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Sobre ucronías - José Ángel Mañas - Zenda
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Sobre ucronías

Quizás mi ucronía favorita sea El hombre en el castillo, la novela de Philip K. Dick. En ella, Dick se imagina un mundo en el que ha triunfado Hitler, y las imágenes que propone la reciente serie de Amazon, siguiendo la novela, son impactantes: un mapa de Estados Unidos dividido en dos, la costa oriental...

Siempre me han gustado las ucronías. Me parece que es la gran herramienta que la ficción ha añadido a la reflexión histórica. Esa pregunta mayéutica: “¿Qué hubiera pasado si…?”, nunca deja de aportar perspectivas históricas inauditas y nos permite, como lectores, experimentar lo que habría sido el mundo de haberse tomado otro camino.

Quizás mi ucronía favorita sea El hombre en el castillo, la novela de Philip K. Dick. En ella, Dick se imagina un mundo en el que ha triunfado Hitler, y las imágenes que propone la reciente serie de Amazon, siguiendo la novela, son impactantes: un mapa de Estados Unidos dividido en dos, la costa oriental para los nazis, la occidental para los japoneses; una Quinta Avenida con gigantescas esvásticas colgando de las fachadas, militares americanos con uniforme de las SS, o una bandera de EEUU con una esvástica en lugar de las estrellas.

"La brillantez de Dick radica en imaginar además que dentro de ese mundo hay un hombre solitario escribiendo en alguna parte que este universo no es real"

Por supuesto, imaginar un mundo así es razonablemente sencillo. La brillantez de Dick radica en imaginar además que dentro de ese mundo hay un hombre solitario escribiendo en alguna parte que este universo no es real, que en realidad fueron los aliados quienes ganaron la Segunda Guerra Mundial… con la perturbación ontológica correspondiente. Esta vuelta de tuerca dickiana, a mi entender, es maravillosa.

Otra ucronía brillante es Civilizations, de Laurent Binet. En ella, el autor recrea un mundo en el que no han sido los españoles quienes han descubierto América —Colón se murió en su expedición— sino que los incas de Atahualpa, empujados por Huáscar, se han visto obligados a cruzar Suramérica, a embarcar y huir primero a las Antillas y, cuando son acosados in extremis, hacia el oriente desconocido. Y llegan a nuestro mundo.

A partir de ahí, los incas, con la ayuda de moriscos y judíos, conquistan la Península Ibérica, y Atahualpa llega a hacerse con el poder tras haber hecho prisionero en la Alhambra a Carlos V, y a la muerte de este impera en Europa como regente del príncipe Felipe. La fantasía continúa con Erasmo reflexionando sobre la situación del cristianismo a raíz del impacto de la extraña religión que traen los nuevos dueños del continente, etcétera.

Lo más importante de estos experimentos mentales es que nos obligan a mirar la realidad histórica con ojos más relativistas de lo habitual, y a comprender que las cosas sucedieron como sucedieron, pero que pudieron perfectamente haber sucedido de otra manera. Eso es algo que los buenos historiadores siempre tienen en mente. En palabras de John Elliot: “Los historiadores tenemos que mostrar la complejidad de cualquier momento histórico importante: probar que había varias opciones abiertas, que hay que entender por qué se escogió una y no otra” (El País, 12/03/22). Leer ucronías vale para esto.

"En un mundo político cada vez más hostil, la lucha por la libertad cobra unas connotaciones totalmente diferentes y dramáticas, que nos obligan a valorarla bastante más"

Todo lo dicho viene a cuenta de la última novela de Leandro Pérez, en la que nos presenta una de las ucronías más interesantes que he leído últimamente en España (y tan es así que parece increíble que nadie la hubiera planteado todavía): el golpe del 23F ha triunfado, Juan Carlos de Borbón ha muerto, y los militares han vuelto a tomar el poder. Esa es la premisa de su ficción.

A partir de ahí, el autor juega un doble juego. Por una parte, desarrolla una reflexión histórica sobre cómo hubiera sido España de haber triunfado el 23F y, sobre todo, qué hubiera significado la lucha por la libertad en ese nuevo contexto. En un mundo político cada vez más hostil, la lucha por la libertad cobra unas connotaciones totalmente diferentes y dramáticas, que nos obligan a valorarla bastante más.

