A mí me brota la ironía por cada poro. Tengo una que es sorna pura y que de común genera en quien la escucha lo menos una sonrisa, lo más una carcajada retumbona. La cosa es que hago la coña con la esperanza de que alguna de las damas suelte al oírla un “pero Pery, hombre, si no es verdad, estás cañón”. Pero no pasa, nunca, jamás de los jamases. Cruelísimas sin quererlo, acabo por perdonarlas y colectivizo la sonrisa del perdedor, máscara de mis adentros más perversos (mal rayo os parta, brujas del averno).
"La ironía, ya les digo, me sirve para tomarme con humor la alopecia, ese andar de barco en marejada, el corpachón desgalichado"
La ironía, ya les digo, me sirve para tomarme con humor la alopecia, ese andar de barco en marejada, el corpachón desgalichado, la cara patibularia y una mirada que dicen retadora cuando es la de un miope que si rompe algún techo es por su altura. Un amigo poli me aclaró por qué los uniformados me pedían la documentación hasta en el puente aéreo e incluso maderos de paisano me interceptaban en el aeropuerto de Londres. Como mi cuate es comisario jefe presté atención a su explicación, una de esas que tienes que escuchar pero no quieres ni oír: “Amigo, es que tienes cara de sospechoso”. Con un par. El mamonazo se explayó, se recreó, se vino arriba, me apalizó inmisericorde: «Mira, hablas echando el cuerpo para adelante, tienes la mirada turbia, los ojos hundidos, un gesto que no invita a acercarse, ladeas el cuerpo y, eso lo añado yo, querencia a encararte».
Total, desde ese día en Palma de Mallorca ya tengo confirmado que por no tener no tengo ni jeta de bueno. Lo de ser honrado en mi caso no tiene mérito, es sólo control de riesgos, porque acabaría en el trullo antes siquiera de pensar en atracar la relojería donde luce el Panerai de mis desvelos.
"Es esa la amarga victoria del feo, por eso le suelto a mis amigas que está bien de que vean en mí solo un cuerpo hercúleo, cincelado"
La retranca es mi arma, y no temo desvelar el secreto de mi éxito. Soy un tipo majo, eso dicen, precisamente porque mi aspecto proclama lo contrario y, claro, la gente se derrite cuando descubre que en realidad soy Gandhi pero en gordo, un caramelo mal envuelto. Si han llegado hasta el final, les dejo la moraleja política de esta vaina, que uno se dedica a reventar biografías políticas ajenas y hoy ya me he fustigado bastante. Saco varios cuerpos de ventaja al bello presidente Sánchez. El adonis monclovita recorre el camino inverso, de lo níveo, puro y hermoso al peor de los reversos. Yo, de lo negro hacia la luz. Sin coña. Es esa la amarga victoria del feo, por eso le suelto a mis amigas que está bien de que vean en mí solo un cuerpo hercúleo, cincelado. “Chicas, estoy harto de ser un hombre objeto. Yo también tengo sentimientos, apreciadme por mi intelecto, por favor”.
Anda, Pedro, prueba tú, a ver si se tronchan tanto.
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