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Risto Mejide: "No hay nada más democrático que la televisión" - Zenda
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Risto Mejide: «No hay nada más democrático que la televisión»

"El chisme" recuerda a estos relatos pulp de ciencia ficción donde la ciencia ficción da igual porque lo que importa es el dilema moral. Edu Galán y Risto Mejide charlan sobre este libro.

EXT. TERRAZA. SIN MASCARILLAS. A DISTANCIA / ATARDECER

RISTO MEJIDE y EDU GALÁN charlan sobre El Chisme (Espasa), el nuevo relato de RM.

—Su libro me ha recordado a estos relatos pulp de ciencia ficción donde la ciencia ficción da igual porque lo que importa es el dilema moral. Me ha recordado a Botón, botón, de Matheson, adaptado muchas veces al cine y a la televisión: una pareja recibe la visita de un viajante que les ofrece una caja con un botón. Si lo aprietan, morirá alguien desconocido para ellos y, a cambio, recibirán 20.000 dólares. En su caso, el botón es el chisme, el dilema es el chisme, un pinganillo donde la persona recibe indicaciones sobre su vida. ¿En qué momento se le aparece el chisme?

"Escuchar es un verbo que casi no se utiliza en comunicación. Cuando hablas de comunicación hablas de alguien soltando una chapa"

—Llevaba tiempo queriendo hablar sobre la importancia de escuchar y escucharse. Creo que el ruido es la ausencia de contenido, y muchas veces no se asocia al exceso de palabras. Estamos rodeados de ruido. Estamos inundados de ruido. Hay un tsunami de ruido, no ahora con la pandemia: es diario. Y creo que la ausencia de ruido es precisamente cuando hay contenido, cuando hay reflexión.

«Escuchar» es un verbo que casi no se utiliza en comunicación. Cuando hablas de comunicación hablas de alguien soltando una chapa. Pero nadie se para a decir que la comunicación no existe si previamente alguien no te ha escuchado. En marketing intentamos contactar con el prójimo a través de un mensaje y esto es lo mismo. De repente un día estaba en el programa (n. del e.: Todo es mentira, en las tardes de Cuatro) y estuve a punto de llevarme el pinganillo puesto. Estoy casi en el camerino y me doy cuenta de que lo llevo puesto. Pensé: ¿qué pasaría si a un tío totalmente gris, anodino, que nunca ha estado en la tele y sin ningún talento de ningún tipo, como yo, de repente le cambia la vida porque se le deja ese pinganillo puesto por error y ese pinganillo empieza a darle instrucciones? Empieza a convertirse en el Cyrano, pero no para conquistar a Roxana sino para triunfar en la vida.

Me gustaba mucho también que fuera un chisme para escuchar pero que además el protagonista estuviese siendo escuchado también por todo su entorno y que cuando triunfase fuese cuando la gente quiere escucharlo.

Esa es otra…

—La idea falsa sobre el carisma: como si se posase sobre uno, de súbito.

—Exactamente, esos triunfadores que van a explicarte cómo hacerlo: la fórmula magistral… A mí me hace mucha gracia: es todo falso. Mi relato también trata de un triunfador-estafa.

—Ayer viendo su programa me vino a la cabeza El chisme. Creo que fue improvisado. Dijo: «Yo ahora estoy en mi casa viendo a mi ego y riéndome». Es decir, ¿el usted que está en el programa lleva un chisme controlado por otro usted que está en casa?

"Estoy seguro que mucha gente está harta de estar rodeada de monólogos simultáneos que simplemente se respetan el turno pero no se escuchan"

—Sí. Cuando estoy delante de una cámara pienso cómo recibiría yo lo que estoy diciendo. Me estoy escuchando en el sentido de ponerme en lugar del espectador. Tienes que ponerte en el lugar del espectador, al igual que cuando estoy escribiendo me pongo en el lugar del lector. Este ejercicio de empatía creo que es fundamental en la comunicación y muchas veces no se hace. Estoy seguro que mucha gente está harta de estar rodeada de monólogos simultáneos que simplemente se respetan el turno pero no se escuchan. Tengo cuarenta y seis años y todavía estoy aprendiendo a escuchar. Eso sí, no voy de «gurú de la escucha»: trato de aplacar aquello que tienes por dentro, lo que estás pensando mientras el otro te habla, y también observar. Observar es una manera de escuchar con los ojos. Creo que oímos mucho pero escuchamos poco.

