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Syd Barrett sigue sin enterarse de nada - Zenda
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Syd Barrett sigue sin enterarse de nada

Por el momento, puede que Syd crea estar en la cara oculta de la Luna. En realidad, está en Cambridge, en casa de su madre, pero ha dejado de enterase de las cosas. Puede que haya alcanzado cierta quimera de los consumidores de drogas. El “fije definitivo”, lo llamó William S. Burroughs en la correspondencia...

Otro veinticuatro de marzo, el de 1973, hace hoy cuarenta y nueve años, Syd Barrett no sabe muy bien dónde se encuentra, mientras Pink Floyd, la banda que él fundó y hasta dio nombre, se dispone a publicar en el Reino Unido The Dark Side of the Moon. Ojalá estuvieras aquí (1975) será el título del siguiente álbum de la formación y estará dedicado a Barrett, dirán los comentaristas musicales.

Por el momento, puede que Syd crea estar en la cara oculta de la Luna. En realidad, está en Cambridge, en casa de su madre, pero ha dejado de enterase de las cosas. Puede que haya alcanzado cierta quimera de los consumidores de drogas. El “fije definitivo”, lo llamó William S. Burroughs en la correspondencia mantenida con Allen Ginsberg, cuando, en 1953, Burroughs viajó a los más remotos rincones de Perú en busca de la ayahuasca, un alucinógeno que, se supone, agudiza la percepción de los colores, la imaginación y los poderes telepáticos.

"Hay veces, sostiene el propio Huxley, que la percepción se dispara hasta hacerse sobrecogedora, y las impresiones sobrepasan a quien las experimenta"

Los jóvenes que escuchan a Pink Floyd, puestos a dar una nueva dimensión a sus canciones —a menudo suites con varios movimientos, recuérdese Atom Heart Mother (1970)—, juegan como si tal cosa con la alteración de los procesos de la conciencia, y a eso que dice Burroughs lo llaman sencillamente el “colocón definitivo”. Pero “el colocón”, por seguir con su lenguaje, acabará siendo un “cuelgue, una vida quemada en un instante de juventud rabiosa. Casi todos recordarán a un amigo —y no digamos si fue una novia— que como Syd Barrett se quedó imaginando colores imposibles, a ver si daba con alguno nuevo, y así, sin hacer otra cosa, hasta el fin de sus días.

A buen seguro que cuando Aldous Huxley, que tanto supo de esto en sus transportes con mescalina, escribió Las puertas de la percepción (1954) no pensó en que cuando Syd Barrett las traspasase nunca iba a saber cómo cerrarlas y encontrar el camino de regreso. Hay veces, sostiene el propio Huxley, que la percepción se dispara hasta hacerse sobrecogedora y las impresiones sobrepasan a quien las experimenta.

"Por primera vez en la historia, una generación concibe las drogas, algo que tiene tan poco que ver con la libertad más inmediata, la de poder levantarse y hacer las cosas que ocupen la cotidianidad de cada uno, como sustancias liberadoras"

Ése debió de ser el caso de Syd Barrett. Cuantos asistieron a los desvaríos de sus últimos conciertos en el año 70 aseguran que los alucinógenos le hicieron perder la cabeza. De modo que tal día como hoy, de hace cuarenta y nueve años, no sabe que The Dark Side of the Moon, que en Estados Unidos lleva vendiéndose desde el día primero, va a ser el álbum con el que Pink Floyd dejará de ser una de las formaciones más representativas del rock psicodélico para convertirse en una de las más destacadas y populares del rock sinfónico. Todo un fenómeno de masas de los años 70. Rosemary, su hermana, quien cuando muera la madre de ambos será la que cuide a Syd hasta el final de sus días, sí que barrunta algo.

La etapa de Barrett —quien llamó así a la formación en honor a Pink Anderson y Floyd Council, dos bluesmen proscritos— para los primeros seguidores de Pink Floyd siempre será la preferida. No en vano discurre por varios de los grandes títulos del rock psicodélico: Arnold Layne, See Emily Play, Astronomy Domine, Interstellar Overdrive… Piezas todas ellas que, incluso estando sereno, sin haber traspasado las puertas de la percepción, emocionan igual en nuestro nefasto tiempo que hace cuarenta y nueve años.

