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Un cuarto propio - Virginia Woolf - Zenda
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Un cuarto propio

La editorial Akal ha vuelto a publicar en español el célebre ensayo Un cuarto propio, de Virginia Woolf, introducido y traducido, con solvencia y esmero, por Itziar Hernández Rodilla. La sistemática indagación de Virginia Woolf, como bien señala la doctora Hernández Rodilla, pone en duda «la idea de que el genio pueda surgir independientemente de...

Parece ser que los hombres creadores, especialmente los escritores, siempre han sentido la necesidad de compensar la opresión de las mujeres magnificándolas en la ficción, centrando en ellas, casi en exclusividad, como demuestra un número destacable de memorables obras literarias, sus intereses creativos. Esta paradoja la resalta en Un cuarto propio con aguda clarividencia Virginia Woolf, al señalar que «las mujeres han ardido como faros en todas las obras de todos los autores desde el principio de los tiempos: Clitemnestra, Antígona, Cleopatra, lady Macbeth, Fedra, Crésida, Rosalinda, la duquesa de Malfi […], Millamant, Clarisa, Becky Sharp, Anna Karenina, Emma Bovary, la señora de Guermantes… ». En cambio, en sus diferentes épocas, apenas podían salir solas por la calle o decidir personalmente la compra de una vivienda. Una manera sublimada, como señala la lúcida escritora del círculo de Bloomsbury, de que «las mujeres puedan figurar en la historia sin rastro de incidencia», por mucha Hermione y Andrómaca, Berenice y Rosana, Fedra y Atalía que surquen las páginas de nuestros clásicos.

La editorial Akal ha vuelto a publicar en español el célebre ensayo Un cuarto propio, de Virginia Woolf, introducido y traducido, con solvencia y esmero, por Itziar Hernández Rodilla. La sistemática indagación de Virginia Woolf, como bien señala la doctora Hernández Rodilla, pone en duda «la idea de que el genio pueda surgir independientemente de las circunstancias sociales». El asunto no es menor, pero no deja de sorprender que dos cenas en dos colegios diferentes de Oxbridge —sobrenombre de Oxford y Cambridge—, uno femenino y otro masculino, hayan dado pie a este lúcido ensayo que adquiere dimensiones antropológicas. Virginia Woolf se muestra en Un cuarto propio, más que como una escritora, como una antropóloga con su cuaderno de campo, en el que no cesa de tomar descriptivas notas que comparte con el lector para implicarle y hacerle partícipe de sus incontrovertibles deducciones. El contraste entre esas dos cenas permite a la autora pasar de lo circunstancial a lo esencial y de lo anecdótico a lo categórico, para realizar una severa crítica al patriarcado cercenador.

"Virginia Woolf, como demuestra este ensayo, es una aventajada precursora del feminismo, que ha planteado diversos aspectos de algunos de los grandes temas"

No es extraño que este ensayo continúe fascinando a las mujeres y también a la mayoría de los actuales escritores, que firmarían el poder disponer de un cuarto propio y de unos ingresos por su trabajo creativo que les evitase sus cotidianos sobresaltos, porque, como señala la autora del Orlando, «el dinero dignifica lo que es frívolo si no se paga».

Virginia Woolf, como demuestra este ensayo, es una aventajada precursora del feminismo, que ha planteado diversos aspectos de algunos de los grandes temas que luego han reclamado la atención de la perspectiva teórica feminista, desde los intrincados debates sobre los determinantes biológicos de la conducta que pueden aplicarse a los sexos, al desplazamiento hacia el género como construcción cultural. Cuestiones esbozadas, otras veces implícitas y, en la mayoría de las ocasiones, desarrolladas en este fundamental ensayo sobre el porqué no escriben las mujeres, o por qué las mujeres no han podido ocupar un papel comparable en la literatura al ejercido por los hombres hasta fechas recientes. Virginia Woolf lo explica y fundamenta, permitiéndose, de vez en cuando, alguna mordaz ironía: «Las mujeres han servido todos estos siglos como espejos con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño original».

"Esta premonitoria escritora tenía la espina clavada de no haber tenido una formación reglada y de no haber podido acudir a la universidad como sus hermanos varones"

La mujer siempre ha estado desvinculada o, con mayor precisión cabría decir, despojada del dominio público, de la esfera donde se negocian las amplias decisiones políticas y económicas, tradicionalmente ha quedado supeditada al estrecho orbe doméstico, donde invariablemente se representan —como en una cuarta pared— los papeles que exigen los trasuntos familiares: hija, esposa, madre, abuela. Reina y sierva del ámbito doméstico, sin cuarto propio en el que poder desnudar sus sentimientos y reflexiones, ¿cómo iba esta desheredada social a emprender la titánica tarea de resignificar su mundo desde la escritura? Como habían intentado tradicionalmente los hombres, como había podido llevarlo a cabo William Shakespeare.

