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Paul Pen: "Al final, la venganza no sirve para nada" - Zenda
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Paul Pen: «Al final, la venganza no sirve para nada»

En La metamorfosis infinita, la nueva novela de Paul Pen, ocurre algo terrible, pero en medio de esa tragedia tejida en colores tenebrosos, nos encontramos con un personaje luminoso, Alegría. Esta es la historia de una mujer que acepta ser maltratada, pero que no permite —convertida en "una madre coraje inmensa", como muy bien la...

La pequeña Oliwia Dąbrowska salía solo dos minutos en una película de más de tres horas, pero a todos los espectadores que fuimos a ver La lista de Schindler al cine se nos quedó grabada su imagen. Steven Spielberg se basó, supuestamente, para crear su personaje en Ligocka Roma, una superviviente del Holocausto que era conocida en el gueto de Cracovia por su capa roja. Ese color simboliza la sangre del pueblo judío, también la inocencia y la esperanza, e incluso la inacción de quienes sabían lo que estaba ocurriendo y no hicieron nada para evitarlo. En La metamorfosis infinita (Harper Collins, 2022), la nueva novela de Paul Pen —la quinta—, también ocurre algo terrible, pero en medio de esa tragedia tejida en colores tenebrosos, nos encontramos con un personaje luminoso, Alegría. Esta es la historia de una mujer —su madre— que acepta ser maltratada, pero que no permite —convertida en «una madre coraje inmensa», como muy bien la define Alejandro Palomas— que lo sea su hija por el simple hecho de querer vivir su vida en libertad. El autor de El brillo de las luciérnagas y La casa entre los cactus —cuya adaptación cinematográfica, protagonizada por Ariadna Gil, llegará este año a las pantallasregresa a las librerías con un thriller que se agarra a la entrañas del lector en unos capítulos y lo abraza y envuelve en los siguientes; una montaña de emociones que termina de forma trepidante.

Hablamos con Paul Pen de Alegría, malos tratos, venganza y también de esperanza.

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—Su novela arranca como un true crime, se convierte en novela negra y en el camino nos deja una buena cantidad de momentos hermosos. ¿No habría conseguido más ventas centrándose solo en la parte sórdida de la historia?

"Cuando escribo no pienso qué podría funcionar mejor, ni siquiera qué sería mejor para las ventas o que podría facilitar el marketing"

—Cuando escribo no pienso qué podría funcionar mejor, ni siquiera qué sería mejor para las ventas o qué podría facilitar el marketing. A mí esta novela, aunque tiene esas partes de género, de thriller, ya supe desde el principio que me iba a llevar al drama, algo que siempre ha estado muy presente en mis novelas. Sí que es cierto que en esta obra se ha desequilibrado la balanza a favor de la parte dramática, también hacia la cara más tierna del relato. Es una historia en la que hay momentos, como dices hermosos, de los que me apetecía escribir. Aunque sea una narración desalentadora y oscura, me apetecía escribir también de esas partes bonitas de la vida de la protagonista, Alegría. Yo quería contar eso y no me planteé qué es lo que podía funcionar mejor de cara a su difusión.

—Su obra nos trae a la memoria episodios trágicos como los de la Manada, el asesinato homófobo de Samuel en A Coruña, el caso de Marta del Castillo… ¿Ha tomado alguno de ellos como referencia?

—Ninguno concretamente y supongo que todos unidos, porque son un tipo de crimen tristemente actual, que forman parte del momento que nos ha tocado vivir. Yo, como el resto de los escritores, estoy influenciado por mi contexto actual. Hace 30 años los novelistas escribían de un tipo de crimen que era común en aquel momento y nosotros ahora lo hacemos de otro. Cuando buscaba qué tipo de crimen podía acabar con la vida de Alegría todo me llevaba hacia este tipo de asesinatos. Para empezar el texto yo necesitaba la muerte de Alegría, y entonces investigué y encontré este tipo de muertes violentas. Yo no quería escribir sobre este tipo de crímenes, fue la narración la que me llevó a ellos.

