En 1984, El Fary dijo en una entrevista: «Siempre he detestado al hombre blandengue,(…) Al hombre blandengue le detesto. Ese hombre de la bolsa de la compra, y el carrito del niño…» Ahora el Ministerio de Igualdad rescata esas palabras para orquestar un spot de sensibilización que más bien tiene la capacidad de irritar.
Acabo de ver el anuncio del Ministerio de Igualdad. Un anuncio que no sé si pretende sensibilizar o encender (el feminismo sin escrúpulos suele ser muy incendiario), elogiar o insultar (los descerebrados con un poquito de poder tienden a insultar, bajo la cobertura de la corrección política, eso sí), buscar la igualdad o poner las primeras primeras losas en la calzada que nos lleva hacia una distopía de falsa felicidad a golpe de propaganda gubernamental.
Recuerdo un artículo aparecido hace bastantes años en la revista Metal Hurlant. He perdido el nombre del autor, pero la esencia del texto la tengo bien presente. Titulado El hombre masculino, describía las pautas de conducta, las aficiones, la alimentación y otros muchos factores concernientes al hombre masculino, cuyo representante era, aquí también me oscila la memoria, John Wayne o Clint Eastwood, modelo de varón opuesto al comeyogures, que se reflejaba en la imagen límpida de Tintín. Ni que decir tiene que aquel artículo rezumaba ironía por cada renglón leído. Pero el spot del Hombre Blandengue, ese que pretende limpiar, fijar y dar esplendor a la figura del hombre del mañana, tiene voluntad de doctrina. Me recuerda a la máxima docente del siglo pasado de «la letra con sangre entra». Ahora prescinden de la sangre. Los artífices del mundo feliz no serían capaces de eso. Ellos son más de entrar manipulando las mentes, lavando los cerebros con jabón muy delicado, pongamos Norit, y así tendremos borreguitos de mente inocente.
¿Se puede ser más bobo? Traer unas declaraciones que hizo El Fary en 2007 para desarrollar el relato de la igualdad es, además de ridículo, perverso. Ridículo porque ese señor que cantaba, mal por cierto, no tenía la autoridad que le estamos presuponiendo y perverso porque desde el poder no se puede debatir con alguien que tenía las luces justas para ponerse delante de una cámara y decir esas barbaridades y además está muerto.
Pero lo más nauseabundo es que con blandengue se identifique a esos hombres que cuidan de sus niños, que hacen la compra, que limpian la casa, que hacen la comida y otros numerosos quehaceres adjudicados por la costumbre a las mujeres. No. Esos hombres que hacen todas esas cosas, no son hombres blandengues. Son solo hombres.
De igual manera que una mujer que se gana la vida manejando el volante de un camión, nunca será, por lo menos en lo que a mí respecta, una virago (una marimacho por si los señores del ministerio no conocen el término), un hombre que hace las cosas de casa no es un hombre blandengue. Es, repito un hombre.
Otra cosa es que los asesores, publicistas o lo que quiera que sean por lo que se les pague, del ministerio quieran debatir, casi veinte años después, sobre unas palabras muy desafortunadas que no tienen más recorrido que el de una taberna en horas muy golfas. Me imagino a El Fary, Séneca improvisado, y a unos contertulios entre los que posiblemente no faltarían el Risitas y el Cuñao jaleando la ocurrencia. Y ahora me pregunto: ¿a quién se le habrá ocurrido la campaña de sensibilización, de visibilidad o de falsificación de la igualdad? ¿Al Risitas o al Cuñao? Tanto da. Ni el uno ni el otro desgastaron los codos de sus chaquetas en el noble, aunque a veces ingrato, cometido del estudio. Exactamente como los responsables, estos sí de mentes blandengues, de esta insultante y rastrera cruzada feministoide, que no feminista.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: