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Un amateurismo suicida para un país desquiciado - Zenda
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Un amateurismo suicida para un país desquiciado

El “dospatadismo” del anarcocapitalista queda en evidencia cuando los periodistas interrumpen brevemente su histriónico stand up y le preguntan cómo aplicaría su famosa “motosierra”. Es entonces cuando emergen serios problemas: la improvisación, el voluntarismo, el desconocimiento institucional y la banalización de la política. Para no detenernos puntualmente en cada hipérbole, tomemos como ejemplo la voluntad...

Ignacio Camacho es probablemente el analista político más lúcido de España. Me lo presentó hace unos cuantos años en Madrid Arturo Pérez-Reverte, que es uno de sus lectores más consecuentes. Escribe cada día del Señor, de domingo a domingo y desde hace décadas, una influyente columna de opinión en el diario ABC, y hasta los articulistas y dirigentes ubicados en las antípodas de su pensamiento le reconocen su sensatez y clarividencia. Ignacio me pidió hace unos días que le enviara material sobre el fenómeno Milei. Luego de estudiarlo me dio su conclusión: “liberalismo malversado” y, sobre todo, “dospatadismo”: “Yo esto lo arreglo en dos patadas”. Política de café. El primer concepto es ideológico, y en verdad conecta con “la nueva derecha”, que tomando algunos pensadores liberales dogmáticos de los extremos y a los conservadores más religiosos y radicalizados, acusan al liberalismo político y económico (y a los “tibios socialdemócratas”) de haber traicionado la familia tradicional permitiendo la legalización del aborto, el matrimonio igualitario, la educación sexual en las escuelas, la diversidad, el feminismo y otros asuntos de la llamada agenda woke. Para esos nuevos derechistas, como para sectores recalcitrantes de ciertas iglesias cristianas, la democracia liberal engendra progresismo, incluso si la conduce la centroderecha, que “está domesticada y ahora también es políticamente correcta” (sic). El fanatismo y la soberbia progres, y sus imposiciones exageradas e intrusivas, que realmente bastardearon causas nobles y de avanzada, labraron así esta reacción virulenta. La dinámica pendular, como siempre, parte de un error para llegar a otro; lo contrario de una gran desmesura es otra desmesura del mismo calibre. Y Trump y Bolsonaro son los héroes de toda esta corriente internacional, aunque comparar a Javier Milei con cualquiera de ellos podría inducir a error. En principio, porque el libertario argento no termina de encarnar en público esa “contrarrevolución” —así lo denominan— y después porque el populista norteamericano llegaba de la mano del partido más poderoso de Estados Unidos y de importantes segmentos del establishment económico, así como el populista brasileño venía con larga experiencia legislativa, y tenía el apoyo del decisivo partido militar y del fuerte empresariado de San Pablo. Milei llega con su hermana, cuatro perros, cinco operadores, tres intelectuales y un grupo de economistas jubilados a quienes les devolvió la alegría. Recordemos, de paso, que aquellas experiencias tan admiradas no acabaron bien: Trump y Bolsonaro naufragaron de manera rotunda, y Vox resultó el mejor aliado de Pedro Sánchez, porque dañó a la oposición y le sirvió de espantapájaros con algunos de sus delirios y cancelaciones de sentido contrario. Vox quiso censurar, en plena campaña electoral, Orlando de Virginia Woolf. Para reafirmarse en su posición, los mileístas despachan a Cambiemos por haber fracasado, pero le rezan a Jair, que no solo resultó derrotado, sino que permitió la resurrección de su odiado antagonista del PT.

