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Vendedores de pócimas - Zenda
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Vendedores de pócimas

En alguna ocasión he pensado que los escritores somos un poco como aquel barbero que salía en la novela de Noah Gordon, «El médico». Vamos por ahí vendiendo nuestras pócimas y ungüentos, intentado convencer al personal de que nuestro material les va a proporcionar una solución segura a sus ratos de hastío y aburrimiento.

En un lugar de Castilla, de cuyo nombre jamás podré olvidarme, hice uno de los primeros «bolos» de mi vida. Para los legos del mundanal ámbito literario, les aclararé que se trata de uno de esos encuentros a los que a veces somos convocados los escritores. A veces nos llega la invitación a través de la editorial, a veces a nuestras propias redes sociales o a los correos de nuestras webs. En ocasiones, nos cuelan una tarjeta detallando las bondades del evento en cuestión en una firma de libros. Los caminos de la literatura, como los del Señor, son inescrutables.

A lo que íbamos: el bolo. Era una de mis primeras presentaciones, y la invitación no incluía ni traslados ni dietas —y mucho menos honorarios—, pero sí alojamiento y «una cena o comida, a escoger, en el propio hotel». Ya ven lo modesto del despliegue, pero la villa en cuestión me cuadraba de paso para otro destino donde me habían convocado para una firma. Recuerdo que a mi conferencia debieron de acudir unas siete u ocho personas muy amables, y que el pueblo era uno de los más feos que he visto en mi vida. He hecho muchas presentaciones como aquella, muchísimas. En alguna ocasión he pensado que los escritores somos un poco como aquel barbero que salía en la novela de Noah Gordon, El médico. Vamos por ahí vendiendo nuestras pócimas y ungüentos, intentado convencer al personal de que nuestro material les va a proporcionar una solución segura a sus ratos de hastío y aburrimiento. Que nuestras historias los llevarán por el camino de una aventura inolvidable. El problema es que a veces uno atesora una pócima buenísima, pero carece de buena oratoria y en consecuencia no vende el pescado como debiera; en otras ocasiones, el remedio en cuestión no es más que agua teñida de colores, pero el barbero es tan bueno que podría venderle un rosario y una estampa de Teresa de Calcuta al mismísimo diablo.

"No es posible para ningún escritor acudir en su calidad de vende-pócimas a todos los pueblos, ciudades y encantadoras villas que se cruzan en el camino"

Al principio de mi andadura como escritora me pareció rarísimo cómo se desarrollaba el oficio. Aquel peregrinar por librerías, pueblos y ciudades. ¿Qué se codiciaba, la palabra del escritor, su firma? Me parecía extraño que no tuviese más peso la historia, el libro en sí mismo. El autor no tenía porqué ser una persona interesante ni de conversación fluida. Pero entendí pronto el reclamo, la excusa para convocar y vender el material, que era de lo que se trataba. Ya sé, ya sé lo que me van a decir: también es importante el encuentro, la sociabilización de la palabra. No saben lo satisfactorio que ha sido para mí, de hecho, acudir a villas perdidas en el mapa para hacer clubs de lectura y comprobar cómo estos reclamos habían logrado unir en animado debate a sus habitantes, que por fin se saludaban por las calles tras conocerse gracias a los libros.

Sin embargo, no es posible para ningún escritor acudir en su calidad de vende-pócimas a todos los pueblos, ciudades y encantadoras villas que se cruzan en el camino. En muchas ocasiones quien «invita» se limita a eso, a reclamarte «por si vas a pasar por la ciudad». Como si el viaje, el hotel y la comida fuesen gratis. Como si tu tiempo fuese un regalo y no fuese a extinguirse nunca. También existe un nutrido grupo de festivales y eventos que invitan a autores costeando el traslado y el alojamiento, pero sin honorarios. Muchos carecen de presupuesto y suponen un soporte cultural impagable para la ciudad donde se encuentran, pero otros —unos cuantos— son creados a base de subvenciones que no pagan a los autores invitados, pero sí opíparas cenas y comidas a los organizadores y allegados. En otras ocasiones, te invitan para compartir escenario con otros dos o tres escritores con el objetivo de mantener una charla sobre los asuntos más típicos que puedan imaginar. Algunas de estas conversaciones son interesantes, pero cuando los encuentros implican largos viajes —dos aviones ida y dos de vuelta y/o AVE—, así como dormir fuera de casa, resulta un poco desconcertante semejante despliegue para haber podido hablar solo quince minutos, al tener que compartir ese pequeño rato —no suele exceder de una hora u hora y media— con otros compañeros.

"El verdadero esfuerzo del escritor está en no defraudar, en volcar con honestidad absoluta toda la pócima en cada página"

Y no me entiendan mal: el que escribe sabe de su enorme fortuna cuando lo convocan a encuentros literarios; somos muchos y de alguna forma debemos poder darnos a conocer. Seguiremos haciendo lo posible por vender nuestras pócimas, tan queridas y trabajadas, y por acudir allá donde se nos reclame, aunque el presupuesto cultural de los ayuntamientos siga siendo muy superior —y hablo de comparaciones estratosféricas— para conciertos musicales que para literatura. Sin embargo, amables lectores, sean indulgentes cuando no podamos acudir a tal o cual evento: mantener el equilibrio entre la creación y el viaje constante que tan bien se dibuja en la novela de El médico no es fácil. Cuando se niega la asistencia no es por soberbia, sino por tiempo. Por encaminar los pasos hacia la criatura de papel, y no hacia los flashes ni a veces sorprendentes reconocimientos. El verdadero esfuerzo del escritor está en no defraudar, en volcar con honestidad absoluta toda la pócima en cada página, para que cuando el lector abra el libro se encuentre una aventura, un sueño y un espejo.

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María Oruña

María Oruña (Vigo, 1976) es una escritora gallega que ejerció durante diez años como abogada laboralista y mercantil, y que en la actualidad se dedica exclusivamente a la literatura. Sus libros han sido traducidos del castellano al francés, alemán, italiano, ruso, polaco, griego, portugués, gallego y catalán. En el año 2013 publicó una novela de contenido jurídico, La mano del arquero. Inmediatamente después y aprovechando un cambio laboral, escribió su primera novela de misterio, Puerto Escondido, ambientada en Cantabria y publicada en septiembre de 2015 por la Editorial Destino (Planeta), cosechando un inmediato éxito de ventas y crítica y traduciéndose en varios idiomas. Desde entonces ha publicado Un lugar a donde ir, Donde Fuimos Invencibles, Lo que la marea esconde y El camino del fuego, que pertenecen a la serie de Los libros del puerto escondido. En estas historias de misterio, los protagonistas son los paisajes cántabros y el equipo de la teniente Valentina Redondo, que se ha ganado la admiración de cientos de miles de lectores. Además ha publicado El bosque de los cuatro vientos. Twitter: @maria_oruna · Instagram: @mariaoruna/

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