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¿Por qué has venido a una fiesta si estás triste? - Zenda
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¿Por qué has venido a una fiesta si estás triste?

Autómata, por Edward Hopper. y rezar cuando pasaban las ambulancias por si acaso pudiera salvar a un muerto desconocido [historia de un prólogo O la reinterpretación de las heridas cinematográficas] — Digamos que, desde que eras pequeño, siempre has deseado tener un león. Y esperas, y esperas, pero el león no aparece. Pero entonces aparece...

Autómata, por Edward Hopper.

y rezar cuando pasaban las ambulancias
por si acaso pudiera salvar a un muerto desconocido

[historia de un prólogo O la reinterpretación de las heridas cinematográficas]

— Digamos que, desde que eras pequeño, siempre has deseado tener un león. Y esperas, y esperas, pero el león no aparece. Pero entonces aparece una jirafa. Puedes quedarte solo o puedes irte con una jirafa.
— Esperaría al león.
— ¿Y si el león apareciese?
— Entonces seguiría esperándolo.
— ¡Pero si ya estaría contigo!
— Podría sentarse a esperar conmigo, claro.

Día 1. Abrir un libro es una ruptura amorosa.

La portada de Los días perros (La Isla de Siltolá), de Abraham Guerrero Tenorio, está compuesta por una suerte de píxeles coloristas. Si presto atención, observo que hay varios tonos que la recorren: desde un verde pálido a un fucsia intenso. En mi memoria sólo existe el fucsia. Si pienso en Los días perros sólo viene a mi mente el color fucsia. Los demás desaparecen. Soy un asesino de los colores débiles. Soy un asesino de la rutina.

— Mamá se acuerda muy bien del día de su boda. Mamá no recuerda en absoluto el 12 de mayo de 1998.

Este es mi lunes. Escribo la reseña de Los días perros, de Abraham Guerrero Tenorio. No sé si recordaré este lunes. Quizá lo recuerde durante un tiempo. Hace mucho que no llueve en Madrid. Me pregunto si pronto lloverá.

Este es mi lunes. Leo Los días perros, de Abraham Guerrero Tenorio. Me detengo entre el lunes y el martes. No recuerdo qué hice ayer. Lo pienso por un segundo, observando la pared blanca. Me pregunto si esta pared habrá sido siempre blanca, o si acaso en el pasado la habrán habitado colores distintos. Quizá un fucsia intenso. ¿Estaba ayer enamorado? ¿Qué es el amor? ¿Exige el amor un destinatario?

El amor tiene [1/2] (Fotograma de ‘Beginners’, de Mike Mills)

Hoy no estoy enamorado. Hoy es martes. Releo Los días perros. Abraham Guerrero Tenorio tensa el ambiente. Las palabras dirigen sus flechas de neón hacia la superficie de lo material; el latido apunta hacia otro lado. Cuando doblas calcetines. ¿Qué es el poliéster de los calcetines? Una grieta, un pincel incrustado en el tiempo. Abro el cajón, toco mis calcetines para saber si ayer todavía te quería. Doblo los calcetines para recordar lo que es el amor.

— Mamá se acuerda del día en que papá se cortó con un plato roto y después, mientras lo curaba en el baño, le sonrió. Le dio las gracias con una sonrisa. Es 12 de mayo de 1998. India provoca la alarma mundial al realizar tres pruebas nucleares, dicen las noticias. Papá sonríe en el baño, pese al dolor de cristal. Mamá no recuerda en absoluto el día de su boda.

Día 2. Las gaviotas sólo vuelan en días pasados.

Así te intuyo:
entre el ladrido de las dependientas,
entre la histeria de los videojuegos,

Este es mi miércoles. Recuerdo Los días perros, de Abraham Guerrero Tenorio, mientras viajo en el metro. Observo el relampagueo lumínico que perfora los cristales.

Próxima estación: Puerta de Toledo.

Hace ya tiempo que no escribo cartas de amor. No percibo la pulsión, no se me pinzan los nervios adecuados; qué sé yo, quizá haya olvidado el inconsciente recorrido de la emoción. Recuerdo las palabras aglutinadas en los versos de Abraham Guerrero. Los recuerdo como pacíficos lagos de agua y aceite: tan cristalinos; tan deslizantes. Recuerdo su poética como un amplísimo expositor de vajilla de porcelana. Todos esos platos minuciosamente colocados. Algunos, una inscripción dorada. Otros, detalles en bronce. Los hay incluso que carecen del mismo verbo. Son, son, son… tan blancos…

Recuerdo una tarde absurda. Discutimos en el parque y, airados, ambos nos dispusimos a marcharnos en direcciones distintas, aunque para volver a casa deberíamos haber tomado la misma. En ese momento me giré y te vi yéndote —tú nunca te girabas—, recogí mis platos y corrí a tu lado. Al verme, te diste la vuelta y me abrazaste. Terminó la discusión. Tuvimos que amenazar con separarnos para darnos cuenta de que no queríamos hacerlo. Era verano y el cielo estaba surcado por las gaviotas.

[contenido suprimido]

Si pudiese seleccionar siete días de mi vida y colocarlos en fila —ya sabes: imaginar mi semana ideal—, creo que los pasaría todos contigo. NO. REBOBINA, ESTO ES UN DESASTRE.

