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Pasiones carnales, de Marta Robles - Zenda
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Pasiones carnales, de Marta Robles

La trastienda de la historia de España está llena de jugosos episodios, repletos de pasiones carnales, que alteraron el curso de los acontecimientos o los cambiaron por completo sin que oficialmente se reconozca. Marta Robles ha revisado nuestra historia en busca de todas esas aventuras amorosas y sexuales que protagonizaron reyes, reinas, mandatarios y otros poderosos: desde Rodrigo, el...

La trastienda de la historia de España está llena de jugosos episodios, repletos de pasiones carnales, que alteraron el curso de los acontecimientos o los cambiaron por completo sin que oficialmente se reconozca. Marta Robles ha revisado nuestra historia en busca de todas esas aventuras amorosas y sexuales que protagonizaron reyes, reinas, mandatarios y otros poderosos: desde Rodrigo, el último rey visigodo, hasta Alfonso XIII, pasando por los demás representantes de las dinastías Astur,  Borgoñona, Trastamara, Habsburgo y Borbón.

Zenda adelanta un fragmento de Pasiones Carnales (ed. Espasa).

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Las 24 pasiones carnales y algunos secretos de alcoba

I. CONQUISTA Y RECONQUISTA DE ESPAÑA. DEL ARREBATO AL AMOR

Marta Robles nos lleva a los últimos y agitados meses del empobrecido reino hispano-visigodo, sumido en rencillas entre clanes y víctima de epidemias y de una gran sequía. El último rey, don Rodrigo, sucesor del célebre Witiza, revoloteaba en torno a las doncellas más jóvenes y deseables de la corte sin que nadie osara oponerse. En el norte de África, sus rivales conspiraban con los Omeyas. La llegada a palacio de Florinda, hija de don Julián, conde de Ceuta, provocó un giro dramático e irreversible en los acontecimientos.

Secretos de Alcoba. La violación de Florinda.

Para tener cerca a la bella Florinda, don Rodrigo le encargó la tarea íntima de limpiarle los aradores de la sarna. Con una aguja de oro, eso sí. Mientras ella se ocupaba de tan enojosa labor, con cuidado y paciencia, él aspiraba el aroma a lavanda de su pelo y pensaba en su cuerpo delicado y prieto, con un cada vez más incontenible ardor. El rey se encaprichó de la doncella cuando la descubrió bañándose desnuda en una fuente, y acabó violándola de forma brutal. Los gritos de dolor de la muchacha se escucharon en todo el palacio. La esposa de Rodrigo, no hizo nada; conocía los excesos de su marido y callaba. Casada a la fuerza, la reina Egilona estaba enamorada de Pelayo, un primo del rey que formaba parte de la guardia real.

II. ALFONSO II DE ASTURIAS, EL CASTO, O EL ÚNICO REY EN LA HISTORIA DE ESPAÑA QUE JAMÁS TUVO UN ARREBATO CARNAL

Bisnieto de don Pelayo, Alfonso llevó su capital a Oviedo. Allí, desde un palacio que mandó edificar y que rodeó de iglesias y de una gran catedral, reivindicó su derecho a la reconquista, ante los «usurpadores» cordobeses. Pronto ganó fama por su castidad. La gran pregunta, a la que intenta responder la autora en este capítulo, es: ¿por qué fue tan casto el rey, cuando los reyes, como el resto de los hombres, siempre quieren dejar su estela y sus reinos atados y bien atados con una descendencia que los asegure?

Secretos de alcoba. El rey que fue monje y no conoció mujer

Alfonso fue monje antes de ser proclamado rey, y continuó manteniendo el voto de castidad cuando colgó los hábitos. Ni siquiera sucumbió a la tentación cuando se casó, seguramente por poderes, con Berta, la hermana de Carlomagno, rey de los francos, de los lombardos y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El rey asturiano se resistió a consumar el matrimonio y a probar las delicias del amor y el sexo. Alfonso no tuvo ni una gota de lujuria en su sangre real. Por eso se mantuvo alejado del contacto con esta mujer y con cualquier otra «gobernando el timón de su reino con castidad, austeridad, pureza y cariño, querido por Dios y los hombres», según el obispo Rodrigo Jiménez de Rada.

III. AVA DE RIBAGORZA, EL MISTERIO DE LA CONDESA TRAIDORA

Conocemos las dos versiones sobre lo que pudo —o no— pasar durante la vida de esta mujer, cuyo nombre legendario se asocia a la traición. Por amor, eso sí. O por amor y ambición, que suelen ir más ligadas de lo que la lírica reconoce. El capítulo narra también la historia de su marido, el conde García Fernández de Castilla. Tras la traición de su esposa, el conde se unió a la ambiciosa y malvada Sancha, hija de un noble francés. Mientras tanto, Castilla se enfrentaba a un rival temible: Almanzor.

