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Esto se acaba, de Miguel Albero - Zenda
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Esto se acaba, de Miguel Albero

En Esto se acaba (Abada editores), Miguel Albero disecciona el concepto de efímero, como hizo con otros asuntos como el fracaso, en Instrucciones para fracasar mejor, la espera, en Godot sigue sin venir o la bibliocleptomanía, en Roba este libro. Partiendo de la etimología y del concepto de «efímero», en el libro se analizan su...

En Esto se acaba (Abada editores), Miguel Albero disecciona el concepto de efímero, como hizo con otros asuntos como el fracaso, en Instrucciones para fracasar mejor, la espera, en Godot sigue sin venir o la bibliocleptomanía, en Roba este libro. Partiendo de la etimología y del concepto de «efímero», en el libro se analizan su valoración positiva y negativa, del carpe diem al spleen, y se hace un recorrido por lo efímero en la naturaleza y en el hombre, desde el arcoíris a las pasiones, de la escarcha a la pompa de jabón. Más que una cartografía, el lector encontrará aquí un completo mapa de lo efímero, donde en lugar de montañas hay espuma, donde el espacio de los ríos ha sido ocupado por los necesariamente breves muñecos de nieve.

Miguel Albero nació en Madrid ya entrado el siglo pasado, ha cultivado todos los géneros publicando, hasta ahora, un libro de cuentos, cuatro novelas, tres poemarios, y cuatro ensayos. Es premio Gil de Biedma de poesía; Málaga de ensayo y Vargas Llosa de novela.

Zenda publica las primeras páginas

 

DEFINICIÓN

SIN DERECHO A SUSTANTIVO

Efímera (ephemera vulgata). Insecto neuróptero que habita a orillas del agua,
de color ceniciento con manchas obscuras en las alas y tres cerditas en la parte posterior del cuerpo, el cual vive solamente un día.

1. Si no soy adjetivo, soy un insecto

La primera sorpresa que encontramos para definir lo efímero es que se trata de un concepto carente de sustantivo, como si la brevedad que describe implicara esa falta, la produjera, tan pasajero es cuanto representas que ni siquiera tienes derecho a un sustantivo para nombrarlo. Porque el DRAE no recoge la voz efimeridad, que vendría a ser el sustantivo correspondiente a efímero, de la misma manera que su antónimo eterno tiene como sustantivo eternidad. Y no lo recoge porque no existe, porque no se usa, porque, además de ser horrible y sonar a enfermedad, no hay un solo hablante en todo el territorio de La Mancha que se atreva a emplearla, todos hablan de lo efímero cuando tienen que recurrir al sustantivo. Lo breve es brevedad, lo fugaz, fugacidad, pero lo efímero es simplemente lo efímero. Y es cierto que llama la atención, como si, en efecto, su propio significado le impidiera ser acreedor de un sustantivo. Porque el único sustantivo con derecho a entrada en el diccionario es la voz efímera, sustantivo y además insecto, un insecto cuya principal característica es vivir un sólo día, como los periódicos de papel o el menú del mesón de tu barrio. Y es que, si quieres cocido, lamento informarte de que hoy es viernes y tocan judiones de la Granja.

En otros idiomas que mientan lo fugaz con voces con la misma griega etimología, que ahora veremos, sí existe ese sustantivo; en inglés ephemerality, en italiano effimeritá, en francés ephemereté, aunque es verdad que se usan muy poco. En francés se da la circunstancia graciosa de que l’ephemere, lo efímero, suena igual que l’effet mére, el efecto madre, pero es sólo una confusión fonética, no es que allí piensen que las madres vuelven breve cuanto tocan. En inglés, además del adjetivo ephemeralpara referirse a lo pasajero, y del sustantivo ephemerality, que, de hecho, se usa menos que los buenos modales, existe también la palabra Ephemera, pero en este caso no define todo lo efímero, pues se refiere específicamente a los objetos coleccionables sin valor intrínseco, concebidos para no durar, es decir, cosas tan trascendentes como programas de teatro, entradas o recordatorios de primera comunión. Curiosa esta acepción porque, al coleccionarlos, dejan de ser efímeros; lo normal es que la entrada del teatro y el programa los tires al salir; entonces sí habrá sido efímero, si lo coleccionas deja de serlo, pero es sólo entonces cuando le endilgas el nombre. Esta voz, Ephemera, ya ha calado en todos los idiomas, y la manera de mentar a estos objetos, concebidos para lo breve pero coleccionados para la posteridad, es igual en todas las lenguas; nuestra Biblioteca Nacional tiene también un fondo de Ephemera, y así lo llama, por si quieres consultar allí postales de otro tiempo, o etiquetas de latas de galletas.

