Más de setecientas #historiasdeamor participan en nuestro concurso organizado con motivo del Día de San Valentín, patrón de los enamorados, patrocinado por Iberdrola y dotado con 3.000 euros en premios. Este jueves, 23 de febrero de 2017, anunciaremos los nombres del ganador y del finalista. Y ahora ofrecemos una selección con los veinte relatos que optan a los premios.
Para participar, había que escribir un relato en internet en lengua española que incluyera la palabra AMOR. El relato debía ser publicado en internet mediante una entrada en un blog, una anotación en Facebook o un tuit en Twitter. La extensión mínima de los textos es de 100 caracteres. La máxima es de 1.000 palabras.
Plazo de entrega: los relatos debían publicarse entre el miércoles 8 de febrero a las 12:00 del mediodía y el domingo 19 de febrero de 2017 a las 23:59. El jueves 23 de febrero de 2017 se difundirán los nombres del ganador y del finalista.
El jurado, formado por los escritores Lorenzo Silva, Juan Gómez-Jurado, Lara Siscar, Paula Izquierdo y la agente literaria Palmira Márquez, seleccionará un ganador y un finalista. El jurado valorará la calidad literaria y la originalidad de la historia. Aquí puedes consultar las bases del concurso.
El orden de esta selección es aleatorio. Bajo estas líneas reproducimos las diez primeras de las veinte #historiasdeamor seleccionadas.
Irina, de Kiev
Diana no se llama Diana, naturalmente: su nombre es Irina y nació en Ucrania. Cree que su nombre falso resulta más sexy pero yo le explico que no, que Irina es un nombre exótico y sugerente, se lo repito de vez en cuando sin convicción ni esperanza porque sé que a sus clientes les importa una mierda si se llama Diana o Irina o si no tiene nombre y ha caído de Júpiter. Como a todas las chicas, si es negra la llaman negra y si es del este la llaman rusa, y con eso vale. La negra de la plaza, la rusa del cruce… Irina es la rusa de la esquina del restaurante.
Yo nunca le he pagado un polvo a Irina ni pienso hacerlo, por una postura ética pero también por una razón práctica: a Irina le gusta cocinar. Algunas mañanas, cuando ya han terminado los desayunos y aún no es la hora de adelantar menús, me siento con
Irina en el borde de la acera y hablamos de comida.
-Los blinis se pueden hacer con casi todos los pescados. Mi madre los hace con salmón, pero yo los prefiero con arenque y huevas, como le gustaban a mi padre, y cocinados al horno en vez de fritos, porque llenan menos. Pero claro, cada uno tiene sus gustos.
Un polvo pagado disiparía nuestra extravagante amistad y no tengo demasiados amigos con los que hablar de cocina.
Irina habla buen español porque estudia Hispánicas en su país. Viste poca ropa o ropa ajustada, según el clima, y con frecuencia me descubro sentado, con mi blusón blanco y mi gorro de cocinero conversando de blinis y leche amarga y bizcochos borrachos con una chica en tanga y con tacones de aguja, que se coloca el bolso sobre las rodillas, quizá por pudor, quizá como un aviso de que está en su hora de descanso y no admite pedidos.
Se permite estos ratos de ocio porque no trabaja para nadie. Es una profesional independiente, algo inusual entre las chicas, sea cual sea su nacionalidad, que siempre tienen detrás un grupo de fieles protectores muy celosos de su rendimiento laboral. Eso sí, Irina paga un dinero por el uso exclusivo de su esquina. Yo pago el alquiler de mi local y ella paga sus metros de acera: la lógica implacable del mercado, el orden de la mano invisible que ajusta y regula e impide que surjan problemas entre las putas, que tienen establecido de manera estricta su sitio y su horario. Adam Smith como vacuna contra la anarquía.
Irina trabaja por temporadas. Durante seis meses explota su éxito a unos metros de mi restaurante; los otros seis meses del año gasta sus ahorros en Kiev, estudia Filología, compra regalos a sus sobrinos, trata a su madre como a una reina, se acuesta de vez en cuando con algún novio fugaz que tiene que ganarse el premio, vive como una mujer alegre y despreocupada. No todo el mundo tiene la valentía de pagar con la mitad de su vida la felicidad de la otra mitad.