Secretos de alcoba. Cuando la muerte se oculta bajo la cama

Una de las versiones sobre la traición de Ava de Ribagorza nos explica que se enamoró de un noble francés y huyó con él al sur de Francia. Disfrazado de pobre peregrino, el conde de Castilla se presentó a las puertas del palacio de su rival. Allí se alió con Sancha, la hija de aquél, que odiaba a su padre y a su nueva madrastra. La joven ayudó al celoso conde a entrar en el palacio. García Fernández se ocultó bajo la cama de la pareja. Por la noche, el francés y su esposa robada se fueron a descansar, pero antes comenzaron con su ritual diario del amor. Las impetuosas embestidas de él hacían temblar el lecho bajo el que aguardaba escondido y cada vez más enfurecido el castellano. Cuando los amantes se durmieron, García Fernández salió de debajo de la cama y los apuñaló hasta la muerte.

IV. ALFONSO VI DE LEÓN, EL BRAVO, EL REY QUE SENTÓ AL TRONO A UNA REINA MORA

Hay partes de la historia sobre las que se cierne una nebulosa. Es el caso de la que concierne a Alfonso VI y a sus mujeres. El rey de León, apodado el Bravo, lo fue en el campo de batalla y también en el lecho, que compartió con siete damas consecutivas: cinco esposas y dos concubinas. El rey solo tuvo un hijo varón, Sancho, que murió en la batalla de Uclés. El problema es que era fruto de su relación con una concubina musulmana, Zaida. ¿Cómo es posible, entonces, que hubiera podido llegar a ser rey?

Secretos de alcoba. Una primera cita para perder el sentido

El primer día en el que Zaída y Alfonso se encontraron a solas, ella aromatizó su cámara con esencia de ámbar y de almizcle. Después, repartió sobre su pelo un ungüento con aceite de mirto, nogalina y anémona para aterciopelar su larga cabellera, que adornó con una diadema de perlas. Luego extendió por su piel una crema perfumada, e insistió un poco más en su sexo depilado. Se vistió con un ligerísimo vestido de seda bordada de color carmesí y lo adornó con un collar. Cuando el rey entró y la vio, se le inflamó el corazón… y el miembro. La sesión carnal fue un festín para los sentidos. Aquella historia de amor fue manipulada por cronistas oficiales, que prefirieron ocultar su condición de musulmana. Zaida/Isabel llevó a la corte de Burgos algunos usos de su Al Ándalus natal.

V. ALFONSO VIII DE CASTILLA, O EL REY QUE ESTUVO A PUNTO DE PERDER LA BUENA IMAGEN Y UNA IMPORTANTE BATALLA POR UNOS OJOS VERDES

A una guerra civil, Alfonso VIII sumó la pérdida de territorios a manos de Navarra y León. Inteligente y aplomado, fue coronado de niño y se convirtió en un rey que aceptó las obligaciones de Estado sin vacilar. Entre ellas, el matrimonio de conveniencia con la fascinante Leonor de Plantagenet. Durante siete años, la reina tuvo que soportar que su marido la abandonara por una judía y que casi desbaratara las glorias de su reinado. En esos siete años, la corte fue un refugio, un paraíso, para los judíos castellanos.

Secretos de alcoba. Las flechas del amor… y las otras

Un día de caza, Alfonso divisó un halcón que perseguía a una de sus palomas mensajeras. Sacó su arco y le disparó una flecha, que le alcanzó. El ave cayó tras el muro de un jardín. El rey empujó una puerta y, al entrar en él, descubrió no solo la belleza de un espacio repleto de vegetación, sino también la de una mujer de espesa melena oscura y mirada tan intensa que dolía. Ella, al contemplar al apuesto caballero, también sintió esa flecha de Cupido. Unos días después, el rey volvió al jardín y, obnubilado por la hermosa joven, la sedujo y la poseyó sobre la hierba. Desde aquella mañana, Alfonso no dejó de frecuentar a Raquel o Rahel, que así se llamaba la mujer, ni un solo día. Unos meses más tarde, tras la apasionada entrega diaria, el rey le pidió que fuera a palacio a vivir con él.

