Algunas personas afortunadas encuentran su lugar en el mundo no solo de forma metafórica, sino también físicamente. Un lugar donde su aura energética encaja perfectamente con el entorno. La muy potente de la escritora Pilar Pedraza (Toledo, 1951) se ajusta como un guante al barrio del Carmen de Valencia, donde reside desde hace décadas. En un amplio piso revestido de libros y recuerdos de viajes internos y externos, incluido un ninot indultat que le regalaron los falleros cuando fue Consellera de Cultura en el último gobierno de Joan Lerma, ha construido una obra monumental difundida por todo el mundo. Más de una veintena de títulos de ficción, otros tantos ensayos e incontables artículos. Ha combinado la faceta creativa con la docente, profesora titular de Historia del Arte en la Universidad de Valencia y conferenciante por Europa, además de traducir complejos textos clásicos del Renacimiento, como El Sueño de Polífilo o el Tratado de Arquitectura de Filarete.
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—¿Cómo serán tus vacaciones de verano?
—Como las de un ermitaño o ermitaña: escribir, leer y ver series, todo ello en mi casa-estudio del barrio del Carmen de Valencia, con aire acondicionado, lejos del mar y del monte y sin piscina. Salidas matutinas al Mercado Central, catedral de los sentidos, a por comida sana y fresca; algún paseo y cine de pantalla grande y sonido estereofónico. Todo ello en compañía de Juan, mi marido desde hace más de cuarenta años. Creo que hemos alcanzado la felicidad.
—¿Qué significa ser autora de culto? ¿Da para comer o solo la satisfacción personal de tener no muchísimos pero sí fieles lectores?
—Nunca he sabido muy bien qué es ser autor/a de culto si no es por comparación con Gustav Meyrink o Alfred Kubin, pero lo relaciono con trabajar para vivir —en mi caso en la Universidad—, escribir por puro capricho y para unos lectores especiales a los que les gusta que les saquen de quicio (en el buen sentido), y no salir por la tele ni optar a la Academia.
—Ser autora de minorías no impide que tu obra se haya traducido hasta en países tan lejanos como China. ¿Cuál es la clave de esa difusión internacional?
—Tiene truco, desde luego, que consiste en estar traducido al inglés. A partir de ahí, chinos, húngaros y neozelandeses se disputan tus favores, pero para eso tienes que tener unos setenta años y estar totalmente entregada a la literatura.
—Diría que La fase del rubí fue la novela que te consagró como «Dama Dark» y para muchos sigue siendo tu mejor título. ¿Nos puedes recordar a los hermanos Torcuato e Impetatrice?
—La fase del rubí está traducida a varios idiomas y gusta a chicos y grandes de todo género y condición. Yo lo achaco a su intenso morbo sadiano y a que es feminista sin complejos. Impetatrice se caracteriza por entregarse a todos sus deseos, y Torcuato, su hermano, es un oficial de la Inquisición cuya mayor afición es traducir a Tácito. Dicho así parece soso, pero al parecer pica como un escorpión. En francés se titula Le vitrail écarlate (La vidriera escarlata); por algo será.
—A mediados de los años noventa escribiste un par de novelas ambientadas en el mundo contemporáneo —Piel de sátiro y Paisaje con reptiles—, pero luego te instalaste en la Antigüedad y entornos imaginarios. ¿No sientes la tentación de novelar la sociedad actual?
—La sociedad actual no me interesa nada, salvo cuando me proporciona material tremendo, como el abuso de la mujer en la publicidad y cosas así, que me han inspirado sobre todo relatos. Hay una novela, que saldrá en italiano en octubre —no sé bien por qué—, que es “cuasi contemporánea”. Se llama La Pequeña Pasión y gusta mucho al público del fantástico, aunque no sea de ese género.
—Te haría la misma pregunta en cuanto al cine, del que eres gran amante y conocedora. ¿Nunca te dio por escribir un guión?
—Oh, sí, Antoni Aloy y yo escribimos hace años en español y en inglés un guión sobre La fase del rubí que se malogró, no sabemos muy bien si porque era una película de gran presupuesto, de las que no se hacen en España, o por su enorme incorrección política, que tampoco. Paco Plaza estuvo interesado en Paisaje con reptiles, pero la productora, no, así que todo quedó en agua de borrajas, con lo que a mí me gusta Paco y su fuerza para dirigir. Hace unos días recibí una petición finlandesa sobre un guión original, pero he pasado porque no me apetecía y me desviaba del camino que llevo en esta temporada. En Akal tengo publicado un librito sobre la primera etapa de mi admirado Agustí Villaronga, y luego un montón de ensayos sobre directores como Jean Cocteau, Fritz Lang, Jacques Tourneur, Dario Argento…
—Me cuentan que es en la peluquería y en el Mercado Central de Valencia, que retrataste en Tóxicas, donde se te ocurren las historias más truculentas.
—¡Ja, ja! En la peluquería, en el mercado o cantando bajo la lluvia se me ocurren cosas como Tóxicas o Pánikas, pero trabajar, lo que se dice trabajar —lo que llaman «el Soplo de la Musa» impropiamente— sólo llega cuando estoy cómodamente sentada delante del ordenador o en alguna biblioteca antigua como la de París o Florencia, que me encantan y donde he trabajado mucho. Disfruto tanto hilando textos narrativos como escribiendo sobre los monstruos femeninos creados por el patriarcado, como La Bella, enigma y pesadilla, Brujas, sapos y aquelarres o Espectra.
—¿Crees que tu extensa obra ha contribuido a dignificar un género que siempre ha sido infravalorado, sobre todo en el ámbito académico?
—Pues, no; no lo creo ni lo pretendo. En primer lugar, porque no ha sido tan infravalorado como se cree, y por otra parte porque yo no cultivo un género, sino una tendencia que me gusta y que nada tiene que ver con lo pulp.
—Llevas un tiempo seducida por las vampiras. ¿Qué te fascina de ellas?
—¡Su peligrosidad, sin lugar a dudas!
—Has dicho que escribes lo que te apetece por puro placer y para sobrevivir a la muerte. ¿Algún motivo más para darle a la tecla?
—¿Te parecen pocos? Añado: para escapar del aburrimiento de este siglo inculto donde lo único que interesa son los dividendos.
—Cuéntanos algunos de tus próximos proyectos, que nunca te faltan.
—Estoy sumergida hasta las cachas en el baño de sangre de un libro sobre una serie vampírica: Lo que hacemos en las sombras, de Jemaine Clement y Taika Waititi, que saldrá hacia enero. ¡Mi colaborador eterno Luis Pérez Ochando y una servidora estamos pasándolo en grande con esta obra de culto! En los ratos de hastío hematófago escribo sobre La Llorona mexicana, personaje maravilloso, nada conocido en España.
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