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Te he escrito una carta - Zenda
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Te he escrito una carta

Ilustración: Juan Carlos Viéitez. “Yo también me he preguntado con frecuencia qué justificaciones dar a esa fe que profeso por el valor del Libro” Escribir es un trabajo, esté pagado o no. Partiendo de esto, la idealización de la escritura es la idealización del trabajo. La romantización de la mano de obra, el tiempo y...

Ilustración: Juan Carlos Viéitez.

“Yo también me he preguntado con frecuencia qué justificaciones dar a esa fe que profeso por el valor del Libro”

Las cartas tienen que ser largas, desordenadas y aburridas para quien no vayan dirigidas. También tienen que ser bonitas, porque bonito es el único adjetivo que no soporto cuando se habla de libros, pero en la intimidad de una carta se permite ir a lo fácil. Me gusta hacerlo bonito. Estoy pensando en una de las que te escribí después de leer Carta sobre el poder de la escritura (Periférica), en la cantidad de cosas sin sentido, que no vienen a cuento, que me gustan y robaré para textos como este.

Escribir es un trabajo, esté pagado o no. Partiendo de esto, la idealización de la escritura es la idealización del trabajo. La romantización de la mano de obra, el tiempo y la producción es peligrosa, porque de ahí también surge la idealización de nuestras propias ideas.

Escribir es un acto. Hacerlo es encerrar en libros, artículos o lo que sea aquello en lo que creemos con la intención de que sea tangible. Contradecir la santidad de los sentimientos que nos llevan a hacerlo convirtiéndolo en algo vendible. Es una variante de la taxidermia. Convertir esos sentimientos en una prueba material de su existencia. Hacer palpable lo que sobrevaloras de ti mismo. Escribimos para que nos lean, nos compren, nos vendan y nos vean como alguien que representa lo que los demás también son. Yo mismo quiero que me paguen por escribir. Porque es un trabajo. Actuar es un trabajo. Escribir es teatro*.

*Subrayo frases, párrafos y páginas de libros que me recuerdan a ti y las escribo en folios muy muy muy limpios —lo más limpios posibles— para pegártelos en la pared de tu cuarto, en la cocina o en la puerta del armario. Te los leo en alto con una mano en tus manos y la otra en el bolsillo. Te escribo cartas que imprimo y encierro en una especie de librito que te regalo para que me veas como yo me veo. Para que te veas como yo te veo. Porque no sé hablar y escribir no es hablar. Al final lo que intento hacer es engañarte de una forma diferente a la que estamos acostumbrados. Hacerte creer que soy diferente porque busco una forma que no conozcas de decir que te quiero.

***

Escribir es todo lo contrario a vivir. Si acaso revivir ciertas cosas con la intención convencer a los demás de la importancia de lo que hemos vivido. Dotarlas de un peso impensable para el resto. Que nuestra vida se convierta en la suya. Escribir es obligar a quien lo lee a vivir con lo ajeno. No hay que elegir entre una de las dos cosas porque no se está atrapado en esa dualidad sino en la sensación de estar forzándola.

Claude-Edmonde Magny (Edmonde Vinel) enfrenta la escritura con la persona. Dota a la escritura de un estado de poder equiparándola a la pureza de quien lo hace. Pero desprenderse de uno mismo es imposible. Nadie escribe saliendo de sí mismo, por lo que nadie es digno de la idea de escritura que ella plantea. Pero da igual, porque seguirán escribiendo y su carta solo es una excusa para escribir una carta.**

Incluso la crítica es mentira aún siendo más fácil, porque apropiarse de una obra para escribir sobre ella no es más que proyectar lo que ya se ha proyectado. Si bien hay cierta lógica en la idea de desprenderse de uno mismo viéndola como hacer teatro, conseguir extrapolar lo que escribes es fingir que ya no estás siendo egoísta. Ya has engañado a la gente: eres escritor. Soy escritor aunque sea para una o dos personas, porque ya estoy mintiendo. Estoy escribiendo en presente cosas que ya no me pasan.

**Te persigo por el pasillo con un libro en la mano mientras te digo que leas esta parte. Me estoy riendo de emoción y doy saltos poniéndote el libro abierto a la altura de los ojos. Te intento leer La Frase con la que casi lloro con una mano en el libro y otra en el móvil intentando hacer una foto para enviártela por Whatsapp y que no se nos olvide nunca. Para que la veas como yo la veo. Porque no me gusta leer en alto a pesar de que no paro de hacerlo.

***

El que escribe no quiere que cambie el mundo si no lo hace él mismo. Hace de lo que le parece trascendente palabras que lo conviertan en verdaderamente trascendente. Se sobrevalora tanto que cree que lo que vive es importante. Y si hay que mentir para que, al menos, lo parezca, lo hace. Ni esoterismo ni exoterismo, no se puede convertir un acto en magia****. No hay secretos inexplicables ni verdades absolutas que divulgar. Se ha dotado a la escritura de un poder inexistente. No revive nada ni a nadie, pero puestos a mentir podemos hacerlo también con nosotros mismos.

****Te envío una foto de un libro de un autor de un país en el que nunca hemos estado. Sale un gato en la portada y eso te hará contestarme con un sticker de gatos. Te digo que te lo voy a comprar pero en realidad lo quiero leer yo. Te envío un audio pronunciando fatal el nombre del autor y leo la contraportada bajito. Porque la librería está llena y la pareja que tengo a la derecha me está mirando raro. Lo compro y pienso en lo que voy a subrayar, voy a copiar y voy a pegar por tu casa mientras te persigo leyendo en alto. Con las manos en tus manos.

No soy capaz de escribirte algo sin sentirme un mentiroso. Estoy contando cosas que no dicen nada porque lo hago con la idea de que el simple hecho de hacerlo ya es valioso. Lo siento. Prefiero fregar los platos o tender la ropa porque ahí mentir es imposible. El estropajo, el agua, el jabón y las pinzas no saben mentir.

Me encanta escribir pero no quiero engañarte por eso te he vuelto a escribir una carta arriesgándome a que todo se rompa —recuerda que estoy escribiendo en presente el pasado—.

Aquí teatro es te quiero y las palabras son manos. 

Ahora mírame y dame un beso, que lo he hecho muy bien. Lo he hecho bonito.

***

Escribir es mentira, pero solo a veces.

“Algo en mí se aflige en silencio, y solo se calma ante las pruebas materiales de su actividad”

—————————————

Autor: Claude-Edmonde Magny. Traductora: María Virginia Jaua. Título: Carta sobre el poder de la escritura. Editorial: Periférica. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Adrián Fauro

Adrián Fauro (Alicante, 1994). Periodista cultural. Cocreador de Poscultura. Publico donde me dejan.

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