El escritor Pere Cervantes regresa a las librerías con su nueva novela La espía de cristal, un título que ha calificado de «antibelicista», basado en su experiencia en Kosovo como observador de paz para la ONU durante tres años, donde muestra a la mujer como «arma de guerra».
[ttt_showpost id=»171895″][/ttt_showpost]Publicada por Destino, en esta obra los protagonistas son tres personajes «heridos»: la albanokosovar Taibe Shala, una enigmática periodista e intérprete, violada durante el conflicto; y el reportero de guerra español Manu Pancorbo —Panco—, viejo amor de Taibe que decidirá regresar hasta el nuevo Kosovo cuando le informan de que esta ha desaparecido. También está la fotógrafa Olga Balcells, un personaje con el que quiere homenajear a la fotoperiodista Sandra Balsells, que se unirá a su colega Panco en ese nuevo viaje hasta el lugar.
Pere Cervantes ha rememorado que llegó a Kosovo, con 28 años, en agosto de 1999, justo dos meses después de terminar la guerra, «demasiado pronto, porque era un territorio de guerra todavía, con todo el espacio rural minado por la OTAN, siendo muy difícil moverse». Con la novela, ahora, intenta «transmitir las consecuencias reales de una guerra» y mostrar, a partir de dos momentos temporales, 1999 y 2019, cómo el conflicto en Kosovo «no está resuelto y sigue».
Quedó especialmente impactado con los testimonios que fue recogiendo de diferentes mujeres, porque «casi no había hombres en ese momento», quienes, nunca de golpe, sino en diferentes conversaciones, no ahondaban tanto en las violaciones sufridas como en «la rabia que sentían, en sus ganas de venganza». «Me interesa mostrar a la mujer como arma de guerra en todo el país, con los serbios decidiendo en ese momento violar al máximo de ellas posibles para minar la moral del enemigo, confundiendo la conquista de la tierra con el cuerpo de la mujer», contabilizándose, al final, unas 20.000 violaciones. A su juicio, «como en todas las guerras, la víctima de siempre es la mujer, la violación es el delito más silenciado».
A la vez, con la novela, que a pesar de su título no es sobre espionaje, reflexiona sobre si «tiene sentido el periodismo de guerra» y se pregunta si «vale la pena que los reporteros pierdan la vida» porque «nunca ningún periodista ha parado una guerra».
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