Roberto Vaquero (Madrid, 1986), escritor, historiador y líder del Frente Obrero, se ha ciscado en nuestro mundo escribiendo una distopía que transcurre en el siglo XXIII. Tiempos de infantería (Letrame Editorial, 2023) es una novela de ciencia ficción terriblemente entretenida, violenta y crítica. Domina el planeta un imperio, el Bláptico, que se sustenta en una multinacional que fomenta “el individualismo y el consumismo extremo”. Territorios libres, como la Unión Africana, son vendidos por sus gobernantes, que sofocan –o, cuando menos, lo intentan– a sus rebeldes, otrora héroes, dándoles matarile futurista. Lo que hoy es España se ubica en la zona bunchista, donde saca las uñas el capitán Alonso, un tipo noble, valiente e implacable. Y en el IV Reich hay unos nazis zombis que dan mucho asco. Un día después del Doce de Octubre, Zenda conversa con su colaborador sobre su último libro publicado y, en especial, sobre las temáticas que de él se desprenden.
—Señor Vaquero, si usted dispusiera de un traje de combate como el de su capitán Alonso, ¿qué haría?
—Aparezco en la Moncloa (risas).
—¿Cuánto se parece el mundo de Tiempos de infantería al de hoy?
—La novela es una crítica a la sociedad contemporánea. Muchas de las cosas que desarrollo es a futuro, pero critico lo que hay ahora.
—En su imperio bláptico “no hay libertad para nada, se fomenta el individualismo y el consumismo extremo, la gente vive alienada y subyugada hasta un punto que no te puedes ni imaginar”.
—Es una crítica a la sociedad estadounidense y al mundo occidental. Es una crítica a lo que creo que vamos: hacia un pensamiento único. Las grandes empresas son las que dirigen, las que hacen el ocio, las que planifican tu vida, incluso lo que consumes. Creo que, lamentablemente, estamos yendo hacia esta distopía.
—Cuenta el capitán Alonso: “En las nuevas ciudades destruyen la cultura y las tradiciones para imponer su forma de ver las cosas, que no es otra que el sucio dinero”.
—Cuando escucho a cierta gente, incluso a intelectuales o profesores de universidad, hablar sobre esta cultura cosmopolita de una forma positiva, hablan de la “cultura mundial del progreso”. Si existiera esa “cultura mundial del progreso”, como suma de varias culturas, y existiera de verdad, no me parecería tan terrible. Pero tenemos todo lo contrario: el desarraigo, la desaparición de lo propio. Crean gente desarraigada, consumidores dóciles, personas manipulables porque están aisladas de la identidad colectiva que se tenía antes. Esa identidad todavía existe, pero está en retroceso. Es algo que me molesta especialmente.
—¿Qué riesgos conlleva el desarraigo?
—En primer lugar, se está viendo que, en determinadas zonas, lleva a la marginación y a la depauperación de la vida de la gente. En barrios de Marsella o Barcelona, el desarraigo lleva a que haya zonas en las que, prácticamente, es imposible vivir. Quien más sufre esto es la gente de a pie, que es lo que señalo en Tiempos de infantería. Es una cosa que me da bastante rabia. También hay que tener en cuenta que al no tener identidad colectiva, estás más aislado. Al estar más aislado, tienes menos capacidad de defenderte de las imposiciones. En el caso de la novela, de un monopolio; en el de la realidad, de las grandes empresas que operan en el mundo en el que vivimos.
—Alonso, Búnchez, Esteban Checa… ¿los nombres de sus personajes son aleatorios o hay detrás de ellos alguna intención?
—Algunos sí; la mayoría, no. El capitán Alonso es por el capitán Alonso de Contreras, de la época de los Tercios. Sale en El capitán Alatriste. Hay un arma que debe su nombre a Blas de Lezo. La novela está llena de referencias históricas.
—Hablemos de un par de lemas. Primero, el de los soldados de la Unión Africana: “El desierto cobra sus deudas”.
