Con los días tan grises que estamos teniendo en Madrid, el jueves no se me ocurrió mejor plan que viajar a Grecia. Un rato, una tarde y con dos heroínas, dos guerreras de la literatura y de la vida, que para ellas son lo mismo: Karina Sainz Borgo, escritora y columnista de ABC, y María José Solano, escritora, columnista también en ABC, y cofundadora de Zenda. Son las plumas más bellas y certeras de nuestro panorama literario, y charlan en este marco incomparable sobre el último libro de Solano, Una aventura griega. Tras los pasos de Patrick Leigh Fermor.
Tras la cálida bienvenida del Excmo. Sr. don Ilias Fotopoulos, embajador de Grecia en España y el agradecimiento de Paloma Abad, editora de Debate, Sainz Borgo arranca describiendo este libro como un libro de aventuras, de viajes y sí, también de amor. Un libro con un recorrido por lugares desconocidos y maravillosos, lugares que “no están colonizados por Instagram”, como apunta la autora, en los que además nunca falta un buen retsina. Como Lemonodasos, donde encontró el molino del que hablaba Patrick Leigh Fermor, “Paddy”, cubierto de vegetación pero intacto.
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Solano, Nausicaa aventurera, sale a buscar al héroe, quiere ver si existe de verdad y si es como los héroes de los libros que han conformado su vida, o su biblioteca, porque ella no distingue una de la otra. Quiere, como apunta en el libro, levantar un puente de palabras entre su propia vida y la muerte de Leigh Fermor. Para comprenderlo, hay que conocer a María José Solano, que es esa mujer que, en pleno atasco de tráfico en Atenas, se recuesta tranquila en el asiento del taxi para pensar en Delfos, en cómo el oráculo conmina al viajero a indagar en su propia esencia. Lo hace, vuelve al pasado y regresa con fuerza para buscar a su amado muerto. Con la fuerza y la libertad de pensamiento que le otorga el conocimiento de los clásicos, de la mitología, con la literatura como compañera de vida.
Solano, valiente y enamorada, se adentra en la vida de Patrick Leigh Fermor, “Paddy”. Le sigue en su recorrido por Europa mientras el inglés recita a Byron para ahogar su soledad. Conoce a sus amigos y a sus mujeres, de cuyas vidas nos cuenta que entraba y salía con absoluta discreción, como no podía ser de otra manera. Conoce sus lugares, sus aventuras, sus historias, su estilo. Su tatuaje. Su heroicidad en la Segunda Guerra Mundial en Creta. No hay resquicio por el que no se atreva a entrar para encontrar a su héroe, ese héroe anglosajón enamorado del Mediterráneo, que es el mar de Homero, el mar del amor y de la guerra. Ese mar donde nace nuestra cultura, ese mar que para Solano es nuestra patria.
Ha sido una tarde maravillosa, pero hay que volver a Madrid, a la lluvia, al tráfico y a la rutina. Me despido de estas dos magníficas escritoras, y les confieso que a pesar de todo lo escuchado, me quedan serias dudas de que Solano haya seguido el consejo que le dieron a una de las amantes de Leigh Fermor: “Disfruta de tu héroe, pero no te enamores demasiado”.
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