Cuentan que el día que Picasso decidió mostrar su primera obra protocubista, hoy conocida como Las señoritas de Avignon, causó un shock tal entre sus amigos que la pintura hubo de quedar sin nombre durante años. El pintor malagueño había roto los cánones del arte con aquel cuadro, y la sensación que dejaba en el observador era extraña, como de quien penetra en una realidad nunca antes conocida. Fue Apollinaire, el poeta surrealista amigo de Picasso, quien primero se atrevió con el nombre: El burdel filosófico. No terminó de cuajar. El cuadro seguía encerrado sin que nadie más que los elegidos pudieran verlo. André Salmon, poeta francés, conoció la historia detrás del cuadro: aquellas mujeres eran prostitutas de la calle barcelonesa Avinyó. Le gustaba la referencia a la carne expuesta, a la mirada inquisidora de aquellas figuras enigmáticas, así que decidió que el cuadro habría de llamarse Las señoritas de Avinyó. Por los rincones de París corría el rumor de un cuadro que rompía los moldes de la dimensión establecida, y todos hacían referencia al pueblo francés de Avignon, en clara paronomasia con la calle de Barcelona. Cuando nueve años después el cuadro fue expuesto por primera vez, los parisinos conocían ya el cuadro con su nombre definitivo: Las señoritas de Avignon. Nadie fue capaz ya de quitárselo.
Este mes de abril se cumplen cincuenta años de la muerte del genial Picasso, y la historia de este cuadro sin nombre define bien lo que queda de crítica artística en la opinión general. Por aquí y por allá leo que Picasso era un putero por pintar a las famosas prostitutas de la calle Avinyó, que era un maldito misógino, un maltratador impune, un machista terrible, un no sé qué. Sin embargo, no encontramos tantos artículos de opinión hablando de hasta qué punto, no sé, Las señoritas de Avignon rompen con el realismo en la pintura y destruye los cánones espaciales existentes, por poner un ejemplo. Poco se habla de que, al alejarse de la realidad, este cuadro coloca al arte dentro del arte, por cuanto pueden los distintos puntos de vista jugar dentro de un mismo plano. No, lo importante es que eran putas, y el pintor un putero. Porca miseria.
En este cincuenta aniversario de uno de los pintores más geniales de la historia universal del arte, se hablará de la Guerra Civil más que del Guernica, del sufrimiento de Dora Maar más que del mítico retrato, de lo malo malísimo que era su amigo Casagemas más que del famoso cuadro sobre su entierro, o del despiadado antianimalista que era más que de sus pinturas sobre corridas goyescas. Pese a que esta sección de Romanzas y Donaires vive de la anécdota de sus autores, de cómo engarzan vida y obra en el arte y la literatura, lo cierto es que a mí me da igual si Picasso era putero, comunista, misógino, machista, taurino o lo que sea. Importa más el hecho de que un día un cuadro sin nombre ideado por un joven pintor semidesconocido cambió el rumbo del arte para siempre. Y punto.
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