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Una libra para la pandemia - Zenda
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Una libra para la pandemia

Ahora que los días tienen 26 horas Isaac empleó uno completo en pensar e inquirió: «¿Crees que Major comente algo al respecto?» Escucha esto: “Las palabras, / que no saben decirme lo que quiero, / son un vuelco”. Como un jardín que solo tiene el nombre. O una tierra que se llame Elliot. ¿Por baldía?...

Está bien, pues, rásquense la enterpierna y no consuman demasiada azúcar. Tampoco sal. Escribo sobre Pródromo, libro de poemas de Aurelio Major, publicado por Vaso Roto en Madrid, en septiembre de 2019, año en que el virus que ahora nos mata encontró la manera de mutar y mostrarnos que no éramos tan fuertes como soñábamos. “Rompamos lances, temblorosos todos”, inicia el poeta, como una manera de neutralizar toda suerte de premoniciones. En Latebra Joyce también vive Isaac, un robot especializado en fluctuar, durante años nos pidió exigir al mundo que desarrollara entes que pudieran enfrentar cualquier epidemia sin morir y que no se rascaran la enterpierna. ¿Ustedes lo hubieran escuchado? Cuando leí en su presencia “las palabras no tienen absolutamente / ninguna posibilidad de expresar nada”, el robot dejó de hacer aspavientos. Claro, han extraviado los referentes y no será importante descubrir el hilo negro. ¿Quieres decir que habrá que empezar de cero? Quiero decir que habrá que continuar de cero. Ah, tal vez por eso Aurelio expresa: “Soy una voz que arroja palabras / que de fragmento en fragmento / van enunciando la larga historia de la sombra”. Puede ser, por lo pronto reconoce que el poeta no tiene control sobre lo que dice; lanza palabras al vuelo raso que se ocupan, quizá desdeñosas, de vérselas con la historia de la sombra. Toda sombra es vengadora porque se odia a sí misma y a su imperfección. Como es imperfecta solo una historia larga puede entertenerla, entertejerla. Me recuerdas a Roberto Juarroz: “La poesía es la verdadera resacralización laica del mundo… el último recurso de nuestra misteriosa necesidad de ser”. Y Aurelio es un poeta en sí mismo. Más bien en no mismo. Infiero que le gustan los epistongamios. Le encantan.

"Está bien pues, rásquense la enterpierna y no consuman demasiada azúcar. Tampoco sal. Escribo sobre Pródromo, libro de poemas de Aurelio Major"

Ahora que los días tienen 26 horas Isaac empleó uno completo en pensar e inquirió: «¿Crees que Major comente algo al respecto?» Escucha esto: “Las palabras, / que no saben decirme lo que quiero, / son un vuelco”. Como un jardín que solo tiene el nombre. O una tierra que se llame Elliot. ¿Por baldía? Y por la biblioteca de novelas policiacas que sestean en sus estantes; tal vez por eso escribe: “Ya no se puede omitir algo / en la desmemoria de la calma”. Menciona como tres veces a los grajos, aves negras que picotean arcoíris y algunas noches blandas se sacian con estrellas fugaces. Me recuerdan las ecolalias, aunque solo se multipliquen en los relices donde nacen los imposibles. Lo sé y me hacen recordar que una vez reconocí, no preguntes ante quién: “Tú eras el tornillo que le faltaba a mi cabeza”. Dichoso tú que dijiste eso, en cambio yo me quedé petrificado porque “no desciende a risotearse” y tampoco a besuquearse: instaló su oficina en el cuarto de las visitas. Es el efecto de la pandemia, “la muchedumbre de saliva / que volverá a verter todo eso”, consuélate, será apenas “aquella hez plomiza de los hechos,” y olvídate del “festival del abrazo” y trata de ubicar “donde están los que no tienen cuerpo”. Necesito aire fresco, Isaac. Te noto “avido d’orizzonti e di prede siderali…”

Pausa en que el señor K muere en Yoknapatawpha.

"Pródromo contiene un soneto de sonido oscilante y una sección de fotos con divertidos pies de página que te regresan a los años sesenta"

Por cierto no lleves contabilidades, porque “si los vivos somos más que nunca antes / nunca seremos más que todos los muertos”. No puedo creer que digas eso, desdichado, ¿y lo feliz que estabas porque el mundo se limpiaba? ¿Feliz yo, de dónde sacas eso? No podrás negar “que hicimos música de nuestros vicios”, entre otras cosas. Aurelio Major señala que “solo del laberinto del no / puede surgir la escritura”. Te mencioné que era un poeta en no mismo, alerta ante “la imposibilidad / esencial de la escritura”; si te fijas, se trata de un juego con demasiadas reglas que no estoy seguro que él rechace; Pródromo contiene un soneto de sonido oscilante y una sección de fotos con divertidos pies de página que te regresan a los años sesenta: “Distruggere brutalmente la sintassi nel parlare”. Vi las fotos, me gustó la idea y un anti carpe diem para la pandemia: “Die in the past, live in the future”. Amas la chatarra, tampoco lo puedes negar. También me gustaron los epígrafes y esas líneas que dicen: “el mal primero asusta, luego fascina / luego vuelve a asustar”. ¿En qué etapa estamos? Ese libro es un temblor vivo. Un rencor vivo, querrás decir. También, y podrá crear momentos de múltiples sentidos entre los confinados. Y servirá cuando digamos con una media sonrisa: “Solo resta acicalarse / pues llagas no las hubo”, y nos encontremos con que hemos olvidado nuestro nombre y el color de la calle. Ya.

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Élmer Mendoza

Nacido en Culiacán, México, en 1949, es catedrático de literatura en la Universidad Autónoma de Sinaloa, miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio de Sinaloa. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Comenzó su carrera literaria en 1978, y en 1999, Un asesino solitario, su primera novela, de inmediato lo situó, a juicio del crítico mexicano Federico Campbell, como "el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del narcotráfico en nuestro país". Con El amante de Janis Joplin obtuvo el XVII Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares y con Efecto Tequila (2005) fue finalista del Premio Dashiell Hammett. En 2006 apareció su cuarta novela, Cóbraselo caro , y en 2008 Balas de plata fue merecedora del III Premio Tusquets Editores de Novela, que lo consagró como escritor de primera fila en el panorama de la novela hispánica. Después de La prueba del ácido (2010) y Nombre de perro (2012), ambas protagonizadas por el detective Edgar el Zurdo Mendieta, Besar al detective, su próxima novela, que publica Literatura Random House en mayo de 2016, continúa esta saga. Élmer Mendoza vuelve a retratar aquí una época y un país de la mano del singular detective que ha traspasado fronteras y es conocido en diez idiomas.

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