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Una novela liberadora de almas - Mercedes de Vega - Zenda
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Una novela liberadora de almas

El largo sueño de Laura Cohen le debe la vida a una pequeña fatalidad, y para ello eché mano de una psiquiatra española que reside y ejerce en Montreal y que termina por abandonar la fe en la ciencia en la que creía, tras averiguar lo que les hicieron a seres humanos un grupo médicos...

Lo importante en toda novela es su proceso, el bien que hace a quien la escribe y a quien la lee, y el camino que se ha de descubrir y transitar para llegar a la obra. Es el acto de crear y gestar de la nada un mundo disponible a la comprensión y disfrute estético que el autor ha de abordar para alcanzar el corazón de los lectores. Y a ese corazón hay que llegar a base de intelecto. De la unión de la inteligencia y la materia. Este principio es el que ha regido la escritura de El largo sueño de Laura Cohen. Pero tampoco quiero equivocar a nadie, porque de la nada no se gesta una obra. Hay todo un material incandescente y revolucionario en la mente que selecciona lo que el autor desea contar y cómo decide hacerlo. Yo he llevado hasta su límite este material para convertirlo en una historia que me redimiese de un desamparo. La creación de El largo sueño Laura Cohen lleva una venganza en sus cimientos. Me imagino que esto les sucede a algunos autores, utilizar las herramientas de la creación literaria para ajustar cuentas con la vida. Laura Cohen empezó como un ajuste de cuentas por algo que no pudo ser, y de ese hilo tiré hasta fabricar esta novela desarrollada íntegramente en Canadá: en la cuidad de Montreal y en Nueva Escocia.

El largo sueño de Laura Cohen le debe la vida a una pequeña fatalidad, y para ello eché mano de una psiquiatra española que reside y ejerce en Montreal y que termina por abandonar la fe en la ciencia en la que creía, tras averiguar lo que les hicieron a seres humanos un grupo médicos en la Universidad de Harvard y en zulos escondidos bajo tierra muy cerca de ella, siempre en nombre de la ciencia. La ciencia médica es uno de los epicentros de esta historia. La ciencia y sus poderosos recursos para dominar no solo la naturaleza, también al individuo y hacer de él un ser subordinado.

Mi novela aspira a ser memoria en la piel de un thriller psicológico y de acción, protagonizado por psiquiatras, inquietante y febril en el que nadie es quien dice ser. Ni siquiera Laura Cohen, porque es Laura del Valle. Donde todos los personajes se esconden de un pasado que sucedió en otra parte, como la frase de Leonard Cohen que da comienzo a la novela y dice que Montreal es una ciudad diseñada para preservar el pasado, un pasado que sucedió en otra parte. Pero por mucho que deseen escapar los personajes de mi historia de lo que hicieron en el pasado, siempre serán perseguidos por el Saturno devorador de hombres que ellos mismos crearon.

"La realidad es la mejor ficción porque nunca decepciona, siempre va por delante"

Uno de los temas de la novela son las experimentaciones científicas que ocurrieron en los años cincuenta y a principios de los sesenta, durante la Guerra Fría, en la Universidad de Harvard. Cómo a unos jóvenes universitarios los torturaron varios grupos de profesores en aulas de la facultad de psicología con sustancias psicoactivas: psilocibina, hongo peyote, LSD…; uno de los grupos dentro del programa MK ULTRA del gobierno americano para controlar la mente, junto a técnicas de tortura psicológica que se utilizaron en muchas partes del mundo con la intención de conseguir el candidato Manchuria, utopía devoradora de héroes y villanos. Experimentos y torturas que también se desarrollaron en las habitaciones del Instituto Allan Memorial de Montreal de la Universidad de McGill, dirigidos por el psiquiatra escocés Ewen Cameron y financiados por la CIA.

En la novela todo es muy real. La realidad es la mejor ficción porque nunca decepciona, siempre va por delante. Como los estudios con LSD del profesor Henry Murray, agente de la CIA, en Harvard. En esas “sesiones de investigación”, que eran realmente pruebas de estrés para estudiar la personalidad, fue víctima, con 17 años, el entonces estudiante en Harvard Theodore Kaczynski, luego apodado Unabomber —Netflix ha producido una serie de TV basada en su biografía—.