—¿Debemos justificar a un padre, o una madre como en su novela, que comete un delito para hacer justicia por lo que le han hecho sus hijos? ¿Por qué nos identificamos con un padre o una madre coraje?

"Yo cuando veo un crimen así siempre me pregunto cómo logran superar algo terrible, tan atroz, tan injusto"

—Es un tema muy complejo. De esta pregunta nace la novela, de ese sentimiento de venganza, que es muy entendible, de querer tomarte la justicia por tu mano. Sobre todo en estos casos en los que a un padre o a una madre le arrebatan lo más querido para ellos, sus hijos. Yo cuando veo un crimen así siempre me pregunto cómo logran superar algo terrible, tan atroz, tan injusto. Por eso es tan entendible ese sentimiento de venganza. Todos los padres lo dicen: si alguien toca a mi hijo, o a mi hija, me lo cargo. Sin embargo, como dice la madre de Alegría en la novela, pocas venganzas hay para la cantidad de crímenes que ocurren. Creo que al final triunfa la idea de que hay un sistema judicial que hay que respetar; reaccionamos de forma civilizada. Pero creo que como es tan potente y tan comprensible ese sentimiento de venganza, quería meterme en la mente de una madre y llevar ese deseo hasta las últimas consecuencias. Quería que sirviese como catarsis. 

—¿Cómo reaccionaría usted en la vida real ante un suceso como el que tiene que enfrentar la protagonista de su novela?

—(Piensa) Espero no tener que hacerlo nunca. Como te decía antes, la realidad nos enseña que a la hora de la verdad se producen pocas venganzas. No sé si estos padres lo llegan a superar, pero me imagino que aprendes a resignarte aunque sea algo tan terrible. Yo no creo que me tomase la venganza por mi cuenta. Porque al final no sirve de nada, porque tú estás cayendo en esa misma violencia, algo que no te lleva a ningún sitio. Su madre está consumida por la rabia y por el dolor, solo piensa en esos asesinos.  

—¿La venganza es algo que es contrario al sentir de Alegría?

"Ese el gran conflicto moral que tiene la madre, porque ella sabe que Alegría es justo lo contrario a lo que está ocurriendo; ella es pura luz, optimismo"

—Sí. Y ese es el gran conflicto moral que tiene la madre, porque ella sabe que Alegría es justo lo contrario a lo que está ocurriendo; ella es pura luz, optimismo. De hecho, la madre tiene sueños en los que su hija le dice: “Mamá, no nos han hecho nada”. Que me parece que es una forma de llevar el perdón al extremo absoluto: esto ha pasado, pero no dejes que te consuma. Porque en el fondo ese odio hacia esos cinco salvajes que mataron a su hija es un dolor constante para ella, que le hace revivir el crimen una y otra vez. No sé si la palabra es perdonar o superar. Ese conflicto es la clave de la novela.

—Hay una justicia que nace de las leyes y otra que vive en nuestro imaginario colectivo, en la cual la venganza contra los criminales es aceptada. ¿Deben modificarse esas leyes en casos como los que relatas en tu libro?

—El clamor popular contra estos crímenes genera respuestas extremas que en otras situaciones, en nuestra vida diaria no vemos como válidas en una sociedad civilizada. Cuando ocurren este tipo de crímenes la reacción social nos lleva a decir barbaridades. En cuanto a lo de cambiar las leyes, yo no soy experto, pero me sorprende cuando ves cómo funciona el sistema judicial, porque descubres que aunque haya leyes perfectas, la manera de aplicarlas es imperfecta. Es una situación muy compleja que a mí se me escapa.

—¿Hay más violaciones grupales que antes o tenemos esa sensación porque la sociedad tiene tolerancia cero con las agresiones sexuales?

—Este es un debate que se ésta produciendo actualmente. ¿Hay más violaciones o se denuncian más? Quizás al darle más cobertura mediática parece que haya más. Pero no sabría decir, habría que analizar los datos con rigor y tener en cuenta que seguramente ha habido casos similares en el pasado que no se han denunciado. De cualquier forma, la parte positiva es que hemos llegado a ese punto de tolerancia cero en el que denunciar es el primer paso ante cualquier agresión. Parece increíble que hubo un momento en el que la víctima de la agresión no se planteaba denunciar. Vamos a un punto en el que la víctima se sienta como mínimo arropada.

