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El teatro chino de Manolita Chen - Arturo Pérez-Reverte
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El teatro chino de Manolita Chen

La vida te da sorpresas, le cantaba Rubén Blades a Pedro Navaja. Paseo por el barrio de Salamanca de Madrid y me siento en una terraza para tomar un Actrón –homenaje a las cafiaspirinas del espía Lorenzo Falcó, o tal vez el homenaje se lo hace él a su autor–, y al levantar la vista la...

La vida te da sorpresas, le cantaba Rubén Blades a Pedro Navaja. Paseo por el barrio de Salamanca de Madrid y me siento en una terraza para tomar un Actrón –homenaje a las cafiaspirinas del espía Lorenzo Falcó, o tal vez el homenaje se lo hace él a su autor–, y al levantar la vista la sorpresa me la llevo yo: Manolita Chen, leo en el rótulo que tengo enfrente, el de un restaurante asiático. La sacudida de nostalgia es tan intensa que me quedo con cara de panoli, y luego me dirijo a la camarera, que es joven y asiática, china total. ¿Tiene algo que ver el restaurante con el Teatro Chino de Manolita Chen?, pregunto. La camarera lo ignora. No sabe de qué le hablo, pero me da una pista. La dueña, dice, se apellida Chen.

Lo bueno de Internet es que en pocas horas resuelves los enigmas, o al menos algunos de ellos. Éste lo desvelé apenas llegué a casa y encendí el ordenador. La joven señora Chen, de treinta y cuatro años de edad –muy guapa en las fotos–, tiene todo el derecho a llamar así a su restaurante porque es sobrina bisnieta del señor Chen Tseping: un chino especialista en lanzamiento de cuchillos que se instaló en España en 1934 y que en segundas nupcias se casó con una bella y despampanante señora llamada Manuela Fernández Pérez, corista del teatro Price, conocida a partir de entonces como Manolita Chen. Emprendedora y atrevida, la pareja montó en 1950 su propio espectáculo: un teatro-revista viajero que durante mucho tiempo animó fiestas, pequeñas ciudades y pueblos de toda España.

El Teatro Chino de Manolita Chen –aquí ya no cuenta Internet, sino mis propios recuerdos de aquellos años 50 y 60– no fue el único. Hubo dos o tres más, siendo el más destacado entre la competencia el llamado Teatro Argentino. Unos y otros viajaban en caravanas de pueblo en pueblo con números cómicos, magos e ilusionistas, payasos, transformistas, cantantes, bailes y espectaculares vedettes de mucha carne, lentejuelas y plumas, que echándole un pulso continuo a la moral de la época y a la censura franquista hacían subir muchos grados la temperatura local arrancando al público piropos, aplausos y carcajadas; llevando unas horas de picardía, diversión y sueños a los más lejanos lugares de aquella España en blanco y negro. A provincias, como se decía entonces.

Qué tiempos, figúrense. Y qué gente. Allí pasearon poderío, entre muchos otros, Emilio el Moro, Rafael Farina, Lita La Maña, Marifé de Triana, Arévalo, Perlita de Huelva; y también vedettes espectaculares como Pola Cunard, Eva Miller o Diana Lis, cuyas fotografías, adecentadas por la censura antes de empapelar las paredes de los pueblos, llenaban el teatro portátil con un público –mayores de 18 años, por supuesto– hambriento de españolismo folklórico, alegría y sexo: lo mismo hombres solos y grupos de amigos con ganas de juerga que respetables matrimonios que, para escándalo del indignado párroco local, ocupaban por la tarde-noche las viajadas sillas plegables y reían cómplices cuando la señora de bandera de turno, vestida con lo imprescindible para que a ella y a los empresarios no los detuviera la policía, cantaba lo de la pulga o lo del minino de pelo muy fino. Y aguardaban esperanzados el final del espectáculo para comprobar si les había tocado en el sorteo el jamón, la muñeca o la botella de anís del Mono.