"Una cosa es el imperio de la ley, otra muy distinta es tener un carácter imperial con una armada Brancaleone y tres espadas de bizcocho"

El “dospatadismo” del anarcocapitalista queda en evidencia cuando los periodistas interrumpen brevemente su histriónico stand up y le preguntan cómo aplicaría su famosa “motosierra”. Es entonces cuando emergen serios problemas: la improvisación, el voluntarismo, el desconocimiento institucional y la banalización de la política. Para no detenernos puntualmente en cada hipérbole, tomemos como ejemplo la voluntad de “meter presos” a los dirigentes sociales que se le planten. ¿Qué pasaría a continuación? ¿Mandaría arrestar a los jueces que los excarcelan, frustrado intervendría el Poder Judicial, intentaría modificar las legislaciones sin mayorías parlamentarias, negociaría con la “partidocracia corrupta” o cerraría el Congreso de la Nación? Estoy maximizando este tema con el solo fin de mostrar la inconsistencia. Una cosa es el imperio de la ley, otra muy distinta es tener un carácter imperial con una armada Brancaleone y tres espadas de bizcocho. Clausurar el Banco Central, por otra parte es, según los especialistas, violatorio de la Constitución —¿buscaría una reforma?— y muchas de sus acaloradas propuestas de estos días romperían tratados internacionales y ahondarían dramáticamente nuestra condición de país paria: ¿no le importaría? Destruir el Mercosur —fundamental, entre otras cosas, para consumar el acuerdo con la Unión Europea congelado por el kirchnerismo—, darle la espalda a Brasil por meras antipatías ideológicas, o romper relaciones con China, potencia mundial ineludible, son muestras de un amateurismo suicida. Confundir inútiles y militantes indefendibles dentro del Conicet con su tarea crucial, es como poner nitroglicerina en los cimientos de un edificio tan sólo para fumigarlo.

"Extraño liberal que en lugar de imitar las formas virtuosas de los países occidentales que prosperaron, inventa exotismos que pocos o nadie pusieron en marcha"

En el siglo XX muchos otros teóricos de la economía le llevaron sus “planes perfectos” a regímenes militares, para que los dictadores les cumplieran los sueños que eran imposibles de realizar en la gris e incómoda democracia. Claro, con tanques y fusiles, y sin miedo al aislamiento, era todo más fácil y aun así resultó siempre fallido. Las exposiciones mediáticas de Milei no distan demasiado de las extravagantes explicaciones que podría ofrecernos, por ejemplo, Myriam Bregman sobre la eventual implementación de una revolución trotskista: sus planes drásticos se podrían realizar, claro está, pero armando milicias populares y llenando las cárceles de disidentes. Milei y Bregman lo arreglan todo en dos patadas. Porque no son, esencialmente, idearios constructivos sino proyectos de demolición. Y en el caso específico del libertario, tampoco se trata de una praxis probada, sino de una política claramente experimental. Se trata, en realidad, de experimentar con los argentinos. Extraño liberal que en lugar de imitar las formas virtuosas de los países occidentales que prosperaron, inventa exotismos que pocos o nadie pusieron en marcha. ¿Occidente estará equivocado? ¿Merkel, Macron, Obama, Biden y Trudeau le parecerán también parte de la “casta”? Al contrario que los humildes republicanos de esta nación rota, Milei no anhela un país normal. Se regodea, como Carta Abierta, en ser una exuberante anomalía. La sociología del momento demuestra que persiste la misma patología mesiánica de siempre, solo que cambió de sujeto, de envase y de dirección. Un caudillo demagógico de nuevo cuño, un milagrero vendrá a salvarnos, y su programa se desarrollará definiendo ante todo al enemigo —la dirigencia política entera— y arreglándolo todo con dos patadas. Eso no quiere decir, por supuesto, que su diagnóstico de la debacle nacional no sea correcto. Pero ante un mismo diagnóstico de gravedad, dos médicos pueden aplicar tratamientos con resultados diametralmente opuestos: uno puede sacar al paciente adelante, otro mandarlo directo a la morgue.