Una noche, hace varias semanas, invité a Irina a cenar en mi restaurante. Estábamos solos y cocinaba ella. Borscht caliente. Creo que estaba bueno, pero yo no lo había probado nunca y no tenía con qué compararlo. Irina se había cambiado su ropa de trabajo y vestía un vaquero, zapatillas deportivas, camisa blanca, el pelo recogido en una coleta. La Irina de Kiev ennoblecía un humilde restaurante de polígono.
Muchas horas más tarde, cuando ya habíamos bebido más de la cuenta y nos habíamos mentido nuestras vidas, y cuando nos habíamos arrancado alguna confesión que parecía sincera, la acompañé a su casa. Ante su puerta, despejados por el frío y por el paseo, me regaló dos besos, uno en cada mejilla, y se despidió desde la ventana agitando su mano.
Creo que Irina también sabe en qué consiste nuestro amor.
***
El papel de sus vidas
Se cruzaron. Sus palabras escritas con sus ojos. Él salía y ella entraba. Y esperaron. En un rincón de la casa, en un coche de cinco puertas, en una esquina de la calle de un barrio deshabitado, en el estante del salón de paredes blancas, en un camino soleado donde el río dejaba reflejos a unos árboles jóvenes. Sobre la mesa de la cocina y el pollo asado. En la hamaca del jardín con riego automático, en la parada del autobús rojo de la única calle sin número del barrio viejo, en el apeadero de la estación que siempre llovía. En el banco del parque, el que estaba junto a la fuente de agua mansa y el roble marchito en verano rodeado de niños que volaban como pajaritos y comían palomitas.
Y esperaron. A conocerse mejor. Una página más, o dos o tres. Y se entendieron mejor y tanto que terminaron leyéndose. Y se casaron, ¡o no! En algún capítulo. Devorándose. Admirándose. Comprendiéndose. Amándose. Escuchándose. Odiándose en algunas citas. Hoja tras hoja. Capítulo tras capítulo. En cada espacio, en cada coma, en cada punto y seguido, en cada tilde. En su libro infinito y sin fin se abrían y se cerraban; a ratos, a trozos. Dormitando y comiendo entre líneas y párrafos. Susurrando y cogiendo aliento en los pros y en los contras, sudando en las conjunciones, enfermando en las diéresis.
Ambos se ilustraron: marcando esquinas y arrancando momentos, subrayando instantes, dibujando niños, casas, dinero y viajes. Páginas de sueños y pesadillas y símbolos misteriosos con signos y letras del piso y del coche. Y se envolvieron en las guardas de un mundo de papel, de facturas de AMOR y cartas de luz y gas. E hipotecaron todas y cada una de las palabras de su vida y pagaron al mes y al trimestre sus aventuras de amor y diálogos y deseos y sexo y desamor y discordias y reflexiones y nacimientos y decisiones y muertes.
Fue aquí, al final. Cuando ya se habían leído lo suficiente y las palabras se acariciaban y besaban entre las páginas. Fue aquí, al final, cuando hicieron cuentas; desde la primera letra del título hasta el final de los agradecimientos. Y se dedicaron el libro. Y esperaron. Otra vez. Jugando a cruzarse. A entrar ella y salir él. Y al fin, quedarse y leerse para amarse.
***
Concededme un instante
Por Susana Rizo
A quien corresponda:
Enemigos poderosos, con los que comparto el mismo camino, siempre acechan y hacen que me desvanezca. Puede que me temáis y paséis por la vida sin llegar a conocerme. Os compadezco si fue la falta de valentía lo que os impidió acercaros a mí, quizá os ganó la partida la soledad.