[/contenido suprimido]

Si pudiese seleccionar siete días de mi vida y colocarlos en fila —ya sabes: imaginar mi semana ideal—, creo que sólo pasaría uno contigo. Elegiría el día del parque. Siempre acabaríamos volviendo. Los otros seis días los dedicaría a limpiar con un paño el polvo de los muebles de la sala de estar. Concienzudamente. Los dejaría limpísimos. Siempre esperando al momento en que volviese a estar contigo.

Día 3. Berlin no es sólo un álbum de Lou Reed.

She put her fist through the window pane
It was such a funny feeling
It’s so cold in Alaska

Fotograma de ‘El cielo sobre Berlín’, de Wim Wenders.

Y no es tu ritmo esa sangre. Y no es tu ritmo esa sed. Y no es tu ritmo esa niebla.

Una noche, en las escaleras del puerto, me miraste y me dijiste, con expresión agresiva, cosas muy serias. Yo quiero pasar tiempo con alguien que me ayude a ser feliz, no que me amargue. No puedes estar siempre tan triste. Ninguna relación sobrevive a eso.

Está lloviendo en Madrid. No sé qué día es. No sé en qué año estamos. Pienso en Los días perros, de Abraham Guerrero Tenorio.

Pienso que, si las ballenas azules existen, es imposible que no exista la magia.

Día 4. Lavarse los dientes regularmente es fundamental para que no te sangren las encías.

Los días pasan en el libro de Abraham Guerrero como un péndulo percute los paisajes de una casa. Las cajas están preparadas para la mudanza, todas ellas encima de la cama; uno no sabe bien qué ocurre: es posible que acabemos de llegar, es posible que estemos a punto de marcharnos. Por la noche, apartamos el material a desembalar y nos recostamos por primera —o última— vez bajo las sábanas blancas con bordados dorados, con detalles en bronce. Te miro a los ojos y te juro que te voy a querer toda la vida.

[apunte preciso: no es que vaya a morir queriéndote, es que si dejo de quererte moriré]

mis últimas palabras deben agonizar
en la medialuna de sus pechos

Hoy he venido a una fiesta, pero he prometido no hablar. Hace ya muchos días que sólo hablo del silencio. Hace muchos días que no estás. Los días perros, de Abraham Guerrero Tenorio.

Hemos entrado en loop.

Canta Bowiealways crashing in the same car.

Canta Abraham Guerrero Tenoriohas creado un espacio silencioso.

Día 5. La escritura es un lugar en el que todavía me besas a la hora de comer.

Sabes de sobra que no me gusta la pasta a la carbonara, así que preparas una ración aparte de espaguetis a la boloñesa expresamente para mí. Comemos juntos a veces, quizá dos o tres días a la semana, y hablamos un poco de todo: tú me cuentas las cosas que te han pasado en la Universidad, yo te explico que las películas de Linklater fragmentan la realidad en pequeños ámbitos discursivos. Se me cae el tenedor al suelo, me agacho a cogerlo y la silla se rompe. Te ríes de mí. Mientras me retuerzo en el suelo, humillado, haces las cosas que comprendes: te levantas grácil, te limpias la comisura de los labios y te arrodillas sobre mí.

Te observo en contrapicado, como al nacimiento del mundo.

Me besas y, por primera vez en toda mi vida, adoro la pasta a la carbonara.

— ¡Es un alivio! ¡Un ahorro de tiempo y dinero!

Días 6 y 7. Te juro que las paredes de mi casa están trazando una curva peligrosa.

y pienso que todas
las ciudades son la misma cuando le tuerces
los ojos a la poesía.

Es lunes y domingo y miércoles y todos los días de la historia de la humanidad se pliegan y mamá está casándose ahora mismo y papá está sonriendo en el cuarto de baño mientras sangra el dedo índice de su mano derecha y en el parque nos distanciamos y nos volvemos a acercar y comemos juntos y me besas y yo callo y yo tengo miedo y yo no sé quién soy y llueve en Madrid y la tierra es un lugar demasiado asfixiante para pasar seis días a la semana limpiando el polvo a los muebles del salón y

siempre el mismo rostro. [2/2] (Fotograma de ‘Boyhood’, de Richard Linklater)

Abraham Guerrero Tenorio escribe Los días perros.

Siempre triste, siempre celebrándolo todo. Los ratones devoran el cadáver de los días O el cadáver de los días devora a los ratones.

En la playa, mirando las islas del fondo. El sol brilla de tal manera que me resulta imposible entender si amanece o si asistimos a la decadencia del día.

Te prometo una cosa.

[la cámara se despega de su rostro, gira alrededor de él y retrocede mediante un travelling lento, desvelando su soledad. se tumba y empieza a dormir. el viento hace danzar la arena y cubre su cuerpo vacío]

[tránsito hacia el vacío O la parte más bonita de la luna es la que está cubierta de oscuridad]

Los días perros sostiene el tiempo en el momento de la boda de mis padres.

Ahí empiezo a quererte.

—————————————

Autor: Abraham Guerrero Tenorio. Título: Los días perros. Editorial: La Isla de Siltolá. Venta: Amazon y Casa del Libro.

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Adrián Viéitez

Periodista cultural y estudiante de filosofía. Profesor de poesía contemporánea en el Máster de Periodismo Cultural de la USP-CEU. Antes, en la sección de cultura de El País, La Voz de Galicia, Radio Galega, Jot Down o en el Festival Márgenes. Coordinador de la antología 'Árboles frutales' (Ed. Dieciséis, 2021) y autor de los poemarios 'tratado sobre tu nombre' (Ed. En el mar, 2021) y 'Alta Escuela Musical' (Ed. Dieciséis, 2022).

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