—Hay bastantes similitudes entre su obra y La asistenta. Maltrato, precariedad laboral, centros de acogida… Ninguna clase social está a salvo de la lacra de los malos tratos, pero cuando la violencia de género se junta con la pobreza el cóctel es demoledor: a la dependencia psicológica le sumamos la económica.

"Cuando ella sufre esa situación lo deja pasar, pero no actúa igual cuando la víctima es su hija"

—Yo quería que fuese la madre quien llevase a cabo la venganza, porque hay un estereotipo sobre el padre que se venga por algo que le han hecho a su hijo. Creo que ya se ha usado muchas veces ese tipo de rol, sobre todo en historias del género de acción. Quería huir del cliché. Y además quería que la madre hubiese sido víctima de violencia a manos de su exmarido. Cuando ella sufre esa situación lo deja pasar, pero no actúa igual cuando la víctima es su hija. Hay un momento en el libro —que a mí me rompe el corazón— cuando la madre le promete a Alegría —que entonces es una niña— que nadie le volverá a hacer daño. Esa violencia de su pasado nos sirve para entender cómo va a reaccionar después. Y respecto a esa dependencia económica de la que hablabas, sí, yo quería reflejar cómo ella no conseguía escapar de esa violencia porque no tenía autonomía. 

—Alegría, la protagonista de la novela, vive una vida difícil y tiene un final triste. Parece todo un oxímoron. ¿Por qué ese nombre?

—La razón por la que Alegría se llama así está explicada en la novela, y eso es algo que tiene un valor muy importante en el libro. Yo quería que se viese ese contraste tan terrible: una persona con luz, pura bondad y optimismo, que tiene un final tan terrible, tan salvaje, el peor de los finales. En parte, porque me gusta mostrar y mezclar esos contrastes en todo lo que escribo, y que desde siempre ha estado presente en mis obras. También quería la representación literal de que al llamarse Alegría cada vez que aparece en la novela es pura luz. Escribir este relato, al hacerlo desde el punto de vista de una madre con tanto dolor y resentimiento, me resultó muy duro, y cuando me tocaba dar voz a Alegría sentía bocanadas de aire, ella era mi pequeño bálsamo. Sobre todo cuando conocemos su infancia. 

—¿Y por qué no llegamos a conocer el nombre de su madre, la narradora de esta historia?

"Me pareció bonito que nos refiriésemos a ella como la madre de Alegría, por la parte positiva que eso tiene"

—Es una cosa mía. Yo siempre quiero que los nombres signifiquen cosas. De hecho, tengo una novela —El brillo de las luciérnagas— que no tiene ningún nombre propio. Porque a mí me gusta que mis historias sean lo más universales posible. Mi situación ideal es que los protagonistas no tuvieran ningún nombre, pero sé que eso no es posible. Cuando empecé a trabajar este personaje, al ser ella la que nos cuenta la historia de una forma subjetiva me di cuenta de que no era necesario que tuviese un nombre propio. Me pareció bonito que nos refiriésemos a ella como la madre de Alegría, por la parte positiva que eso tiene: porque al hacerlo siempre tendríamos que mencionar a su hija.

—El padre de Alegría es «Cerdo» en su obra. Ese es el nombre con el que su madre se refiere a su maltratador. En la novela también aparecen otros personajes: «verdugo», «criminal», «matón»… ¿Qué buscaba al llamarlos así? ¿Por qué «Bicho» no debía llamarse Juan en esta narración?

—Creo que tiene que ver con mi estilo, como te decía. Si se hubiese llamado Juan no hubiese tenido el mismo valor en la narración. Al estar contada la historia desde el punto de vista subjetivo de esta mujer no necesitaban un nombre propio, porque ella no se los quiere poner y prefiere llamarlos así. Igual que hace con su exmarido, al que apela como «Cerdo». Por eso procede de esa forma al denominar a los verdugos de su hija con esos calificativos: verdugo, matón, criminal…

—Alegría sufre acoso por ser diferente. ¿Es la búsqueda de la aceptación social una pandemia entre nuestros jóvenes?