No ofrezco las garantías que buscáis. Puedo concederos la inspiración de los poetas, o arrebataros cualquier indicio de voluntad y juicio. Arrancaros lágrimas sin consuelo, iluminar la oscuridad. Soy refugio y a veces cárcel. Y sin embargo, soy paciente. Quien comprende esa virtud transforma mi energía en algo sereno, y tan hermoso como el primer amanecer. El encaje perfecto. Irreemplazable. Lo que construyáis conmigo, si sabéis cómo usarme, será eterno.
No me busquéis en lugares imposibles, buscadme en lo más cotidiano. Rescatad mi pureza. Solo os pondré una condición: no podéis encontrarme solos.
Firmado: el Amor
***
No es lo mismo, pero en tu caso sí
Pues claro que no, Neruda, imbécil.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Somos mejores.
¿Por qué esa manía de pretender mantener todo intacto? La estabilidad no siempre garantiza que estemos en la cumbre. Que hayamos alcanzado lo mejor que podíamos alcanzar. ¿Acaso las cosas esenciales, las que han de estar cada vez que hablamos de amor, no existen por sí mismas? El resto, la parte en la que entramos en juego nosotros, es el crecimiento. Es el cuidado, es el afecto. Es que se me llene la sonrisa por ver que estás haciendo lo que amas. Es que eso me incluya a mí a tu lado, escuchándote. Es cualquier bar de Madrid en el que suene un estribillo que nos sepamos, o que nos inventemos. Porque todo lo que no te he dicho te lo he besado, o lo haré.
Los libros, las películas y las canciones fueron sólo intentos. Como lo son también estas líneas. Nosotros, seres humanos, supuestos reyes de la naturaleza pero tan limitados en tatnos aspectos. Intentando definir, delimitar, encuadrar en nuestros propios esquemas lo que sentimos, lo que vamos encontrando. Y llega el momento de frenar. No puedes poner límites al mar. No puedes decidir a qué país pertenece una flor. No puedes definir el amor, porque es tantas cosas que no abarcamos a comprenderlo solos. Nos acercamos al compartirlo.
Porque amor es el primer beso que tanto llevábamos esperando, pero también el abrazo de una madre en un aeropuerto. La cara de orgullo de tu padre por cualquiera de tus logros, el día cariñoso que tiene tu hermano, y que se encargue de hacértelo saber. También los ojos con los que te mira un amigo de verdad cuando te está escuchando. También el dibujo de un niño pequeño que te da todo lo que tiene en forma de colores. El amor era esto, tan sencillo y tan palpable. El amor era esto, y tú por ahí dando palos de ciego.
Por ti lo haría mil veces. Vengas cuando vengas, vistas como vistas…
He visto el amor por las calles. Lo he sentido y he bailado su canción. He visto como se alejaba, volvía, se retorcía, se escondía en tus gestos, se hacía de rogar en forma de distancia e interrogantes, he intentado alargar su presencia más pura en cada ocasión que he tenido. He visto como muchas personas pretendían adornarlo, pero sus disfraces le quedaban grandes. He visto personas que pensaban, incluso, que ciertas palabras no podían escribirse en un poema. Que los te quieros había que decirlos tal cual, que no eran intercambiables por alternativas que demuestren que te preocupas, que cuidas, que te emocionas, te excitas, te revuelves, te reinventas. He conocido a personas que juzgaban que otras personas no podían estar juntas. Qué sabremos cualquiera de nosotros sobre lo que realmente sienten los demás. He compartido mi vida al lado de seres con tantísima luz que me llenaban de vida con su presencia.
He aprendido que cualquier ser humano puede irradiar amor, o no irradiar absolutamente nada.
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Cuero
¿Cómo explicarlo? Sí, son golpes, pero cuando todo ha pasado los recuerdo como caricias. En mi piel curtida apenas deja marca. Cómo iba a reprochárselo si consigue que por unos segundos sea yo la protagonista. Incluso termina siendo placentero. No me importa que el clima que respira mi pequeño universo tenga tintes violentos, ni que me sustituya por otra. Me bota. Vuelo. Muchas se llevarían las manos a la cabeza si les dijese que no puedo entender nuestro amor de otra forma, ni apreciarían la virilidad que emana en cada envite. Termino cayendo como tonta en sus redes y tras rodar por la hierba, mojada, confusa y mareada, no soy consciente de lo que ha pasado hasta que escucho ese clamor. ¡Messi! ¡Messi! ¡Messi!