—¿Cómo hace para observar cuando delante de usted está un monstruo metálico sin ojos, la cámara?

—Te tienes que olvidar que es una cámara y hablarle como le hablarías a un amigo. Intento hablarle a una cámara sabiendo que ahí detrás hay gente a la que le tienes que trasladar algo de una manera honesta. En este programa es la primera vez que utilizo un prompter. Traspasar ese chisme es muy difícil porque te está dando información continuamente, y es muy fácil leerla y ¡ya está! Cuando lo estoy leyendo muchas veces me estoy escuchando y pienso: «¿Qué acabo de decir? ¿Entiendo lo que acabo de decir? ¿Se puede decir de una manera más clara?». Y continuamente me morcilleo o incluso me pierdo porque creo que lo importante no es seguir el chisme. Lo importante es que aquello que tú estés transmitiendo sea de verdad.

Esta novela está dedicada a mi hija, que nació justamente el año que empecé a escribirla, o al revés, empecé a escribirla el año que ella nació, y el mensaje es que hagas lo que hagas, hazlo de una manera honesta. La única forma realmente de que las cosas duren es que sean honestas.

—Su relato habla de la honestidad en un mundo deshonesto. ¿Se puede ser honesto en un hábitat marcado por las audiencias?

"Lo que busco cuando comunico algo es que ese mensaje dure"

—Yo creo que sí. Tengo la experiencia personal y profesional de que sí. No es que se pueda, es que se debe. Y no es que uno vaya de Gandhi por la vida: quiero que lo que haga en la vida me dure. La cámara es un detector de mentiras: si tú intentas ser otro que no eres, si tú intentas impostar algo que no eres… No somos actores. En seguida nos pillan. El espectador te cala y te manda a tu casa. Fíjate que la duración y el éxito están muy relacionados, en televisión y en todo: en tu relación… Cuando las cosas duran, son mejores que cuando no duran. «Lo bueno, si breve» acaba siendo mentira.

Esto lo sabe poca gente: llevo dos años matriculado en la carrera de Historia porque me di cuenta de que mi pasión, las marcas, y la Historia eran lo mismo. Una marca es una promesa consistente en el tiempo. La Historia es la lista de cosas que han sido consistentes en el tiempo. Entonces vi que lo que estaba buscando era que las marcas durasen. Lo que busco cuando comunico algo es que ese mensaje dure. Y esto está íntimamente relacionado con la honestidad.

—En la vida actual se premia lo contrario a lo que usted busca. De hecho habla de ello en el libro: la prisa.

—Vivimos en el negocio de la prisa. Si te meto prisa, te podré vender más cosas. Si te digo que tu tiempo es muy valioso, querré trocear ese tiempo en partes más pequeñas para que quepan más cosas, con lo cual podré venderte más. Si te digo, por el contrario, que con esto ya tienes para toda tu vida, ya no podré venderte más. La manera de vender algo es trocear el tiempo.

Una cosa es lo que nos rodea y otra cosa es lo que uno personalmente persigue. Yo creo en la duración de las cosas. El éxito de este libro, ojalá, sería que dentro de dos o tres generaciones hubiese gente que todavía lo comprase y lo leyese. Victor Hugo es Victor Hugo porque lo seguimos leyendo hoy. Ese es el éxito: la duración. No el éxito que nos han vendido: eso es algo efímero.

—Hay dos ventanas no simétricas en la televisión. Los que están frente a la cámara con su mundo hipócrita; y los espectadores que afirman siempre ver documentales de La 2, también hipócritamente. Necesariamente ambos están reflejados en su libro porque trata la hipocresía pero ¿quién lo es más?

"Madurar creo que consiste en ir quitándote capas de hipocresía, en elegir mejor tus batallas"

—Todos tenemos un punto de hipocresía. Madurar creo que consiste en ir quitándote capas de hipocresía, en elegir mejor tus batallas, también lo digo en el libro. Eso significa irte pelando, como una cebolla, esas capas de hipocresía con las que te vendías o con las que perseguías cosas que no necesitabas tanto. Igual es que me he hecho mayor: creo que la honestidad empieza por uno mismo. Quizá esto que pensaba que me iba a hacer feliz no es lo que debería perseguir.

