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Un lugar imperturbable en la genealogía de los clásicos - Zenda
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Un lugar imperturbable en la genealogía de los clásicos

No es otro el veredicto que rubrica la edición que publica Cátedra al calor del centenario —en un único y clarividente volumen— de sus dos primeras novelas, Inútiles totales (1951) y El coral y las aguas (1962). Se atestigua así la fidelidad a un hábitat literario, discreto y excéntrico —entiéndase sin connotaciones negativas—, que siempre...

En una época en la que incluso lo raro cuenta con su previsible nicho de mercado en el crisol de lo convencional, quienes lean por primera vez a Juan Eduardo Zúñiga, que este año celebra un siglo (Madrid, 1919), descubrirán con horror pretérito que el fulgor excepcional de su obra, su propia suerte como autor secreto, no se acreditó nunca en el estrabismo de las modas, sino en ese otro territorio donde militan los clásicos y en el que lo insólito adquiere carta de naturaleza.

"En 1962 publica El coral y las aguas, una novela alegórica de ambientación helenística sobre la guerra y la tiranía"

No es otro el veredicto que rubrica la edición que publica Cátedra al calor del centenario —en un único y clarividente volumen— de sus dos primeras novelas, Inútiles totales (1951) y El coral y las aguas (1962). Se atestigua así la fidelidad a un hábitat literario, discreto y excéntrico —entiéndase sin connotaciones negativas—, que siempre ha integrado las contradicciones individuales y sociales e interpretado estéticamente los referentes locales como paradigmas universales, con el fin de establecer una perspectiva crítica y distanciada que garantice la prospección profunda tanto en los dominios del alma humana como en los del “gran camino real por donde avanza la cabalgata colectiva”.

En sus ensayos sobre Larra, Blok o Turguéniev, por ejemplo, ha analizado el propósito didáctico y la vocación profética que nutren esa visión del oficio, y su propia obra es ya un ejemplo manifiesto de semejante insumisión. En 1962 publica El coral y las aguas, una novela alegórica de ambientación helenística sobre la guerra y la tiranía que, sin renegar de la coloración moral y política del socialrealismo (el anclaje de la fábula en la Guerra Civil y la posguerra es evidente), se interna por una nueva senda estética, menos estrecha y de mayor recorrido. Por supuesto, la novela queda desde ese momento preterida.

"Pocas obras como la de Zúñiga llevan tan lejos, en efecto, la tensión entre ética y estética, entre lo universal "

Tras un prolongado y mudo desencanto, pero también a contrapié de lo que hoy se llama relato cultural, presenta en 1980 Largo noviembre de Madrid, un conjunto de cuentos localizados en la pasmosa defensa civil de la capital sitiada, pero el festivo fervor de la “cultura de la Transición” posterga esta vez las vindicaciones de la memoria reciente y como un Max Aub o un Ramón J. Sender, por ejemplo, tampoco figura como invitado en la fiesta de la normalización. Con todo, Zúñiga no cambia su paso y casi una década después publica La tierra será un paraíso (1989), un volumen de relatos ambientados en la resistencia vital y política de la posguerra que, ya desde el título, manda otro mensaje acerado e irónico en plena “cultura del pelotazo”. Con no menor determinación, se cierra la trilogía en 2003, con Capital de la gloria, símbolo del Madrid devastado material y moralmente por la guerra, y cuyo título advierte esta vez de la frivolización del heroísmo y de la llamada memoria histórica, que por fin se pone de moda, aunque bajo los presupuestos, eso sí, de un “extremo centro” ideológico y estético casi plenarios.

Por último, ahora que son aplaudidas las acrobacias ególatras de introspección intimista en los llamados géneros del yo, Zúñiga continúa legando ensayos, relatos y fábulas que se inspiran en la Historia universal para proveerse de un simbolismo que, como ha hecho siempre, incita a la iluminación de la conciencia.

Pocas obras como la de Zúñiga llevan tan lejos, en efecto, la tensión entre ética y estética, entre lo universal y lo local. De ahí también que a la crítica que analiza su obra se le reclame un alto grado de excepcionalidad.

"Esa concordia se percibe ya en su primer libro, Inútiles totales, una novela corta autoeditada en 1951 y sin reediciones hasta ahora"

Esta edición es una espléndida oportunidad de comprobarlo. En el estudio introductorio, gracias al buen trabajo complementario de Luis Beltrán Almería —teórico, comparatista y estudioso de primera hora del simbolismo de Zúñiga— y de Ángeles Encinar —experta en cuento contemporáneo— se explican sin las rigideces del academicismo, pero con su rigor (conforme al atinado formato de la Biblioteca Cátedra del siglo XX), las claves para entender una obra donde el realismo más estricto y el simbolismo hermético conviven en un todo homogéneo y radiante.

