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Un trozo de cristal - Zenda
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Un trozo de cristal

Perversión. Obscenidad. Tristeza. Adèle se masturba. Adèle se acuesta, ávida, con hombres, Adèle se acuesta, rutinariamente, con su marido. Adèle cuida de su pequeño hijo, Adèle trabaja con desgana en un periódico. Adèle tiene un número secreto para sus amantes, Adèle miente, Adèle engaña, Adèle seduce a los colegas de su marido, a un tipo...

Crudeza.

Perversión.

Obscenidad.

Tristeza.

Adèle se masturba. Adèle se acuesta, ávida, con hombres, Adèle se acuesta, rutinariamente, con su marido. Adèle cuida de su pequeño hijo, Adèle trabaja con desgana en un periódico. Adèle tiene un número secreto para sus amantes, Adèle miente, Adèle engaña, Adèle seduce a los colegas de su marido, a un tipo que se encuentra en un bar, a viejos y jóvenes, Adèle se deja penetrar contra una pared, Adèle se deja golpear hasta retorcerse de dolor y placer.

Adèle es libre y hace con su cuerpo lo que le place.

Pero Adèle no es libre: Adèle es adicta al sexo.

“Jamás encontró, ni en los brazos de los hombres ni en los paseos que hizo años más tarde por ese mismo bulevar, ese sentimiento mágico de rozar con el dedo la vileza y la obscenidad, la perversión burguesa y la miseria humana”.

Leila Slimani (Rabat, 1981), periodista francesa de madre alsaciana y padre marroquí, ha escrito En el jardín del ogro, la novela del desasosiego, la novela del malestar. Del malestar de la clase media. El hogar es un espacio de violencia. El hogar es donde suceden las cosas más terribles. Y suceden en silencio. Detrás de puertas cerradas, debajo de las sábanas. Oh, el sagrado hogar.

“Basta ya. Me das asco. Si pudiera, te mataría, Adèle. Te estrangularía. Aquí mismo”

Lo dice Richard, el cirujano de renombre, el desapasionado y distante cirujano, y se lo dice a su bella e inmutable esposa. Se han mudado al campo, a una casa enorme, porque a él le va muy bien, tienen un niño delicioso y amigos que se reúnen para cenar en torno a un buen vino. Vida de alta burguesía centroeuropea. Vida que Slimani disecciona sin piedad y con conocimiento de causa.

Porque la mirada de Slimani es la esencia del cool francés: exquisita, malévola, racional. Slimani que aparcó su carrera profesional para dedicarse a escribir. Slimani, que se dijo al dejar su trabajo: “Tienes dos años para escribir un libro y publicarlo. Si no logras éxito, vuelves a la redacción y no hablas de escribir una novela nunca jamás”.

Tuvo éxito.

Con En el jardín del ogro levantó una pequeña polvareda en Francia. Con Canción Dulce (Cabaret Voltaire), inspirada en la historia de una niñera que asesinó a los niños que cuidaba, obtuvo el Goncourt en 2016. “Mi intención es sacudir a los lectores”, me confesó Slimani sobre su obra en una entrevista hace un par de años.

Sacudir sin aspavientos, con fría precisión. Frases breves, asépticas. Sabe dónde le duele al lector. El amor de madre trufado de dudas –“Adele no consigue saber dónde anida el amor por su hijo en medio de tantos sentimientos confusos: pánico de entregárselo a otras personas que lo cuiden, molestia de vestirlo, agotamiento…”–. El no-amor de pareja –“hacen el amor sin sutilezas”–. Las hipócritas relaciones sociales con vecinos y compañeros de trabajo.

Construye historias duras que plantean temas tabú: la adicción sexual femenina, las familias que dejan a sus hijos en manos cuidadoras. Y las construye saltándose todas las normas.

Es capaz de escribir esto:

“Su vagina no es más que un trozo de cristal resquebrajado”.

Y es capaz de escribir esto:

“Es su momento preferido.

El que precede al primer beso, a la desnudez, a las caricias íntimas”.

¿Adèle es adicta al sexo y, sin embargo, su momento preferido es que el precede al primer beso? Sí, porque busca algo que no halla en su marido, que no halla ni hallará en el resto de los hombres. Adèle, que tiene aires de Anna Karenina y tempestades de Madame Bovary, o viceversa, es una mujer de destino trágico y no puede hacer nada para remediarlo: ni el destino ni la tragedia.

