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Tal para cual - David Bowman - Zenda
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Tal para cual

Disney falleció hace cinco o seis décadas, mas no por eso dejó de producir, y Scorsese es el Cecil B. DeMille del siglo XXI, pese a que en sus películas no se manifiesta Dios. Tampoco hace falta: lo suple el click de los Zippo, omnipresente por encima del ñam-ñam de las palomitas. “¿Por qué suena...

Coinciden estos días en la prensa dos cineastas sin nada que ver entre ellos. Aparentemente, al menos. Walt Disney, cuya productora cumple cien años, y Martin Scorsese, que estrena nueva película.

Disney falleció hace cinco o seis décadas, mas no por eso dejó de producir, y Scorsese es el Cecil B. DeMille del siglo XXI, pese a que en sus películas no se manifiesta Dios. Tampoco hace falta: lo suple el click de los Zippo, omnipresente por encima del ñam-ñam de las palomitas. “¿Por qué suena tanto ese mechero?”, se preguntaba en voz alta un celebrado crítico de los noventa en mitad de una proyección. “Estamos en el cine”, aclaraba, “no en un anuncio de mecheros”. Un fan de Scorsese le respondía desde las butacas de club. “¡Maricón!”. En la nueva película del pequeño gran hombre italo-americano no tendremos, al menos, ese problema: la acción transcurre en una época anterior a los Zippo, así que esta vez los enganchados al manierismo no podrán disfrutar del emblemático click que en su día popularizaron soldados, hippies y rockers estadounidenses (ni extasiarse con el brillo restallante de las carrocerías de los Mercedes y los Porsche, que obliga a los personajes de Scorsese a usar las raibán incluso de madrugada). Es previsible que a cambio reciban unas buenas dosis de murmullo de la brisa en el desierto y sean testigos de vistosas masacres, ya se verá.

"Si Disney ha seguido viviendo después de muerto se debe a que su productora supo mantenerse fiel a la anti-estética establecida por el Fundador, que se resume en rellenar con mermelada hasta el pollo frito"

Si Disney ha seguido viviendo después de muerto se debe a que su productora supo mantenerse fiel a la anti-estética establecida por el Fundador, que se resume en rellenar con mermelada hasta el pollo frito. Martin Scorsese, por su parte, se ha pasado la vida rellenando sus películas de planos, cuantos más mejor, y en vez de la sala de montaje parecen salir de la cabina de realización de un evento deportivo: fatuas e hinchadas. Y es que una película no es mejor por llevar más planos. Llamar director de cine a Scorsese sería hacer un flaco favor a los Raoul Walsh de la vida, a los George Marshall, Henry Hathaway, John Ford, William Wellman y Howard Hawks, la generación que, cabalgando entre el mudo y el sonoro, se sacó de la manga el cine comercial americano a base de convertir la economía en arte: si podían resolver con dos planos, no metían diecisiete. Fieles a las enseñanzas de los viejos maestros, sus sucesores —no sé, Clint Eastwood, Woody Allen, Peter Weir o Ridley Scott, por ejemplo—, usan con firmeza la brida, conducen ellos sus cabalgaduras y nunca permiten a sus películas desmandarse y correr sueltas por el campo.

"Cada uno en su estilo, ambos practican una suerte de recargamiento ilimitado que se resume en cuanto más, mejor, sin límite ni vergüenza"

Scorsese es un realizador de televisión desubicado; Walt Disney, el inventor de una especie de blandenguería que ha terminado sustituyendo la expresión artesanal y genuina del sentimiento por una cadena de producción similar a la de los salchichones. Ternura prêt-à-porter, siempre igual de acaramelada y relamida y que en su momento, cuando él se encontraba entre nosotros y se ocupaba personalmente, dio al menos La dama y el vagabundo (el titulito se las trae), Peter Pan, Blancanieves o El libro de la selva, pero que una vez desaparecido el Maestro se ha entregado con armas y bagajes a los edulcorantes industriales y otros espantos que atentan contra los jugos gástricos del alma. Pienso en La sirenita, Pocahontas o ese horror de los horrores que es La bella y la bestia (otro título demente y que, si existía ya al margen del cine, quedó corrompido, tanto en el cine como fuera, una vez que hubo pasado por las azucaradas manos de los herederos de Disney).

