos de pensar que la compañía no va a registrar el número desde donde se realiza.

El silenciador

Pues bien, si tú puedes identificar al instante esa llamada, imagina la policía. No necesitan unos segundos. Es inmediato.

Y esto lo dejo como bonus, que parece ser el mito más extendido del mundo entero.

—Colocaré el silenciador al arma y ahora sonará como un pedo aplastado contra una silla.

Siento ser tan gráfico, pero es que realmente suena así —prueba, no seas remilgado—. El asesino coloca el tubito en el arma y, magia, ahora suena celestialmente. No, para nada, el silenciador, como su propio nombre indica hace que el disparo no suene con la magnitud que lo haría sin él —si no, ¿para qué se vendería?—, pero hablamos de que un disparo normal —dependiendo de la pistola y munición empleada— suena a 160 decibelios. Con el silenciador baja a 120, lo que equivaldría al sonido de un martillo neumático, para que te hagas una idea. Teniendo en cuenta, además, que no sólo es eso ya que en un disparo se escuchan tres sonidos: la explosión de la pólvora, la ruptura de la bala de la barrera del sonido y el casquillo cayendo por la recámara; y el silenciador sólo es capaz de bajar el primero, se obtiene que ni pedos ni nada. Suena considerablemente. Lo siento por esos asesinos de guante blanco que son capaces de acabar con una familia entera sin que nadie oiga nada, pero no es así.

Y hasta aquí el artículo de hoy. Espero que hayas aprendido algo nuevo y, si me dices que no, te someteré al polígrafo para ver si es verdad lo que dices.

Había pensado contarte cómo se titulará mi nueva novela, pero puede que si lo hago quizá no leas el siguiente, donde hay muchas papeletas de que toque el premio —menuda licencia me acabo de tomar yo mismo, en fin—. Nada más por mi parte. Sólo espero que no utilices esto en contra de las fuerzas del orden, aunque ya sabes que será muy complicado que no puedan darte caza. En ti queda. Muhajajajajajaja.

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Blas Ruiz Grau

Blas Ruiz Grau (Rafal, Alicante, 1984). Informático y escritor. Auto publicó su primera novela (La verdad os hará libres) en 2012, con una buena acogida por parte de los lectores. Su segundo trabajo (La profecía de los pecadores, 2013) ya ha superado las 80.000 copias (papel y digital), obteniendo diversos números 1 en todo el mundo en las listas de los más vendidos de Amazon y Casa del Libro. Kryptos (2015), en apenas unas horas, se colocó número 2 en los más vendidos de Amazon y en muy pocos días alcanzó el número 1, hecho que se repitió hasta en una decena de ocasiones y en una larga lista de países. Un fenómeno de ventas con el que decidió donar todo su beneficio a la ONG Educo, que se encarga de dar de comer a los más pequeños. Al poco tiempo acabó fichando por Ediciones B. Pronto publicará dos nuevos trabajos. Su presencia en redes sociales, sobre todo en Twitter, es muy activa (@BlasRuizGrau).

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