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Todo tiene su fin - Zenda
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Todo tiene su fin

A las buenas, querido #blasmaníaco. Todo tiene su fin. Qué bien me viene esta canción en estos momentos. No deja de resonar en mi cabeza, pero lo hace en la versión de Medina Azahara. Y es que la letra no podría expresar mejor lo que siento ahora mismo. Sí, querido amigo, todo tiene su fin...

A las buenas, querido #blasmaníaco.

Todo tiene su fin. Qué bien me viene esta canción en estos momentos. No deja de resonar en mi cabeza, pero lo hace en la versión de Medina Azahara. Y es que la letra no podría expresar mejor lo que siento ahora mismo. Sí, querido amigo, todo tiene su fin y el de este blog acaba de llegar.

Me da mucha pena, no creas que no, pero yo mismo he creído que es innecesario mantenerlo con palabras inútiles y paja, mucha paja, pues en esta entrada llegaré hasta el mismísimo día de hoy. Es decir, sabrás con exactitud en qué punto me encuentro ahora tras casi cinco años y medio de periplo.

Supongo que cuando alguien sabe que el fin de algo está cerca, puede considerar tomarse alguna que otra licencia. Si me lo permites, yo hoy lo voy a hacer. Y no será otra que no contar las palabras que llevo escritas. No mediré. Tampoco voy a escribirte lo equivalente a La Biblia, no, pero sí es cierto que me quiero dejar llevar. Lo necesito. Es la última vez.

"Llegó viernes y me hicieron la prueba. Me durmieron, cómo no, y la primera vino cuando trataron de despertarme después y no podían. Al parecer, algo falló dentro de mí."

Antes de entrar en materia y como no quiero que nos pongamos tristes, quería anunciarte que será el fin de este blog, pero no de mi andadura en Zenda. Al contrario. Esto no ha hecho más que empezar. Ya lo dije hace dos entradas: uno, cuando es Prisionero de Zenda, lo es para SIEMPRE. Así que de primeras te cuento que al pasar el verano volveré con un nuevo blog que seguro te gustará. Tienes Blas para rato —aunque desconozco qué tiene eso de bueno—.

Y bien. Sigo con mi relato, luego te contaré unas palabras y ya, para lo último, te contaré cuál es el mega proyecto que tengo con Zenda y que seguro te va a sorprender —al margen del nuevo blog que te he contado más arriba—.

Let´s go.

Ya tenía las pruebas de la anestesia para la nueva operación. Esperaba a que me llamaran para darme una fecha en breve. Estaba algo extrañado porque no lo hacían, pero lo último que quería yo mismo era tener prisa por meterme en el quirófano a algo tan duro. Llegó el mes de febrero. Yo no sé qué tengo con los meses de febrero, que todo lo gordo me ha ido pasando ese mes. ¿Casualidad? Pues claro, pero no deja de ser curioso. El caso es que comencé a tener unos dolores de estómago terribles. No sólo era el dolor, también la molestia que sentía que no me dejaba estar de ninguna manera. No podía dormir, si comía, rabiaba del dolor. Muy mal. Fui al médico de cabecera. Me envió una prueba para verme por dentro por arriba y por abajo. Sí, lo que imaginas. Pero como aquí las cosas van como van, aun siendo de urgencia, me dieron para dentro de un mes. Ella, al ver la cantidad de dolor que tenía me dijo que si no lo podía aguantar, que fuera a urgencias, al hospital. Yo no quería ir. La experiencia me decía que cada vez que pisaba el hospital por urgencias, me quedaba allí una semana. Al día siguiente era tanto el dolor que tuve que ir. Pues bien. El médico me dijo que era ansiedad. Me dio una pastilla debajo de la lengua y me mandó unos tranquilizantes. Ya no es por desconfiar… pero creo que uno es lo suficientemente inteligente para saber cuándo está nervioso y cuándo no. Pues había tanta gente en la sala de espera y me despacharon tan rápido y sin oportunidad de réplica, que salí de allí sin saber lo que había pasado. No compré las pastillas. No creía que fuera nervios y esperé a ver qué pasaba al día siguiente. Pues al día siguiente peor. Tuve que volver al hospital por la mañana y esta vez, con menos gente, me atendió otra médica mucho mejor. Cuando le conté lo que había pasado y vio lo que me mandó su compañero, me acompañó a denunciarlo frente a atención al paciente. Podría haber muerto por la ingesta de esas pastillas ya que la combinación con lo que tomo día a día —crónico—, era una mezcla mortal de necesidad. Totalmente incompatible. Imagina la cara que se me quedó. Fuera como fuese, ella sí me atendió bien y decidió ingresarme —cómo no—, para hacerme las pruebas lo antes posible.