—Es un homenaje a Dune y a Frank Herbert. Por otro lado, siempre me ha gustado mucho el mundo de los tuaregs. Desde pequeño, debido a autores que he seguido, como Alberto Vázquez Figueroa, me he interesado bastante por ello. Y, en el mundo de los tuaregs, el tema de la venganza y de la justicia es muy importante. “El desierto cobra sus deudas” es un lema que clama a la justicia. Cuando tú traicionas, ese mundo te la devuelve.
—Va otro lema, el de la Confederación del Este: “Vivir para servir”.
—Empecé escribiendo de una manera sobre la Confederación, pero luego, al mostrar las contradicciones internas que tiene, muestro lo bueno y lo malo que, en mi opinión, tienen las sociedades del Este. Sus gentes viven para servir a la patria. Eso, desde el punto de vista occidental, tiene una visión muy negativa. Pero también tiene su lado positivo: te pliegas a las mayorías, a lo colectivo, a lo que conformas con todo. Ese lema empezó siendo una crítica a cómo eran, pero luego mostré lo que tienen de bueno, que creo que es mucho.
—Es la primera vez que escribe una novela. ¿Qué tal la experiencia?
—Me lo he pasado muy bien escribiendo, la verdad. Escribir es una pasión tardía, yo era más de leer sin más. Pero me encanta escribir, crear un mundo de cero. La experiencia ha sido muy, muy agradable. De hecho, he seguido escribiendo. Tengo otra novela, una fantasía oscura, que quiero sacar pronto.
—En la anterior entrevista, me hablaba de Tolkien, John Scalzi, Aleksandr Beliáyev o Robert Heinlein, el autor de Starship Troopers. ¿Aparecen reflejadas estas fuentes literarias suyas en Tiempos de infantería?
—El autor que más influye en mi forma de escribir es Richard Morgan. Es el que más me gusta, aunque no tiene las mismas ideas que yo, para nada. También John Scalzi. Son autores muy crudos. Morgan, más que Scalzi, sabe engarzar con la historia la crítica. Creo que la ciencia ficción es el género que más se presta a la crítica a lo actual. He seguido el estilo de Morgan con mi propio toque, por supuesto. Luego, hay un reconocimiento a Heinlein en el mundo que describió y en el tema de la infantería. Y también me gusta ese reconocimiento a la infantería de Pérez-Reverte.
—Vamos acabando, señor Vaquero. ¿Cómo vivió el Día de la Hispanidad (la entrevista se hizo el 13 de octubre)?
—No pude ir al desfile porque tenía que hacer cosas antes. Si no, hubiera ido. He ido otros años. Luego, hicimos una jornada con una asociación cultural que hemos montado, la Asociación por la Cultura Española Alfonso VIII. Vino un maestro de esgrima española y mostró toda su evolución, y luego di una charla sobre el sentido del 12 de Octubre y sobre por qué tenemos mucho que celebrar. Creo que hay que reivindicar nuestra identidad y nuestra cultura. Lo nuestro no es creernos mejor que los demás ni imponer nada. Los símbolos, las tradiciones y la cultura son cosas de todos los españoles. También hay que confrontar con la gente que se avergüenza de ser español por modas que vienen de fuera para defender intereses extranjeros.
—¿No comparte, entonces, las tesis de Carlos Bardem?
—No. De hecho, soy de las personas que más las han criticado. Creo que sigue una moda que está en la historiografía que tiene más que ver con la política que con la propia historiografía. Hay una serie de historiadores que tiene una red clientelar de apoyos, por así decirlo. Política y mediáticamente, se nutren de eso. Y no tiene por qué ser de forma monetaria…
—Tampoco creo que ofrezcan gratis sus servicios.
—Es su ambiente y se desarrollan ahí. Se deben a eso y siguen una serie de clichés. En ese ambiente, hay gente con más cultura, como Carlos Bardem, y luego gente que, directamente, es semianalfabeta. Y repiten lo mismo siempre, lo que dicta la moda que siguen.
—Y, para finalizar, ¿cree que veremos la independencia de Cataluña y la toma, por parte de Marruecos, de Ceuta y de Melilla?
—Espero que no. Si pasa lo de Ceuta y Melilla, me voy a la frontera (risas).
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