VI. ALFONSO X EL SABIO, EL REY INMACULADO QUE TAMBIÉN TENÍA CARA B

Alfonso X no quiso heredar la santidad de su padre y prefirió construirse una reputación con inteligencia, pero sin dejar de hacer lo que le dio la gana. Más aún en cuanto concernía a los apetitos de la carne. Alfonso X, llamado el Sabio, debió de serlo, y mucho, para lograr vivir la vida licenciosa que deseaba y regocijarse con lo que le hacía feliz sin que el futuro le criticara; desde luego, no fue un santo, como ya se ha mencionado, ni tampoco un gran rey. O al menos no fue el rey que continuara la estela de sus antecesores.

Secretos de alcoba. Un rey Sabio entre dos princesas

Alfonso X se casó con Violante de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador. Como la novia solo contaba doce años, Alfonso, que tenía veintisiete, tuvo que esperar otros dos para consumar el matrimonio. Mientras tanto, siguió con una intensa actividad erótica con diversas damas de la nobleza. Como Violante no se quedaba embarazada, Alfonso pensó en repudiarla y casarse con la bella Cristina de Noruega. El azar quiso que, durante el viaje de Cristina a España, Violante quedara encinta. ¿Qué hacer? Alfonso no podía repudiar a una ni rechazar a la otra sin enemistarse con sus padres, dos reyes poderosos. Al final, tras un arrebato sexual con Alfonso junto a las murallas, Cristina se casó con Felipe, hermano del rey; como era arzobispo de Sevilla, debió colgar los hábitos para desposarse. Entre las soldaderas cercanas al rey, la más célebre fue María Pérez, la Balteira, bella, ingeniosa, buena bailarina y cantante, que jugó un papel fundamental —y seductor— a favor de Alfonso cuando se sublevaron los reyes moros de Murcia y Granada, tributarios de Castilla.

VII. LEONOR DE GUZMÁN, LA CONCUBINA QUE VIVIÓ COMO SI FUERA UNA REINA

En la España del siglo XIV solo había dos tipos de mujeres: las honestas y las «malas». Tal consideración podía ser una u otra dependiendo de lo que cada dama hiciera con su cuerpo. A alguna de esas «malas mujeres» les amparaba, aparte del dinero, su propia inteligencia. Es el caso de Leonor de Guzmán, una mujer bellísima que fue amante de Alfonso XI durante más de dos decenios; esta ilustre barragana tuvo diez hijos con él y uno de ellos cambió la historia de España, de forma definitiva, tras asesinar a su hermanastro y acceder al trono.

Secretos de alcoba. Retozando en el jardín con la dama más bella

Leonor fue, si no la «mala mujer» más poderosa de nuestra historia, al menos sí una de las más destacadas. La única que ejerció de reina siendo concubina y logró tener potestad suficiente no solo para ubicar política y económicamente a sus hijos y parientes, sino también para ordenar patrimonios y hasta confirmar privilegios y fueros a nobles y municipios. El rey y su futura amante se conocieron cuando ella tenía catorce años. Tiempo después, viuda Leonor de un caballero, volvieron a coincidir en la corte. Ella deslumbró a todos por su hermosura, y aquel mismo día el rey y ella acabaron desnudos, retozando en el jardín en una escena que Marta Robles recrea con maestría erótica.

VIII. PEDRO I EL CRUEL, LA HISTORIA SE REPITE (MÁS O MENOS), O EL REY DE PROBADA INCONTINENCIA SEXUAL

La crueldad a la que se refiere el apodo de Pedro el Cruel comenzó a evidenciarse con el asesinato de Leonor de Guzmán, que planificó junto a su madre, María de Portugal. El odio de Pedro hacia Leonor derivó en enfrentamientos con los hijos de ella y de Alfonso XI, sus hermanastros, entre los que destacaba Enrique de Trastámara. Desde adolescente, Pedro hizo gala de una gran incontinencia sexual; tanto le daban las damas como las mozas de la gleba con las que tropezaba por Sevilla cuando salía disfrazado para jugar a los dados.

Secretos de alcoba. De «mujer de consuelo» a verdadera reina

Aparte de divertimentos carnales varios, Pedro I tuvo seis relaciones conocidas con damas de alcurnia. Con cinco de ellas engendró un total de nueve hijos. Dada la voracidad sexual del rey, su ayo, Alfonso de Alburquerque, tras pactar su matrimonio con Blanca de Borbón, le presentó a la hija de unos afines, para que, durante la espera, se «aliviara» con ella. El nombre de esta muchacha ha quedado grabado en la historia: María de Padilla. Aquella mujer destinada a satisfacer la lascivia del rey se convirtió, de facto, en reina y en su verdadero amor. Tras la boda con Blanca, Pedro dejó a su esposa para enredarse en los brazos de María. De hecho, de cuantas mujeres se relacionaron con el monarca, a la única que no tocó un pelo fue a Blanca; ocho años después, el rey ordenó envenenarla.