—Puede ser. (Duda) La verdad es que yo tengo una visión muy optimista y positiva de la juventud. Creo que es más abierta que antes y que hay mucha más concienciación. Tenemos ahora una serie de términos en nuestra sociedad que antes desconocíamos, como diversidad o salud mental. Eso algo que no existía en mi adolescencia. La palabra bullying no existía; tenías unos abusones en clase y lo aceptabas como normal. Por eso confío en que esa aceptación social sea cada vez más sencilla de conseguir, en el sentido de que la sociedad es cada vez más abierta, y todos encajamos en ella. La aceptación social debe ser la norma, no tiene que ser necesario luchar por ella.

—Hay cuadros que se ven diferentes en función de la luz. La imagen de la portada de su libro —un corazón del que brotan polillas— se muestra diferente según vamos conociendo más del relato. ¿Es importante para usted esa primera toma de contacto que el lector tiene con su libro?

—Es la portada que yo soñé. Mientras escribía la portada encontré a este artista —especializado en corazones anatómicos— y soñé que este ilustrador podía hacer una imagen perfecta para mi libro, mezclando el corazón con mariposas. Se lo comente a mi editorial, y cuando Harper Collins lo consiguió me emocioné mucho. Hay un punto de la narración en que el lector cierra el libro, mira la portada y lo entiende de una forma completamente diferente. Estoy muy contento con la portada, por su belleza y también por su significado. Es algo que también ocurre con el título, La metamorfosis infinita, que se comprende cuando avanzas en la lectura. 

—Su primera novela, El aviso, fue adaptada al cine. En 2022, llegará la película basada en otro de sus libros, La casa entre los cactus. También ha trabajado de guionista en Alma (Netflix). ¿Debe la literatura actual ser pensada para su transformación audiovisual?

"En La metamorfosis infinita esa voz en primera persona es muy literaria, y no me ha preocupado pensar en que sea más difícil de adaptar al cine"

—Te diría que no. Porque en mi caso nunca estoy pensando en eso. Aunque yo soñaba con que mis novelas se transformasen en películas, yo no escribía conscientemente buscando ese objetivo. Sí que es cierto que mi escritura, de forma natural, me sale bastante audiovisual, cinematográfica. No era algo premeditado. En La metamorfosis infinita esa voz en primera persona es muy literaria, y no me ha preocupado pensar en que sea más difícil de adaptar al cine, porque yo soy escritor antes que cualquier otra cosa, y lo importante para mí son mis novelas. Si luego las adaptan, estupendo.

—Si La metamorfosis infinita llegase a la gran pantalla, ¿sería una historia de amor o un thriller de denuncia social?

—Las dos. Como una mezcla de las dos. Por eso Harper Collins incluyó mi novela en narrativa. Es la primera vez que uno de mis libros no está etiquetado como género. Hay oscuridad y luz, y las dos forman parte de una misma historia. Hay drama y thriller. Y eso se refleja en la portada: el título es La metamorfosis infinita, drama, y el subtítulo es Anatomía de una venganza, thriller. Creo que la novela que tiene un universo más amplio, con más localizaciones, con más personajes —los asesinos, los cómplices de la madre…—, y quizás su adaptación más que una película necesita una miniserie, de cuatro o cinco capítulos, para poder mostrar todas las aristas.

—¿Cuál es su próximo proyecto de escritura?

—Estoy ya con mi sexta novela. Y como soy muy cauto, hasta que no la termino no cuento nada de ella. Ni título ni sinopsis. Pero sí que te puedo decir que está muy avanzada y estoy muy contento con el resultado. 

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Miguel Ángel Santamarina

Nací en Burgos, y ahora vivo bajo las palmeras de Almuñécar. Estoy prisionero en Zenda desde sus comienzos. No me canso de darle a la tecla. En breve, publico un libro de historia, mientras le sigo dando vueltas a mi primera novela.

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