Esa seguramente es la parte más estimulante, en lo intelectual, para quienes disfrutamos con los juegos de la imaginación histórica. A través de diversos extractos de prensa, Pérez va dando suaves pinceladas de cómo habría sido ese mundo alternativo. Es un juego bonito, con muchos guiños a la actualidad, que deleita al lector.

Fuera de ese trasfondo de política ficción, la novela es de un clasicismo absoluto y seguramente tranquilizador para los lectores menos inquietos.

Se trata de una novela muy completa literariamente, quizás la más completa de las tres que ha publicado Leandro Pérez hasta la fecha, en la que una protagonista, la periodista Libertad Guerra, narra sus avatares en este contexto tan peculiar en el cual las archiconocidas referencias de la época —canciones de Serrat, Sabina, los mítines, las células políticas— cobran una nueva significación.

La historia de amor ayuda sabiamente a mantener la atención del lector y a darle tintes emocionales, también muy sabios, a la novela. Esa trama sentimental se alterna con las reflexiones histórico-políticas, y de la alternancia de lo uno y lo otro, en un texto elaborado con gran minuciosidad, resulta una novela altamente satisfactoria y recomendable.

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José Ángel Mañas

Madrid, 1971. Es un escritor perteneciente a la generación de novelistas neorrealistas españoles que arrancaron en la década de 1990. Ganó un premio Goya al mejor guion adaptado en 1995. Ha publicado las novelas: Historias del Kronen; Mensaka; Soy un escritor frustrado; Ciudad rayada; Mundo burbuja; Caso Karen; El secreto del Oráculo; La pella; Sospecha; Caso Ordallaba; Todos iremos al paraíso; Conquistadores de lo imposible; Extraños en el paraíso, la verdadera historia de la Movida madrileña (audiolibro) y junto a Antonio Domínguez Leiva la serie de novelas cortas El hombre de los 21 dedos y la novela El Quatuor de Matadero. También es autor de los ensayos: Un alma en incandescencia. Pensando en torno a Franciam Charlot (aforismos sobre pintura); El legado de los Ramones; La literatura explicada a los asnos y Un escritor en la era de Internet. En 2019 ganó el Premio Ateneo de Sevilla con La última juerga, secuela de aquella gran primera novela Historias del Kronen. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas. @joseamanas

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Perdone que la contradiga a usted, sra Guerra. Y que contradiga a la sargento, que tiene suerte al mirar y ver solo uno. Los imbéciles, los de verdad, son inmanejables. Y usted no es imbécil ys que un imbécil nunca lo reconoce. La gente que no es imbécil suele acomplejarse y autoinculparse y… rectificar. Un imbécil, nunca.

basurillas
basurillas
1 año hace
Responder a  Ricarrob

Lo peor de los imbéciles, ellos, ellas y los que no sabemos si lo somos, es que, como en todos los grupos, los hay buenos y malos. Para ser un malo de los buenos es necesario cierto aprendizaje, cierta disciplina y tener cierta clase para ejercer con sentimiento y donaire la maldad. Los imbéciles malos carecen de las tres cosas. Son malos sin saberlo, sin entrenarse, sin pensar ni dominar el arte de la maldad. Simplemente ejercen de malos en un momento o en la vida como les podría haber dado por coleccionar porcelana francesa del siglo XVIII. Lo son y ahí radica la dificultad para apartarlos de tu vida: pueden parecer ser neutros durante años, sin destacar ni llamar la atención, en un estado larvario. Y de repente, cuando más necesitas la decencia, la honradez, la compañia o la ayuda de un alma buena en esta miserable existencia, se destapan jodiéndote a ti, o a su familia, o a sus amigos, o al conjunto de todos los mortales al mismo tiempo, con una acción inimaginable y censurable con la que no ganan cosa alguna, ni les favorecerá en abosluto, ni conseguirán para alguien cualquier beneficio o ventaja. Simplemente te dan la estocada y te dejan mutilado corporal o espiritualmente de por vida. Y siguen con sus vidas como si tal cosa. Yo he tenido la desgracia de conocer y tratar con unos cuantos. Casi todos eran políticos de un signo u otro o de todos ellos. Vayan acostumbrándose.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  basurillas

La mitad de la humanidad somos damnificados de algún imbécil. Y, lleva usted razón, hay profesiones de imbéciles, como la de político. Allí se suelen reunir la mayoría. Pero hay más: influencers, futbolistas, socialités… todos al mismo nivel. Y los que los siguen. A todos ellos.

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