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El taller invisible
Por Roberto Yunes
Un banco de madera, molduras y herrumbre, un jardín.
Luz, pequeños círculos cambiando de tamaño. Árboles y musgo. Brisa.
Movimiento.
El aire es joven.
Mi amor no.
Lo fue. Ya no.
No es.
Me ocurre, a veces, cuando me resulta posible el ejercicio de la memoria.
Allá abajo, en el declive, el lago. Ramas sumergidas desde siempre.
Los insectos, es tiempo, se ocupan de sus cosas.
Inefables. Inasibles. Invisibles.
Molestan.
Zumban.
Abundan.
Resina, agua de deshielo y rosa mosqueta (Rosa rubiginosa).
Minúsculos lagartos tiesos.
Contemplación.
Tinturas. Yodo. Bacinicas. Es el preámbulo … desaparezco, imperceptiblemente.
Huelo, me sobresalto, amé.
Desaparezco, imperceptiblemente.
***
Deseo inquietud playa pintalabios
Deseo Inquietud Playa Pintalabios
Amor Otoño Melancolía Anochecer
Sexo Vaqueros Piano Atrapasueños
Rock Olor Veintitrés Oscuridad
Descapotable Gafas de Sol Narcisos.
“Después de treinta años todavía hace poco hablamos de lo que ocurriría cuando desapareciese el deseo. Y siempre tengo miedo, cuando acaricias mi pelo canoso y recorres con la punta de tus uñas las arrugas de mi rostro, mientras yo cierro los ojos intentando que la inquietud no me impida respirar. Aquí, contigo sobre la arena, en la playa, evito mirarte. Como cuando sacabas tu pintalabios y con ese pincel diminuto te retocabas en silencio, ajena a todo el amor que provocas. Se nos olvidó en el coche, y cuando casi acaba de empezar ese otoño que te llena de melancolía quiero mirar contigo el anochecer y olvidarme del miedo que todavía recuerdo de aquella primera noche de sexo, cuando tú, descalza y en vaqueros, tocabas el piano mientras yo dormitaba en el suelo, satisfecho simplemente de estar contigo. Cuando paras de tocar, te veo a través de mis ojos entreabiertos coger el atrapasueños colgado encima de un póster de rock. Y recuerdo el olor de las cuerdas y las plumas cuando juegas a acariciarme con él el rostro. Y tú tenías veintitrés. Y vuelvo a sentir la angustia del día siguiente, cuando ya no estabas, hasta que apareciste en aquel pequeño descapotable prestado y me sonreías bajo tus gafas de sol.
Ahora que sube la marea, destapo el cofre y te poso lentamente sobre la arena, y al pasar las olas reconozco el olor de los narcisos en la ceniza.
Y a pesar del frío, me desnudo y me baño contigo, y tendremos que volver a hablar, dentro de poco, de qué vamos a hacer cuando desaparezca el deseo.”
***
Amor, amor
Por Mireia Raga
Crece, altera y sonroja. El ladrido de un perro modificó la calma de una niña que jugaba con rosas blancas. La pequeña, con ropas limpias y olor floral se acercó al animal vagabundo con toques de barro. Las miradas inocentes calman un mar bravo. Y entonces los ladridos cesaron, y las risas alarmaron al padre que observaba desde el umbral de la puerta. Sin entrevista previa, ese animal sustituyó al adulto guardián de la entrada y pasó a formar parte del primer sentimiento de una niña que jugaba, sin querer, con el inicio del entender de la vida.
Amor, amor.
Conmueve, arrasa y penetra. Dos adolescentes tantean miradas en base a un fervor sanguíneo. Uno desmiente su certeza, mientras otro ingiere la dura pena del rechazo. El tiempo le hace un favor al segundo y le lleva a encontrar a su compañero de viaje. Entre dos paredes, encuentran la intimidad de la gloria. Ambos exploran el cuerpo y la mente. Nace así la ansiada palabra del edén.
