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Submarino - Zenda
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Submarino

El submarino del capitán Trama ingresó en el puerto de Norfolk bajo una niebla ominosa. Su misión secreta consistía en participar de una guerra ficticia. Fue recibido por altos oficiales de esa base naval y quedó al cuidado logístico del USS Canopus, un buque que abastecía a otros cinco submarinos clase Los Angeles. Gustavo Trama...

El submarino del capitán Trama ingresó en el puerto de Norfolk bajo una niebla ominosa. Su misión secreta consistía en participar de una guerra ficticia. Fue recibido por altos oficiales de esa base naval y quedó al cuidado logístico del USS Canopus, un buque que abastecía a otros cinco submarinos clase Los Angeles. Gustavo Trama y sus hombres fueron alojados en tierra y agasajados bajo las usuales normas de la fraternidad del mar. El ARA San Juan había zarpado el 17 de febrero de 1994 desde Mar del Plata y estaba ahora en el Atlántico Norte por una única razón: la flota más poderosa del planeta utilizaba desde hacía décadas submarinos nucleares, y quería probar su sistema de detección y su capacidad de maniobra frente a una nave convencional. Acaso la leyenda y el prestigio del ARA San Luis hacían más interesante todo el operativo: aquel otro submarino diesel-eléctrico con torpedos filoguiados, primo mayor del San Juan, había vuelto literalmente locos a los tripulantes de la Royal Navy durante la guerra de Malvinas, y su derrotero era estudiado con admiración.

"En una sala de situación, Trama y los demás guerreros de la base de Norfolk fueron anoticiados acerca de la batalla estratégica y psicológica que daría comienzo cuanto antes."

Trama llegaba a esas fechas con vasta experiencia. Había encontrado su vocación en el cine clásico de Ford, Fuller y Powell. Y se había sometido a esa escuela extremadamente rigurosa: años después él mismo ejercería allí como instructor de submarinistas y buzos tácticos. El oficio no es para cualquiera. En cuanto un aspirante ejecuta el “escape del submarino”, dentro de un tanque de agua y a través de una escotilla, se descubre si verdaderamente posee la fibra necesaria para emprender esa épica. Es una prueba crucial, que prefigura una vida de navegaciones largas y espacios cortos, poco recomendable para los impacientes, los expansivos, los conflictivos y los claustrofóbicos. Un viejo chiste asegura que la Marina se divide entre los submarinistas y los que no pudieron serlo. En el bautismo del ARA San Juan tocaron la marcha Viejos camaradas, que frasea: “Tanto en la necesidad como en el peligro, siempre manteniéndonos juntos”. Ese himno también alude a la filosofía pragmática del “hoy es hoy”, porque así es “la vida del guerrero”.

En una sala de situación, Trama y los demás guerreros de la base de Norfolk fueron anoticiados acerca de la batalla estratégica y psicológica que daría comienzo cuanto antes. Partirían de una hipótesis territorial, el desembarco militar bajo presunto fuego hostil y el rescate de imaginarios rehenes que mantenían prisioneros en una embajada inexistente. Habría dos equipos: uno azul, que concentraría a la Segunda Flota, encargada de la recuperación, y uno rojo, que haría las veces de enemigo y trataría de impedir esas acciones. Los azules corrían con obvia ventaja: más de treinta unidades de línea, incluidos dos portaaviones, destructores, submarinos, buques logísticos y la nave Comando, el USS Mount Whitney. Los rojos, que tenían la orden de esconderse y atacar, eran sólo tres fantasmas sumergibles; el San Juan estaba entre ellos. El ejercicio debería efectuarse en áreas de diversa profundidad, y Trama pensó íntimamente que se trataba de una cacería y que la mejor tecnología del mundo los buscaría para batirlos o neutralizarlos. Una ejercitación de semejante complejidad es mucho más que un juego: está en cuestión el orgullo y se vive como una guerra real.

"En zona de submarinos nucleares una colisión bajo el agua puede tener una dimensión extraordinaria."

El San Juan se sumergió al este del cabo Hatteras y se lanzó a la aventura de no ser descubierto y de lastimar a la US Navy. A partir de entonces hubo a bordo silencio mortal y alerta constante. Los azules lanzaban desde el aire sonoboyas y los helicópteros rastrillaban con prismáticos y sonares la zona operacional. La embarcación argentina se cruzó con un submarino azul, que no llegó a detectarla, y más adelante se metió entre varios pesqueros y navegó a plano de periscopio haciendo creer a todos que era uno de ellos. Esas jugadas son riesgosas: en zona de submarinos nucleares una colisión bajo el agua puede tener una dimensión extraordinaria, y las redes de pesca pueden malograr el ardid y causar accidentes fatales.

"En un combate real, Trama habría disparado un solo torpedo: a esa distancia no hay forma de fallar, lo hubiera hundido de inmediato."

Durante jornadas de insomnio y atención completa, en situación de combate, el San Juan fue completamente invisible. Llegó a cursar tres días sin hacer snorkel, escuchando el acecho de los aviones, los helicópteros y los distintos barcos azules. Hasta que ubicados en una nueva área de patrulla, de pronto el sonarista le comunicó a Trama rumores acústicos inequívocos. Esta vez no se trataba de simples incursiones; la mismísima Segunda Flota del Atlántico Norte parecía encontrarse a pocas millas náuticas. Con los instrumentos, el capitán confirmó la presunción y concluyó que venían directamente hacia ellos; ordenó entre susurros avanzar también a su encuentro, pero con rumbo oblicuo. Todo indicaba que los destructores estaban formando una cortina protectora en la vanguardia. Frecuentemente, eso significa que protegen en el núcleo al buque comando. Trama bajó la velocidad a tres nudos, especulando con la corriente, y dejó que los destructores lo pasaran por encima sin sospechar nada. Atravesó así la cortina, ordenó emersión a plano de periscopio y divisó el centro mismo de la formación a unos cinco mil metros. Se trataba efectivamente del USS Mount Whitney.

En un combate real, Trama habría disparado un solo torpedo: a esa distancia no hay forma de fallar, lo hubiera hundido de inmediato. Lo que hizo esta vez fue tomar una foto desde esa posición, volvió a sumergirse con sigilo y transmitió la novedad encriptada. Siguieron jugando al gato y al ratón con ese submarino endemoniado durante dos días más, hasta que fracasados todos los intentos de localización, les ordenaron reaparecer y volver a puerto. En el muelle, el comandante del bando rojo les gritaba: “¡Los vencimos!”

Al regresar a casa, Trama descubrió que había bajado ocho kilos y sospechó que esa misión lo perseguiría a lo largo de toda su carrera. De hecho, durante varios viajes profesionales sus colegas de otros países se encargaron de recordarle aquella proeza: el ejercicio fue un hito porque demostró la vigencia, la ubicuidad insólita, la mortífera eficacia de los submarinos convencionales.

"Trama fue preparado para ser un guerrero; nunca imaginó que debería ser un detective."

El capitán llegó a contralmirante y nunca consideró que aquel simulacro tuviera el valor de una hazaña. Hubiera preferido combatir en Malvinas con ese mismo buque y esa misma dotación. Pero existe un fuerte vínculo sentimental entre el comandante y la nave que lo arropó en aquella peripecia famosa. Es por eso que cuando la noticia de su desaparición le llegó por Whatsapp se le aceleró el pulso. Entre los 44 figuraba el suboficial principal Javier Gallardo, que en 1994 era su cabo de operaciones (infinidad de veces se acodaron juntos en la carta náutica para estudiar las corrientes), y también el hijo de su gran amigo, el capitán Jorge Bergallo, con quien compartieron vacaciones y crianza. A Trama y a Bergallo se unió otro profesor de la Escuela de Guerra Conjunta: Alejandro Kenny. El Ministerio de Defensa los sacó a los tres de su retiro y los nombró en una comisión cuyo objeto consiste en resolver, cueste lo que cueste, el doloroso enigma.

