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Provocando a los prejuicios - Zenda
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Provocando a los prejuicios

Imagínense a un señor disfrazado de Doña Croqueta lisérgica (esa parodia de turista inglesa que interpretaba el cómico Simón Cabido en el Un, dos, tres… responda otra vez) o de mujer ataviada con los vestidos que no se atrevió a usar la más transgresora de las comparsas del carnaval de Cádiz, y que se hace...

Imagínense a un señor disfrazado de Doña Croqueta lisérgica (esa parodia de turista inglesa que interpretaba el cómico Simón Cabido en el Un, dos, tres… responda otra vez) o de mujer ataviada con los vestidos que no se atrevió a usar la más transgresora de las comparsas del carnaval de Cádiz, y que se hace llamar «Claire» en sus momentos de travestismo. Un tipo casado y con hijos. Una mente brillante, un notable ciclista aficionado y un artista reconocido, premiado mundialmente por sus obras en cerámica (obtuvo el premio Turner en 2003) y por sus producciones audiovisuales. Un autor que dedica su último libro a Alan Measles, el osito de peluche que ejercía de amigo imaginario en su infancia.  Ese es Grayson Perry: un señor que desafía, desde el sentido del humor, a todos los prejuicios de la masculinidad y el sexismo y que, en La caída del hombre, reclama un nuevo pacto social entre hombres y mujeres.

Un pacto, por una vez, justo para las dos partes, porque de él saldrá beneficiada toda la sociedad. Un pacto, no obstante, que va a cobrarse, de nuevo por una vez, víctimas entre los hombres que a día de hoy dominan el sistema y que van a tener que renunciar a sus privilegios.

"Perry relata, a base de mucha coña, cómo cada vez se está poniendo más difícil y peligroso esto de ser un hombre como Dios manda."

Dura tarea, como son todas las revoluciones, esta que plantea Perry. Porque… ¿quién va a acercarse a este libro sino mujeres feministas? Sin embargo, está escrito por un hombre y para los hombres. Las mujeres ya son plenamente conscientes de lo que les explican las páginas de esta guía, que trata de hacer caer la máscara de una manera de entender la masculinidad absolutamente anacrónica y que, según el autor, ya no se aguanta por ningún lado.

Perry relata, a base de mucha coña, cómo cada vez se está poniendo más difícil y peligroso esto de ser un hombre como Dios manda (él lo denomina «hombre por defecto»). Difícil porque sólo los hombres blancos, heterosexuales y de buena posición económica son capaces de representar el rol que se le impone a cada bebé que nace con pene, un papel que va a tener que desarrollar toda su vida. El que nace con esos atributos es, para Perry, un  personaje que juega un videojuego llamado Vida en el nivel más bajo de dificultad, pero resulta que, obviamente, la mayoría de la población ni es blanca, ni mucho menos de buena posición social ni pertenece al género masculino. Y peligroso porque el hecho de no cumplir con esos preceptos de rol acaba por generar una frustración innecesaria, que a menudo genera violencia.

"El mundo va a ser mucho mejor lugar si nos aprovechamos del talento de las mujeres. Hay que renunciar a la hegemonía absoluta para dar cabida a gente más preparada."

Un hombre como Dios manda debe actuar de una determinada manera en el vestuario, en los deportes y en el trabajo. Esas imposiciones acaban siendo desastrosas para la mayor parte de los hombres, como lo prueba el stress al que se ven sometidos y la cantidad de aficionados a los triatlones, maratones y programas de televisión dedicados a la supervivencia, que tratan de compensar vidas anodinas con un chute de masculinidad en horario extraescolar.

Hasta ahora, la humanidad ha evolucionado dirigida por el hombre por defecto que, indudablemente, ha hecho bien muchas cosas, pero Perry reclama que seamos prácticos. El mundo va a ser mucho mejor lugar si nos aprovechamos del talento de las mujeres. Hay que renunciar a la hegemonía absoluta para dar cabida a gente más preparada. Por poner un ejemplo que jamás utilizaría Grayson: sería como si el Barça se empeñara en seguir jugando siempre con el mismo estilo aunque no tuviera a los jugadores adecuados. Hay veces en las que la inteligencia aconseja cambiar el estilo porque hay otros jugadores cuyos talentos van por derroteros diferentes.

Evidentemente, este cambio de hegemonía no va a ser fácil. No se imagina uno a un director general diciéndole a una mujer: «Como veo que es usted más empática e inteligente que yo, haga el favor de ocupar mi silla en el consejo, para así hacerle un favor a la corporación». Los hombres se van a sentir amenazados, con razón, y eso va a provocar un conflicto. Pero es eso o seguir manteniendo un sistema injusto para todos y especialmente frustrante para aquellos hombres que, por variados motivos, sienten que no dan la talla en un momento u otro de su vida y se ven abocados a hacer un hemingway. Y no nos referimos a correr los sanfermines.

"Todo esto relatado por un señor que, a veces, se pinta como como una puerta, se coloca una peluca y carga con un osito de peluche en brazos."

Y un aviso: una cosa es cuestionar el sexismo y las relaciones de género, y otra muy diferente el sexo. Les puedo asegurar que a la inmensa mayoría de las feministas, que cada vez son más, les gustan mucho los hombres. Como afirma Perry en La caída del hombre, «para ser un hombre atractivo en el siglo XXI, uno tal vez tiene que ser un poco… Bueno, feminista».

Todo esto relatado por un señor que, a veces, se pinta como como una puerta, se coloca una peluca y carga con un osito de peluche en brazos. Un autor que entiende que desde el sentido del humor y la provocación se puede acabar con los prejuicios, cosa que va a fastidiar a muchos, pero que se jodan: la mayoría seremos más felices.

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Autor: Grayson Perry. Título: La caída del hombre. Editorial: Malpaso. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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Santi Giménez

Santi Giménez es periodista deportivo. Ejerce de redactor jefe en el Diario As y colabora habitualmente con la Cadena Ser, Rac1 y Catalunya Ràdio. Es coautor de Cuando fuimos los mejores pero no ganábamos nunca e Ilustres Execrables.

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