La escritora argentina, autora del exitoso ensayo El fin del amor: Amar y follar en el siglo XXI, Tamara Tenenbaum, vuelve con su nuevo libro Todas nuestras maldiciones se cumplieron (Seix Barral, 2021), en el que revisita su pasado judío y pone el foco en la importancia que tuvo para ella vivir rodeada de mujeres.
El relato de su vida presente en este libro también le permite abordar temas como la maternidad, la sexualidad, la independencia juvenil y la ruptura simbólica a los 12 años con un mundo que la asfixiaba, aunque la también filósofa y feminista (Buenos Aires, 1989) asegura que nunca lo sintió realmente como una ruptura. «Yo me fui del mundo judío a los 12. Me ayudó mucho mi madre, porque obviamente no lo podría haber hecho de otra manera a esa edad. Pero yo desde chica supe que no quería vivir ahí. Cuando me preguntan «¿cuándo dejaste de creer en Dios?», yo nunca creí en Dios. No tengo ninguna memoria de creer en Dios», menciona. Y agrega que ella siempre pensó que estaba «atrapada» en esa vida y que se iba a ir en cuanto pudiera. «Y ni bien pude me fui, y no sentí ningún tipo de duelo ni ningún tipo de remordimiento, ni ningún tipo de nostalgia, nunca. Ahora me divierte revisitar ese mundo y encontrar cosas, pero nada interesada para volver«.
Para lo que sí le interesa esa vida pasada es para alimentar una serie basada en su ensayo El fin del amor, en el que Tenenbaum se adentra en el mundo de los afectos para ofrecer un análisis minucioso de las subjetividades que gobiernan las relaciones. Sin embargo, cree que la trama audiovisual tiene mucho más de este nuevo libro que del anterior. «Es básicamente mi vida, mis hermanas, mi familia, mis amigas. Es más el mundo de esta novela», sostiene.
En esta nueva obra, la escritora también reivindica la importancia de los pequeños momentos, esos que parecen «irrelevantes» y que se quedan «en la sombra», pero que marcan la vida de las personas.
«Contar una vida es siempre eso, un montón de fragmentos que parecen irrelevantes y donde no está tan claro lo que es importante y lo que no. Porque de hecho, parte de lo que quiero contar de esta novela es que los eventos más importantes a veces están en la sombra. Las muertes, las peleas familiares grandes a veces son sombras que se proyectan sobre una cotidianeidad más chiquitita donde todo eso se ve. Pero no necesariamente tienen que estar en el centro de la escena para ser importantes», afirma.
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Algunos de esos vitales momentos del tránsito de la infancia a la madurez que la autora mira ahora con detalle se han convertido en capítulos del libro. Fragmentos que aunque parecen no estar estructurados de manera lineal, sí están conectados entre sí. «Es difícil, pero yo sentí que esa estructura y esa forma reflejaba más lo que yo quería decir sobre la literatura y sobre la novela y sobre mi propia historia también», agrega.
Uno de esos momentos cotidianos es precisamente el que le da el nombre al libro y en el que recrea una escena en la que ella se niega a que su madre le quite los piojos cuando era niña. «Todas nuestras maldiciones se cumplieron: tuve piojos hasta muy grande (…). Se los pasé a todos mis novios y a los no-novios también. Mamá nunca se casó. En nuestro paquetito de desgracias entró la bendición de Dios: hace poco cobramos la indemnización por el atentado a la AMIA, en el que murió mi papá. Mamá, mis hermanas y yo somos ricas. Las únicas ricas de la familia», cuenta en el primer capítulo.
Tenenbaum confiesa que sus próximos libros ya no abordará su vida personal. «En la serie voy a tener que seguir con el tema, pero en la literatura no. Siento que por diez años ya exprimí todo lo que podía, ya di todo lo que podía dar de ese mundo y ya ese mundo me dio todo lo que me podía dar. Hay que dejarlo en remojo», zanja.
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