En la Ilíada Homero nos narra una de las últimas etapas de la guerra de Troya. Allí, la cólera de Aquiles al habérsele arrebatado por parte de Agamenón a su concubina y trofeo de guerra, Criseida, origina su abandono hasta que la muerte de Patroclo lo reintegra al combate. ¿Cuál es el destino de Criseida en la Ilíada? ¿Y el de las cautivas troyanas Casandra, Andrómaca o Polixena tras la caída de Troya? ¿Cuál es el destino de la mujer en las guerras? Rosario (Valparaíso, 2023) de Blanca Berjano nos narra ese destino no en la guerra troyana, sino en otra más cercana, la guerra civil española. Y, a la manera de Homero, Rosario se presenta como un poema narrativo no escindido en cantos, sino en 33 poemas, que carecen de comas o puntos ensamblando esta historia familiar con ecos lorquianos, donde un silencio impuesto esconde un secreto del pasado.
Sabemos que Rosario guarda un secreto y una vergüenza en su pecho oscuro / una luna lorquiana /atravesada por el anzuelo, un miasma que contaminará a toda la genealogía femenina y de la que la voz narradora forma parte y, en ella, busca su identidad de mujer, aunque su herencia paterna la salva y aleja de esa mancha impura: Porque yo he salido al lado paterno / el lado lumpen de la historia que desconozco o no hay suciedad en el piso paterno. Ella quisiera ser como sus mujeres: postradas frente a la muralla del lavadero / frente a la ermita con sus mantillas / vestidas de luto. Y en esas muertas se busca. Y al leer a Blanca Berjano se comprueba como las tradiciones literarias se entrelazan para dar lugar a una brillante voz propia con un equilibrio entre las referencias mitológicas (Cerbero, Eurídice, Rapto de Proserpina…), que administra con acierto y prudencia, y el profundo conocimiento de la obra poética y teatral de Lorca, pues puntualmente juega con imágenes que aproximan al lector a La casa de Bernarda Alba, con su ambiente asfixiante, como un zulo, un espacio no sólo físico en el que Rosario ha escondido en silencio su historia.
Y esa historia de la tía Rosario va poco a poco desocultándose a través de un reguero de metáforas: Por la noche en el lavadero los zorros se colaron, de voces donde se cede la palabra a la misma protagonista en “Rosario” y de tiempos cronológicos: el pasado en el que ocurren los hechos, la infancia de la narradora en la que conoció a la tía Rosario y el presente en el que trata de articular ese aparente antagonismo entre el pasado familiar, que ha torneado su vida:
¿éramos hijas de la maravilla democrática?
(…)
¿cómo me considero hija de la libertad si tengo un pasado
que me pesa
que me hunde los hombros bajo la tierra viscosa de un lodazal?
Y la propia convicción: cómo les digo que fui roja pese a todo. La memoria histórica viene a resarcir un olvido y desde esa premisa encara su quehacer poético en el que la palabra actúa para destapar cicatrices y destripar los recuerdos:
la legitimidad de la desmemoria
el desamparo de las víctimas
estelas yertas sobre roca de granito se yerguen
se clavan sobre la carne
impidiendo una vez más hacer justicia
como si se pudiera acallar la voz de un pueblo
como si se pudiera soterrar el grito que subyace
bajo los cadáveres de las cunetas
Pero ¿cómo se desagravia aquello cuya existencia se niega? ¿Quién repara el daño sobre la memoria y los cuerpos de las mujeres? La mirada de la tía Rosario parece siempre puesta en un punto fijo del pasado que detuvo para siempre su vida:
detrás de su mirada
la oquedad
el extravío
la rueca que teje el mismo recuerdo
noche tras noche
la locura recorriendo la sangre
noche tras noche
Ese momento es un hueco en el relato intergeneracional, un suceso del que nadie habla, sin embargo cambió el destino de una mujer y de su familia. La madre destapa los huecos de la violencia ante la insistencia de la narradora quien se niega a ignorar ese pasado, que pesa silenciosamente, para comprender y comprenderse, una genealogía de odio:
quiero conocer la historia
quiero entender
sin censura
qué pasó
aunque nos duela
A través de la palabra se escarba en la herida heredada, se manifiesta el odio y el resentimiento, se hace presente el aislamiento al que un hecho vergonzoso recluyó a Rosario tras los muros de la casa familiar y del silencio:
pobre abuela
se encarniza contra los rojosme arrebataron a un hermano
volvieron loca a mi hermana
¿Qué la volvió loca? Los perros avisan de que llegan los hombres, se cuelan por el lavadero como los zorros; las dos hermanas saben qué tienen que hacer, en la alacena se esconde una escopeta, pero ellas están solas. Después:
dicen que solo tres días
que desaparecí solo tres días
(…)
me arrebataron
para siempre a la fuerza
la ironía de las flores
Y Rosario regresa del inframundo. Si en el rapto de Proserpina, Démeter puede disfrutar de la compañía de su hija la mitad del año, Rosario no podrá retornar nunca del Hades, del zulo en el que vivió encerrada durante tres días raptada por los rojos. La delicadeza y sutilidad de la palabra poética de Blanca Berjano nos brinda con una belleza conmovedora una verdad atroz de la que nada se habla y que la genealogía de estos versos nos otorga en herencia. Y ello lo afronta desde una compleja y honda reflexión sobre las contradicciones que aún aguardan subterráneas en las venas de este país, quizá para, por fin, poder cerrar esa herida:
sería inútil pedir perdón en nombre de mis ancestros
y sin embargo aquí estoysería inútil hablar de las mujeres que quedaron solas
en el lavadero
esperando el regreso de los hombres
sin saber que aquella noche la batalla se libraría en sus vientres
Briseida, Criseida, Casandra, Andrómaca, Polixena en la guerra de Troya compartieron un destino: fueron los trofeos de los hombres de esa guerra, de una guerra que no iniciaron, en la que no lucharon, de la que fueron víctimas, como otras tantas mujeres a lo largo de la historia en tantas guerras, como lo fueron también muchas mujeres en la guerra civil española por parte de ambos bandos, como lo es la protagonista de este poemario, Rosario.
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Autora: Blanca Berjano. Título: Rosario. Editorial: Valparaíso. Venta: Todos tus libros.
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