He leído la entrevista que publica Zenda a María Isabel Cintas y quiero puntualizar algo que me atañe directamente. Afirma Cintas que “tras leer mi introducción de casi cien páginas así como la obra de Chaves incluida en la recopilación, Trapiello decide incluir a Chaves en su libro en preparación Las armas y las letras, que finalmente sale a la luz un año después de mi trabajo. Acompaña este acontecimiento con una reseña en Babelia donde ni se molesta en nombrarme”. "A diferencia de Cintas, que conoció a Chaves gracias a Abelardo Linares a finales de los años ochenta o primeros noventa, yo conocía por mi cuenta, había leído y tenía todos los libros de Chaves desde mediados de los setenta." A diferencia de Cintas, que conoció a Chaves gracias a Abelardo Linares a finales de los años ochenta o primeros noventa, yo conocía por mi cuenta, había leído y tenía todos los libros de Chaves desde mediados de los setenta, exceptuando A sangre y fuego, que me prestó Abelardo Linares. He contado muchas veces ese episodio providencial, y Cintas lo conoce, pero se ve que se distrae. No leí el prólogo de Cintas sino después de escrito Las armas y las letras, mandado a la imprenta al tiempo que salía el de Cintas. Y no recuerdo si en aquella reseña de las obras completas de Chaves citaba yo o no su prólogo. Si no lo hice fue porque me parecía y sigue pareciendo literaria e intelectualmente irrelevante. Por cierto, en aquellas Obras Completas de Chaves faltaba La agonía de Francia, libro que Cintas editó unos años después, tras escamoteárselo, cómo no, a la fuente de todos sus Chaves, Abelardo Linares, que acababa de encontrarlo en América, como había encontrado antes A sangre y fuego y luego, hasta ahora mismo, tantos escritos suyos más. Esto es todo. Por mi parte, Cintas puede tranquilizarse: yo le cedo la parte de inmortalidad que me corresponde en el descubrimiento mundial de nuestro querido Manuel Chaves Nogales. He comprendido que la necesita.
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Más información:
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