El que hoy vive el gran Syd sin enterarse de nada es uno de los nuevos momentos estelares de la humanidad, porque sintetiza un hecho insólito y sin precedentes. Por primera vez en la historia, una generación, mayoritariamente, concibe las drogas, algo que tiene tan poco que ver con la libertad más inmediata, la de poder levantarse y hacer las cosas que ocupen la cotidianidad de cada uno, como sustancias liberadoras. Incluso las víctimas venideras de la toxicomanía se darán a ella por su embriaguez, por la autodestrucción que procura o por ambas cosas, pero no por liberación alguna. Ése fue el caso de Amy Winehouse, por citar, de los últimos ejemplos, uno de los más conocidos.

"En el 75, mientras Pink Floyd grababa su nuevo álbum, Syd se presentó en los estudios de Abbey Road donde se estaba llevando a cabo. Apenas fue capaz de pronunciar palabra alguna"

“He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”, escribe Allen Ginsberg en los versos más conocidos de Aullido (1956). “Negros al amanecer buscando una dosis furiosa”. Cuántos de los de entonces, de los días de Pink Floyd, del cuelgue de Syd Barrett y de la concepción de las drogas como sustancias liberadoras no habrán recordado el poema de Ginsberg al cabo de los años, tras descubrir, finalmente, que la embriaguez es mentira, que lo único cierto son las pesadumbres de las cosas.

En el 75, mientras Pink Floyd grababa su nuevo álbum, Syd se presentó en los estudios de Abbey Road donde se estaba llevando a cabo. Apenas fue capaz de pronunciar palabra alguna. Tenía la cabeza rapada hasta las cejas y aquellos aún eran los días del pelo largo —hoy los recuerdos del pelo largo (Burning)—. La impresión que causó a sus antiguos compañeros, que nunca le olvidaron, fue tan tremenda que nació el Wish You Were Here.

A instancias de varios de los grandes de la escena del rock británico —Pete Townshend, Kevin Ayers, David Bowie…— pudo volver al estudio. No grabó más que acordes desafinados y otros desvaríos. En el 82 intentó dejar la casa de su madre y volver a instalarse en Londres. Fue superior a sus fuerzas. Regresó andando a Cambridge, unos ochenta kilómetros.

Desde que perdió la cabeza en el 70 hasta que se lo llevó la Parca en 2006 a consecuencia de un cáncer, Syd Barret se dedicó a la pintura en un intento de plasmar sus alucinaciones. Triste suerte para uno de los grandes del rock psicodélico. ¡Larga vida al rock en todas sus manifestaciones! Así se escribe la historia.

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Javier Memba

Tintinófilo, escritor y periodista con casi cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978–, Javier Memba (Madrid, 1959) es colaborador habitual del diario EL MUNDO desde 1990. Estudioso del cine antiguo, tanto en este rotativo madrileño como en el resto de los medios donde ha publicado sus cientos de piezas, ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción–La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008). Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014), un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, es su última publicación hasta la fecha. Blog El insolidario · @javiermemba

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Manlio
Manlio
1 año hace

Javier: Necesitas leer mas. Barret no estuvo en TDSOTM ademas Confortably Numb es un tema de Waters Gilmour.

Gedeon
Gedeon
1 año hace
Responder a  Manlio

Y tú, Manlio, tienes que aprender a leer mejor. ¿De dónde sacas que el autor del art´ículo dice que Sid Barrett -que hasta lo escribes mal, es con doble «t» final-, estaba en Pink Floyd cuando la publicación del «The Dark Side of the Moon»? Lo que se afirma es que con aquel álbum de 1973 se inició la popularación de la banda, no que Barrett permaneciese en ella. Como es sabido, la había abandonado en 1968, tras la aparición de «A Saucerful of Secrets».
Y «Confortably Numb», por otro lado, es un tema de Gilmour -el sustituto de Barrett- antes que de Waters. Por eso Gilmour está acreditado el primero en la autoría de la canción. Por lo demás, no pones ni un punto -y la correspondiente mayúscula en la palabra siguiente- o siquiera una coma, para separar las dos frases que, es de suponer, integran tus dos reproches.
Lo dicho, tienes que aprender a leer y escribir mejor antes de venir aquí -ampar´ándote en el anonimato- a denostar un artículo reprochándole inexactitudes que no existen.

Pacho
Pacho
1 año hace

Error grande como una casa. En El lado oscuro de la Luna ya no estaba Syd Barrett. A partir de ahí, dejé de leer.

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