Un tropezón no es caída
In memóriam
Primavera del 2006. Sergio Pitol me llama desde Madrid para contarme que, tras recibir el Premio Cervantes, viajaría a París por otro premio: el Roger-Caillois, y proponía que almorzáramos juntos.
Me pide que reserve un buen restaurante cerca de su hotel porque “ando un poco machacado”.
Unos días después paso a recogerlo por su hotel frente al Museo d’Orsay. Le hago unas fotos rápidas en las escalinatas del Museo y por la Rue de Grenelle caminamos hasta “La Petite Chaise”, restaurante que reivindica ser el más antiguo de París.
Hablamos de su buena racha, evocamos amigos comunes y le comento que me había emocionado en su discurso del premio Cervantes la parte dedicada a sus maestros. Le pregunto por su salud y me cuenta que tras el ACV que había sufrido todo lo hacía despacio y que tenía lagunas. Me comenta que tras su ataque había olvidado los idiomas extranjeros que conocía pues todos estaban alojados en el mismo hemisferio izquierdo del cerebro. Sergio había sido un prolífico traductor y en su vida de diplomático había aprendido muchas lenguas.
Comimos rico y tras el café me pide que lo acompañe a una entrevista. Llegamos al Café Select, el mismo que tanto le gustaba a Gabo, y para presentarme a la periodista Sergio le cuenta: “Conocí a Daniel en la FIL, me hizo unas fotos divertidas con Herralde y Lali. En un momento me dijo: Maestro, un pasito para atrás…, y me caí”.
Me permití aclarar que más que una caída, había sido un tropezón con un escaloncito mínimo y, con mi mano en su hombro, agregué: Sergio, parece que los tropezones de la vida se conservan en el hemisferio derecho del cerebro. Nos reímos los tres.
Daniel Mordzinski
Primavera 2018
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: