Hubo un tiempo en España, allá por 2007, que sólo tenías dos opciones y ambas eran de afiliación sectaria: si Mourinho te parecía un cantamañanas ultradefensivo es que eras “guardiolista” y si el entrenador del Barça te parecía cursi y soporífero en su enfermiza voluntad de posesión es que eras partidario del “traductor”. Y eso era todo. Aunque luego vendrían otros, seguramente éste fue el primer síntoma de polarización (¡uy!) en España. Al final del artículo volveremos a esto.
Cualquiera que haya leído su reseña no habrá tardado ni dos líneas en darse cuenta de que no es partidario. Ni un poco. Y eso a pesar de que, como él mismo reconoce en el primer párrafo, no pasó del primer capítulo. No le gustó el guión de Issa López, ni los efectos especiales, ni la pretensión mágico-psicótica de la noche eterna del Polo Norte… nada. Cuando ya estaba preparándome para tirar por el desagüe mi criterio y mi dignidad, cuando ya no me quedaba sino capitular ante el “cenicismo” de Herrero, un párrafo me llamó la atención: “¿Qué ha hecho realmente Jodie Foster por nosotros? Aparte de El silencio de los corderos y Taxi Driver” («¿qué han hecho los romanos por nosotros aparte del acueducto, el alcantarillado, las carreteras y el vino?», diría John Cleese). Aquí me detuve en seco y retomé la reseña. Antes de tirar nada tenía que llegar al final. Que espere Luis Herrero, total…
A medida que uno avanza en el artículo se va dando cuenta de que en su crítica hay inquina, predisposición (más allá, insisto, de no haber visto más que un capítulo). El guión de Issa López es malo porque no tiene puntuaciones valorables anteriores en…¡IMDB! Las interpretaciones de la propia Jodie Foster y (desde mi punto de vista una soberbia) Kali Reis son decepcionantes. Osos polares en la ciudad, mujeres que tienen apariciones, asesinatos en fábricas, palizas propinadas por mujeres a hombres (Kali Reis es campeona del mundo de boxeo en dos categorías), todo adolece de falta de originalidad, todo ya ha sido visto. Ante esto yo me pregunto si, a estas alturas del siglo XXI, no habremos visto todo ya y sólo nos queda asistir a un decepcionante ejercicio de repetición salvo en las series de Los Javis (y no lo digo como algo bueno).
La comparación con la primera temporada hace que todo palidezca, en eso estoy de acuerdo. Pero digo yo que después de John Ford habrá que seguir haciendo cine, ¿no? Y eso que esta cuarta temporada tiene muchas similitudes con la primera: el misterio de Louisiana recreado a su forma en el norte de Alaska y su noche eterna, los dos detectives desheredados con su vida rota y muy poco que perder (en este caso dos mujeres) y hasta la despampanante mujer objeto, Alexandra Daddario, que en este caso es sustituida por Joel Montgrand. Y es aquí cuando me doy cuenta: ¡lo woke! Según Alberto, en la serie todos los hombres son malos (o frágiles, añado yo), todas las mujeres buenas. Además son fuertes, alcohólicas, viejas, negras, maltratadas por los hombres… todos los clichés de la corrección política, vamos.
Creo que fue Peláez el que reconoció estar harto de lo woke y lo anti-woke a partes iguales. Hay series en las que se empeñan en darte papilla doctrinaria sin venir a cuento y otras en las que aparecen los elementos pero o no te das cuenta o viene a cuento. Incluso hay series en que pasan las dos cosas al cabo de las temporadas. Miren si no Sex Education. Empezó como una parodia maravillosa de la educación sexual y su actual complejidad entre adolescentes y se acabó convirtiendo en un manifiesto doctrinario para el olvido en su última temporada. No todas las series que protagonizan mujeres (o negras o gays o viejas o trans) son detestables manifiestos. Las hay bien traídas, verosímiles, pertinentes. Y les aseguro que ver a Reis moler a palos a hombres fornidos o usarlos como juguetes sexuales es todo eso.
En lo que sí estoy de acuerdo con Olmos es que el final es mejorable, aunque hasta en eso voy a esperar, porque el final de Los Soprano me pareció una estafa en su momento y hoy lo tengo archivado como una de las mayores genialidades de la ficción.
No hay sitio para los que no son de Mourinho ni de Guardiola, tampoco para los que están hartos de la turra propagandística de ambos bandos en la guerra cultural. Esto es España y es 2024, así que me voy a ir a casa de Peláez a ver si tiene algo de Chaves Nogales en la librería para pasar el domingo.
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Coda: después de enviar mi comentario a la reseña de Alberto en El Confidencial, éste publicó en Zenda un segundo artículo. En él aclara que no critica la serie por “políticamente correcta” sino por “doctrinalmente mediocre” (por cliché). En esta segunda entrega desentierra a la guionista y la vuelve a matar por, según él, haber hecho un mal trabajo al someterse al encorsetamiento de lo woke. Y aquí es cuando viene el doble pensamiento del doble pensamiento: ¿y si es Alberto el que está encorsetado por su desprecio al encorsetamiento woke, de modo que cualquier película o serie que contenga clichés contemporáneos le parecerá decepcionante antes de que, supongamos, la haya visto siquiera? O el triple pensamiento: ¿y si el encorsetado soy yo y veo crítica anti-woke donde sólo hay un gran crítico hastiado por un bodrio y esto sólo va de gustos?
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