IX. CONSTANZA, INÉS Y PEDRO, UNA HISTORIA DE AMOR, MUERTE Y MALA SUERTE

Uno de los personajes más infortunados del siglo XIV fue Constanza Manuel de Villena, hija del literato y conde Juan Manuel. Este capítulo aborda un episodio triangular en el que el protagonista masculino es Pedro I de Portugal y las dos damas son españolas. Constanza se casó a los nueve años con Alfonso XI de Castilla, que la repudió antes de consumar el matrimonio. Tras varias peripecias y una guerra, se casó con el heredero al trono de Portugal, Pedro. Para su desgracia, su marido se enamoró de una dama de su séquito, Inés de Castro.

Secretos de alcoba. Un triángulo amoroso que acabó en guerra

Al poco de casarse con el príncipe Pedro, Constanza Manuel se apercibió de que su esposo no la amaba a ella sino a Inés. Su suegro, el rey Alfonso IV de Portugal, hizo todo lo posible para alejar a su hijo de su amante. Sin éxito. Ambas relaciones siguieron en paralelo, porque Pedro cumplió con sus obligaciones maritales sin dejar de atender a Inés. Constanza dio a luz al deseado heredero, Fernando, en 1345. El parto fue tan duro, que la princesa murió. Ni un año esperó Pedro para instalarse junto a su amante en Coímbra, donde ella quedó en estado del primero de sus hijos. La vida de la pareja fue la de un matrimonio canónico —no se sabe si llegó a formalizarse— durante diez años. Hombres de Alfonso VI asesinaron a Inés, provocando que Pedro se alzara en armas contra su padre.

X. ISABEL DE PORTUGAL, O EL GERMEN DE LA LOCURA Y LOS CELOS

Es curioso, explica Marta Robles, que tras los matrimonios pactados cupieran el amor y los celos de una manera tan desmedida como para que algunos de sus protagonistas cometieran locuras o perdieran el seso por las actuaciones de sus parejas. Inteligente, astuta y hermosa, Isabel de Portugal se casó con Juan II de Castilla, con el que tuvo a la futura reina Isabel la Católica. Padeció una celopatía que pudo derivar en rasgos de locura, de forma que acabó sus días trastornada como, años después su nieta: Juana la Loca.

Secretos de alcoba. Las culpables siempre son ellas

El desequilibrio mental de Isabel de Portugal se gestó a través de los celos, a lo largo de toda su relación. Esos celos fueron los que desencadenaron el famoso episodio del baúl. Una leyenda asegura que, mientras estuvo encerrada en él por orden de la reina, Beatriz de Silva recibió la «visita» de la Virgen María que le aseguró que sería liberada y que en «pago» debería fundar una orden consagrada a su culto. Beatriz cumplió y fundó la orden de la Inmaculada Concepción, ¿Por qué Isabel no se volvió contra su marido? La respuesta es sencilla. Como Marta Robles explica en el libro, la Iglesia solo determinaba el adulterio en las mujeres y ellas defendían su honra siempre atacando a «la otra». Vamos, que las culpables siempre eran las amantes y no los pobres esposos tentados.

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Autora: Marta Robles. Título: Pasiones carnales. Los amores de los Reyes que cambiaron la historia de España. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Marta Robles

Marta Robles es licenciada en Ciencias de la Información. Comenzó su carrera profesional en la revista Tiempo. En televisión ha trabajado en Canal 10, TVE, Tele 5, Antena 3, Canal 7, Telemadrid, Canal Sur y Dkiss. En radio ha dirigido y presentado programas en Radio Intercontinental, Cadena Ser, Onda Cero y EFE Radio. Ha escrito siete libros de no ficción: El mundo en mis manos (1991), La dama del PSOE (1992), Los elegidos de la fortuna (1999), El catálogo del Parque Oceanográfico de Valencia (2003), Madrid me Marta (2011), Usted primero (2015) y Haz lo que temas (2016); y ocho de ficción: Las once caras de María Lisboa (2001), Diario de una cuarentona embarazada (2008), Don Juan (2009), Luisa y los espejos (2013) —Premio Fernando Lara de Novela—, Obscena, A menos de cinco centímetros (2017) —finalista en el Premio Silverio Cañada de novela negra de Gijón—, HNegra (2017) y La mala suerte (2018). Su última novela es La chica a la que no supiste amar.

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