Amor, amor.
Muere, llora o evapora. El cementerio cierra a medianoche. Pero Luis no deja a Gloria. La lleva dentro de él, a todas horas. Una rosa representa tantos años de manos juntas, caricias mutuas y llantos opuestos. El cementerio cierra a medianoche, pero Luis hace trampas. Gloria vuelve a la vida con la luna. En el crepúsculo, él cierra los ojos y la abraza. Viven medio día juntos, y otro tanto recordándose. Gracias a Luis y a Gloria, demostrado queda que la adoración no se diluye.
Amor, amor.
Recompone, asombra, supera. A las disputas del primer mundo, el ser humano las llama el fin del universo. La amistad quiebra relaciones, o une almas, para los más dignos. Una joven que había decidido no volver a ver a su hermana sin parentesco, encontró en la puerta una caja con una nota: <<Quiero volver a ser una niña contigo>>. El regalo consistía en dos muñecas viejas, que hizo brotar las lágrimas de la descomunal disputa. Una llamada volvió a recomponer los corazones rotos.
Amor, amor.
Alivia, expande, inspira. La independencia consiste en la no dependencia. Y a Sara le costó encontrarla. Vivió rodeada de cuentos de hadas, y alcanzar el clima era besar a un príncipe con capa y espada. El día en que buscaba un libro viejo, decidió mirar en sus propias hojas. Allí vio a Sara abrazando a un perro vagabundo, a Sara llorando por un amor de instituto, y a Sara amando a sus abuelos. También vio a su amiga de la infancia, vistiendo a muñecas y riendo a carcajadas. Contempló su trayectoria y dedujo que amar su propia existencia era la mejor opción que había escogido.
-¿Amor?
-Dime, cielo.
-Te quiero.
-Yo también, me quiero.
***
AGAPE-3000
COMPOSICIÓN:
L-Dopa, Ácido 3,4-dihidroximandélico, Epinefrina, 3-Metoxi-4-hidroxifenilglicol, CHEMBL386630, H01BB02, Almidón de maíz y celulosa en polvo.
ACTIVIDAD:
Genera o recupera el amor entre dos o más personas que hayan aceptado someterse al tratamiento de manera consciente. Los porcentajes de éxito en casos de recuperación de un amor perdido son más elevados que en los casos en los que dos, o más individuos, pretendan enamorarse entre sí por primera vez. Los casos entre dos pacientes obtienen también mayores porcentajes de éxito que los casos grupales.
Genera enamoramiento sobre cualquier persona independientemente de su género u orientación sexual. Los componentes del fármaco inhiben cualquier tipo de inclinación afectiva previa al comienzo del tratamiento.
El fármaco divide su actividad en cuatro campos fundamentales:
-Provoca una tempestad electroquímica en los núcleos caudanos del cerebro interior, promoviendo la segregación de neurotransmisores como la dopamina, la norepinefrina, serotonina y la feniletilamina, encargados de generar un estado de excitación y euforia en los pacientes.
-Relaja la corteza orbito-frontal del cerebro, disminuyendo la capacidad crítica y produciendo de esta manera una mayor aceptación entre los sujetos.
-Aumenta la libido, disparando el deseo sexual, a través de la inyección de altas dosis de testosterona y estrógenos.
-Produce una sensación de amor duradero gracias al apego generado por la estimulación constante del hipotálamo y la hipófisis, encargados de segregar oxitocina y vasopresina.
Este fármaco solo puede ser suministrado por un especialista y el tratamiento debe someterse a un análisis constante que determine la composición química precisa en cada momento y que evite riesgos y desajustes emocionales. Solo se garantiza el éxito del proceso si este se sigue de manera ininterrumpida durante todo el tiempo que se desee que el amor persista.
AVISO:
Para el éxito del tratamiento, todos los pacientes deben someterse al mismo de manera voluntaria. Cualquier tipo de coacción por parte de alguno de los miembros anulará por completo el proceso (pudiendo llegar a potenciar sentimientos contrarios a los que se buscan) además de constituir un delito tipificado en el Código Penal.
