Otro 10 de mayo, el de 1954, hace hoy 69 años, comienza a escucharse una canción que ha de cambiar el curso de la historia como sólo lo hacen las revoluciones. Escrita tal que un blues de 12 compases por Max C. Freeman y Jimmy De Knight —seudónimo bajo el que se esconde James E. Myers—, fue grabada el pasado 12 de abril en los estudios Pythian Temple de Nueva York para la Decca Records. Es más, Rock Around the Clock —o (We’re Gonna) Rock Around the Clock, que se titula, aunque hará historia con la abreviatura— ya ha conocido un primer registro por parte de una banda de Filadelfia: Sunny Dae & The Nights, datado y debidamente acreditado en el 31 de marzo de 1953.
Haley —voz y guitarra rítmica— perdió la visión de su ojo izquierdo siendo un niño de cuatro años, cuando se sometió a una operación del oído interno y le cortaron el nervio óptico por equivocación. De hecho, se peina ese singular rizo sobre el derecho para que la gente no se fije en su ojo izquierdo, eternamente extraviado. Abandonó el hogar paterno con quince primaveras, con poco más que una guitarra. Desde entonces todo ha sido dar tumbos con ella, desde los honky tonks donde se escucha country & western, y algo de western swing, a los estudios de grabación. Marshall Lytle —el contrabajo— se unió a Haley tiempo atrás, cuando la banda aún se hacía llamar The Saddlemen. Franny Beecher —el guitarrista principal—, se ha incorporado a The Comets recientemente como músico de estudio. Tiene un currículo a sus espaldas como intérprete de jazz: integró la orquesta de Benny Goodman, el rey del swing. Billy Williamson —también guitarrista, pues la música que cobró carta de identidad un día como hoy es una música de guitarras— es otro de los que proceden de The Saddlemen. Ese también es el caso de Johnny Grande —pianista—, de Danny Cedrone —otra guitarra— y de Joey D’ Ambrosio —saxo tenor—; Billy Gusak —el batería— también es otro músico de estudio unido a la banda para la ocasión.
Y la ocasión es de las que sólo se presentan una vez en la vida, pues con Rock Around the Clock nace oficialmente el rock & roll.
“Si pudiera tomar una melodía dixieland y atenuar el primer y el tercer tiempo, enfatizar el segundo y el cuarto, y añadir un ritmo sobre el que los oyentes pudiesen dar palmas, además de bailar… Eso podría ser lo que estaban buscando”, calculaba Haley antes de la grabación.
Naturalmente, nada de la envergadura del rock & roll —impulso de esa sedición protagonizada por varias generaciones de jóvenes, que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, cambió radicalmente el mundo adulto— obedece a un asunto en concreto, a una sola invención. No hay duda de que, con independencia del rock & roll, los jóvenes ya estaban cansados de obedecer sin rechistar, de amarse como era debido, de morir en la guerra si era menester y hasta de guardar la compostura al bailar. Pero fue después de que el rock & roll les enardeciera cuando empezaron a rebelarse abiertamente contra eso y contra todo lo demás.
También sabemos, a ciencia cierta, que con anterioridad a Rock Around the Clock hubo piezas de alguno de sus precursores —verbigracia, Cherry Red, un éxito de 1939 de Big Joe Turner— que pueden considerarse auténtico rock & roll. Alan Freed, el primer comentarista radiofónico que se refirió al rock & roll, había tomado el término del que se usaba para denominar a la cópula en el argot del blues y muchos de los temas que radiaba desde comienzos de los años 50, también pueden considerarse rock & roll.
Pero estaba escrito en el libro del destino que fueran Bill Haley & His Comets los encargados de soliviantar a la juventud como no se había visto hasta entonces. Tras un par de golpes de batería, Haley comienza a cantarle al entusiasmo que procura bailar rock, con tus mejores galas, a lo largo de toda la madrugada, alrededor del reloj, hasta que salga el sol.
Y eso, precisamente, fue lo que empezó a hacer la juventud. O los adolescentes, por mejor decir. Los célebres teenagers, estudiantes de secundaria, con los que iba a ir creciendo y evolucionando el ritmo del diablo, que no tardarían en llamarle los adultos que siempre lo calificaron como “un ruido ensordecedor”. Así, cuando aquellos primeros teenagers a los que sedujo se hicieron jóvenes, el rock & roll se convirtió en el rock.
“Yo tenía diez años cuando se publicó Rock Around the Clock, y creo que fue una de mis primeras influencias”, comentó con el tiempo David Gilmour, el legendario guitarrista de Pink Floyd.
Fuera o no fuera Rock Around the Clock el primer rock & roll, lo que sí es incontestable es que fue su primer éxito. No acaba de estar claro si todo empezó al ponerse a la venta el disco, hace ahora 69 años, o si fue unos meses después, cuando Richard Brooks incluyó la pieza como acompañamiento de la secuencia de los títulos de crédito de Semilla de maldad (1955). Se dice que para entonces ya gustaba tanto a los adolescentes que, al escucharla, se levantaban de sus butacas para ponerse a bailarla en los pasillos de las salas de cine. De una u otra manera, Rock Around the Clock magnetizó a los jóvenes como esa melodía, que extraía de su pífano el célebre flautista, a las ratas y a los niños de Hamelin.
Fue tan sentida la cosa que George Lucas, uno de los adolescentes que se dieron a la revolución del rock & roll, 19 años después, ya convertido en uno de los realizadores más destacados del Nuevo Hollywood, decidió abrir American Graffiti —la cinta en la que los primeros adolescentes se despiden de tan dulce edad— con Rock Around the Clock. Así se escribe la historia
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: