La historia que cuenta la gijonesa Pilar Sánchez Vicente en su libro La hija de las mareas da comienzo cuando aparece en el desván del bisabuelo de la autora, apasionado bibliófilo, una caja con unos papeles enrollados y envueltos en un trapo viejo, sujetos por una cinta roja. Al principio del rollo estaba escrito:
Esta manera de iniciar el libro es suficiente para enganchar a su lectura; solo cuatro líneas han bastado para llamar mi atención sobre quien escribe sus memorias, cuyo segundo apellido coincide con el del político ilustrado asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos, español ilustre que se granjeó muchos enemigos por abrazar las ideas de la Ilustración Europea.
La historiadora Pilar Sánchez Vicente desvela inmediatamente quién es Andrea Carbayo de Jovellanos, contando de manera ágil, entretenida y rigurosa los hechos históricos que se desarrollaron a finales del siglo XVIII y principios del XIX en sitios tan diversos como Gixón, Obiedo, París, Londres y Oxford. En estos lugares, Andrea unas veces es testigo ocular y en otras participa activamente en hechos históricos tan dispares como la Revolución Francesa, la invasión napoleónica de España, la guerra de la Independencia contra el ejército francés librada en Asturias, la restauración de Fernando VII y el ajusticiamiento del general Riego.
Es una novela que me recordó a La Regenta, de Clarín, por su recreación de realismo naturalista y sus detalladas descripciones costumbristas de la vida en las pequeñas ciudades provincianas.
Pilar Sánchez Vicente dota a los personajes reales y de ficción con personalidades sólidas y creíbles, que despiertan en el lector simpatías y antipatías. La novela está narrada por la protagonista en primera persona, consiguiendo una narración atractiva que despierta afinidades, ya que la autora es capaz de trasmitir la emoción, la intriga y el suspense que contiene la trama, acercándonos a un personaje como Jovellanos, desde un punto de vista humano, comprometido con la defensa de la mejora de la sociedad a través del conocimiento y las ciencias, compartiendo con Andrea el deseo de que las niñas humildes de Gixón aprendan a leer y escribir. Coincide con el pensamiento de los revolucionarios franceses en que es preciso instruir a los ciudadanos humildes, ya que ambos consideran que la educación es el faro del pueblo.
La hija de las mareas narra la vida cotidiana de los señores y de la gente llana del pueblo. Es preciso destacar la descripción que hace de los personajes que pertenecen a dos familias nobles asturianas, que comparten amistad y lazos familiares pero no ideas políticas. Andrea tiene la suerte y la desgracia de encontrarse, sin desearlo, en el medio de estas dos familias. La autora dota a la protagonista de una personalidad fuerte, decidida y valiente que no se amilana ante las dificultades, una mujer pionera en muchas de las facetas de la vida, que se rebeló contra el papel que le reservaba la sociedad. Andrea pensaba por su cuenta y actuaba de acuerdo a su criterio. A lo largo de la historia coincide con otras mujeres que comparten sus ideales y que son capaces de llevarlos adelante. Su actitud ante la vida es la de formarse en el conocimiento y ganarse el sustento propio. Trabajó como traductora, impresora, editora, periodista, escritora, maestra y participó activamente en tertulias políticas y en las veladas organizadas en los salones literarios. Andrea nunca estuvo dispuesta a sacrificar su independencia por un matrimonio que pudiera asegurarle el futuro. Por fortuna para ella, siempre encontró compañeros de vida que le permitieron hacer lo que deseaba, que compartían sus afanes y anhelos. Ese espíritu libre la obligó a soportar los golpes que le deparó la vida, pero siempre fue capaz de ver lo bueno y, con afán de superación, logró salir de las malas situaciones en las que se encontró; su capacidad de lucha fue proverbial. Es, en todo, un personaje adelantado a su tiempo, capaz de hacer mudar la opinión de quienes la prejuzgan por su comportamiento equilibrado y ecuánime.
Andrea no desea que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas. Con sus memorias remueve conciencias y hace reflexionar al lector al descubrir que, a finales del siglo XVIII, en los tiempos de la Revolución Francesa, hubo mujeres que plantearon un escrito que recogía “los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía”, y que tuvieron el valor de enviar ante la Asamblea francesa un “Cuaderno de Quejas de las Mujeres” que unía en un solo colectivo a todas las mujeres, con independencia del “estatus social” al que pertenecían.
Termino este comentario con el homenaje de Pilar Sánchez Vicente, al inicio de su obra:
“A todas las mujeres protagonistas de sus vidas cuyo nombre ha sido borrado de la historia. Su anonimato no les resta grandeza y nuestro brillo no alcanza ni a su sombra. Rescatar su memoria es vencer al tiempo y al olvido”.
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Autor: Pilar Sánchez Vicente. Título: La hija de las mareas. Editorial: Roca Editorial. Venta: Todostuslibros y Amazon
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