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Un ángel con la pezuña negra, un demonio de sonrisa burlona - Zenda
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Un ángel con la pezuña negra, un demonio de sonrisa burlona

El diablo ronda por los puentes de Venecia desde tiempos inmemoriales. Eva García Sáenz de Urturi, la escritora de los tres millones de lectores, lo ha conseguido atrapar y lo ha encerrado en las páginas de su última novela, El ángel de la ciudad (Planeta, 2023).

Imágenes de portada y del artículo: Sole Hafner

El diablo ronda por los puentes de Venecia desde tiempos inmemoriales. Eva García Sáenz de Urturi, la escritora de los tres millones de lectores, lo ha conseguido atrapar y lo ha encerrado en las páginas de su última novela, El ángel de la ciudad (Planeta, 2023). Unai —Kraken—, el inspector vasco protagonistas de sus thrillers, regresa a las librerías después de quedar exhausto tras resolver el misterio de El libro negro de las horas. El reto al que se enfrenta en esta nueva entrega es triple: resolver un desconcertante caso en la ciudad de los canales, reencontrarse con la madre que desconocía tener hasta la publicación anterior y averiguar quién y por qué mató a su padre.

A partir de este párrafo, nos trasladamos a Venecia y lo hacemos con la mejor guía para desenredar los misterios de la ciudad italiana y los de la novela, Eva García Sáenz de Urturi. Quedamos en la Piazza San Marco. La autora de la Trilogía de La ciudad blanca —que llega desde el hotel Danieli, donde Ítaca, la madre de Kraken, se reúne en un pasaje de la obra con las compañeras de la sociedad secreta de las Egerias—, destaca entre los cientos de visitantes —que intentan atrapar en sus móviles la magia de esta plaza— por su abrigo fucsia que nos servirá de faro para rastrear los pasos de Kraken por los puentes y canales.

Piazza San Marco, comenzamos a conocer los secretos

Eva nos da la bienvenida a la plaza de San Marcos, la más bonita del mundo según ella. Durante las dos próximas horas, nos va a presentar los escenarios en los cuales se desarrolla la acción de El ángel de la ciudad. La autora comienza contando una curiosidad: «Los venecianos realmente nunca se harían una foto al lado de estas dos columnas —las de San Marco y San Teodoro—, donde sí se lo hacen los turistas, porque este era el sitio donde se montaba el patíbulo para las ejecuciones públicas siglos atrás«. En la novela se habla de leyendas, sobre todo, de las de los puentes y los diablos, y la escritora promete contarnos unas cuantas durante el recorrido. Fabular es casi una obligación en Venecia: a sus habitantes les encanta inventar historias. Eva nos explica, antes de iniciar el paseo, una de las razones para ambientar en este icónico lugar su último misterio: «Este es el lugar idóneo para situar un thriller sobre las falsificaciones de pinturas porque es un museo al aire libre«.

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—Un ángel de siete centímetros de altura que mira burlón y tiene una pezuña negra. Esa figura que aparece en el escenario del crimen, al principio de la novela, es el comienzo de un diálogo. Kraken lo confirma con su frase: «aquí termina tu caza, aquí comienza la mía«. ¿Por qué nos gustan tanto esos duelos entre criminales y policiales?

"En una novela policíaca, en una novela negra, el lector es el alter ego del investigador"

—Porque el lector, cuando empieza a leer una novela policíaca, se acerca al mal, pero lo hace desde la seguridad de que ese crimen no le está sucediendo a él. En el fondo, en una novela policíaca, en una novela negra, el lector es el alter ego del investigador. Hay mucho de juego psicológico, de puzle, porque sabes que entre los personajes del libro está escondido el asesino. Esa es la parte adictiva que tienen los thrillers; son lecturas muy activas. Y nos gusta que el resultado sea satisfactorio, que sepamos quién es el asesino y, obviamente, que el policía gane.

—Venecia es una ciudad que ejemplifica esa lucha entre el bien y el mal. El Ángel y el diablo. ¿Ese fue el motivo para elegirla como escenario de su novela?

—Sí. Porque hasta el último momento no sabes si la figura que está detrás de todos esos hechos es un ángel protector o es un diablo que está cruzando una línea roja (risas). Kraken no puede resolver esa dualidad hasta el final.