—»La cantidad de rumores inútiles que un hombre puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia», cita a Schopenhauer en El chisme. Usted es un hombre famoso. ¿Cómo lleva los rumores, entendiendo como tal las fotos, las murmuraciones, los clickbaits… de su vida privada?

—Sólo le ocurre al que lleva el chisme. Luego estoy yo en mi casa, con mis amigos… Esa es otra vida. Todos tenemos una vida pública y cumplimos un rol público y uno privado. El que es juez no es igual en el juzgado que en su casa con sus nietos. Si lo es tiene un problema.

—Me ha recordado un chiste extraordinario de Joaquín Reyes. Cuando Joaquín era chaval iba un día en tren y puso los pies en los asientos de enfrente, en estas plazas que son de cuatro enfrentados. Entonces llegó el revisor y le soltó la frasecita: «¿Usted hace esto en su casa?». Y él contestó: «¿Y usted tica billetes en su casa?». (Nos reímos) Un alivio antes de entrar en otro vericueto serio de su vida: la publicidad.

—La publicidad es quien paga la fiesta. Las fiestas siempre tienen alguien que las paga. En toda la comunicación que nos rodea hay una marca detrás. Me hace gracia estos conceptos que nos inventamos ahora: «branded content»…

—Patrocinio.

—¡Pero si todo es publicidad! ¿O es que HBO no es una marca? O Netflix. O ABC. O El Mundo.

—Tienen unos valores, unas ideologías…

"El que se te acerque diciendo que te trae la verdad, desconfía. Sal corriendo"

—Te venden cosas distintas a un desodorante y quizá más peligrosas. Lo que ocurre es que hay gente que viene y te dice «te voy a vender un desodorante». Y luego tú decides si lo quieres o no. Y luego hay gente que va con el tema de «la verdad». El que se te acerque diciendo que te trae la verdad, desconfía. Sal corriendo.

Quiero diferenciar, como hace el protagonista del libro, entre la verdad y la honestidad. No tienen nada que ver. Uno puede hacer algo de manera honesta, que coincida lo que uno piensa con lo que uno dice, con lo que uno hace. Eso es la honestidad. Otra cosa muy distinta es la verdad. Yo puedo estar en la mayor de las equivocaciones pero haciendo algo honesto.

—Usted afirma que Mediaset (Telecinco, Cuatro) es la cadena más honesta. No la más verdadera.

—Absolutamente. Es tremendamente honesta. Cuando entras, sabes dónde estás. Nadie esconde lo que hace. ¿Y qué hace? Que sea el espectador el que decida qué contenidos siguen adelante. Lo que me gusta de donde trabajo es que no pretende aleccionar al espectador. Simplemente dice «esto te gusta», pues te lo ofrezco. «Esto no te gusta», pues lo quito. No hay nada más democrático que la televisión. Los espectadores votan todos los días.

—¿Se está siendo excesivamente paternalista con los adultos, en general?

—Creo que sí. Soy muy admirador de Escohotado. Defiende que, siendo adulto, uno se pueda drogar como quiera y ha escrito un tratado interesantísimo sobre drogas. Su defensa, muy adulta, es que a mí el Estado no me tiene que decir lo que me conviene o lo que no. Yo ya me informaré y decidiré si me conviene o si no. Como publicista, yo no me drogo,…

—Raro en un publicista. (se ríe)

—… Pero hay cosas que jamás anunciaría.

—¿Como qué?

—Como juguetes.

—¿Por qué?

—Te puedo vender tabaco, alcohol… pero sé que te estoy hablando de adulto a adulto. Cuando vendo un juguete, ¿qué hago? Voy a buscar al niño.

—O al padre.