Mi generación –nací en 1951– recuerda todo eso con la misma sonrisa melancólica con que ahora tecleo estas líneas. Aunque para algunos afortunados entre quienes entonces compartimos niñez y primera adolescencia –band of brothers–, los recuerdos van más allá de las instalaciones provisionales vistas desde fuera y los carteles en las paredes. Teniendo yo doce o trece años, mis amigos Julio Mínguez, Miguel Cebrián y yo, en una incursión clandestina propia del más audaz golpe de infantiles comandos –audaces fortuna iuvat–, nos colamos entre las lonas y tablones de la carpa del Teatro Chino de Manolita Chen, situado junto a la Lonja de Cartagena, y asistimos escondidos, antes de que un guardia nos sacara de allí dándonos collejas, a una parte del espectáculo. Que nos pareció decepcionante, pues en vez de una señora de voluptuosas formas incitándonos al pecado –ésas actuaban al final del espectáculo, cuando estaba caldeado el ambiente– sólo vimos a un individuo bajito contando chistes verdes que no comprendíamos, pero con los que el público se tronchaba, y a un mago que hizo levitar a su ayudante con las piernas en el aire y la cabeza apoyada en una silla. Nos perdimos, supe mucho más tarde, a la escultural Finita Ruffett sentada en las rodillas de un espectador y diciéndole a la esposa, que estaba al lado: «No se preocupe, señora, que yo lo caliento y usted me lo remata en casa».

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Publicado el 19 de julio de 2024 en XL Semanal.

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Arturo Pérez-Reverte

Editor y cofundador de Zenda. Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena, España, en 1951. Fue reportero de guerra durante veintiún años. Con más de veinte millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y a la televisión. Hoy comparte su vida entre la literatura, el mar y la navegación. Es miembro de la Real Academia Española. perezreverte.com · @perezreverte · fb.com/perezreverte ·  mypublicinbox.com/perezreverte

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Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

Ocurrió en el 79 pero, por favor asignen este hecho, este relato de don Arturo, al pasado. Cosas parecidas e incluso peores pueden estar sucediendo ahora mismo.

En las actuales sociedades occidentales en las que todo rezuma de buenismo hasta desbordarse, en las que todo es aséptico, todo parece estar bajo el paraguas de las constituciones y el derecho, en las que todo es civismo y cacas de perro recogidas en bolsitas, creemos que estas cosas no existen. O que existieron en otros tiempos.

Ahora mismo, la única diferencia es que ya no hay periodistas de raza. Ya no hay nadie que exponga sus pelendengues para dar una noticia o sacar unas fotos que sean reales. Y, quizás, hacen bien, qué coño. El periodista de guerra igual que el periodista de investigación, prácticamente han desaparecido.

Y sin periodistas, las guerras son más ruines que nunca y los corruptos están más inmunes que nunca. Sin periodismo, sin periodistas, somos menos libres que nunca, incluso diría que no somos libres.

Los tres poderes, la Constitución, el Parlamento, todo ello configura nuestras sociedades teóricamente democráticas. Pero, sin el cuarto poder, libre e independiente, no hay ni democracia ni libertades.

¡Defendamos la libertad y la independencia del cuarto poder! ¡Defendamos nuestras libertades!

Con el periodismo maniatado, la gente irá a votar teledirigida.

Bueno, don Arturo, perdimos un buen periodista pero ganamos un buen escritor. Hoy, de periodista, creo que usted no tendría trabajo…

