Leer es viajar en el tiempo, en el tiempo y en el espacio. Todos lo sabemos. Cuando leo Super López, que tanto me gustó de niño, o no tan niño —yo calculo que tenía unos catorce años—, vuelvo a aquel tiempo. Los lectores me comprenderán. Algo muy parecido había sugerido Fernando Savater en La infancia recuperada, que ya cité en mi anterior artículo sobre Astérix, aunque él se refería a libros de una etapa un poco posterior, como los de Verne o La isla del tesoro, de Stevenson, que asimismo han inspirado muchos cómics. Yo La isla del tesoro, por ejemplo, la conocí como cómic, y La vuelta al mundo en 80 días, también, ambos excelentes por cierto.
Volver a Super López es volver a momentos felices, o tal vez no tanto, pues ya sabemos que toda vida tiene un desarrollo en el que no faltan momentos malos, pero la memoria, con su magia, suele retener más bien lo bueno. Calculo que lo leí con catorce años, aunque alguna historia, como El señor de los chupetes, la leí antes. Yo era lector de otros libros, no de viñetas, como tantas veces he escrito ya, pero debía leer estos cómics también. Recuerdo una época de mi vida en que brilló Super López, en que lo admiré, la factura de estos libros, y me hizo muy feliz.
Las sensaciones que tengo al volver a leerlo son muy positivas. Evidencian que he cumplido muchos años, pero al mismo tiempo de que sigo siendo el mismo. El mismo y diferente. Como me ocurrió recientemente con Astérix, al regresar a casi todos sus álbumes, muchas veces recuerdo casi el momento en que leí muchas de estas historias.
¿Qué me llama más la atención hoy? Me parecen muy divertidos y me maravillan los dibujos. A medida que pasa el tiempo, y en los álbumes más modernos que tengo yo, sobre todo, la calidad del dibujo me parece muy grande. Esa calidad me daba la impresión de que iba aumentando conforme pasaban los años. Es decir, cada vez me parecían mejores, sobre todo en los dibujos. Esto según lo que puedo recordar, porque ahora he revisado lo que tengo pero no he podido leer todo lo que me gustaría. Sin embargo esta revisión ha sido suficiente para hallar mucho de lo que disfruté antaño, y también algo más. Esta nueva lectura me ha enriquecido como lector de Super López, yo diría que como admirador de Super López, y de Jan, su maravilloso autor.
Y es que el placer y la diversión siguen ahí, pero quizá se hayan modulado. Ahora río y sonrío muchas veces. Me pregunto por cómo cambian los libros según la edad en que los leemos. Cambiamos nosotros, pero también los libros. A veces no los leemos, y ellos van cambiando en silencio, viviendo su particular vida.
Jan los sigue haciendo, me dice mi librero de El Desván del Libro, en Madrid. En Wikipedia leí que Jan había declarado que iba a dejar hacer los álbumes, pero mi librero dice que sigue haciéndolos. Ojalá sea así; eso significa que me están esperando en alguna parte, a mí y a muchos otros, niños y mayores.
Yo pensé que tenía muchos, pero me debe faltar mucho igualmente. En su momento debía de tenerlos todos, o muchos, con tres “superhumores”, y luego he comprado algo más, pero debo estar muy lejos de estar al día.
¿Qué me gusta, qué me atrae de Super López? La maestría del dibujo, los detalles —en este sentido del detalle sobre todo sus libros más modernos—.
Estos libros se pueden “leer” viendo los dibujos, sólo viéndolos, es decir, se puede verlos, efectivamente, de lo buenos que son los dibujos, insisto. Para mí tienen una gran calidad que va más allá de que te gusten o no el personaje y sus aventuras, de que te caiga mejor o peor. Para mí el dibujo de Jan, que ya digo que yo creo que mejora con el tiempo, o por lo menos, hasta donde yo lo dejé, hasta donde llegué, es magnífico.
Por supuesto me atrae mucho de estos álbumes lo divertidas que son las historias. Te ríes mucho con ellas. Están muy bien pensadas, documentadas, ejecutadas. Son cómicas, pero también son serias, y aquí podríamos decir algo más sobre esto. El juego que da la parodia.
La parodia en literatura es fundamental. Qué es Super López sino una especie de Don Quijote, que era la parodia de un caballero andante, sobre todo Amadís de Gaula, como Super López lo es de Superman. Pero, cuidado, Super López es parodia y no es parodia. Es humor y es verdad. Es un personaje paródico pero realmente tiene poderes, muy parecidos a los de Superman.
Tiene una auténtica capacidad para encarnar el bien y la lucha contra el mal, aunque casi siempre lo encontramos teñido de comicidad. Por eso yo recuerdo que cuando lo leía de niño lo hacía como si los libros de Super López fueran al mismo tiempo cómicos y serios. Igual ocurre cuando leo Don Quijote, que para mí sigue siendo un héroe, loco extraño, loco sublime, y por ello el más sublime y extraño de los héroes que conozco. Quizá el mejor.
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