“Quería hacer una escapada, así que dije que me apetecía hacer algo relacionado con Scotland Yard, así que fuimos y lo hicimos.”
John Ford a Peter Bogdanovich.
Cuando a John Ford le iban con la etiqueta de artista y maestro, lo negaba gruñonamente, afirmando que él era solo un profesional, un tipo que hacía películas y que éstas eran just a job. Ford trabajó durante muchos años a sueldo primero de la Universal y luego de la Fox, rodando lo que el estudio le proponía, aunque también se ganó la potestad de elegir algunos proyectos o evadirse momentáneamente de ese compromiso contractual rodando películas que le importaban muy especialmente, como ocurrió con El delator, la película que le valió su primer Oscar, y ningún estudio importante, salvo el productor independiente Walter Wanger, quiso producirle La diligencia, la película que volvió a poner de moda los westerns de serie A. Aun así, tardó casi veinte años en poder rodar El hombre tranquilo. Cuando pudo liberarse del contrato con la Fox, tras la Segunda Guerra Mundial, puso en marcha con su amigo Merian C. Cooper, el responsable de King Kong, una productora independiente, Argosy Pictures, que entró en práctica bancarrota tras rodar Ford El fugitivo —casi nadie fue a ver la película—, una adaptación de la novela de Graham Greene El poder y la gloria, la historia de un cura sin fe y con una vida desgarrada en medio de la revolución mejicana, un proyecto que a Ford le gustaba mucho. Así que se puso a rodar westerns y filmó la impresionante Trilogía de la Caballería: Fort Apache, La legión invencible y Río Grande.
Durante los años 50 John Ford rodaba proyectos que le gustaban mucho, como Caravana de paz o Centauros del desierto, junto con otros que eran encargos pero que acababan siendo algo muy personal, como Mogambo o Escrito bajo el sol. Ford era tan rebelde como soñador, y desde que rodara en Irlanda El hombre tranquilo, tenía entre ceja y ceja rodar una película en esa adorada tierra de sus ancestros. Para eso contaba con el dinero y los contactos de su lejano primo Michael Killanin, futuro Lord Killanin y presidente del COI. La productora que fundaron, Four Provinces, solo rodó dos películas, The Rising of the Moon, de la que ya hablé en este Cofre del pirata, y más bien como un encargo a medias, Gideon of Scotland Yard o Gideon’s Day (Un crimen por hora), si no me equivoco la única película que Ford rodó en Londres [I].
Posiblemente Un crimen por hora sea una de las películas más relajadas de John Ford, marcada por un paso leve, elegante en su sutileza, por supuesto carente de solemne retórica, atento a los pequeños detalles que dan sentido al conjunto, repleta de humor, en el que el humor más sarcástico del irlandés deja paso a la finura irónica del understatement británico. Un crimen por hora discurre narrativamente alrededor de un día de trabajo y familia, un día más, del inspector Gideon, de Scotland Yard en Londres, y Ford no desaprovecha la ocasión para introducir en el guion —obra de T. E. B. Clarke, un consumado especialista en el cine británico, que adapta una novela muy popular de J. J. Marrick, uno de los múltiples pseudónimos del prolífico novelista John Creasey [II]— esas digresiones [III] tan cervantinas y características de Ford, esas derivaciones intencionadas del relato, ya de por sí compuesto de varios sucesos hilados por la vida familiar de Gideon, que confluyen hasta dotar a la película de un encanto yo diría que grato a Horacio, a Fray Luis de León, de cuantos aprecian que la vida fluye armoniosamente si admitimos su secreto ritmo y la acompañamos con discreto entusiasmo. Ford se muestra en su salsa y en plena forma, captando las minucias del día a día, perfilando suculentos y sabrosos retratos al minuto de personajes maravillosamente actuados, como Cyril Cusack componiendo un extraordinario Herbert Birdie Sparrow, que se adueñan momentáneamente del relato, cambiando de registro, de nuevo cervantinamente, de tragedia al humor y viceversa. Un tejido armonioso —la trama de la alfombra que describía Henry James— tejido con enorme talento y sensibilidad, porque John Ford escasas veces se desentiende del compromiso de emocionar con imágenes en movimiento. Porque Un crimen por hora no solo emociona o divierte, sino que también conmueve, como esos planos generales, sobre los que planea el dolor, el silencio, lo que ya no es, de Rossie Saparelli, la madre de Dolly, a la que ha asesinado y posiblemente violado un antiguo conocido, Arthur Sayer, un asesino en serie sin límites para su locura o crueldad. Es así la vida, y eso Ford nunca lo ocultó en su cine: la sucesión de hechos que se entrelazan ineluctablemente, que se pegan a nuestra existencia. Gozos, dolores, recuerdos, silencios, pequeñas cosas que son grandes porque nos afectan de manera inevitable.
Un crimen por hora nos ofrece todo eso a un ritmo impecable, nunca roto, a veces cosido por extraordinarias elipsis, porque a Ford no le gusta la retórica ni lo explicativo, sino que seamos capaces de apreciar poéticamente un detalle, una mirada, un silencio que permite hilar los momentos del relato.
GIDEON OF SCOTLAND YARD o GIDEON’S DAY (Un crimen por hora, 1958). A John Ford Production producida por Michael Killanin para Columbia Pictures. Dirigida por John Ford. Guion de T. E. B. Clarke, adaptando una novela de J. J. Marrick (pseudónimo de John Creasey). Fotografía de Frederick A. Young, en color, pero estrenada en blanco y negro. Dirección artística, Ken Adam. Música, Douglas Gamley. Montaje, Raymond Poulton. Interpretada por Jack Hawkins, Dianne Foster, Anna Massey, Cyril Cusack, Anna Lee, Andrew Ray, James Hayter, Ronald Howard, Howard Marion-Crawford, Laurence Naismith, Donald Donelly, John Loder. Michael Trubshawe. Duracion, 91 minutos.
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[I] Del deseo de Ford por rodar esta película, a la que no era ajeno su deseo de pasar una temporada en Londres con su amigo, el extravagante e interesante cineasta norirlandés Brian Desmond Hurt, da cuenta lo modesto de su presupuesto, no más de medio millón de dólares, que Ford aceptara rebajarse su habitualmente alto salario, y que la Columbia Pictures desaprobara todo el asunto, estrenando mal la película, con copias en blanco y negro cuando se había rodado en color, todo lo que llevó a Un crimen por hora a convertirse en un fracaso en taquilla y a que los críticos la desacreditaran como indigna de Ford. Que en los títulos de crédito lleve el marchamo de A John Ford Production, junto con la labor de productor de Killanin, deja clara la implicación del cineasta en esta película.
[II] John Creasey escribió, con diversos pseudónimos, cerca de seiscientas novelas. Como J. J. Marrick escribió toda una saga de novelas centrada en la figura del inspector Gideon, de Scotland Yard, que gozaron de gran popularidad y han sido llevadas al cine y a la televisión.
[III] Una síntesis del argumento es resumida así en el folleto que acompaña al DVD español, firmado por Adrián Sánchez (Notorious Ediciones): «A lo largo de veinticuatro horas (Gideon) tendrá que denunciar a uno de sus propios hombres por corrupción e investigar su posterior asesinato, defender a su mejor soplón, tragarse las multas de un novato, lidiar con su atontolinado jefe, atrapar a un asesino en serie, perseguir a una banda de atracadores, llevar a su hija a un concierto y ayudar a la detención de unos ladrones de clase alta».
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