La verdad es que Disney y Scorsese tienen bastante más que ver entre ellos de lo que pudiera parecer. Cada uno en su estilo, ambos practican una suerte de recargamiento ilimitado que se resume en cuanto más, mejor, sin límite ni vergüenza: a cascoporro y a morir por Dios, venga densidad, venga desmesura, venga exceso, falla y mascletà hasta que se indigeste el espectador (y si revienta, se le entierra y a otra cosa: la industria del entretenimiento está llena de digestiones pesadas, hígados derretidos y toda clase de víctimas sumergidas en crueles montañas de delirio barroco. Pero ése es otro tema y lo dejaremos para otro día, que se hace tarde y mañana habrá que madrugar). Boas noites, rapaces. Y sentidiño. A cascoporro.

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David Bowman

Autor de una novela, Juana La Maliciosa, y de otra en fase de preparación que, Dios mediante, se titulará Libre, David Bowman es, sobre todo, un personaje de las novelas que él mismo escribe. Nacido en Edimburgo hace ya una porción de años, aunque ni él mismo sabe cuántos, ejerce de profesor en la Cahill University. El astronauta de su mismo nombre, desparecido en el espacio en 2001, era primo suyo.

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Josu
Josu
1 año hace

Muy de acuerdo con todos tus argumentos sobre la película. Me encuentro en el bando de los fascinados. También se acusó a Matt Damon de una interpretación plana en la película dirigida por De Niro ‘El Buen Pastor’ (2006), sin apreciar que el personaje requería una frialdad extrema y plana para remarcar bien el contraste de en lo que se convierte al final de la misma.
Gran artículo.

Deckard
Deckard
1 año hace

Hombre. Cuando dicen «De Niro hace de De Niro», no es lo mismo que cuando Messi hace de Messi o Nadal de Nadal. Se supone que lo que quieren decir es que De Niro es actor y, como tal, se ha acostumbrado demasiado a actuar «como de carril»y ya no es como al principio de su carrera en el que era de un camaleonismo que asustaba. Pero vamos, que estoy de acuerdo en casi todo contigo. Lo de la duración sí que es verdad. Scorsese se ha adaptado al formato miniseries. Yo no lo veo como un problema en este caso, aunque en «El Irlandés» quizás sí. El streaming ha impuesto otros formatos más extendidos precisamente en el momento en el que la capacidad retentiva de las nuevas generaciones es mucho menor por las posibilidades infinitas que ofrecen las pantallas táctiles y las redes sociales. Y por eso algunos se quejan. Las posaderas de las generaciones anteriores quizás estén más preparadas ante este tipo de «desafíos.»

Carlos
1 año hace
Responder a  Deckard

Eso que dices de la actuación se llama maquetear.

Carlos
1 año hace

No comparto toda su fascinación pero es muy bueno el artículo. No toco por ejemplo la lentitud de muchos episodios que la hacen aburrida. No veo el Oscar para Dicaprio más lo merece Openheimer.

Eduardo Expósito Rodríguez
Eduardo Expósito Rodríguez
1 año hace

Menuda colección de disparates. Como decía el difunto Carlos Pumares una película es buena o mala si es entretenida o aburrida. Ya cuente el drama de los indios Osage o las aventuras de Mary Poppins. Y esta peli es un latazo tremendo. Con un final disparatado impropio y ridiculo. Con un De Niro insoportable como casi siempre.(Acabo de caer que él es lo peor del Padrino II). Una peli que pese a ser desagradable no evita el aburrimiento lo que normalmente no ocurre, pues a fuerza de pasarlo mal a veces se pasa el rato. Con un tema parecido, es mil veces mejor «Arde Missisipi» donde se da algún respiro al espectador y cuenta con ese actor que lo borda de malo y sube al cielo cuando hace de bueno: Gene Hackamn. Di Caprio hace de animal transtornado y no da para aguantar un protagonista tan pesado, pelmazo e incomprensible. Si es real alguien así da igual, las pelis no estan para reflejar hechos reales, es una limitacion a la imaginación, para eso veo un documental de crímenes y de entierros. Entierros sobran aqui. Eso sí, hay una escena genial del católico Scorssese: la de la logia. Impagable.

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