Kartun. Dramaturgo. Director. Nacional y popular. Kartun del pueblo. Maestro de dramaturgos, noveleros y cineastas. Puestista, maula, comentero de Facebook, viverólogo aficionado. Faro de casi todos los que hacemos teatro de pluma en Argentina, incluida la que hoy escribe sobre el ilustre maestro y su primera novela: Salo solo, publicada en 2023 por Alfaguara. El autor es también un gran orador. Escucharlo hipnotiza. Por los modismos que usa, tan de farra, de barrio, las palabras. Porque además de enseñarnos “la técnica” se despacha con variadísimas anécdotas de su vida (y de la vida de otros, pero no ande chismeando) que dan una dinámica inigualable a sus clases.
De ahí en mas es una tras otra. Aventura y estallido de risa. “Puso menudito en Tinder y la cagó. «Sos menudito», le decía siempre Miriam, su madre. Salo busca señora y no encuentra. Va a una escuela de espectadores de Hacoaj, la que iba con Miriam antes de enviudar (sí: la finadita también Miriam, como la madre). Ve obras de teatro que nunca termina de entender bien. Me cuesta concentrarme. Y a las reuniones en casas de sus amigas, va. De las amigas de Miriam. Come saladitos en las reuniones pero señora no encuentra”. Prueba también con el “… aquagym. Dura una sola clase. Por la altura tiene que ir a lo más bajito y las señoras lo corren a caderazos. Queda con el agua a las axilas y traga cloro toda la clase. Y qué tal si salimos tooodos a bailar, tooodos a bailar, toooodos a bailar. Abre la boca para cantar a coro con el grupo y traga cloro. La señora de la derecha no para de corregirlo chillándole en el oído. TODES a bailar. TODES a bailar. Pero con los tapones de silicona Salo no escucha y ella, cachete con cachete, termina corriéndolo a culazos a lo hondo”. Engancha a una de la farmacia pero tampoco, con lo bien que le hubiera venido, por lo de las recetas del rivotril, que si no no pega ojo desde que la finada finó. “Un chiste por minuto y la señora no se rió una sola vez… Ahora le clava el visto”.
Y es tan bueno Mauricio describiendo personajes, sus maneras, las cuestiones que les moldean el alma, sus tridimensiones zaparrastrosas que en la segunda página ya me derretía a espiedo por el Salo este, antihéroe de corazón ansioso, insomne si no se toma la pasta del tordo. Mi debilidad por los sesentones astutos en vías de desarrollo… Me enamoró el petiso. Sobremanera. Y es que el mundo ha cambiado. Si supieran los señores que sus errores, sus llantos, sus talones de Aquiles cotizan mejor en bolsa que aciertos y virilidades…
La cosa es que ni tuerto ni fracasado se amedrenta el Shloime. Insiste el sesentilargo deseante (aunque él prefiere decir afán y no deseo). No se amedrenta ni siquiera después de quedar atrapado en un nenuco, feto gigante que con mucha pericia fabrica para la marcha del pañuelo celeste y en el que se mete (y se caga de calor) en pos de una nueva conquista. Militante de la provida ella. Cruzada que también fracasa por detalles nimios de vejiga y cierres relámpago que no abren desde el interior. Prueba teatro en el Rojas pero al ser el más mayorcito se cohíbe. Un curso de filosofía judía en el que con un primer chiste se gana el vacío de las señoras. “¿Tanto lío por lo de sacarle las espinas a Spinoza?”.
“En los lugares de siempre no va a encontrar nada: con las que tenía que pasar ya pasó, y con las otras no va a pasar nunca”, recordó el mantra del tordo, así que decide irse de carpa a la playa. Ahí se reencuentra con una vieja conocida. ¡Y al fin moja Salomón! Unos besos, sí, pero algo es algo. En medio del boliche lleno de jóvenes el encuentro de los dos jovatos. “Bailan apretados, hechos uno los dos polizones, disfrazados los niños de mentira. Como si las hormonas fueran otras, bailan. En el cono de sombra. En el cono del tiempo. Y transpiran mucho. Y ella llora y se ríe, y la risa mezcla los alientos. Criadores, una piedra y cerveza roja artesanal. Y los olores del cuerpo, los post solares Nivea, los Rexonas… Cora lo arrincona contra un bafle y le pega un beso de leyenda… El beso y la vibración del bafle en la espalda. De eso no se vuelve”.