"Bolsonaro facilitó con toda esta clase de torpezas vehementes el regreso de Lula, como Milei podría habilitar la vuelta de Cristina"

En esta semana de pura espuma, donde mandan el exitismo y el rating, algunas figuras reconocidamente republicanas han caído subyugadas por esa propaladora enfática de conflictos con más tendencia al caos que al cambio. Los republicanos que se fugan hacia el trumpismo nacional nunca fueron, en verdad, republicanos de convicción. La Libertad Avanza, como el kirchnerismo, desconfía de las instituciones, y si gana habrá que seguir defendiéndolas con uñas y dientes porque estarán nuevamente en peligro. Que algunos de estos conversos de las últimas horas ya adopten la terminología marcartista de toda esta derecha frívola —tachan a Patricia Bullrich de montonera y socialista— provoca estupor y tristeza. Que no perciban la satisfacción del kirchnerismo frente al triunfo de Milei, debido precisamente a los riesgos de una crisis de gobernabilidad propiciada por su irracionalidad e inexperiencia, constituye una asombrosa negación. Y recordemos: Bolsonaro facilitó con toda esta clase de torpezas vehementes el regreso de Lula, como Milei podría habilitar la vuelta de Cristina. Tres tercios y tres palabras quedaron en pie y en disputa después de las primarias: libertad, república y patria. Para los nacionalistas, puede haber patria sin república ni libertad. Para los trumpistas, puede haber libertad sin república y sin patria. Pero para los ciudadanos de la moderación y el “país bueno”, no hay patria ni libertad sin república. Quien quiera oír que oiga.

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*Artículo publicado en el diario La Nación de Buenos Aires

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Jorge Fernández Díaz

Jorge Fernández Díaz es escritor y periodista. Durante más de treinta años fue alternativamente cronista policial, periodista de investigación, analista político, jefe de redacción de diarios y director de revistas. Actualmente es uno de los principales columnistas políticos del diario La Nación. Publicó, entre otros libros, El dilema de los próceres, Mamá, Fernández, Corazones desatados, La segunda vida de las flores, La logia de Cádiz, La hermandad del honor, Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán y Las mujeres más solas del mundo y El puñal. Recibió la Medalla de la Hispanidad, que le otorgó el gobierno español y la comunidad española en la Argentina; el Konex de platino como el mejor redactor de la década; el premio Atlántida con el que los editores de Cataluña celebraron su labor a favor de los libros, y la Medalla del Bicentenario por su obra periodística y literaria. En 2012 fue condecorado por el rey de España con la Cruz de la Orden Isabel la Católica. Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. @fernandezdiazok

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Santiago DG
Santiago DG
5 meses hace

El autor del libro afirma “Apuesto todas mis camisetas de San Lorenzo “… ¿ Quién es el loco, señores?

Alberto Delgado
Alberto Delgado
5 meses hace

No parece que el Sr González pueda explicar en su libro el fenómeno Milei que no es mas que la expresión de un pueblo agobiado y empobrecido. A propósito en esta entrevista no hacen mención a la llamativa repercusión internacional de Milei. Tal vez gran parte del planeta está loco? Gracias y cordiales saludos desde Buenos Aires!

Juan Gallego
Juan Gallego
5 meses hace

En el primer párrafo hay un error, la mención de que por los muchos bienes que habíamos recibido, nos había llenados de argentinos es incorrecta: en realidad nos lleno de peronistas. A partir de allí todo se entiende. Un montón de aseveraciones sin demasiado argumento. No sólo este autor, muchos periodistas con corazón peronista, tratan por todos los medios que a este «loco» que solo lleva seis meses y al resto de argentinos nos vaya mal. Ellos, muy cercanos a Podemos y compañía, solo desean que el poder absoluto este en sus manos, para beneficiarse de manera personal a costa del Estado y no abrir la boca cuando roban a manos llenas y muchas veces en complicidad con empresarios o gobiernos a quienes les facilitan pingües negocios. A titulo de ejemplo privatizaciones y nacionalizaciones con participación de contratantes de España, Iberia, trenes chatarra etc. Por favor no nos ayuden, y recuerden que desde el infierno no se pasa directamente al cielo. Estamos transitando el purgatorio y de esto no nos salva ni el Papa peronista que nos envió

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