Trama fue preparado para ser un guerrero; nunca imaginó que debería ser un detective. Y el ARA San Juan, su compañero más fiel, fue diseñado para volverse invisible al ojo humano. Hoy, librado a su suerte, sigue paradójicamente cumpliendo ese destino inescrutable. La vida es caprichosa, tiene vueltas sorprendentes, y el océano, como decía Borges, es un antiguo lenguaje que ya nadie alcanza a descifrar.

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Jorge Fernández Díaz

Jorge Fernández Díaz es escritor y periodista. Durante más de treinta años fue alternativamente cronista policial, periodista de investigación, analista político, jefe de redacción de diarios y director de revistas. Actualmente es uno de los principales columnistas políticos del diario La Nación. Publicó, entre otros libros, El dilema de los próceres, Mamá, Fernández, Corazones desatados, La segunda vida de las flores, La logia de Cádiz, La hermandad del honor, Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán y Las mujeres más solas del mundo y El puñal. Recibió la Medalla de la Hispanidad, que le otorgó el gobierno español y la comunidad española en la Argentina; el Konex de platino como el mejor redactor de la década; el premio Atlántida con el que los editores de Cataluña celebraron su labor a favor de los libros, y la Medalla del Bicentenario por su obra periodística y literaria. En 2012 fue condecorado por el rey de España con la Cruz de la Orden Isabel la Católica. Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. @fernandezdiazok

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

El gobierno kirchnerista no ha caído tan bajo como el español. Aquí ni siquiera respetan las tumbas estos desalmados.

Mirta Vazquez
Mirta Vazquez
1 año hace
Responder a  Josey Wales

El peronismo del que es subsidiario el kirchnerismo es un gobierno que por tener o conservar el poder destruyó hasta los derechos humanos.

Norberto Cafferata
Norberto Cafferata
1 año hace
Responder a  Mirta Vazquez

Así fué y es!!

Norberto Cafferata
Norberto Cafferata
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Jejejejjj, no riene ni la menor idea de lo que afirmas…

Victor
Victor
1 año hace

No es «viciadura», creo. Es «mishiadura»; pobreza, carencia

Esteban
Esteban
1 año hace

Muy interesante y amena la conversación, la disfruté al máximo. Gracias a los dos por ese regalo.

Mirta Vazquez
Mirta Vazquez
1 año hace

Hola, he seguido a Fernandez Díaz en radio hasta el año pasado que dejó su programa Pensándolo bien, leí algunos de sus libros y lo descubrí en Mamá. me gusta más como periodista ( hay pocos tan buenos) que como escritor. Sus artículos son excelentes mientras que por radio su voz enojosa por momentos me molestaba. Como Ricardo Darín es un hombre de dos mundos: Argentina y España.

Nora Skoczdopole
Nora Skoczdopole
1 año hace

Mi querido Jorge Fernández Díaz, ese que escucho en la radio para disfrutar con sus “calenturas” diarias con la realidad argentina con las que me identifico al 100%.
Sos un gran espectador y fiel transcriptor de nuestra patética, paupérrima y diaria realidad argentina. Qué lástima esto que nos lastima tanto.
Solo nosotros podemos contar de nuestros padeceres, que ya nos contaban nuestros padres. Pobre clase media. Cuántos más nos vampirizarán?

Estela
Estela
1 año hace

Estoy de acuerdo con Pérez Reverte cuando dice que Fernández Díaz es actualmente el mejor escritor argentino. Con artículos y libros excelentes. Muy linda nota, la disfruté mucho, gracias.

Miguel Sarno
Miguel Sarno
1 año hace

¡Excelente reportaje! Jorge Fernández Díaz deslumbra como articulista, politólogo y literato. La versatilidad de su pluma es tan admirable como su virtud de mirar a la cara y relatar sin eufemismos la realidad de nuestra Argentina dolorosamente denigrada por esa peste denominada peroncho-kichnerismo. Dios le bendiga y le permita ejercer con sostenido vigor hasta el último de sus días, estos talentos suyos para el bien de todos nosotros, sus compatriotas.

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