Saludos.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace

Es consustancial al oficio del reportero de guerra, del periodista en general: hacer lo contrario a lo que te mandan los que imponen, por la fuerza bruta o sibilina, su voluntad en un conflicto. No hay otra forma de destapar, para que lo conozca el mundo, la arbitrariedad, la violencia, la brutalidad, la falta de civilización de los asesinos, de los torturadores y de los que los dirigen, militares o políticos o ambas cosas a la vez.
Y al otro lado del oficio también, siempre en la línea o la frontera de la sensatez, está el espíritu de supervivencia, el darse cuenta que te has pasado de la raya, que el enemigo se ha apercibido de tu osadía y corres el peligro de que te apiolen también. Y tú decides: la exclusiva o tu propia vida, ahí esta la apuesta. Los hay que asumen el riesgo y son asesinados sin contemplaciones, y los hay que tienen suerte y reciben el Pulitzer o simplemente el cumplido entusiasmado del redactor jefe y una palmadita en la espalda. Es una forma de vida, mercenaria muchas veces, llena de tretas, de peligros, de contactos conseguidos a través de lisonjas, de borracheras compartidas o de mordidas pagadas. No vale cualquiera, hay que tener estómago para saber lidiar con las mayores bajezas del ser humano, con la escoria de los individuos y con la certeza de que ese día puede ser también el último. Aunque esa forma de vivir al límite te puede atrapar y ya no consigas dejar de convivir con la muerte hasta que ésta te alcanza. Otros, con suerte, consiguen seguir describiendo la maldad del alma humana en una novela desde el sillón en su biblioteca. Se lo han ganado.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Basurillas

Excelente reflexión, sr. B.
Un abrazo.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Ricarrob

Muchas gracias, querido amigo. Hablamos de lo mismo, de que hacen falta como el agua estos periodistas valientes y de pura zepa, para mostrar sin velos ni remilgos la dura realidad; y de que, nos parece a ambos, ya escasean. Y creo que escasean (entre otros motivos de prudencia y posible falta de liderazgo y de la pérdida de la chispa de locura aventurera de otros tiempos) por los grandes grupos de poder y presión financieros que hay detrás de los negocios informativos, en especial prensa y televisión, cada vez más etéreos y abrumadores.
Creo que ahora, como una lacra de autocensura, pesa más que antes la maldita «linea editorial» de la publicación o del medio, como ahora acostumbran llamarse: cuidadito con lo que dices, como lo dices, que imágenes muestras y a quien culpabilizas de los hechos porque, a lo mejor, hieres profundas susceptibilidades de anunciantes, de accionistas o, peor aún, de quienes están tras de ellos y conforman esa realidad que rebelas o criticas. Y pasas, te avisan con mirada de hiel, de la prestigiosa página de internacional a la sección de sociedad o información local de un día para otro, sin mediar palabra. Y eso si no te encuentras en la calle sin carta de recomendación que valga, para que te busques la vida en adelante de reportero por libre. Ahí hay más peligro que con el Gringo de las Rayban. De eso hablamos.
Un abrazo.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Basurillas

Me contesto, me reprendo mas bien, a mi mismo, por dos, como poco, faltas imperdonables en el texto, a saber: es «realidad que revelas» (en lugar de rebelas) y es «de pura cepa» (en lugar de zepa). No se en que estaría pensando, estoy consternado.

Rosa
Rosa
4 meses hace

Quien dice empotrar?, no será la RAE.

Última edición 4 meses hace por Rosa
Julia
Julia
4 meses hace

Sr Pérez Reverte:
La frase del Gringo es magnífica, el contenido abarca mucho más de lo expresado en sus palabras.
Como sucede en los países sudamericanos excepto Argentina, cuyas expresiones como ‘boludo’ soy incapaz de descifrar, hablan todos, incluidos chavales, un estupendo y cadencioso español.

Capitán, lo que me sorprende es la naturaleza aventurera y desprecio del peligro que poseía usted, o todavía lo tiene? Yo no habría intentado ni sacar la cámara; bueno, nunca se me habría ocurrido ir a un nido de guerrilleros.

El otro día vi ‘El mundo en sus manos’ de Gregory Peck y Anthony Queen sobre cazadores de focas en el Ártico. Incluso ellos, ya se quejaban de los depredadores que mataban a las hembras y a las crías.
Viendo aquellas olas gigantescas zarandeando barcos como cáscaras de nuez, llegué a la conclusión que navegar debe ser como una droga. Los nautas no tienen miedo al mar, lo aman a pesar del peligro que supone, imagino que deben sentir como un reto poder enfrentarse a las fuerzas de la Naturaleza y vencerla.