 

Pues tres días estuve a base de calditos en el hospital. Llegó el viernes y me hicieron la prueba. Me durmieron, cómo no, y la primera vino cuando trataron de despertarme después y no podían. Al parecer, algo falló dentro de mí. Yo sólo sé que me desperté rodeado de médicos y enfermeras que respiraban aliviados al no haberme perdido. Mi madre lloraba como una loca, me encontré también con mis hermanos que habían acudido desde otro pueblo a toda velocidad cuando mi madre los llamó diciéndoles que no me despertaba. Al parecer me pusieron adrenalina y no sé qué leches más y volví. Joder, el día empezaba genial. La cosa era que después de la prueba no había más motivos para quedarme ingresado, el dolor seguía pero había remitido algo, por lo que esperaba a la médica que me llevaba en el ingreso para que me diera los resultados. Se esperaba una hernia y una hernia tenía, además, la zona estaba bastante inflamada por lo que el dolor se justificaba. Yo pensaba que ya, que por una vez iba a ser algo menor. Los cojones.

"A la semana siguiente me realizaron pruebas en el hígado. Análisis tumorales, ecografías, tacs con contraste. Tal y como me temía los análisis tumorales dieron positivo."

Me dijo que habían encontrado algo más. Yo me puse blanco, estaba harto de escuchar esa frase cada vez que iba a cualquier médico. El: “hemos encontrado algo más” ya formaba parte de mi día a día. Estaba harto, en serio, pero intenté aguantar estoicamente. Me dijo que habían encontrado piedras en la vesícula. Menos mal, pensé, creía que sería algo grave. Entonces su rostro cambió y se puso algo más seria. Además de eso hemos encontrado un bulto de unos cuatro centímetros en el hígado, me dijo después.

Verás, en circunstancias normales, eso ya asusta. Pero es que yo ya lo había vivido con el tumor del tiroides. Todo empezó de la misma manera y los recuerdos me asaltaron de tal forma que empecé a sudar como un pollo. Me dijo que no me preocupara, que podría ser cualquier cosa inofensiva y ya. Tal y como me dijeron la otra vez. Me dijo que me fuera a casa y que a la semana siguiente volviera para verme eso. Fuera lo que fuera no podíamos dejarlo. Ah, y de la vesícula salí con otra propuesta de quirófano más. Otra.

A la semana siguiente me realizaron pruebas en el hígado. Análisis tumorales, ecografías, tacs con contraste. Tal y como me temía los análisis tumorales dieron positivo. Eso, necesariamente no quería decir demasiado, porque todos sabemos que un tumor puede ser bueno o malo, por decirlo de alguna forma. Así que me envió una resonancia urgente para verlo mejor y saber si teníamos que correr o no. Me la hicieron y cuando fui a consulta me hizo respirar tranquilo. Me dijo que no se comprobaba nada que hiciera pensar que tuviera que intervenirme mañana mismo. Aun así, me derivó al especialista para que él decidiera qué hacer. Se barajó la opción de quimioterapia, radioterapia o una intervención para quitarlo y listo. El especialista tardó en llamarme una eternidad. Yo, si te digo la verdad, no insistí. Todo llegó a un punto en el que estaba cansado de tener que ser yo el que, encima de todo, tuviera que ir a decirles: “Hola, que estoy aquí, hacedme caso”. Así que dejé el río fluir y que me llamara cuando quisiera. Lo hizo al mes y fui a su consulta. Lo primero que me dijo es que no entendía por qué me había dicho que no había que correr, si en la resonancia no se veía con la suficiente claridad como para tomar esa decisión. Así que me envió varias pruebas más —de las que ahora estoy pendiente, ya que esto fue hace muy poco— y que determinarán en qué punto está todo. Él mismo me dijo que su posición es la de la intervención a ver qué se puede hacer. Quieren evitar a toda costa la quimioterapia, con mi estado, sería algo brutal y no sé si podría soportarla. Por lo que hay que agotar otras vías. Esto tampoco quiere decir que sea tan malo que necesite hacerlo corriendo, es que realmente no se sabe nada todavía. Así que el tiempo dirá. Yo sólo sé que ya he pasado por esto. Que ya lo he sufrido y sé cómo debo afrontarlo. ¿Tengo miedo? Mucho. Soy humano. Pero eso no va a impedir que afronte cada día con ilusión. Que piense que esto es sólo una nueva piedra en mi camino y que ya sé cómo sortearlas. No me asusta luchar. Y tras esto, quería tener una reflexión, como te he dicho antes. No sé si tendrá sentido o no, sólo me apetece dejarme llevar.