Kaczynski se graduó en esta universidad y en la de Michigan. Fue profesor de matemáticas en la Universidad de California, y posteriormente lo abandonó todo para consagrar su existencia a dinamitar el sistema occidental atentando contra objetivos científicos para alertar de en lo que él creía que se había convertido la ciencia. Escribió un manifiesto antitecnología, La sociedad industrial y su futuro, denunciando los grandes males en los que la ciencia y la tecnología incurrían por su mala praxis; reclamaba el regreso del hombre a su estado salvaje, y se convirtió en el mayor neoludita que tuvo los Estados Unidos y en el hombre más buscado por el FBI. Lo detuvieron en abril del 96 en una cabaña de un bosque de Montana donde vivía como un eremita, alejado del mundo y donde fabricaba las cartas bombas con las que atentó en 16 ocasiones. Él siempre dijo que las sesiones del profesor Murray con LSD lo habían convertido en terrorista. Actualmente Unabomber está cumpliendo cadena perpetua en una prisión de alta seguridad, de la que nunca saldrá. Es uno de los últimos supervivientes de esa época del LSD y de la contracultura fabricada por intelectuales y escritores de un movimiento intelectual y literario al que hoy se le rinde culto, forjado por escritores como A. Huxley, A. Ginsberg, J. Kerouac, W. Burroughs, Ch. Bukowski, o el profesor de psicología de Harvard Timothy Leary, precursor de la psicodelia y el misticismo oriental, que mandó enviar sus restos mortales al espacio, tras fallecer en 1974, y arrastró a su causa del LSD a gente como John Lennon, la farándula californiana y el movimiento hippie. Fue defensor de las drogas de laboratorio que, elevadas hoy a su enésima potencia, circulan en las discotecas, en las fiestas de la jet, en habitaciones de hoteles de cinco estrelles, en sórdidos hostales y en los barrios marginales de todas las ciudades del mundo.

"Laura Cohen es una mujer que amó a su marido, un amor que lo inunda todo y que destruirá el mundo sobre el que ella fundamentó su vida"

La novela habla de seres convertidos en el Saturno devorador de hombres, como la maquinaria nazi, creadora de un gran teatro del horror aun después de su desaparición oficial en 1945, y que dio lugar a la caza del nazi, a los buscadores de asesinos reclamando justicia que aparecen en la novela; a veces, una justicia mal interpretada que consiste en procurarles el mismo final que ellos dieron a millones de personas, convirtiéndolas en cenizas.

Laura Cohen es una mujer que amó a su marido, un amor que lo inunda todo y que destruirá el mundo sobre el que ella fundamentó su vida, al conocer —en el loco viaje que emprende al pasado de Alexander Cohen, y que minará esa construcción fabulosa que armó alrededor de ese amor hasta que todo se destruye— en el mismo corazón de Canadá, ese nuevo mundo domesticado y culto, un territorio salvaje que se extingue. Un país cimentado por las guerras de franceses, ingleses y las primeras naciones que desembocó en la asimilación de sus habitantes primigenios. Un escenario apropiado para abordar los temas que me proponía: las cuitas del viejo mundo en ese territorio salvaje del que se adueña. Buena metáfora para aplicarla a El largo sueño de Laura Cohen.

Es una novela de supervivientes, de verdugos, de víctimas de los campos de concentración y de las guerras europeas, sus pogromos y masacres, y de la Guerra Fría que intentó instaurar un orden imposible tras la Segunda Guerra Mundial. Es un ejercicio de memoria pertinente y rescatador de biografías escondidas en la noche de la historia.

Como la vida de la pequeña Marie Jelen, alcanzada por los rayos tenebrosos de la distopía nazi y que hicieron de ella polvo de crematorio, por el ansia renovada y enfebrecida del odio hacia el malvado judío, culpable de todos los fracasos, para hacer de él un objetivo a eliminar. Una niña de once años detenida junto a su madre en las redadas del Velódromo de Invierno de París, en 1942, y que sobrevive en las páginas de El largo sueño de Laura Cohen a través de un personaje que le otorga una vida en Canadá que le fue arrebatada en la vieja Europa.

"Marie Jelen no escribió un diario, como Ana Frank, pero dejó su testimonio del horror en las siete cartas"

Marie Jelen no escribió un diario, como Ana Frank, pero dejó su testimonio del horror en las siete cartas —estas misivas se pueden leer en El largo sueño de Laura Cohen— que escribió a su padre durante su secuestro, en el Velódromo de Invierno y el campo de tránsito de Pithiviers, como solo una niña de once años es capaz de escribir.

Cartas llenas de inocencia e ignorantes de la felicidad perdida, que adquieren una dimensión totalizadora al ser leídas por la derrotada psiquiatra Laura Cohen, heroína fracasada como el mismísimo Alonso Quijano, porque le desvelan el alma perdida del hombre moderno. Así también es esta novela. Vengadora de desventuras, liberadora de almas, valedora de fortalezas.

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Autora: Mercedes de Vega. Título: El largo sueño de Laura Cohen. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Amazon, Casa del Libro, El Corte Inglés, Fnac

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Mercedes de Vega

Mercedes de Vega (Madrid, 1960) es escritora, licenciada en Sociología y Ciencias Políticas. Autora de las novelas El largo sueño de Laura Cohen, Plaza & Janés, 2020; Todas las familia felices, Plaza & Janés, 2017; Cuando estábamos vivos, Plaza & Janés, 2015; El profesor de inglés, Huerga y Fierro Editores, 2010; Cuentos del sismógrafo, Ediciones Atlantis, 2007. Ha publicado numerosos relatos en publicaciones colectivas y artículos sobre literatura. Ha sido galardonada por dos años consecutivos (2013 y 2014) en los Premios del Tren "Antonio Machado". Su obra como narradora breve aparece referenciada en El Cuento Español del Siglo XXI, de la Universidad de Zúrich.

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