PRECAUCIONES:
No confundir este fármaco con el resto de productos similares. El uso del mismo para tratar otro tipo de dolencias relacionadas con el amor puede generar resultados adversos. Las afecciones sentimentales que más pueden verse acrecentadas con el uso negligente de este producto son:
-El amor no correspondido. El cerebro ante una situación de este tipo tiende a generar una sobreproducción de elementos bioquímicos complejos. La excitación del núcleo cerebral con AGAPE-3000 puede provocar cuadros depresivos de tendencia autodestructiva. Para este tipo de dolencia se recomienda acudir a un especialista que decida el fármaco que más se ajuste a sus necesidades.
-La desesperación y la sensación de ansiedad producida por una falta prolongada de amor y por el miedo a la soledad. Al igual que en el apartado anterior, la ingesta del presente fármaco, ante un padecimiento de este tipo puede provocar empeoramiento y agudización de los síntomas.
Tanto para estos casos de disfunciones amorosas como para otros que pudieran darse, se recomienda informarse sobre el amplio catálogo de productos de esta casa farmacéutica cuyo objetivo desde su fundación, no es otro que poner la bioquímica al servicio de su felicidad.
Gracias por confiar en nosotros
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Experiencia religiosa
Por Olga Tamarit
Nos conocimos en un bar una noche, fría y sola, y a los pocos días le regalé una camiseta de la NASA de algodón egipcio, para vestirme de fiesta y ceremonia. ¿Me precipité? Pues escuchad esto; al mes ya tenía una copia de las llaves de mi casa.
A los dos nos gustaban los juegos de palabras, el vino tinto, Carl Sagan y las cortezas. El mismo día que nos conocimos me confesó que no tenía trabajo, y que padecía una rara afección dermatológica. ¿Qué podía decir yo a eso? Cada vez que estoy contigo, yo descubro el infinito.
Decidí quererle la misma noche que lo conocí, entre el tercer y el cuarto vino. Y la noche se ilumina, porque el amor no va de ser perfecto.
El amor va de otra cosa, de compartir un silencio que se vuelve melodía, de poder comer cortezas en la primera cita. El amor va de mirarse en los ojos del otro y ser capaz de imaginar el mar. Infinito, azul, sereno. El amor es algo más, casi una experiencia religiosa.
O al menos, así lo entiendo yo.
Hace unos años era capaz de calar a la gente a la primera, saber con certeza si iban a joderme la vida. En cada instante en cada cosa. Pero con él me equivoqué de pleno.
Yo le decía medio en broma que se parecía un ewok. Y quién se puede imaginar a un ewok haciendo lo que él me hizo. Yo, desde luego que no.
Ahora todos me aseguran que de buena me he librado, que es un desgraciado, que me olvide de él.
Y eso hago.
Pero el olvido es un camino por el que hay que pasar varias veces y alguna de esas veces me da por pensar y quisiera, subir al firmamento, quisiera no haberle regalado ese perfume caro de Dior ni ese libro de Bill Murray.
Ni la camiseta de la NASA
Porque me dijo adiós un domingo soleado, vuelve pronto mi amor, y nunca supe nada más de él, te necesito ya.
Han pasado cinco meses y aún recuerdo besar la boca tuya, el olor a gofre de sus labios, su cuerpo suave y blandito, el tiempo pasa mejor entre tus brazos, esa nariz de gnomo con cuatro pelos. Y pienso si en esos momentos estará tirado en su cama escuchado un podcast sobre materia oscura, si estará prendido de tu cuerpo, o si se acordará de mí.
Una vez leí un cuento de Truman Capote que decía que el amor era como buscar la sopa de tortuga verdadera. Es decir, muy complicado. Pero mi padre, que es más prosaico, opina que hay mucho psicópata suelto y que igual el ewok es uno de ellos y también dice que dé gracias a la virgen, que de buena me he librado.
Aleluya (esta vez con coros.)
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