Cuentan Ángelo Néstore y Violeta Niebla que hace dos años, cuando los llamaron para hacerse cargo del festival de poesía Irreconciliables, no se dirigían la palabra. Trabajar en él, claro, los reconcilió. Y es que el certamen fue creado en 2012 por María Eloy-García y Paco Cumpián con ese preciso objetivo: el de unir lo impensable, conectar mundos aparentemente distantes. “Buscamos ofrecer experiencias poéticas, poner a personas que no tienen nada que ver la una con la otra y ver qué pasa”, explica Néstore.
A estas alturas, con la séptima edición del festival en camino, las cosas van reconciliándose cada vez un poco más. De hecho, en Málaga el evento va camino de convertirse en un “proyecto de ciudad”, en palabras de Violeta Niebla, en el que la propia arquitectura urbanística malacitana entra a formar parte del discurso poético. Pese a haber obtenido apoyo financiero de instituciones públicas no solo malagueñas, sino nacionales —están patrocinados por el propio Ministerio de Cultura y Deporte—, insisten en mantener su independencia. “La peculiaridad de este festival es que nace de los poetas, no de las instituciones. Tenemos su apoyo, sí, pero seguimos siendo independientes”, relata Ángelo Néstore.
Su voluntad no es otra que la de sacudir todo el panorama poético. “Nos interesa mezclar, por ejemplo, a poetas laureados con poetas de barrio. Tenemos a Piedad Bonnet, sí, pero también tenemos a Ana Mari, que escribe poemas sobre el Mercadona, sobre una realidad diferente que no se plasma habitualmente en el discurso poético”, señala Niebla, mientras Néstore prosigue: “Creemos que hace falta reírse un poco de la poesía y del halo que la rodea, hacerla más humana, quitarle ese traje de fragilidad”. Para ello, no dejan de fundirla con otras disciplinas artísticas, principalmente escénicas, durante los cuatro días del festival. “Buscamos que la poesía se cree en función del espacio, y no al revés”, especifica Angelo Néstore. “Los recitales al uso son, de hecho, algo que ya no nos interesa”, sentencia Niebla.
Una de las novedades integradas en el festival desde que ambos se hicieron cargo del mismo fue la creación del premio de poesía Irreconciliables, que el año pasado, en su primera edición, se entregó a Aureus, de Rodrigo García Marina, un libro eléctrico que conecta con la identidad del certamen en tanto que parte de una total comprensión del lenguaje para proceder, a continuación, a su completa descomposición. Y es que esta es una característica fundamental de Irreconciliables: su subversión parte siempre de un vasto conocimiento de lo preconcebido y una vocación expansiva; y nunca de un impulso reduccionista del espectro poético. Para el premio cuentan con la colaboración de la editorial de poesía Bandaàparte, dirigida por Antonio de Egipto y encargada de editar el poemario ganador.
Este año, un jurado compuesto por el propio Rodrigo García Marina y las poetas Piedad Bonnet y Carmen Camacho ha entregado el premio al poeta Pablo Velasco (Cartagena, 1995) por Patchwork, un libro de «gran calidad formal y una idea potentísima, ordenada en su desorden, arriesgada y de gran sonoridad”. Precisamente, Velasco señala la naturaleza única del festival como el motivo fundamental por el que se acercó a él: “Irreconciliables rompe con la idea de poesía que se nos venía ofreciendo desde las cátedras universitarias. Ofrece una visión polifónica del universo poético”.
“En el poemario intento un solapamiento de distintas voces. Era una idea muy tentadora porque para mí la cultura en sí se articula como un tejido aparentemente informe, y la poesía participa también de esa morfología caótica”, explica, antes de señalar que, en Patchwork, busca “reactualizar nuestra relación con el objeto cotidiano, pensar también en cómo Internet ha modificado nuestra forma de emocionarnos, derivando casi en un sistema de capitalismo emocional”. Así, bebe de poetas como William Carlos Williams en cuanto al estrecho vínculo entre la rutina y la intimidad.
En ese sentido, el libro de Pablo Velasco se articula como una especie de distorsionado espejo generacional que busca incidir en las grietas de una sociedad ajena a sí misma. “Mi padre me pregunta que por qué escribo cosas tan tristes, me pregunta si estoy triste. Yo pienso que la tristeza de mis poemas no es tanto un estado emocional, sino una recogida de las formas que tenemos, en mi generación, de enfrentarnos a las situaciones”, explica.
Este incesante juego entre el contexto y el lenguaje como vía de acceso a él define, en esencia, la identidad del festival de poesía Irreconciliables. Ángelo Néstore insiste en que buscan voces jóvenes, pero remarca que “una voz joven puede ser la de una persona de 70 años”. Por eso, al establecer los parámetros de las personas que pueden enviar sus poemarios candidatos, establecen, con sorna: “Puede participar cualquier persona menor o mayor de 31 años”. Porque, para la poesía joven, sería una enorme losa la de encadenarla a la más estricta juventud.
Desde los museos hasta los cementerios, Málaga será, entre el 17 y el 20 de octubre, una ciudad invadida por irreconciliables. “Tenemos, incluso, financiación de partidos políticos opuestos, ¡hasta ese punto reconciliamos!”, bromean Néstore y Niebla. Su intención: lograr hacer por los demás lo que el festival hizo por ellos dos años atrás. Conseguir que todo el mundo consiga volver a hablarse. Y qué mejor remedio que la poesía para conseguirlo.
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