A continuación, puedes leer los primeros versos incluidos en el volumen La poesía reunida, de Ida Vitale, una gran poeta en lengua española, merecedora de los premios García Lorca de Poesía y del Reina Sofía 2016.
I
RECURSOS
EL sobresalto fuera del poema y dentro del poema, apenas aire contenido.
Leer y releer una frase, una palabra, un rostro. Los rostros, sobre todo. Repasar, pesar bien lo que callan.
Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo.
Caminar despacio, a ver si, tentado el tiempo, hace lo mismo.
LA GRAN PREGUNTA
¿QUÉ hacer? ¿Abrir al mar la estancia de la muerte? ¿O enterrarse entre piedras que encierran amonitas fantasmas y prueban que fue agua este humano desierto?
VEGETAR
¿SERÁ tan malo vegetar? ¿Habrá que echar raíces, con la permanencia que eso implica? Quizás baste un poco de arena, pero entonces será un cacto lo que venga a nuevo estado. Sin duda será mejor buscar para la experiencia un poco de buena tierra negra, porque tampoco cualquier tierra se presta para la aventura que comienza. ¿Serán suficientes unos brotes? Pero por más que uno se ponga voluntarista, aquéllos no van a aparecer por ningún lado si no logra una mínima raíz. Y para esto se necesita quietud. ¿Hundimiento y quietud?
DEMASIADO TARDE
LO que el verano nos quita, el lugar que el verano nos deja, el don del estornino, su ir y venir ansioso entre su sala de pastos, ¿su selva?, su desaparecer —¿hacia dónde?— con su verdoso salpicado de oro, si el viento de pronto se levanta, si aquella nube, para nada esperada, gotea.
INVERNADERO
LA primera emoción
fue el olor de la tierra
mojada, oscura y fría
en un mundo vidriado.
En sus tiestos, las plantas
desconocidas, nuevas,
me miraron de pronto
como seres benignos
que pedían respeto
dándome su cariño.
Voy por un nuevo reino
donde un zarcillo avanza
y se prende en mi mano,
y todo es muy distinto
y es fragante el helecho.
Pero es hosco este abuelo.
ISLANDIA, 2000
CEIBOS, ceibas, solamente una letra
marca la clara diferencia.
Rojos ceibos y verdes ceibas reinan,
como saúcos, sauces y cipreses,
en la dichosa incandescencia usual
de un sur lleno de cantos y colores.
En Islandia, la isla azul y blanca,
no hay pájaros, tan sólo aves marinas,
ningún canto, pero sólo el de las manos,
manos que mueven no todas las piedras
para que el musgo nazca y el verde
empiece a cantar, entonces suave.
A TORO PASADO
AHORA es ayer, cuando te imaginabas
contra la gala real del cielo abierto,
en calma. Ahora sí, ya has llegado
al mercado del inútil saber.
Inesperados ámbares rezagan
un fósil de otro tiempo, llegan sueños,
recuerdos analgésicos, sensatos,
pero sólo algo como algas queda
escurriendo de manos que ignoraron
siempre el arte de asir el bien que huye.
Abrumado lo que se creyó a salvo,
sin fe ya esperas lo poco que resta.
II
UN PINTOR REFLEXIONA
QUÉ pocas cosas tiene
este callado mundo,
más allá de mis Cosas.
Está ese sol que incendia
las paredes vecinas,
los cables del tendido
y aquí no entra porque
qué pensaría el triste,
el alón del sombrero
que, perdida su copa,
ya no abandona el muro
y tengo por la Elipse.
Y las flores de trapo,
que pintadas soñaron
con ser frescas y hermosas
y sobreviven mustias,
¿qué dirían, mis eternas?
Mis ocres, lilas, rosas,
mis marfiles sesgados
por sombras que entretejen
mis líneas adivinas,
son, en su quieto reino.
No importa el sol, afuera.
Que le baste Bolonia
y el ladrillo ardoroso
y en mera luz y sombras
me deje entre mis cosas.
Ya nos encontraremos
si en el pequeño parque,
pinto y pienso en Corot.
Voy a ser aún más leve:
en leves acuarelas
últimas, que precisen
el paso de las formas
por la bruma que sea
un color suficiente.
Pintaré un mandolino
que acompañe la danza
de mis disposiciones
entre sí con sus sombras,
con luces y con trazos
que sutiles abrazan
mis objetos amados.
Y ya toda Bolonia
será de un suaverrosa
sin presunción alguna,
sobre el fatal hastío
sí, decimonónico, d
e lecheras y henares,
gallineros y cielos.
Cerca de mis hermanas,
viajaré por mis Cosas.
SUEÑO EN CAMPO NUDISTA
EN Jungborn, en el Harz,
hay colinas y un prado,
y en lo verde, cabañas.
Con cautela, Kafka abre la puerta de la suya.
No le agrada la idea de ver aproximarse
algún cuerpo desnudo
de los que a veces pasan.
Bajo la poca luz, hay tres conejos
que lo miran, quietos.
¿Adustos? Vienen quizás a reclamarle, a él,
que está vestido, la intromisión
de lo innatural en lo natural:
gente desnuda junto a castos conejos,
arropados en su pelaje suave,
«variegati» diríamos, si ellos fuesen
tres plantas que han optado por moverse,
pero por un segundo estarán quietas.
El aterrado Kafka olvida sus pulmones
y entra a soñar mi sueño.
FOTO CON PAJARITA DE PAPEL
Para Daniel Mordzinski
ENTONCES vino a mi mano
que sin labor se engreía,
para la fotografía,
extravagante y expresa
de Daniel, la gran sorpresa
que instantánea me depara,
esa pajarita rara,
solución harto inventiva,
a la que acompaño viva
y hacia mi muerte la gano.
Origami milagreado,
leve papel ojeroso, r
ecortado, osteoporoso,
cosa sin hueso que danza,
y escapando a la balanza
que no le pesa, procura
llegar flotando a la altura
para volar con el viento,
como un pájaro entre ciento,
sin canto pero encantado.
HOJAS NATURALES
… o el arraigo, escribir en un espacio idéntico
siempre, casa o desvío.
JOSÉ M. ALGABA ARRASTRO
ARRASTRO por los cambios un lápiz,
una hoja, tan sólo de papel, que quisiera
como de árbol, vivaz y renaciente,
que destilase savia y no inútil tristeza
y no fragilidad, disoluciones;
una hoja que fuese alucinada, autónoma,
capaz de iluminarme, llevándome
al pasado por una ruta honesta: abiertas l
as paredes cegadas y limpia
la historia verdadera de las pintarrajeadas
artimañas que triunfan.
Hoja y lápiz, para un oído limpio,
curioso y desconfiado.
ACCIDENTES NOCTURNOS
PALABRAS minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable y
hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Sólo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.
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Autor: Ida Vitale. Título: Poesía reunida. Editorial: Tusquets. Venta: Amazon
Foto de portada: Daniel Mordzinski
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