"Quiero viajar, quiero enfadarme, quiero sentir miedo, quiero sentir alegría. Al fin y al cabo, quiero sentir la vida. Para mí eso es luchar. Dejar de hacerlo es justo lo contrario."

Todo tiene que ver con la lucha. Sí, sé que decir: voy a luchar, es bastante estúpido. La gente que muere no lo hace porque no haya querido luchar. Ni quien vive es porque haya luchado más que otros. Qué va. Ojalá todo fuera tan sencillo. Sé que va a pasar lo que tenga que pasar. Si me tengo que recuperar, lo haré, si no, no lo haré. La vida es así, la vida es eso. A lo que me refiero cuando digo que voy a luchar es que quiero luchar por sentir la vida recorrer mi cuerpo cada día. Ya me pasó la otra vez. Aprendí a relativizar los problemas. Me recordé a mí mismo no durmiendo porque no tenía suficiente para pagar cualquier cosa del banco, pero todo cambió cuando llegó el día en el que no sabía ni siquiera si yo mismo amanecería. Quizá todo esto suene algo exagerado, pero es que la vida es así. Hoy estamos, mañana quién sabe. La verdad es que desde hace cuatro años me estoy tomando la vida un poco así. Ahora lo valoro todo más, lo siento todo más. Siempre vivo en esa misma incertidumbre. No sé qué tengo exactamente, sé que duele, sé que hay días que no puedo andar, que no puedo reír, pero no importa, porque valoro cada segundo que se me concede para seguir sintiendo que estoy vivo. Seguramente muera de viejo y después de dar mucho por saco. Lo tengo muy claro, pero eso no quiere decir que no vaya a valorar cada día como si fuera el último. Quiero sentir los abrazos mi mujer, de mi niño. Quiero reír con mis amigos, comerme mis super hamburguesas mega cerdas, escribir mucho, leer todavía más. Quiero viajar, quiero enfadarme, quiero sentir miedo, quiero sentir alegría. Al fin y al cabo, quiero sentir la vida. Para mí eso es luchar. Dejar de hacerlo es justo lo contrario. No tiene nada que ver con aceptar o no tu destino. Al fin y al cabo, es el que es. Me podrán decir que lo que tengo no es nada que seguiré luchando como hasta ahora, pero también me pueden decir lo contrario que mi punto de vista no variará lo más mínimo. Será raro el día que no se me vea con una sonrisa en la boca.

Ahora bien. Una cosa sí que quiero decir. Luchar no significa fingir que todo va bien. Es muy dado, a los enfermos, obligarles a sonreír cuando no les apetece una mierda. Que cada cual sea libre de sentir lo que le venga en gana. Si quiere sonreír, que lo haga, pero si quiere llorar, está en todo su derecho. Llorar no significa no sentir que se está vivo. Para nada, es parte de la propia existencia.

Y sí, ya te he soltado lo que quería. Seguramente si lo releo y lo re pienso, cambiaría muchas cosas escritas porque las he soltado sin más. Quizá me deje mucho en el tintero, no sé, pero es lo que ha salido y estoy satisfecho. Por otro lado déjame darte un consejo: vive. Vive cada segundo como si fuera el último. Aprecia lo que tienes, lo que has perdido, lo que tendrás. Todo forma parte de nosotros y nos hace sentir que estamos vivos. No lo olvides: vive.

Y ahora me dejaré de tanta penuria y tanta leche. Quería darte una muy buena noticia y hoy es el día.

