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Una carta desde Irak - Zenda
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Una carta desde Irak

Queridos zendianos: Es así como se empieza una carta, ¿no? Pues bien, os escribo desde el Mar Rojo, navegando en un buque de guerra entre Irán, Irak, Pakistán y el Golfo Pérsico. Si miro el calendario, algo que intento evitar todo lo posible, me doy cuenta de que llevo dos meses fuera de casa. Los...

Queridos zendianos:

Es así como se empieza una carta, ¿no? Pues bien, os escribo desde el Mar Rojo, navegando en un buque de guerra entre Irán, Irak, Pakistán y el Golfo Pérsico. Si miro el calendario, algo que intento evitar todo lo posible, me doy cuenta de que llevo dos meses fuera de casa. Los hombres también lloran, qué coño, y creo que es una tontería ocultar que en algunas ocasiones uno se puede llegar a sentir muy lejos de sus seres queridos. De los amigos, de los hermanos, del sofá de casa. De alguna manera todos vosotros pasasteis a ser parte de mi familia desde el primer momento en el que publiqué en esta plataforma. Muchos os habéis animado a escribirme para comentar mis artículos, darme vuestras opiniones, debatir sobre algunos libros y tener un contacto medianamente continuado a través de las redes sociales.

Total, que también se os echa de menos.

"Fue al terminar de leer Limónov, de Emmanuel Carrère, cuando supe que a los lectores de Zenda nos une algo mucho más poderoso que la distancia: el amor por los libros"

Sin embargo, hace un par de días, me sentí muy cerca de todos vosotros. ¿Cómo? Fue al cerrar un libro. Fue al terminar de leer Limónov, de Emmanuel Carrère, cuando supe que a los lectores de Zenda nos une algo mucho más poderoso que la distancia: el amor por los libros.

Y sé que todo esto suena a cursilada que te cagas. Pero es la verdad. El primer pensamiento que me vino a la cabeza nada más llegar al punto y final de esta obra inclasificable fue este: ¿cómo les explico yo a la gente de Zenda que están obligados a leer esta maravilla de la literatura? Me acordé de vosotros a más de cinco mil kilómetros de distancia. Por lo tanto, para qué negarlo, os habéis hecho un hueco entre las personas importantes que conforman mi vida.

"Escritor, poeta, vagabundo y fundador del partido nacional bolchevique, que fue prohibido. Acabó en la cárcel, acusado de tentativa de golpe de Estado"

Y como yo siempre quiero lo mejor para la gente que me rodea, os escribo esta carta para recordaros que tenéis una lectura obligatoria. Limónov, ganadora del Premio Renaudot, el Premio de la Lengua Francesa y galardonada con el Prix des Prix 2011. Casi nada. Si ya es desconcertante que una sola obra obtenga tantos premios, más sorprende cuando nos damos cuenta de que estamos hablando de una biografía. La vida de un hombre de carne y hueso. Escritor, poeta, vagabundo y fundador del partido nacional bolchevique, que fue prohibido. Acabó en la cárcel, acusado de tentativa de golpe de Estado, donde siguió escribiendo algunos libros. Carrère no solo consigue elaborar un retrato dinámico y acertado de Eduard Limónov, sino que además lo hace de la Rusia de los últimos cincuenta años. Y conste que no soy muy dado a las biografías ni a los libros de historia, pero Emmanuel consigue exprimir todo el jugo a las aventuras de este personaje, presentando una trama con una crudeza y naturalidad tan fascinante que nos mantendrá boquiabiertos desde los primeros pasajes.

¿Que qué he sentido mientras leía Limónov? Pues algo muy parecido a lo que experimenté con Patria, de Aramburu.

"Limónov, a su vez, es una de esas historias reales que nos recuerda de qué está hecho el ser humano"

Envidia, señoras y señores. Envidia en mayúsculas. Envidia pura y dura de la narrativa de este autor. Envidia de esa capacidad para adornar historias reales con toques de ficción. Envidia del dominio de la historia del mundo, de los países y su gente. De esa habilidad propia de los maestros para analizar la cultura soviética, el paradigma político del momento, los pensamientos parcos de una gran parte de la sociedad. Envidia, una vez más, de esa voz única e inigualable que hace a Carrère destacar en el panorama literario.

Qué bonito es leer, joder. Qué bien sienta sumergirse en una obra de este tipo cuando todo parece que ha perdido el sentido a nuestro alrededor. Si alguien pensaba que iba a hablar en esta carta sobre los edificios derruidos por los misiles y los coches agujereados por impactos de proyectiles que adornan las calles de algunos países arábigos, es porque aún no me conoce del todo. De vez en cuando viene bien enrolarse en una aventura de este tipo y ver otros lugares del planeta, diferentes culturas, distintos modos de vida. Pobreza, analfabetismo, hambre, miseria, guerra. Caos. Después de todo, es probable que sea necesario recordar que hay países que ni siquiera tienen la oportunidad de criar a sus hijos con un libro entre las manos.

