Horas después de finalizar la lectura del libro Extrañas de Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958), aún me acompañan un sinfín de emociones provocadas por la maravillosa narración de su autor. En esta ocasión utiliza, de manera sorprendente y acertada, una redacción sin capítulos, con unos pocos puntos y aparte, además de con una mínima cantidad de puntos y seguido. Esta manera de escritura, ordenada solo por comas, consigue que la narración, realizada en primera persona, esté dotada de un ritmo vertiginoso que consigue llevar al lector a sumergirse en un mundo lleno de sentimientos, temores, sueños y angustias en donde disfrutar, cómo nunca, de la lectura de una obra literaria. El autor, al inicio del libro, hace la siguiente advertencia: “Los hechos reales e históricos en los cuales está basada esta novela jamás sucedieron”.
Inglaterra, año 1781. El destino del protagonista, primogénito de la aristocrática, poderosa y adinerada familia Burton, es preservar los códigos impuestos, de generación en generación, por sus antepasados y no decepcionar las expectativas puestas, en él, por el cabeza de familia. A pesar de tener un futuro muy definido, un día al realizar una visita por las vastas tierras que formaban la hacienda Burton, descubre que encadenados en cuadras, cercados y establos hay varios seres que, aunque tienen una apariencia pseudohumana, todos los que les rodean los consideran “bestias carentes de alma”. La impresión que esos seres despierta en William, así se llama el protagonista, es de tal magnitud que choca frontalmente con los principios morales, religiosos y filosóficos en que ha sido educado, provocándole una perturbación y un deseo irrefrenable por conocer todo sobre ellos: desea poder determinar la naturaleza de sus males y aliviarles su sufrimiento, ya que al observarlos se convence de que son seres humanos. Este deseo, le hará enfrentarse a su poderoso padre ya que le impide dedicarse a analizar esos fenómenos y realizar los correspondientes estudios para poder socorrerlos. Tal es la vocación que ha nacido en William que decide retar a su padre, abandonar sus obligaciones como heredero y dedicar su vida al estudio de las ciencias médicas y farmacológicas para aliviar el sufrimiento de esos seres indefensos apartados de la sociedad. A partir del momento que abandona la heredad familiar, su obsesión es encontrar respuestas a sus interrogantes, para ello busca la ayuda de eruditos que destaquen en cualquier rama que sea capaz de formarle para llegar a ser un eminente médico. Es tal la ambición, que despierta su vocación, que le hará vivir una serie de aventuras en aras de conseguir que, guiado por su ética y humanismo, le abra las puertas del conocimiento y de la ciencia para intentar aliviar los males del cuerpo y del alma. Aprende de los sabios con los que toma contacto, que su pensamiento científico debe obligarle a meditar fuera del centro, cuestionando cada conocimiento y volviendo su vista hacia donde nunca imagina. La ciencia sólo podía progresar si la sociedad creía en ella; muchos la veían como una contraposición de la verdad divina y sus distintos enemigos esperaban cualquier pifia para desacreditarla. A medida que avanza en el estudio, se da cuenta que su anhelo es recorrer el mundo, atender pacientes en los países más lejanos, ser reconocido como médico de prestigio en las metrópolis más importantes, no olvidando nunca que su mayor esfuerzo debe ser “devolverles a sus pacientes su condición humana”.
Guillermo Arriaga nos cuenta una historia que nos hace reflexionar sobre cuestiones que van desde el amargo sentimiento que provoca la decepción que causa en el ser humano las inquinas, escudadas en una perversa idea de Dios, motivada por los comportamientos inhumanos del hombre. La tarea que se impuso William, para aliviar el sufrimiento de sus pacientes, era de magnitud titánica. Para lograr su objetivo no le importó aventurarse en unos territorios lejanos, ignotos y salvajes que le brindasen material para decenas de discusiones metafísicas, escolásticas, científicas y teológicas. El conocimiento le hacía libre y una vez saciado su deseo de saber, podía enfrentarse a las simas de sus retos. Por último tenía que comprender algo primordial, “ningún viaje cuenta con un destino final, el destino es el propio viaje”. William, cuando entendió todos estos principios, aprendió a prepararse anímicamente para los duros reveses que le iba a provocar la vida escogida. A veces se encontraría con una situación que aparentemente le llevaba a una trampa sin salida, de esta manera supo dominar las emociones que le provocaban dudas, temores e incertidumbres y pudo pensar en las mejores soluciones para sus pacientes. En 1781, como hoy en día, las dudas morales y deontológicas surgen de la misma manera. Para William, la ética debía de ser el punto sobre el que se regía la medicina.
Extrañas, hasta el final, contiene dosis desbordantes de épica, aventura, filosofía, suspense y sentimientos que ayudan al lector a no olvidar una historia que le hizo disfrutar, a la par, que encogió su corazón. Libro muy recomendable por muchos aspectos, pero sobre todo por la gran humanidad que encierra.
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Autor: Guillermo Arriaga. Título: Extrañas. Editorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros.
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