Ahora que he vuelto a resurgir como el Ave Fénix, sé que no tendría futuro como aventurera, periodista de guerra o capitana de barco, pero puedo admirar su valentía.

Raoul
Raoul
4 meses hace
Responder a  Julia

El mundo en sus manos: qué gran película, yo la volví a ver hace no mucho, y como si fuera la primera vez.

Alberto
Alberto
4 meses hace
Responder a  Julia

Una cosa que matizar solamente. Nicaragua no es sudamérica.

Santiago Ahibe
Santiago Ahibe
4 meses hace
Responder a  Julia

7Hola Julia… no le de tantas vueltas al asunto. no es difícil saber que es un boludo o un pelotudo…solo tiene que estar atenta y vigilante y pronto se dará cuenta que esta rodeado de ellos…pero tomando un atajo le diría que boludo aquella persona que leyó un texto y el comentario que le dispara es más largo que el propio texto, siempre!!!….o aquella persona que hace sentencia como se habla en un determinado lugar solo porque no conoce el significado de una palabra.
Saludos cordiales.

M Angeles
M Angeles
4 meses hace

La magistral escritura de P Reverte no puede esconder la dureza de este artículo.

José Prats Sariol
José Prats Sariol
4 meses hace

El mejor Pérez Reverte, narración in crescendo. Un gustazo admirar sus artificios de estilo. Y su denuncia de esos asesinos, que hoy recicla Ortega como homenaje a Somoza.

Francisco Brun
4 meses hace

Este artículo del señor Pérez Reverte posee para mí dos aristas, una de ellas es el coraje de un periodista arriesgando su vida por una fotografía y otra es poner sobre la mesa la presencia inalterable de la muerte por sobre las palabras.
En el primer caso si colocamos blanco sobre negro, no son muchos las personas que arriesgan su vida solo para informar, es una desproporción enorme; pero la información cierta es extremadamente valiosa, no para vender más, pero si para poder entender y corregir la realidad, debería ser el objetivo. Si no supiéramos que está ocurriendo en el mundo, tanto lo malo como lo bueno, para los no informados no existiría un mundo, o mejor dicho, solo existiría el pequeño mundo que nos rodea.
Lo curioso, es que es muy difícil entender este mundo, porque todos los días suceden cosas injustas.
Ayer sin ir más lejos, aquí en mi país Argentina, en el conurbano bonaerense, en un tiroteo entre cuatro malvivientes y un policía, mataron a un chico de diez años que salía acompañado por su madre de un club; los médicos no pudieron salvarle la vida; cuatro hijos de puta que no sirven ni para carnada de bagres, truncan la vida de un joven, un sueño, una ilusión que no será posible.
Estos hechos ocurren todos los días, son en mi opinión los síntomas de una sociedad en descomposición, y aunque parezca mentira los responsables de estas atrocidades, aún gobiernan; las sutiles ingenierías de los sistemas de votación, permiten que aunque no los voten más de la mitad de los ciudadanos, ganen de todos modos estos promulgadores de las garantías de los asesinos…los asesinos tienen garantías; las víctimas ya no las necesitan porque están muertas.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Francisco Brun

Excelente toda su digresión, sr. Brun. Pero me voy a referir solamente al último párrafo. El síntoma de que no tenemos realmente democracia, ni allí, ni aquí, es la baja participación ciudadana en las elecciones. Les debería dar verguenza a los políticos, a todos ellos. Aquí, además, los posibles votos de los que no han ido a votar se los asigna siempre la izquierda gratuitamente como votos suyos.

Un abrazo.

Marcus Oliveira
Marcus Oliveira
4 meses hace

«Amigo, no perdamos la dulzura del carácter»… hasta entre los hijos de puta somozistas se hacia variaciones del hay que endurecer, pero perder la ternuera jamás del’otro hijo de puta que que todos conocimos…

Juan
Juan
4 meses hace

Don Arturo, y el dolor de cabeza… ¿se le quitó?

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
4 meses hace

Hizo bien, don Arturo: después, la maldita foto ni se la publicaban por aquello de «imágenes muy duras» (Otro artículo del Maestro) y terminaba arrumbada en un rincón, deshecha la impresión, velado el negativo…
La Palabra, sin embargo, perduró.