Y si acudimos a la etimología, vemos que efímera viene del griego, concretamente de la unión de las voces epis,que significa alrededor, y hemeraque significa día, describiendo pues aquello que acontece en un día, cuyo ámbito no supera una jornada. En el griego moderno se llama, por ejemplo, efímero al periódico, que equivale a nuestro diario, porque tiene la costumbre de salir cada día. Y, de hecho, una de las acepciones procuradas por el DRAE para efímero se ciñe a lo etimológico, que tiene la duración de un solo día; así se describe. Esta acepción, por cierto, es la que primero se empleó en nuestra lengua, pues la única expresión donde se utilizaba durante el Siglo de Oro, como recoge el Corominas, era la de fiebre efímera, para referirse a una dolencia que duraba sólo 24 horas, y desaparecía sin dejar rastro, como los ladrones de guante blanco. Pero la primera acepción que recoge el DRAE extiende el concepto a su uso más común: pasajero, de corta duración, ése será el ámbito donde vamos a movernos en este libro, la variante elegida. La tercera nos remite al insecto, y es por tanto sustantivo, pues simplemente mienta a su sinónimo cachipolla, el nombre común del insecto también conocido como efímera, porque, en efecto, vive un solo día. Es pues la acepción más literal, la de ese insecto, la más fiel a la etimología. Aquí va una definición más extensa del mismo bicho:

Efímera (ephemera vulgata). Insecto neuróptero que habita a orillas del agua, de color ceniciento con manchas obscuras en las alas y tres cerditas en la parte posterior del cuerpo, el cual vive solamente un día.

Ya saben, si se encuentran con alguno por la calle, con sus alitas y sus manchas obscuras en las alas, no piensen que puede picarle, no vean en ellos a un enemigo, más bien tengan piedad del bicho en cuestión, porque los pobrecitos mañana ya no estarán, piensen quizás en su propia brevedad. A esta familia de insectos tan breves se los conoce como efemerópteros, y los hay de distinto tipo, todos marcados por su muy corta esperanza de vida, y alguno, como la dolania americana, especialmente marcado, porque ni siquiera vive un día, limitando su existir a cinco minutos. Luego la pobre dolania es técnicamente efímera porque no sobrepasa un día, pero casi debería tener otro nombre, por no superar ni el cuarto de hora.

Pero es el insecto el titular de lo efímero en sentido literal porque una existencia concentrada en un día cumple a la perfección con el nombre impuesto; no se te ocurra vivir demasiado y llegar al segundo día, porque entonces ya no eres efímera; a ti también tendré que ponerte otro nombre. También, en el mundo de las plantas, existe otra voz con la misma etimología, efémero, que designa a un lirio hediondo, es decir, distinto del lirio común, por tener el tallo fino y por su mal olor, y no tanto por su carácter pasajero. Curioso es haberle dado un nombre sin ninguna relación con sus características, pues no designa a un lirio breve, sino a uno apestoso. Porque es verdad que los lirios de la familia de las irideáceas tienen flores efímeras, pero no son necesariamente hediondos. Iris Foetidíssima es otro nombre de este lirio, aunque, aquí sí, la etimología casa con la realidad, la refleja, si algo es no fétido sino fetidísimo, ya se nos alcanza que va a apestar y mucho; si es efímero no.

La misma etimología ostenta la voz efemérides, que alguien, con guasa o dislexia, llamaba siempre emeférides, y que define los hechos sucedidos en ese mismo día de cualquier otro año, algo muy propio de los calendarios, pues al abrirlos y mirar el tres de mayo, aprendemos con sorpresa y curiosidad que en esa misma fecha murieron poetas, acontecieron masacres, se hundieron barcos. Otra voz con el mismo origen es hemeroteca, lugar donde debemos acudir para contemplar con estupor cómo un político ha sido capaz de decir una cosa y su contraria, con la misma convicción y sin la mínima vergüenza. Y las efemérides, como la Ephemera, como la hemeroteca, terminan siendo un reflejo de cada época, pues, en función de cuáles sean esos acontecimientos elegidos, estamos revelando qué consideramos importante y qué no. Si acudimos a Wikipedia, veremos,, por ejemplo cómo en sus efemérides, a la hora de elegir personalidades, a partir de mediados del siglo xxno incluye las fechas de nacimiento de escritores y artistas plásticos, sino sólo de actores o deportistas y, al hacerlo, describe mejor que nada todo un cambio de paradigma, cómo los segundos han sustituido a los primeros en el fervor popular.

Pero no serán las plantas ni los insectos, ni los lirios ni las cachipollas, ni siquiera los cantantes o los futbolistas quienes conformen este mapa de lo efímero. Será la acepción más común, pasajero, de corta duración, la que nutra estas páginas, aunque lirios e insectos sí sean parte de las manifestaciones de lo efímero en la naturaleza, que más tarde veremos, ejemplos en ella de lo pasajero.

2. Lo efímero no es un concepto absoluto

Pero sí, sin duda la acepción más frecuente de efímero es la recogida por el DRAE en segundo lugar, pasajero, de corta duración. Porque, aunque la literalidad de la etimología ubicaría en lo efímero únicamente a aquello que dure un solo día, debemos convenir que estamos ante un término de naturaleza flexible, pues no se circunscribe a un ámbito temporal estricto. Y es que, si empleamos el adjetivo semanal, estamos aludiendo a aquello que no puede ir más allá de siete días, estival a un verano; si es un plan quinquenal, no puede durar diez años, ya lo quiera el mismísimo Stalin. Sin embargo, cuando hablamos de efímero, no estamos aludiendo a un día, efímero no es sinónimo de diario, que además, al igual que los términos semanal o anual, aluden más a la frecuencia, a la periodicidad, que a la propia duración; llamamos por eso diario a ese producto que antes se compraba en los quioscos y traía noticias entre sus páginas, porque cada día salía uno distinto, aunque también, por extensión, podemos decir que duraba un día, pues, al día siguiente, las noticias ya estaban viejas, y el papel solo servía para envolver bocadillos. Pero hoy esa prensa escrita está, ya lo sabemos, en peligro de extinción, como alguno de los insectos efemerópteros, pero sin ninguna organización de amigos de la naturaleza que la defienda.

Y, por lo tanto, hablamos de efímero como un término relativo, puesto que el carácter breve en lo temporal no será igual según el ámbito tratado. Así, un rey sería efímero si durara tres días, pero su vida lo sería si viviera diez años; un entrenador de fútbol es efímero si dura tres meses; un amor, si no aguanta dos citas; una civilización si pervive sólo cien años. Lo único que no puede ser efímero es aquello cuya dimensión temporal está previamente fijada, un siglo no puede ser efímero, porque tiene necesariamente que durar cien años, así pasen muy deprisa, como no puede haber sonetos cortos, pese a que algunos poetas minimalistas se empeñen entusiastas, porque, o tienen 14 versos, o no son sonetos.

Lo que sí está claro es que, para que algo sea efímero, debe ser breve en lo fáctico y no necesariamente en lo vocacional. Me explico; a veces la vocación de perdurar no conduce de forma inexorable a la larga duración, y del mismo modo, la vocación de ser efímero no supone obligatoriamente la desaparición temprana. Ephemera, como hemos visto, y como analizaremos con detenimiento más adelante, es un término que agrupa aquellos objetos cotidianos nacidos con vocación de no durar. Y es verdad que, si uno colecciona entradas de la Ópera de Viena, la entrada en sí para el 10 de septiembre de 1930 fue efímera, porque sólo era válida para esa representación de Parsifal; no vayas con ella hoy porque no te dejarán entrar. Pero el objeto llamado entrada sí perdura; de hecho, tú lo tienes bien guardadito y lo enseñas a tus amigos para fardar de colección, puedes incluso pagar mucho dinero en e-Bay por una entrada del día siguiente. Del mismo modo, pabellones de exposiciones universales, concebidos como arquitectura efímera, han perdurado y aún hoy siguen en pie, aunque sean mesones gallegos con pulpo u oficinas con aluminosis. También un artículo de Camba o de Pla, escrito con prisas y para ser consumido al día siguiente en un periódico, puede haber perdurado, incluido en un libro, que aún se reedite hoy mismo con éxito; luego ahí la vocación tampoco garantiza la muerte inmediata.

En el extremo contrario se sitúa cuanto nació con vocación de perdurar, pero no lo hizo, como las estatuas ecuestres de los dictadores perpetuos, concebidas para la posteridad, pero derribadas en cuanto cae el personaje siniestro que toman como modelo; la perpetuidad era, para nuestro solaz, sólo una metáfora. O, como el escritor que consagró veinte años de su vida y de su supuesto talento a perpetrar la que él pensaba iba a ser la Gran Novela Americana, destinada a ser estudiada en las escuelas generaciones después, y de la que finalmente sólo se vendieron veinte ejemplares a familiares y allegados, por lo que no sólo no fue grande, sino tampoco americana, al haber nacido su autor, por esos avatares de la vida misma, en la localidad de Trebujena. En medio está, como nos recuerda Christine Buci-Glucksmann, el que quiere que lo efímero se eternice, he deseado que lo efímero se eternice, como dice Penone, algo que, por cierto, ya preconizaba Ionesco, cuando afirmaba sentencioso que el arte es hacer eterno lo efímero.

Luego convendremos que lo efímero es lo realmente pasajero, cualquiera que sea su intención inicial, siendo ese resultar pasajero algo relativo, variable por tanto según el ámbito donde nos movamos.

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Autor: Miguel Albero. Título: Esto se acaba. Editorial: Abada. Venta: Amazon

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Miguel Albero

Miguel Albero nació en Madrid ya entrado el siglo pasado, llegando inevitablemente tarde a éste que comienza. Ha publicado hasta ahora tres novelas; Principiantes (Tusquets, 2004, Actes Sud, 2006, Gran Via Edizioni, 2006), Ya queda Menos (ZUT, 2011) y Lenta Venganza (ZUT, 2012); cuatro ensayos, Enfermos del Libro (Universidad de Sevilla, 2009 y 2014), Instrucciones para fracasar mejor (Abada, 2013), Godot sigue sin venir (Premio Málaga de ensayo, Páginas de Espuma, 2016) y Roba este libro (Abada 2017); un libro de cuentos, Cruces, (La Discreta, 2008) y tres libros de poesía, Sobre Todo Nada (Premio Gil de Biedma, Visor, 2011), Lista de Esperas (Abada, 2014) y Volver ( Renacimiento 2016).

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