Mauricio, sin querer queriendo, tal vez como sí quiere la cosa sobrevuela muchos de los intocables temas de nuestro tiempo. A mi entender es un experto en este arte tan pero tan difícil: ¡logra hacerlo sin ofender! Consigue el autor hacer humor de estos asuntos tan sensibles que a la primera de cambio acarrean bloqueos masivos en las redes, familias divididas y vecinos que se dejan la caca del perro en la vereda adrede. ¡Que te garúe finito, inmoral de cuarta! La poca tolerancia entre pares (e impares) que circunda el ambiente todo el tiempo. Me hizo reír con salud del leguaje inclusivo, de la ecología, el aborto, la vejez, la puja por la herencia, la soledad, los achaques. Lo hace Salo todo con tal picardía que no se puede reaccionar mal, más bien dan ganas de pellizcarle el cachete al pelandrún.
Florita floricultora lo hace aterrizar al gracioso en el botánico donde “aprende injerto de escudete. Se le ocurren cosas. Sos una estaca con tus yemas clavadas en mí, Florita. Es zonzo el cristiano macho cuando el amor lo domina. Jose Hernández. Claro. Sí, Iósele. Porque el zaino se pone vivísimo”. Con otra, la delegada troska, termina en el concurso de swing haciendo el trompito. “A los dos meses ya es un kohinoor”. “No hablan en todo el ensayo. Ni en los que vienen. Ni falta que hace. El mundo debería bailar todos los días así callado. Contra la muerte”. Con esta moja literal y literariamente pero al final igual se le termina armando. En donde hay amor hay quilombo, dice a norma, y nos llega la multa a domicilio.
Otra con la que termina ni siquiera soñando porque “el clásico flechazo al cuete. La manzana imposible de Guillermo Telo*. Tan lejana la fruta que ni soñar en clavar ahí”, o solamente riendo. “Darle risa a la que te gusta es como regar pimpollos: da tanto gusto verlos abrirse que te pasas el día con la manguera en la mano”. Se confiesa Salo devoto de la fea linda: “No hay mujer más hechicera que la fea linda. La linda linda redunda. Tienta de entrada y se va derritiendo. Arranca chocolate suizo y al rato es cascarilla. La fea linda, al revés: cada vez que la miras la encontrás mas sabrosa. Y esperas con gula al día siguiente que estará mejor todavía. Efecto guiso”.
Aprende en teatro que el que hace reír no garcha, que el embeleso es un laberinto interminable de malentendidos, y que un amor imposible no deja de ser amor. Y como estas, cientos de frases y parrafadas que pondría en un cuadrito: “De gustos hablan y, queriendo gustarle al otro, ninguno dice para nada la verdad”. “Y disfrutan esos dos como sólo puede disfrutarse la vida atrás de la careta. Mascaritas en el carnaval de la vida. En el corso de coger”.
La ternura que aflora al leerlo a Salo es infinita, afanador de sonrisas compulsivo es el moishe. Y un aprendizaje que me deja: para quien ningunea la red insocial (yo) acá una reivindicación que vale. Mauricio Kartun fue escribiendo de a poco, retazo a retazo la jubilosa historia de Salomón Goldfarb. Escribía un capítulo y lo compartía en el Facebook, hasta que un día, el eureka: tenía páginas suficientes para oficializar que el asunto estaba terminado. ¿No es ésta una gran cosa? ¿No aliviana un poco esa tarea tan embolante del escritor autista? Lean a Salo solo. Aunque el protagonista la lleva de desgracia sin suerte se van a reír inteligente, y quien le dice que entre carcajada y carcajada no salen corriendo a abrazar al vecino de la caca adrede. ¡No era tan terrible, che!
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*Telo (albergue transitorio): hoteles a los que la gente va a pasar la noche sólo para tener sexo.
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