El Imperio bláptico está en expansión en pleno siglo XXIII gracias a los avances tecnológicos, armamentísticos y a la potencia de su infantería modificada genéticamente. Está buscando conseguir la dominación mundial. Su avance parece imparable, pero toda opresión conlleva que surja una resistencia contra la misma. El capitán Alonso, Salah y otros compañeros de armas darán el paso de enfrentarse a un Imperio dominado por una gran corporación empresarial. Lo harán desde lugares dispares y lejanos, pero la lucha por su supervivencia hará que acaben uniendo esfuerzos para poder resistir el empuje imperial.
Zenda ofrece un adelanto de la novela Tiempos de infantería (Letrame), de Roberto Vaquero.
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—¿Qué pasa, Anamar? —dijo levantando la cabeza Salah. Alonso estaba cabizbajo mirando su taza de té, absorto en sus pensamientos.
—Ha llegado algo. —Mostró una bolsa marrón llena de sangre.
—¿Qué es eso? —preguntó mientras se levantaba.
Cogió la bolsa y pudo observar que en su interior había una cabeza de un bunchista al que habían sacado los ojos, cortado la lengua y arrancado las orejas y la nariz. En el interior de la cavidad bucal había una nota.
Alonso ya estaba de pie, desencajado, mirando la situación; callaba, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Salah sacó la nota de la boca del soldado decapitado. Tras leerla levantó la mirada encontrándose con la de Alonso.
—¿Y bien? —preguntó este.
—Nos retan a un duelo. —Dobló la nota y la metió en la bolsa que sujetaba Anamar—. Un tal capitán Whitaker nos echa la culpa de las acciones de ayer. Sus diez mejores hombres contra los diez mejores nuestros.
—Vale, acepto. —Se dio media vuelta y se fue hacia su zona del campamento.
—¡Alonso! —gritó Salah—. Estas cosas están prohibidas, los mandos…
—Me dan igual los de arriba —respondió girándose de forma violenta y andando de nuevo hacia Salah—. Voy a ir a ese duelo y le voy a arrancar la cabeza a ese Whitaker. —Tocó con el índice el pecho de Salah—. Y nadie va a detenerme.
—Vamos a ir —respondió el bereber sacando pecho.
—Tú no puedes venir, la lucha es contra soldados modificados. —Se dio la vuelta y comenzó a andar.
—¿Adónde vas, Alonso? —gritó abriendo los brazos.
—A buscar una cabeza de soldado bláptico —respondió sin girarse.
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Habían quedado a las ocho de la tarde en una explanada que había entre las trincheras, al este del campamento de Alonso. Diez contra diez, sin armas de fuego. El capitán estaba junto a nueve camaradas, con los exoesqueletos puestos, ultimando los detalles para ir al encuentro.
Salah llegó caminando con un uniforme negro típico de los bunchistas y con su cuchillo de combate a la cintura.
—¿Qué coño haces aquí, Salah? —preguntó Alonso con los brazos en jarra—. Tú no puedes venir, no estás capacitado.
—Alonso, cállate. —Sonrío crujiendo los nudillos de la mano derecha produciendo un sonoro chasquido—. Me he inyectado modificadores, no te voy a dejar solo.
—¿Que has hecho qué, pedazo de tarado? —preguntó extrañado.
—Lo que oyes, los mismos que los de la Confederación. —Se encogió de hombros—. Así que cállate y manda a uno de estos al campamento —continuó señalando con el pulgar hacia las tiendas.
Tras mandar a uno de los soldados al campamento, comenzaron a marchar hacia el lugar del encuentro.
—Este Whitaker está como una puta cabra —afirmó Alonso mientras mantenía el ritmo.
—Alonso, no te confíes…
—No lo hago, Salah. Solo te digo que este rollito me recuerda a los duelos que se hacían durante los asedios en los siglos XVI y XVII. Y que parece que se le ha olvidado a este imbécil que los más profesionales en esto eran los soldados de los tercios españoles y que nosotros somos de Madrid y él un puto guiri mutante.
—Yo no, ja, ja, ja.
—Tú eres como adoptado —Hizo una breve pausa mientras le miraba con falsa seriedad—, pero en general, ¿tu madre no te lo dijo?
—Qué tonto eres, Alonso, ja, ja, ja. —Fue terminar de reírse y el ambiente se tensó de golpe. Estaban ya en la zona del duelo y los adversarios estaban enfrente.