Para ejemplificar esta desigual e injusta distribución del poder patriarcal y de sus símbolos, Virginia Woolf imagina la existencia paralela de una hermana de William Shakespeare, tan talentosa y decidida a poner el mundo por montera literaria como el autor de Macbeth. El contraste de las dos vidas y de las dos vocaciones literarias no deja de ser aleccionador en su desenlace y clarividente en su desconsuelo. La hermana de Shakespeare no habría tenido ni sola una oportunidad para formarse en el teatro, ni por supuesto de escribir texto dramático alguno en la sociedad isabelina. En esa frustrada vocación recrea Virginia Woolf buena parte de su historia, como se sabe esta premonitoria escritora tenía la espina clavada de no haber tenido una formación reglada y de no haber podido acudir a la universidad como sus hermanos varones.

"Un cuarto propio puede leerse todavía hoy como un alegato feminista y como un lúcido ensayo antropológico sobre la subordinación creativa de las mujeres"

Pero, tras las convincentes y demoledoras argumentaciones  de su alegato por la conquista de las mujeres del ámbito público y de sus exhortaciones a la independencia económica y a la apropiación de la llave de su propio cuarto —como metáfora de su inexpugnable mundo interior—, Virginia Woolf tiende puentes y aboga como síntesis aglutinadora por una literatura andrógina, quizá porque es fatal para una escritora «dar la más mínima importancia a cualquier agravio; interceder, aún con razón, por cualquier causa; hablar de alguna manera conscientemente como mujer. Y fatal no es una exageración; pues todo lo escrito con ese sesgo de conciencia está destinado a morir».

Un cuarto propio puede leerse todavía hoy como un alegato feminista y como un lúcido ensayo antropológico sobre la subordinación creativa de las mujeres, pero sobre todo debe considerarse una magistral lección de literatura. Virginia Woolf transmite en cada página su pasión y respeto por el oficio de escribir, desde la alta ponderación que otorga a la emancipatoria dimensión de la escritura. La tibieza del cuarto propio y el sosiego que procuran los recursos económicos solo adquieren su profundo significado al tamiz de la creación literaria. Leyendo este ensayo sabemos que Virginia Woolf no era una Ofelia, aunque su muerte nos la recuerde enamorada de un príncipe, sino la talentosa hermana creativa de William Shakespeare.

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Autora: Virginia Woolf. Título: Un cuarto propio. Editorial: Akal. Venta: Todostuslibros.

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Ricardo Labra

Ricardo Labra, poeta, ensayista y crítico literario. Doctor en Investigaciones Humanísticas y master en Historia y Análisis Sociocultural por la Universidad de Oviedo; licenciado en Filología Hispánica y en Antropología Social y Cultural por la UNED. Es autor de los estudios y ensayos literarios: Ángel González en la poesía española contemporánea y El caso Alas Clarín. La memoria y el canon literario; y de diversas antologías poéticas, entre las que se encuentran: Muestra, corregida y aumentada, de la poesía en Asturias, «Las horas contadas», del libro Últimos veinte años de poesía española, y La calle de los doradores; así como de los libros de relatos La llave y de aforismos Vientana y El poeta calvo. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La danza rota, Último territorio, Código secreto, Aguatos, Tus piernas, Los ojos iluminados, El reino miserable, Hernán Cortés, nº 10 y La crisálida azul.

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Agustín Villalba
Agustín Villalba
6 meses hace

«Algunos poemas […] fueron publicados sin permiso del autor en la revista Vogue (1876).

La revista La Vogue publicó entre mayo y junio de 1886 el libro entero. O más bien todos los poemas que se conocían entonces y que fueron publicados en libro (ordenados por Félix Fénéon y con un prólogo de Verlaine) en el otoño de ese mismo año, con el nombre de editor Publications de La Vogue. La edición definitiva (que no se sabe si está completa) de «Les Illuminations» fue publicada en 1895

don dumas
don dumas
6 meses hace

Amén

don dumas
don dumas
6 meses hace

El niño poeta no quiso ser poeta. Odiaba los márgenes de la poesía y la mediocridad, y la hipocresía. No vendió un libro en su corta vida. Lo que demuestra que era verdadero y puro poeta. Amén

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