"Dejamos que seres adultos con toda la maquinaria del marketing y muchos millones detrás manipulen a nuestros hijos para que les pidan a sus padres un juguete"

—No. Los juguetes se venden a través de los niños. Pon un sábado por la mañana cualquier cadena. ¿Qué obtienes? Publicidad enfocada a los niños que están viendo los dibujos. Nos hemos apresurado a legislar que la publicidad de tabaco, alcohol o las casas de apuestas no se emita a esas horas porque están los niños viendo la tele. Sin embargo, dejamos que seres adultos con toda la maquinaria del marketing y muchos millones detrás manipulen a nuestros hijos para que les pidan a sus padres un juguete.

—¿La publicidad te da lo que tú quieres, o tu quieres lo que la publicidad te da?

—Es algo que nos achacan constantemente. Y es tremendamente iluso pensar que un publicista o una empresa de publicidad puede fabricar necesidades. Ojalá. Sería todo mucho más fácil. Ojalá pudiéramos crear las necesidades para vender lo que nos interesa. No es así. Lo que hace la publicidad es identificar una serie de necesidades, de manera más o menos acertada, porque a veces también fallamos.

—Da la sensación de que para demostrar las necesidades creadas por la publicidad sólo se dan ejemplos de casos de éxito.

—Efectivamente: no miras los fracasos coetáneos, por ejemplo, a Apple. Gente que invirtió muchos millones en publicidad y no consiguió que compráramos ese producto.

—Que podría ser técnicamente igual al de Apple.

—O mejor. Fíjate el vídeo Beta: técnicamente era mejor pero no se consiguió vender. No es tan fácil.

—Hablemos de la estructura literaria de El chisme: me llama la atención que usted lo llama relato.

—Novela me parecía demasiado pretencioso. Es un relato.

—Pero a su vez me gustó que en tan poco espacio construye diversas matrioshkas, diversos relatitos dentro del relato. ¿Se planteó la idea del desarrollo y escogió las formas, o tenía las formas y luego las fue acoplando al desarrollo?

"Le he dedicado menos tiempo a la descripción de los personajes, eso me importa menos: me preocupo más en presentarlos en una sola frase"

—Me gusta hacerlo a la vez. Creo que la forma sin tener en cuenta el fondo no tiene sentido. Soy muy fan de Millás, de Chuck Palahniuk… Los que te construyen una historia a través de frases. No sólo es escribir una historia, sino cómo está contada. La primera frase te puedo asegurar que fue la última que escribí: «La vida me iba pequeña». Le estuve dando vueltas durante los dos años de escritura del libro. Le he dedicado menos tiempo a la descripción de los personajes, eso me importa menos: me preocupo más en presentarlos en una sola frase.

—Son personajes buscando sentido.

—Como todos. Tú y yo estamos buscando sentido.

—Yo soy el entrevistador, perdone. Yo le doy sentido a usted. (Se ríe)

—Creo que la magia de todo esto es buscarle sentido a lo que haces, y ellos están buscando ese sentido.

—¿Se siente cercano a sus personajes cuando los escribe?

—Totalmente. Sólo sé escribir de lo que me pasa por dentro. Escribo para saber lo que siento. Muchas veces no sé lo que siento hasta que no lo he escrito. Y por eso necesito escribir. Un día igual dejo de publicar, cuando ninguna editorial esté interesada en mis libros. Pero seguiré escribiendo. Para mí escribir es poner un espejo delante del alma: así estoy hoy. Por eso se lo dediqué a mi hija, quiero que ella sepa el año que ella nació, cómo estaba su padre. Qué es lo que pensaba sobre la vida, el éxito, el fracaso, la familia…. Los temas importantes de la vida.

—A pesar de buscar sentido a través de un pinganillo, sus personajes fallan una y otra vez.

"El éxito consiste en que aquellos que admiras, y puede ser un familiar cercano o un amigo, te admiren un día a ti"

—Igual porque persiguen objetivos equivocados, esa es un poco la historia. La gente que tenemos una vida pública habrá otra gente que asimile eso al éxito pero no es así: el éxito es diferente del reconocimiento. El reconocimiento en tu trabajo y otros están muy bien pero el éxito es algo más complejo, más íntimo, que tiene que ver seguramente no sólo contigo sino con todos aquellos que te han importado en tu vida. El éxito consiste en que aquellos que admiras, y puede ser un familiar cercano o un amigo, te admiren un día a ti.