Puente de la Academia, el Ángel de la ciudad nos espera

Dejamos la plaza de San Marcos —llena de grupos de estudiantes que alternan en sus cánticos el himno del Betis y la última canción de Quevedo— y nos dirigimos al Campo de San Vidal. En esta plaza está situado el taller donde la madre de Unai lleva a cabo sus falsificaciones. Caminamos un poco más, y desde el puente de la academia divisamos la Colección Peggy Guggenheim. La escritora alavesa nos cuenta una particularidad de este edificio: «Este museo es el único palacio de Venecia de una sola planta. La idea era hacer el más grande de Venecia, pero sus vecinos evitaron que pudieran levantarlo para seguir teniendo ellos ese honor«. Los turistas se desparraman por el puente para sacarse su foto para Instagram, mientras Eva se centra en la vida de la mecenas norteamericana: «Peggy Guggenheim tuvo una vida absolutamente diferente de la mayoría de las mujeres de su época. A principios del siglo pasado, se convirtió muy joven en heredera de una de las mayores fortunas de Estados Unidos cuando su padre muere en el hundimiento del Titanic. Cuando Peggy llega a Italia, durante su Grand Tour —el viaje por Europa que hacían los jóvenes americanos de clase alta—, se enamora de Venecia y compra este palazzo«.

El Ángel de la ciudad, de Marino Marini (Colección Peggy Guggenheim).

Eva García Sáenz de Urturi nos revela que: «en el interior de la Colección Peggy Guggenheim está la escultura que da título a la novela, El ángel de la ciudad del escultor Marino Marini, un jinete sobre un caballo de bronce con una particularidad: tiene un enorme falo erecto, que se puede desenroscar… En función del momento, Peggy lo dejaba puesto para provocar a las monjitas y lo quitaba cuando llegaban las visitas importantes». La autora de El libro de las horas nos anima a que lo conozcamos: «el museo se puede visitar para ver sus obras de arte y también se puede salir afuera. Desde allí, el ángel de la ciudad se convierte en el ángel protector que controla el Gran canal y la ciudad de Venecia«.

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—Venecia representa también el laberinto del que Kraken tiene que escapar. ¿Ha sido difícil ayudar a Unai a encontrar la salida?

"Imagina cualquier huérfano del mundo, que ha crecido sin madre al que le digas que ella está viva. Ese es el mayor regalo"

—Unai tiene una herida, la herida del huérfano, obviamente. Piensa en cualquier huérfano del mundo, que ha crecido sin madre, al que le digas que ella está viva. Ese es el mayor regalo; el sueño que puede tener todo huérfano. Pero imagina ahora que eres un policía, que tienes tu moral muy estricta, que tu madre efectivamente está viva, pero es una delincuente, una falsificadora. ¿Qué haces? No puedes tener una relación normal con ella porque te pone a ti como cómplice y entonces estás al otro lado de la ley. Unai tiene un dilema moral muy interesante: encuentra a su madre, pero ella no puede ir a Vitoria porque está buscada por la ley. ¿Qué historia les cuenta a sus hijos de su abuela?

—El personaje de Ítaca es muy innovador. Es una mujer empoderada que rompe sus lazos afectivos para poder seguir siendo ella misma y tener su vida.

—Ella es una persona sin familia. Sin orígenes. No sabe quién la abandonó. No tiene apellido. Ella ha sido educada aprovechando su talento para delinquir. Su nombre ya dice mucho de ella; Ítaca está en una huida permanente. Ítaca es la isla a la que nunca se llega. Es el viaje infinito que nunca concluye. Se trata de un personaje seminómada que siempre está cambiando de identidad, va dejando hijos según le va sucediendo la vida, se va enamorando, tiene parejas…

—Como Leone. Un personaje fantástico de esta novela.

—Sí. Es uno de los grandes personajes de la novela. Que empieza como secundario y poco a poco te enamora del todo. Porque Leone tiene esa moral tan particular que, incluso, le lleva a romper con ella pese a haber estado enamorado toda su vida de ella. Leone es un personaje que te sale muy grande, tan bello como Venecia. (Risas)

Librería Acqua Alta, todas las claves están en los libros

Estamos ya en la tercera parte del recorrido. Nos encaminamos al desenlace. Es el momento de conocer uno de los lugares más originales —que no solitarios; en Venecia siempre hay turistas por sus rincones— de la ciudad italiana, la escalera del Bovolo. Eva nos cuenta su historia: «estamos en uno de los rincones más escondidos de Venecia, pero también de los más fotografiados. Este era un palacio de cuatro plantas con escalera que va en el sentido contrario de las agujas del reloj«. La autora de El ángel de la ciudad nos sigue susurrando secretos al oído: «hay una anécdota importante en la trama de la novela sobre el cuadro de El Ángelus de Jean François Millet. Nuestro inefable Dalí se obsesionó con este cuadro, del que hizo varias copias. No sabía por qué le turbaba tanto. En el lienzo se ve a un matrimonio de campesinos que mira al suelo donde hay un cesto de frutas. Si nos remontamos a la historia de Dalí, sabremos que tuvo un hermano que se llamaba igual que él, Salvador que murió. Un día su padre le llevó al cementerio para enseñarle la tumba donde ponía Salvador Dalí y le dijo: este eres tú. Esto le traumatizó. Dalí convenció a los técnicos del museo Louvre para que analizaran el cuadro de Millet, y después de pasar los Rayos X descubrieron que debajo del cesto había un ataúd pequeñito, de un mortinato«.