Esa concordia se percibe ya en su primer libro, Inútiles totales, una novela corta autoeditada en 1951 y sin reediciones hasta ahora. Su argumento es sencillo: iniciada la guerra, dos jóvenes de la quinta de los cuarenta comparten su condición de “inútiles totales” (inválidos para la guerra) y la afición por los libros, la cultura y la música. La armonía se quiebra cuando conocen a Maruja, femme fatale de gustos cultivados en París.

"¿Hay acaso una rebelión más radical que la que se alza contra el propio destino?"

La filiación de la novela —además de su autobiografismo— también es clara, tanto por su género, la novela de educación, como por su atmósfera (barojiana, existencialista), o por las técnicas narrativas y el punto de vista (neorrealistas). Sin embargo, como se explica oportunamente en la introducción, el simbolismo de la novela no se nutre solo de lo inmediato, sino de otras múltiples moradas; por ejemplo, el motivo central lo constituye el arquetipo, tan fértil para la literatura moderna, del “hombre inútil”, por vía de Turguéniev.

La antinomia hombre inútil – mujer fatal/libre forma parte de una lucha más esencial, la de las fuerzas del bien contra las del mal, guerra que constituye el simbolismo hermético moderno (Víctor Hugo, Kafka, Faulkner…) a cuya luz Luis Beltrán Almería ha analizado e interpretado toda la obra de Zúñiga.

¿Hay acaso una rebelión más radical que la que se alza contra el propio destino?

"Los hechos más significativos de la Guerra y de la posguerra se transparentan en muchos momentos y, sobre todo, el contexto del tiempo de la escritura conecta con el mensaje principal, que lega a la juventud el espíritu de inconformismo, de revolución y la razón de la esperanza"

La respuesta recorre la obra del autor y es también la clave de El coral y las aguas. La metamorfosis salvífica se le anuncia a la joven Paracata, en forma de oráculo, al inicio de la novela: «será la madre de lo inesperado y del milenio». A partir de ahí se configura una compleja red textual en la que distintos personajes arquetípicos (pescadores, soldados, esclavos, tiranos…) se enfrentan con pasiones diversas a un tiempo de opresión social y política.

Mediante la ramita de coral, que pasa de mano en mano, se vertebra la trama y se cifra el espíritu de la rebeldía, ya que el organismo —rojo— siempre triunfa de la furia del mar —azul—, pues crece lentamente sobre sus propios cadáveres.

Ambientada en la mítica tierra de Tarsis y escrita con una prosa enigmática por su capacidad de sugerencia, pero clara y eficaz en la orquestación de la polifonía, la fábula es un canto a la disidencia como salvoconducto de la libertad.

Su significación universal, metafórica, casi ingenua en un sentido honorable, no oculta el término real de su génesis (el simbolismo del rojo y del azul sin ir más lejos): los hechos más significativos de la Guerra y de la Posguerra se transparentan en muchos momentos y, sobre todo, el contexto del tiempo de la escritura conecta con el mensaje principal, que lega a la juventud el espíritu de inconformismo, de revolución y la razón de la esperanza.

Según el autor, El coral y las aguas fue concebida con los ecos del movimiento estudiantil del año 56. Y ahora que imperan las distopías, la mayoría de las cuales, por cierto, más que alumbrar el entendimiento solo enardecen con redundancia y pedantería profilácticas la frustración vital y política, quizás no sea mal momento para embarcarse (y esta feliz edición incita a ello) en la literatura de Juan Eduardo Zúñiga, en busca de esas islas íntimas o cosmopolitas, clásicas y extrañas, donde siempre ha residido la Utopía.

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Autor: Juan Eduardo Zúñiga. Título: El coral y las aguas / Inútiles totales. Edición de Luis Beltrán Almería y Ángeles Encinar. Editorial: Cátedra. Biblioteca del siglo XX. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Israel Prados

Israel Prados es licenciado en Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Como crítico literario, ha escrito reseñas, artículos y estudios para publicaciones como Revista de Libros, Reseña, Turia o antologías como Del alma a la boca (Huerga & Fierro). Estudioso de Juan Eduardo Zúñiga y su obra. Coeditor de Las aventuras de Sherlock Holmes (Cátedra Base).

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