Tras La Favorita, el griego Yorgos Lanthimos se vuelve a valer de Emma Stone para rematar una nueva farsa a costa de las grandes emociones humanas y el melodrama clásico. Pobres Criaturas, basada en la novela de Alasdair Gray (Libros Walden), funciona en la gran pantalla como un depravado melodrama de aprendizaje donde el expresionismo de Tim Burton y el barroquismo de Kubrick se dan la mano para crear una de las pocas propuestas que abordan, desde una perspectiva enteramente lúdica y disfrutable (algunos dirían depravada), la complejidad de las emociones humanas más básicas.
El aprendizaje de Bella Baxter (Emma Stone, saliéndose de la pantalla), una mujer fallecida reanimada con el cerebro de su propio bebé por un entrañable doctor Frankenstein interpretado por Willem Dafoe, pasa por ser la película más común y corriente, por comprensible, de su director. Y esto es buena cosa, sobre todo si tenemos en cuenta que, con su humor brutal y sentimentalismo un poco psicópata, la obra se permite las sutilezas más exquisitas a la hora de puntuar la evolución de Bella hacia la verdadera libertad, hacia su construcción completa (si es que ello es posible) como persona.
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El resultado es un filme de brillante de estética impresionista que habla de emancipación femenina de una manera salvajemente divertida, y que es capaz de hacerlo sin cinismo alguno. Pero, también y sobre todo, sin los tapujos morales y victimismos de esas charlas TED en forma de película que habitualmente perpetran ese puñado de nuevos directores, quizá liderados por Ava DuVernay o quizá no, que vinculados a la “liberación” femenina (o de minorías, o de inserte-su-causa-aquí) aspiran a convertirse en la voz de su generación a través de un furioso revisionismo histórico a su conveniencia.
Lanthimos no hace nada de eso, y por eso actúa aquí como un juguetón francotirador de fantasías que en medio del Hollywood más puritano en décadas abunda en grotescas escenas sexuales concebidas como chiste grueso y no como lo que son, un deshonesto abuso de autoridad masculina. Al contrario, Bella, con una sinceridad patológica que Emma Stone va articulando con un creciente verbo —y que permite vislumbrar de nuevo la infinita capacidad cómica de la actriz— se lleva la lucha a un terreno en el que solo ella puede resultar ganadora. Que nadie desaproveche la eficacia de un buen chiste verde.
El resultado es una película optimista, una fábula moral esplendorosa en lo visual (todo lo que sucede en el barco es una belleza sin igual, pero elijan ustedes su secuencia) que devuelve la dignidad a un género hundido en vulgaridades adolescentes. Una comedia negra para todos los públicos capaces de soportar algo de subida de faldas que funciona como un cuento de Terry Gilliam o Tim Burton bañado en enferma sexualidad europea. Y una obra en la que intérpretes como Willem Dafoe o Mark Ruffalo pisan fuerte con nuevos registros que deberían ser recompensados en la temporada de premios.
Pobres Criaturas es una fantasía sobre hacerse a uno mismo aunque se esté efectivamente hecho pedazos, y la sensación que infunde es de un optimismo (anímico, por el futuro del cine) tan brutal como los halagos que Bella extiende como si fueran insultos a lo largo de su búsqueda.
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