Estamos ya en Rialto. Uno de los puntos más famosos de Venecia. Aquí la escritora nos remite un clásico, una leyenda veneciana con diablo y puente: «Antonio da Ponte construía puentes e hizo un pacto con el diablo para que le ayudara; este le pidió a cambio el alma del primer ser vivo que pasase que cruzas el puente el día de la inauguración. Antonio no quería que nadie muriese y le dio muchas vueltas hasta que al final compró un gallo para engañar al diablo, pero este se le adelantó y la noche anterior engaño a la esposa de del arquitecto —que estaba embarazada— para que fuese hasta al puente donde le dijo que le esperaba su marido. Al final ella fue el primer ser vivo que pasó por el puente y el diablo se quedó con su alma«.

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—Los problemas de identidad aparecen en varios capítulos en la novela. Como lo que se cuenta de Dalí y su hermano muerto. 

"Todas mis novelas son una indagación de distintas formas familiares, de los diversos conflictos"

—Sí. Los mortinatos aparecen en el libro. A uno de los personajes le seduce esta cuestión porque él tenía su propia historia personal, una hermana muerta. Es un tema siempre doloroso. Yo creo que, en el fondo, todas mis novelas han tratado de la familia. Unai tiene un núcleo familiar muy fuerte formado por el abuelo, por su hermano Germán y por él. Es muy curioso porque son tres adultos que se cuidan entre sí. Me parecía una dinámica muy interesante desde mis primeros libros. El abuelo tiene casi cien años y sigue cuidando de sus nietos de cuarenta. Y ellos también le cuidan a él. Me parece algo precioso. Todas mis novelas son una indagación de distintas formas familiares, de los diversos conflictos. Hay una búsqueda de familias diferentes.

—Usted es siempre muy concienzuda a la hora de documentarse. Con Aquitania gestionó más de un centenar de libros y estudio a fondo el procedimiento policial para sus thrillers. ¿Cuánto ha leído de Venecia?

—Hubo muchos viajes a Venecia (risas). Fui a librerías de viejo y también a las especializadas en historia veneciana. Me venía con una maleta vacía, porque ya me conozco, para poder meter los libros que compraba. Ya me ha tocado en algunas ciudades tener que comprar un trolley porque no me cabían los libros que había comprado. Los libros que compré aquí eran sobre todo en italiano porque yo quería conocer las leyendas, esa parte de la historia que solo interesaba a los venecianos. Esa cara B que no está en las guías turísticas ni nada. Todos los libreros me fueron recomendando muy bien. Me hice alguna ruta de Venecia mística, de Venecia misteriosa…, pero no me gustaron tanto. Estaban más centradas en fantasmas, que no era el tono que yo quería para mi novela.

El paseo por la Venecia de El ángel de la ciudad llega a su fin. No podíamos acabar en otro lugar, la librería Acqua Alta, convertida en flotante cuando sube demasiado la marea. Nos hacemos hueco entre los últimos viajeros y recorremos sus pasillos en fila india. A la derecha, en los estantes hay ejemplares de obras de Jean Paul Sartre y Apollianare mezclados con la protagonista de Dinastía, Joan Collins. A la izquierda, dentro de una góndola descansan ediciones en italiano de El principito y un buen número de ejemplares dedicados a la pintura. El dueño de esta librería también tiene su papel en el libro de Eva, camuflado bajo el nombre de Filippo.

Finale: misterioso, ma non troppo

Un par de platos de pasta después, y varios spritz, toca abandonar Venecia. Justo en el momento de atravesar el puente que me lleva hasta la Piazza San Marco, oigo una risa burlona a mi espalda. Me giró rápidamente, pero solo alcanzo a distinguir uno de sus pies, una pezuña en realidad; negra. De repente, siento un frío glaciar pese a los casi 20 grados que marca el termómetro. Acelero para atravesar la plaza y llegar hasta la parada de los water taxi. Uno nunca sabe dónde se puede encontrar el diablo, o peor aún, a Calibán. Amo los libros, pero hasta un límite, no quiero morir sepultado por ellos.

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Miguel Ángel Santamarina

Nací en Burgos, y ahora vivo bajo las palmeras de Almuñécar. Estoy prisionero en Zenda desde sus comienzos. No me canso de darle a la tecla. En breve, publico un libro de historia, mientras le sigo dando vueltas a mi primera novela.

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