—Las relaciones paternofiliales aparecen cuantitativamente muy poco —una dedicatoria, unos párrafos— pero están muy marcadas dentro del relato.

—Antes hablábamos de la importancia de perdurar: tus genes perduran a través de tus hijos. Como dice Richard Dawkins, el gen es egoísta, lo único que pretende es perpetuarse. Le da igual tu vida. La expresión física y biológica de nuestra existencia se perpetúa a través de nuestros hijos. Uno intenta dejarles no sólo lo que uno cree, sino lo mejor que uno tenga. Tener hijos ha sido una hecatombe en mi vida y supongo que hablaré en nombre de algunos padres y madres, porque te trae lo mejor y lo peor. Te trae cosas maravillosas pero también te trae una cantidad de crisis existenciales brutales y muchas cosas de las que no se habla, como la depresión postparto en la mujer. Además, te ponen en el espejo: todo aquello que recriminaste a tus padres y, de repente, tú eres el padre.

Eso sí, creo que es una experiencia que jamás me atrevería a recomendar a nadie. Esa gente que va por la vida diciendo «tienes que tener hijos». Me parece una irresponsabilidad.

—O lo contrario.

—Totalmente. Pero yo sería un necio si no te dijese que es la experiencia más transformadora que he vivido en mi vida.

—Durante el confinamiento vivimos en la incertidumbre y la preocupación. ¿Lo escribió desde ahí?

—No, lo escribí como una comedia, desde el humor del perdedor. Eso es el personaje principal. Y me servía de alivio. Me distanciaba de este día a día tremendo que hemos sufrido todo el planeta durante este año. Ha sido un analgésico a la hora de pensar que la pandemia ha sido brutal, pero no todo es pandemia. Hay más cosas sobre las que escribir.

—Hemos hablado mucho de escribir. ¿Qué le gusta leer?

"Leo de manera compulsiva. Estoy leyendo seis libros, depende del momento del día que me pille"

—Leo de manera compulsiva. Estoy leyendo seis libros, depende del momento del día que me pille: desde la biografía de Julio Iglesias de Oscar García Blesa hasta el libro de Bill Gates sobre el cambio climático. Y luego estoy con tres libros con la misma temática: el réquiem de Mozart. Ha sido la banda sonora de El chisme y la banda sonora de mi vida. Estoy estudiando todos los pasos que siguió Mozart para escribir ese réquiem.

—¿Y de niño?

—No he sido muy de cómics. Era más de La isla del tesoro, El conde de Montecristo… Era muy poco visual, me gustaba hacerme yo la composición visual. Eso de que me lo den hecho me molesta aún hoy día. Me gusta la imaginación que despierta el libro porque cada uno le pone la cara que quiere al conde de Montecristo. Eso, desde pequeño, me encantaba. Tuve una infancia muy solitaria, me gustaba jugar al ajedrez, no demasiado el fútbol… Con lo cual, un libro era un amigo que me estaba esperando al salir del cole.

EXT. TERRAZA. SIN MASCARILLAS. A DISTANCIA / ANOCHECER

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Edu Galán

Edu Galán (Oviedo, 1980) es escritor y psicólogo. Desde 2002 escribe con regularidad en diferentes medios: a día de hoy, en Zenda y ABC Cultural. En 2022 publicó La máscara moral, una reflexión sobre el manoseo individualista de las diversas morales en nuestros tiempos, y estrenó la serie documental en audio Casete (2022), una sociología de los chistes de casete y el país que los parió. Su ensayo El síndrome Woody Allen (Debate) vio la luz en 2020. Ese año se reeditó en digital Morir de pie. Stand-up (y Norteamérica) (Rema y Vive). Es cofundador de la revista satírica Mongolia (2012): ha participado en todos sus números mensuales, libros, espectáculos teatrales, podcasts y apariciones televisivas hasta junio de 2021, donde ya solo continúa como accionista. Produjo con David Trueba y Fran Nixon el documental Salir de casa (2016) de David Trueba. Colabora en La brújula de Onda Cero, con Rafa Latorre, y en diversos programas de La Sexta, como Encuentros inesperados (2022) con Mamen Mendizábal. @edugalan

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