Limónov, a su vez, es una de esas historias reales que nos recuerda de qué está hecho el ser humano. Los estratos sociales. Los imperios.

Queridos compañeros, en pocas semanas estaré de vuelta en España y podremos seguir hablando de libros, de juntar letras y sobre algunos escritores. Con cervezas y aceitunas mediante, siempre. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo ve tan lejos.

Un fuerte abrazo desde mares calurosos, zendianos.

XXX

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Autor: Emmanuel Carrère. Título: Limónov. Editorial: . Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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Daniel Fopiani

Daniel Fopiani Román. Cádiz, 21 de marzo de 1990. Sargento de Infantería de Marina y escritor. En 2008 terminó sus estudios de bachillerato ingresando de forma inmediata en las Fuerzas Armadas. Por entonces hacía malabares con siete bolas para compaginar su deber como militar y la licenciatura de magisterio en la universidad de Puerto Real. Como jefe de los Equipos Operativos de Seguridad de la Armada (E.O.S) ha estado desplegado en el norte de Europa, el golfo Pérsico, el mar Rojo, Turquía, Egipto e Irak. Fue ganador del Premio Valencia Nova de Narrativa 2017 con su novela La Carcoma, primer premio en el X Certamen de creación literaria Poeta García Gutiérrez y primer premio en el IV Certamen internacional Ana María Navales. Escribe activamente como columnista en varios periódicos de la provincia, forma parte de diversas antologías de relatos y ha sido durante más de cinco años director de la revista literaria RSC. Su última novela es La melodía de la oscuridad (Espasa, 2019) @danielfopiani

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Los filósofos hablan sólos. Es una de las razones por las que nadie les escucha. Nunca te paras a escuchar a quien habla consigo mismo.

elenaclasica
elenaclasica
2 años hace

Queridísimo Sergio:
Este artículo sobre el verano, la playa, la boya amarilla (en mi playa de Cádiz hay otra), los libros leídos en la orilla del mar, el sabor a sal en la piel del ser amado y como si fuera ya la cosa más natural del mundo, “Yoga” de Emmanuel Carrère, pues… es sin más una obra de arte, un regalo tan precioso y preciosista como el riesgo de vivir sin red.
En su “Elogio de lo irreparable”, el maravilloso poeta Félix Grande dice así:
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita «¡Venganza!»

Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.

Carrère en “Yoga” nos relata el valor del riesgo, un salgo al vacío: “Yo creía que mi razón era sólida, que estaba bien enclavijada en el cuerpo gracias al amor, al trabajo, a la meditación. Me decía a mí mismo que al tener una relación tan circunscrita no sólo no corría el riesgo de perder mi alma, sino que gobernaba mi vida con sensatez”. Y perdió su alma, y se hundió en el abismo de la depresión.

Observo después de una intensa sacudida eléctrica cuántas veces nos has traído, querido Sergio, personajes al borde de la locura o sumidos en ella, y cuánta lucidez se asoma en su vacío y su oscuridad. La experiencia tortuosa de Carrère delata la mentira de la sensatez, y el miedo a abandonar la hipocresía con uno mismo. Las consecuencias parecen insalvables, ¿y aquellas de conservar el alma intacta a riesgo de no haber vivido? Sigue resonando Félix Grande “en el amor no existe lo verdadero sin lo irreparable”, nadar en perpendicular. Y yo me pregunto, quien ha salvaguardado su alma ¿ha salido victorioso? ¿No habrá caído de repente en un abismo insalvable, sin regreso desde la boya amarilla? Porque malo está hundirse, pero peor está no haber nadado en perpendicular nunca en esta vida que nos sostiene y a la que sostenemos, ¿hemos de cuidarla siempre con salvavidas? ¿O hemos de vivir con el alma a cuestas y puesta en la experiencia vital real? Creo que Carrère no soportaba la idea de no dejar que su alma nadara en perpendicular. El día en que el alma se rompe, ese día se da buena cuenta de haber vivido en plenitud, y hundirse en los abismos humanos es un privilegio único.

Por otra parte, querido filósofo, como amante y practicante del yoga, por supuesto la mirada al conocimiento oriental me fascina, y el recuerdo de Schopenhauer me trae reminiscencias del amor a la contemplación al arte y al ascetismo. Maravillosa novela “Yoga”, que contempla la caída después de la contemplación. Fascinante siempre la literatura que nos regalas, maestro, no hay palabras.

Solo puedo recurrir de nuevo a la poesía, recuerdo estos versos de Tomas Tranströmer en sus “Apuntes de fuego” que dicen así:

Durante los meses tristes, centelleó mi vida solo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga -a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.

Un abrazo gigante, querido amigo.

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