"Como te he dicho, volveré en septiembre con un nuevo blog. Creo que te gustará, pero para eso tendremos que esperar algo."

Creo que ya muchos saben que pronto se publicará mi nueva trilogía. La podremos englobar dentro del género negro y en ella veremos la génesis como inspector —entre otras muchas cosas—, de mi personaje fetiche: Nicolás Valdés. Pues bien, los que me siguen también saben que he investigado mucho, muchísimo para ella. Me he metido en grupos de Homicidios de la Policía Nacional, he estado con inspectores, agentes, he estado en el propio Instituto de Medicina Legal para traer tres novelas lo más realistas posibles. Pues bien, fruto de esa investigación nació mi primer blog aquí, en Zenda. Ese blog, de título: Se ha desmitificado un crimen, fue un gran éxito entre todos vosotros. Os gustó mucho pues rompí muchos mitos que creíais ciertos (lo puedes leer al completo aquí). En abril, Leandro Pérez, en acuerdo con Arturo Pérez-Reverte, me propuso crear un libro con todo aquello. Me pareció una idea estupenda y me puse manos a la obra. Como quedaba algo corto, añadí todo lo que tenía sobre mitos y procedimiento real haciendo que saliera un libro del que me siento muy muy orgulloso. Es una pasada, ya verás. Será uno de los primeros libro que saldrá bajo el sello de Zenda (los otros por ahora son El prisionero de Zenda, de Hope ; Mujeres, de Jeosm, y Jodida Pavía, de Pérez-Reverte) y lo publicará, ni más ni menos, que ANAYA para 2018. Supongo que para principios, pero ya te iré contando más. Lo que sí te puedo asegurar es que te va a gustar mucho, pues tal y como hacía en el blog, me cargo de un plumazo ciertos mitos que se daban por ciertos gracias a la literatura y a la pequeña y gran pantalla. He intentado hacerlo de manera amena, sin entrar demasiado en tecnicismos, pero a la vez mostrando la realidad de cómo es una verdadera investigación de un crimen. Además, el libro se complementa con una serie de dossiers con “vida y milagros” de los peores psicópatas que ha dado la historia de España. Todo ello contado a mi manera. Ya te digo, como muestra el blog en sí, aunque no es ni una quinta parte de lo que saldrá.

Te mantendré informado.

Y ahora sí que sí. Todo tiene su fin, como te dije, y éstas van a ser las últimas palabras que escriba en este blog. No quería despedirme sin agradecerte los cientos de mails que he recibido, las enormes muestras de cariño y ese sentimiento de amistad que he generado contigo cada dos semanas. Gracias por haberme hecho sentir tan bien. Gracias por haberme dejado desahogarme contigo. Por haberte dado la chapa, como digo yo. Gracias por leerme. GRACIAS.

Como te he dicho, volveré en septiembre con un nuevo blog. Creo que te gustará, pero para eso tendremos que esperar algo.

Por lo pronto: vive.

Una última cosa:

Si quieres estar atengo a todas las novedades que voy soltando aparte, sígueme en Twitter. También puedes contarme lo que quieras en mi correo: BlasRuizGrau@hotmail.com. Respondo siempre aunque a veces me demore algunos días por mil cosas.

Nos leemos pronto. Cuídate. Vive.

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Blas Ruiz Grau

Blas Ruiz Grau (Rafal, Alicante, 1984). Informático y escritor. Auto publicó su primera novela (La verdad os hará libres) en 2012, con una buena acogida por parte de los lectores. Su segundo trabajo (La profecía de los pecadores, 2013) ya ha superado las 80.000 copias (papel y digital), obteniendo diversos números 1 en todo el mundo en las listas de los más vendidos de Amazon y Casa del Libro. Kryptos (2015), en apenas unas horas, se colocó número 2 en los más vendidos de Amazon y en muy pocos días alcanzó el número 1, hecho que se repitió hasta en una decena de ocasiones y en una larga lista de países. Un fenómeno de ventas con el que decidió donar todo su beneficio a la ONG Educo, que se encarga de dar de comer a los más pequeños. Al poco tiempo acabó fichando por Ediciones B. Pronto publicará dos nuevos trabajos. Su presencia en redes sociales, sobre todo en Twitter, es muy activa (@BlasRuizGrau).

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