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Autora: Leila Slimani. Título: En el jardín del ogro. Editorial: Cabaret Voltaire. Ventas: Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Marta del Riego Anta

Escritora, poeta y doctora en Periodismo, Marta del Riego Anta nació en La Bañeza (León). Ha vivido varios años en Londres y Berlín, donde ejerció de corresponsal y periodista freelance. Ha colaborado y trabajado para medios como Canal Plus, El País, Viajes de National Geographic y Marie Claire, Telva o Zenda, y ha sido durante una década redactora jefe de la revista Vanity Fair. Actualmente se dedica a la comunicación cultural y a la enseñanza en la Universidad San Pablo CEU de Madrid. Ha escrito libros de periodismo como 'Vanity Fair. Lo que nunca se ha contado de las mejores exclusivas' (Planeta, 2013) y 'La Biblia Blanca. Historia sagrada del Real Madrid' (Córner, 2018); de viajes como 'Berlín' (Tintablanca, 2019). En 2013 publicó su novela 'Sendero de frío y amor' (Suma); en 2016, 'Mi nombre es Sena' (Harper Collins); y en 2020, 'Pájaro del Noroeste' (AdN). A finales de 2022 ha publicado su primer poemario, 'Flores de sangre sobre la hierba' (Eolas Ediciones).

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AMLM
AMLM
1 año hace

Me ha gustado mucho la sensibilidad de Sergio para expresar la sensación de melancolía que representa Venecia en nuestras vidas. Es un paisaje que hay que visitar para luego abandonar, es como el arte, la escritura y la creación artística en general. Las reflexiones de Sergio Antoranz sobre el texto de L. Slimani nos anuncia El perfume de las flores en una cálida noche de primavera. enhorabuena Sergio!!!

elenaclasica
elenaclasica
1 año hace

Queridísimo Sergio:
Amigo y maestro pero culpable de alguno de mis encierros en la necesidad vertiginosa de leer y escribir. Primero apareció ella, Leila, grandiosa, sugestiva, como otra pieza de museo ante la que pararse hasta poder leer algún secreto que hable de la observadora en este caso.
Después han sido tus palabras y después de nuevo, Leila.
Y después la revisión de algunos pasajes de la literatura y de algunas pinturas, fragmentos del alma de los más queridos, reflexión sobre qué me prescriben estos destellos de luz que me acompañan siempre, a veces de manera más silenciosa y otras a grito herido.
Y de nuevo, vuelvo a tu artículo, han sido unos días apasionantes, saboreando tus palabras, Slimani me ha cautivado, pero anda que usted, maestro Sergio, no puede haber más poesía y verdad en el paseo por espacios y tiempos presentes siempre en el espíritu artístico que crea nuestra identidad, quizás la más auténtica de todas: “la realidad aparece cuando se inventa, y para ello se requiere de cierta distancia y lejanía”.

Decía Antonio Machado: “ «se miente más de la cuenta por falta de fantasía: también la verdad se inventa».

Sí, la realidad es posible que sea una ficción por todo lo alto, llena de efectos especiales que semejan un telón de fondo incuestionable… pero si entonces aparece Freud y su lado, otro amigo del alma, Eugenio Trías, los pilares de lo real se desdibujan y por supuesto, Schelling: «Lo siniestro (Das Unheimliche) es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha revelado.»
Pues, creo, Sergio, que algunas de tus consideraciones van a formar parte de mis sentencias necesarias para caminar por la vida: “en este sentido, la escritura es una mentira —ficción— que hace posible nuestra verdad”, por ejemplo esta.

El tema es profundamente trascendente, el arte me suele producir esa impresión palpitante de que algunas de las revelaciones que nos es ha dado columbrar, están escritas en las obras de arte, sean literarias u otras, esperando pacientemente a establecer una comunicación por fin, quizás siglos después con la el sentir del receptor.. Cuando ocurren esos momentos mágicos, el tiempo se para y la impresión de vislumbrar una realidad esencial es palpable.

“Solo podemos habitar un lugar si tenemos la posibilidad de abandonarlo”. De nuevo, la idea del distanciamiento, es un verdadero regalo para nuestra introspección y la mirada a nuestra alma en el espejo del arte.

Esa mirada debe producirse como un ritual sagrado, adornada por el más profundo y respetuoso silencio, si no, la interiorización del arte y con ella en la naturaleza humana deviene pura frivolidad, negación de asomarse al “unheimlich”, prevención segura de que las barreras de la inquietud metafísica se cierran cuando aparece el viaje fácil con fotografía triunfadora.

Gracias Slimani, gracias infinitas maestro Sergio Antoranz, amigo.

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