José Alvarado
4 meses hace

Caminar en Nicaragua, en lugares y junto a personas es así: uno se topa con una fulana bonita, carita impecable o «un fulano chupado, con bigote y la cara picada de marcas,» hay paraísos guardan realidades tenebrosas; los tiempos cambian, los gobiernos, uniformes, banderas, ideologías, pero la presencia de ojos, tras lentes oscuros, de ventanas y móviles inteligentes prevalecen; los guardias «rangers» son camaleones de adaptación natural. Pero hay diplomáticos, políticos e intelectuales encima de esos Rangers. Todos tenebrosos.

Efraín
Efraín
4 meses hace

Ostras, Pérez-Reverte. Cuando pienso que ya lo ha contado usted todo, siempre le queda una historia que me pone los pocos pelos que tengo de punta.

Última edición 4 meses hace por Efraín
Francisco Brun
4 meses hace

Felicito a los estimados españoles que aquí comentan por el destacado desempeño del plantel de fútbol de su país; ha sido un triunfo muy merecido.
Se suma el hecho de haber ganado jugando, no se llegó a los penales, y esto marca la contundencia deportiva del equipo.
Cordial saludo

Franz. J.
Franz. J.
4 meses hace

Exactamente Don Arturo, si usted no llega a exponer el carrete a la luz demostrando su fiabilidad profesional, a pesar del fallo cometido, lo más probable es que no hubiera podido vivir para contarlo. Le habrían tomado por un periodista o un espía enemigo y el resto de lo que podría pasar lo ha detallado perfectamente. Lo suyo fue mucho sentido común.

Hernán Godoy Rojas
4 meses hace

Es decir, en casi medio siglo sólo hemos aprendido a matar de otras maneras.
Salud, Maestro.

Enrique Pilarte
Enrique Pilarte
4 meses hace

Ya usted había mencionado Nicaragua como uno de los sitios en que ejerció su oficio de corresponsal de guerra, Arturo, pero hasta ahora leo una historia suya en la que la acción transcurre completamente en mi patria. Y se nota el íntimo conocimiento que tuvo de ella, comenzando por su descripción de la situación que se vivía en esa región, al punto que le puedo decir el mes exacto en que ocurrieron los principales combates: mayo de 1979. Yo mismo recorrí ese territorio algunos años después, mientras participaba en la nueva guerra que se abrió después que los sandinistas derrocaran a Somoza.

Personajes como el Gringo me los encontré varias veces en el curso de mis propias vivencias en la agitada vida de mi país: asesinos conscientes y convencidos. Tan acostumbrados a matar y tan seguros de su razón para hacerlo, que sus ojos lo reflejan y no necesitan ostentar su violencia. Y la frase que él utiliza es, en efecto, de uso común en Nicaragua, aunque usualmente la pronunciamos en contextos menos trágicos y peligrosos. Me gustaría conversar con usted alguna vez sobre sus experiencias e impresiones acerca de esa, mi tierra, de la que ahora me encuentro ausente, obligado por esos vaivenes y conflictos que parecen ser la vida cotidiana de nosotros los nicas. Saludos.

Última edición 4 meses hace por EPilarte
Raitan
Raitan
4 meses hace

Años después, pasé una temporada en la zona, concretamente en Yolaina. Aquella guerra había dado paso a otra, quizá la misma, donde los actores habían invertido los papeles. Ahora los gubernamentales eran del FSLN y a los guerrilleros los llamaban «Contras». Estaba, la guerra, en fase de liquidación, pero quedaban personajes que podían parecerse al Gringo, entre los restos del Frente Sur. El mismo Frente que, se decía, mantenía contactos con Edén Pastora. Sí, el «Comandante Cero» del asalto al Congreso somocista, que residía plácidamente en Costa Rica. Hijos de puta hay en todos lados, con guerra o sin ella; el conflicto armado les dota de cobertura para no tener que disimular.

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