—¿Estáis preparados para morir, bunchistas? —gritó Whitaker levantando su cuchillo.
Iba acompañado de nueve goliaths, la nueva gama de soldados modificados blápticos, más grandes de lo normal. Whitaker estaba imponente con su uniforme y su tamaño superior.
—¡Cállate, cara salmonete! —Los bunchistas se desplegaron en grupos de dos—. Tienes cara de estar enfermo, ¿quieres que te sustituya otro soldado?
—¿Sabes acaso, imbécil, que los salmonetes son rojizos? —contestó seco, mirándolo con una mirada fría y lacerante.
—Bueno —respondió encogiéndose de hombros—, me refería a cara de salmonete enfermo.
—¡Argh! ¡Atacad! —gritó el capitán bláptico ciego de ira agarrando su cuchillo al estilo oriental.
Los goliaths atacaron en estampida con sus cuchillos, que eran mucho más grandes que los de los bunchistas, Whitaker se dirigió hacia Alonso. Los bunchistas que se habían dividido en parejas atacaban saltando, gracias a sus exoesqueletos, por encima del enemigo, haciendo que su carga no sirviera para nada. Debido a su falta de agilidad, los bunchistas pudieron eliminar a un par sin demasiada dificultad.
En una de las esquivas, un goliath agarró a un bunchista por una pierna y lo golpeó como si fuese un martillo contra el suelo partiéndole el cuello. La pelea estaba más igualada de lo que parecía.
Mientras tanto, Salah y Alonso tenían a que vérselas con Whitaker y un goliath que venían de frente. Salah corrió hacia el goliath, este apretó el paso y cargó con todas sus fuerzas. Salah hizo una voltereta evasiva la vez que cortaba con un golpe certero los tendones del pie derecho; el goliath cayó al suelo, Salah no lo dudó, fintó un ataque por la derecha que fue a bloquear el soldado bláptico con ambas manos desde su posición de rodillas, pero de un salto atacó por arriba en el medio. No le dio tiempo al goliath a rectificar, recibió un impacto claro con el cuchillo en el ojo derecho y cayó hacia atrás herido de muerte.
Alonso recibió un ataque frontal kamikaze. A pesar de que bloqueó la puñalada, esta llegó con tanta fuerza que impactó en su hombro. Alonso se echó hacia atrás con gesto de dolor, gritando y maldiciendo, intentando apartar a Whitaker con cuchilladas desesperadas mientras seguía retrocediendo.
Whitaker no le daba un segundo de receso. Alonso lanzó una patada al pecho a su oponente que lo hizo retroceder un metro, distancia suficiente para intentar algo temerario, lanzó su cuchillo, que impactó a Whitaker en el pecho. El capitán bláptico se echó hacia atrás con el brazo en el pectoral. El arma se había clavado, pero había errado por pocos centímetros a la derecha el corazón.
Pese a la gravedad de la herida, Whitaker, ciego de ira, volvió a la carga contra Alonso, ahora desarmado y con el brazo izquierdo inutilizado. Aun así, no retrocedió, gritó furioso y se lanzó al ataque.
Whitaker se tiró de cabeza a ensartar a Alonso; este, en vez de retirarse, intentó lanzarle un puñetazo. Antes de que el cuchillo entrara en su carne, algo se interpuso en su trayectoria. Era Salah, que bloqueó el cuchillo con ambas manos y evitó que Whitaker matara a Alonso. Comenzó a forcejear con él, pero el bláptico lo apartó con la izquierda y lo apuñaló en la clavícula; el bereber cayó al suelo agarrándose la herida.
Alonso golpeó en la cara a Whitaker, que cayó al suelo soltando el cuchillo, Alonso comenzó a patearlo sin atender a lo que le rodeaba. Los goliaths habían sido derrotados, solo quedaban tres bunchistas en pie, pero, de improvisto, soldados blápticos llegaron desde atrás. Habían violado su palabra.
Los supervivientes agarraron contra su voluntad a Alonso y a Salah e intentaron huir, pero era tarde, iban a ser liquidados por no ser previsores. Cuando todo parecía perdido, una descarga de láseres llegó desde unas posiciones cercanas cubriendo la retirada. Era la Guardia de Sohal. Salah, como todo buen hombre del desierto, había sido previsor.
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Autor: Roberto Vaquero. Título: Tiempos de infantería. Editorial: Letrame. Venta: web del autor.
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